Comparativa
entre el Corán y el
Evangelio. Advertencias. Legitimidad de la
comparación
PEDRO GÓMEZ
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Este estudio se
propone una comparación,
quizá arriesgada, entre dos textos fundacionales de dos diferentes
sistemas
religiosos, el cristianismo y el islamismo, ambos insertos
históricamente en la
tradición más amplia que, junto con el judaísmo, se suelen llamar
religiones
proféticas o abrahánicas. Se tratará de un análisis aproximativo que
pretende
poner al descubierto una serie de semejanzas y diferencias
significativas.
Una comparación de
esta índole puede
resultar polémica para algunos. Evidentemente no es fácil y requiere
cierto
ascetismo intelectual por parte del investigador: espíritu crítico,
actitud
ecuánime y razonamiento objetivado.
En el plano
personal, cada uno tiene
derecho a sustentar las opiniones, convicciones y creencias que vea o
quiera.
Pero aquí es obligado dejar al lado la ideología, salvo como objeto de
estudio,
con el fin de atenerse a los hechos, o a los textos, en cuanto
referentes
empíricos, y presentar los datos, las teorías y los argumentos mejor
fundados.
Los que tengan
prejuicios globales o
juicios negativos o positivos respecto a la religión, deberían saber
que eso es
irrelevante para el análisis, siempre que este respete los hechos.
Aunque esto
no niega de ninguna manera que puede haber mala religión, como hay mala
filosofía, o mala política, o malas artes. Sería la que se deja llevar
por
mitos falaces y mentiras, hasta el fanatismo, por rituales de división,
que
siembran odio, y por acciones violentas hacia los disidentes. Nada de
esto es
intrínseco a su concepto.
Otra gente asegura
con contundencia
que "todas las religiones son iguales", o que "se explican por
el miedo a la muerte" y ocurrencias por el estilo. Deberían estar
dispuestos a ir un poco más allá de las ideologías escasamente
ilustradas del
siglo XIX.
En cuanto a
quienes estén leyendo o
escuchando este discurso, en todo momento deben tener en cuenta varias
advertencias:
1. No
se trata de personas, no se habla de individuos ni de comunidades.
Voy a
tratar de ideas y sistemas de ideas,
no de personas. Por ejemplo, hablo del islam, no de los musulmanes.
2. Tampoco
se trata de política, no se pretende estudiar las implicaciones
políticas o
económicas, y menos aún apoyar ninguna opción. Lo que presento es una indagación del sistema religioso
específicamente tal, utilizando instrumentos científicos normalizados,
como el método
histórico-crítico o el análisis estructural, y añadiendo a veces una
reflexión
filosófica.
3. El
trabajo es con textos y con significados. Las referencias al
contexto de
los hechos históricos serán en función del mejor entendimiento del
texto. Al
tratarse de ideas y sistemas de índole religiosa, lo importante son los
significados codificados en los textos, y no las prácticas que hayan
podido
inspirarse en ellos.
También hay que
advertir que analizar
críticamente una ideología o un sistema de ideas de determinado signo
no presupone
defender la de signo contrario, sino simplemente que se analiza lo que
se está
analizando.
La meta, y el
camino, del análisis es
la búsqueda de la verdad, el avance
hacia una mejor inteligibilidad, el progreso en el conocimiento. El
valor de
una teoría depende de los datos y argumentos que aporte en su nivel
epistemológico pertinente. En esto, defiendo que, más allá del
conocimiento
propio de las ciencias naturales y sociales, delimitado por la
posibilidad de
contrastación empírica, el pensamiento humano todavía tiene espacio
para la
filosófica, la mitología o la poesía.
Y, a fin de
cuentas, en cualquier
saber, hay que ser conscientes de una incertidumbre que nunca se disipa
del
todo. Y en nuestra tarea, comenzando por la incertidumbre en la
traducción y la
interpretación del significado.
Todo esto exige un
esfuerzo permanente
por ir superando los obstáculos ideológicos de todo tipo que impiden
pensar con
libertad, en particular, en ciertos casos, el miedo a abordar el
estudio del
islam.
La primera
pregunta: ¿es legítima la comparación? Creo que depende del
planteamiento, pues
puede ser un disparate comparar cualquier cosa y de cualquier manera.
Es
necesario establecer el marco de las condiciones que han de darse para
que la comparación
sea legítima, bien fundamentada y aceptable.
Debo insistir en
que lo que se compara
no es el islamismo y el cristianismo en su conjunto, ni los respectivos
desarrollos históricos, porque es inabordable -por su complejidad-
comparar un
sistema como un todo con otro. Lo que se analizan son tan solo algunos
aspectos
significativos de los textos fundamentales, temas o subtemas, del Corán
y del
Nuevo testamento, a condición de que haya correspondencia en el campo
semántico
aludido de un lado y de otro.
Como ejemplo de
estudio comparativo,
cabe destacar el de Antoine Moussali, Judaïsme,
christianisme et islam. Étude comparée (2000). También es
clarificador el
análisis de Samir Amin, "Judaïsme, christianisme, islam: réflexions sur
leurs spécificités réelles ou prétendues (vision d'un non théologien)"
(1999).
¿Qué fundamento
teórico podemos invocar cuando afirmamos la posibilidad
y legitimidad de la comparación?
1. La teoría
antropológica de la
universalidad del espíritu humano, es decir, todos los miembros de la
especie
estamos dotados de la misma naturaleza y la misma razón básica.
2. La tesis bien
argumentada de la
existencia de valores universales, tanto en el orden cognitivo (lo
verdadero)
como en el orden ético (lo bueno, lo justo), por muy discutibles que
sean.
Para llevar a cabo
la comparación cabe
especificar algunos criterios de
comparabilidad que han de cumplirse:
1. No es correcto
comparar elementos
sueltos de un sistema y de otro, sean escogidos al azar o por las
apariencias,
porque el significado del elemento
resulta de relaciones más complejas.
2. Tampoco
es posible comparar un sistema con otro tomados cada uno como un todo,
porque,
porque no se puede hablar de todo a la vez, ni de golpe, y porque el
sentido
del todo depende de las partes Sobre el sistema como tal caben
consideraciones
filosóficas, o valoraciones, pero solo después de los análisis.
3. La comparación
induce a engaño si
se plantea directamente en el plano empírico; en el caso de un texto,
en el
sentido literal. Es preciso, primero, el análisis filológico,
semántico,
temático, etc. La generalización debe preceder a la comparación: lo que
se
compara son estructuras y significados.
4. Para empezar,
el asunto objeto de
análisis comparativo debe ser el mismo, o equivalente, en cada lado de
la
comparación. Por ejemplo, la idea de Dios, los principios éticos, el
estatuto
de la mujer, la relación entre religión y política, etc.
5. Debe utilizarse
el mismo criterio
de selección del material textual o citas, el mismo método de
descripción y
análisis, la misma lógica de argumentación, de manera que se traten con
igual
objetividad los términos comparados.
6. Finalmente,
para un trabajo sobre
temas religiosos, es imprescindible disponer de una teoría capaz de dar
cuenta de
cualesquiera sistemas estudiados. Es decir, hay que contar con una
teoría de la
religión suficientemente bien fundada.
Las propuestas
para explicar qué se
entiende por religión han sido innumerables y muy controvertidas. Mi
punto de
partida se atiene al enfoque teórico, histórico y sistemático que nos
propone
el exegeta alemán Gerd Theissen. ¿Qué entender por religión?
Escuetamente:
"Religión es un sistema cultural de signos que promete una mejora de la
vida en consonancia con una realidad última" (Theissen 2000: 15).
El sistema
religioso, como sistema objetivo de signos, ofrece una
interpretación del mundo y favorece la transformación del mundo. Pero
no
modifica la realidad natural al modo como lo hace la intervención
técnica, sino
mediante la producción de relaciones semióticas:
"Tales signos y
sistemas de
signos no modifican la realidad designada, sino nuestra conducta
cognitiva,
emocional y pragmática con ella: dirigen la atención, organizan las
impresiones
en contextos y ayudan a las acciones. Solo podemos vivir y respirar en
el mundo
así interpretado" (Theissen 2000: 16).
Lo específico de
la religión como
sistema semiótico reside en la combinación de tres "formas
expresivas": el mito, el rito y la ética.
El mito
da una visión del mundo y la vida en forma narrativa. Es lo
"pensado", que aporta una conceptualización del mundo, del hombre y
de lo divino.
El rito
representa en forma simbólica esquemas de conducta cargados de sentido,
a los
que se adhiere emocionalmente el creyente. Es lo "vivido", que induce
una experiencia de lo narrado en el mito.
El ethos
compendia valores morales y normas prácticas que rigen la actuación
personal y
social. Es lo "actuado", que plasma en los hechos la modelización
pensada y vivida.
Se podría decir
que, de alguna manera,
mito, rito y ethos corresponden
respectivamente al plano de lo imaginario, lo simbólico y lo empírico.
Conforme a la
propuesta de Theissen,
un lenguaje de signos no solo posee un carácter semiótico, sino también
sistemático. Cuenta con una serie de elementos específicos (léxico) y
unas
reglas de organización, de conexión positiva o negativa (sintaxis,
gramática).
En efecto, en cada sistema religioso encontramos un núcleo duro,
compuesto por
unos axiomas fundamentales, y luego
numerosos temas fundamentales,
subordinados a tales axiomas, y otros temas secundarios alrededor.
El material se
limita aquí a los
documentos fundacionales de sendas religiones, si bien, al mismo
tiempo, tendré
en cuenta en lo posible las investigaciones modernas sobre tales
documentos:
monografías sobre el Corán, estudios bíblicos, investigaciones sobre el
Jesús
histórico.
Las hipótesis
deberán plantearse en el
marco de los significados más esenciales de cada sistema, como trazando
el
espacio de fases de la formación y evolución primitiva de cada uno de
los dos
sistemas religiosos. Es previsible, al final, que se pueda detectar una
especie
de "atractor" característico en el movimiento de cada tradición.
La comparación
entre el islamismo y el
cristianismo se debe efectuar en cada uno de los aspectos sistémicos:
la figura
de los fundadores, el lenguaje mítico, el lenguaje ritual y el lenguaje
ético. En
cada uno ellos, la primera tarea será coleccionar citas y argumentos
sobre los
diferentes tópicos que se vayan mostrando como significativos. Por
ejemplo, algún
relato histórico o mítico, la idea de Dios, el papel de Jesús, el azalá
y el
azaque, una costumbre étnicas (circuncisión, velo, tabúes alimentarios,
código
de pureza e impureza), el carácter de la ley, la relación entre
religión y
política, el matrimonio, el derecho de la mujer, el estatuto de los no
creyentes, la legitimación de la violencia, etc.
Así, una vez aislado un tema de
comparación concreto, que reúna
suficientes
condiciones de comparabilidad, el análisis estructural y semántico de
los
textos concernientes al tema llevará a ir decantando los significados
más
generales y los principios de interpretación pertinentes. La
comparación, con
toda probabilidad, sacará a la luz las semejanzas y diferencias, la
filosofía y
la teología específica de casa sistema, anidada en el tema estudiado.
Los resultados
básicos deberían ser
reconocidos y suscritos por cualquier investigador. Por lo general
suelen ser
rechazados y atacados por eruditos musulmanes, sin duda por el atasco
intelectual en que está sumido el islam, no solo cuando se compara con
el
cristianismo, sino también cuando se enfrenta con la modernidad. Este
impedimento radica en lo siguiente:
- El rechazo de la
filosofía, que obstaculiza
la crítica racional.
- La sacralización
de la charía, que impide el reconocimiento de
los derechos humanos y las libertades individuales, al afirmar que solo
Dios
tiene derechos, que la revelación es el fundamento del derecho, que
todo
derecho deriva del hecho de ser musulmán.
- La negación
radical de la libertad
de conciencia y la libertad religiosa, que prohíbe al musulmán cambiar
de
religión bajo amenaza de severo castigo.
- El tabú sobre la
interpretación
crítica del texto "sagrado", que veta todo análisis histórico y
científico del Corán.
Todas las grandes
tradiciones
religiosas cuentas con unas fuentes
documentales escritas, unos textos canónicos que se consideran
"sagrados" de alguna manera (como revelados, o inspirados; en
ocasiones, como racionales, científicos, etc.). Estas escrituras suelen
estar
vinculadas, directa o indirectamente, con el personaje fundador y
sirven de
fundamento al sistema de creencias que se vuelven preceptivas y
normativas para
los seguidores.
Los textos
fundamentales y autoritativos
son respectivamente, para los musulmanes el Corán
y para los cristianos el Nuevo testamento.
No se trata de escrituras completamente extrañas entre sí, porque el
islamismo
comparte una ascendencia común con el cristianismo y el judaísmo, pero
evolucionó a partir de una secta judeocristiana e introdujo las
mutaciones que
lo diferenciaron y autonomizaron.
El Corán
dedica numerosas
aleyas a profetas anteriores a Mahoma, algunos nabateos y la mayoría
hebreos,
de los que da una versión peculiar y simple, si la cotejamos con los
pasajes
bíblicos correspondientes, más de un milenio anteriores. De hecho, el
Corán se
apropia de los profetas bíblicos, como si se tratara de musulmanes,
sustentando
la tesis, fantasiosa y antihistórica, de que el islam sería la primera
religión
de la humanidad, respecto a la cual se habrían alejado la religión
judía y la
cristiana.
Lo cierto es que
la vulgata coránica
actual resultó de un largo proceso de composición en el que se
emplearon
numerosos materiales heteróclitos, así como interpolaciones de escribas
califales, en función de los intereses del poder político.
Probablemente
adquirió su primera forma en el reinado de Adb Al-Malik (685-705), y la
forma
definitiva en el primer tercio del siglo IX.
No existe aún una
edición crítica del
Corán. Pasa por vulgata la edición de El Cairo de 1923, aunque hay
otras varias
en circulación. En cualquier caso, podemos tener a la vista las
traducciones
más reconocidas en español, francés, inglés y alemán.
El Nuevo
Testamento. A
diferencia del islamismo que se funda en un solo libro canónico, el
Corán, es
sabido que el "evangelio" cristiano no consiste en un solo libro,
sino que, se halla en el Nuevo testamento,
compuesto por una colección de veintisiete escritos de autores
diferentes y de
longitud variable. Cronológicamente, se escribieron entre el año 51
(epístola a
los Tesalonicenses) y alrededor del año 100 (primera epístola de Juan).
Existen
buenas traducciones, pero, cada vez que nos surja una duda razonable
sobre las
traducciones manejadas, será conveniente consultar la edición crítica
griega,
dotada de su exhaustivo aparato crítico (la de Nestle-Aland, o la de
Merk).
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