El último
sexo, el sexo debilitado
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Presentación
Ay de la mujer nacida en la esfera islámica. Ay
de ella, por encontrarse en la gran prisión del mundo, cuyas víctimas
se cuentan por miles de millones, y sus verdugos
por un número semejante, lamentablemente. En ese inmenso campo de
confinamiento, solo
tienen la opción de escoger entre la sumisión y el celo, que añade a la
sumisión la crueldad hacia sus compañeros de infortunio. Los
totalitarismos del siglo XX ilustraron bien este fenómeno.
Nada
de revuelta general, hasta ahora. Pero no
hay que jurar nada, sino esperar, sobre todo de los nuevos medios de
comunicación. El reglamento interno del campo, constituido por suras
coránicas, es inflexible, dedicado por completo al rebajamiento
femenino, y al consiguiente enaltecimiento masculino. El islamismo, por
supuesto, no es el
único sistema inventado por el hombre que resulta misógino. No, la
tendencia
está por doquier. Pero ninguno ha ido tan lejos y, sobre todo, ninguno
ha
encerrado su legislación en una situación tan empestillada que ya no es
posible modificarla de ninguna manera.
Expondremos en detalle, a lo largo, a lo ancho y a fondo,
lo que ha podido suscitar semejante desequilibrio entre hombres y
mujeres, un
desequilibrio peor de lo habitual.
Se
trata, sin duda, de viejos prejuicios, muy arcaicos en su inspiración,
expresión de una terrible angustia de los hombres frente a ese otro
elemento tan diferente. La desgracia quiso que los disparates
paleolíticos se convirtieran en código legal.
Recordemos algunos de los factores que provocaron el rebajamiento
femenino, a
escala de toda la humanidad y, más aún, en el seno del islamismo:
1.
El funcionamiento del linaje: la mujer cambia
de familia en el momento del matrimonio, etapa esencial de su vida, la
única en la que ella cuenta. Ella no decide nada, pero es esencial.
Además, el valor añadido por la educación está reservado a los
hombres, que permanecen en la familia o el clan.
2. La confiscación de las actividades militares por parte de los
hombres,
debido a la menor potencia física. La animalidad no está muy lejos: el
más fuerte obtiene el poder.
3. La angustia masculina ante los fenómenos naturales de
la sexualidad, la virginidad y la menstruación. La mujer es vista como
impura y
como vector de impureza.
4. El confinamiento de las mujeres en el papel de la reproducción: la
mujer es madre, o no es nada.
5. Como siempre, la cuestión del huevo y la gallina: la lectura
habitual es la de que el sistema político-religioso transforma la
relación entre los sexos. Claro. Pero es necesario también considerar
la situación inversa: que la construcción de una ideología de
exclusión (y violencia) acaba por convertirse en religión,
constituyendo
una teología.
6. El miedo a los desórdenes que podrían desencadenarse a causa de
las
mujeres (a pesar de ellas) en la nueva comunidad islámica. Como, en
cierto modo, la
comunidad se comporta como una nueva tribu con muchos miembros, es
aún más necesario controlar a las mujeres, que podrían aprovechar las
oportunidades ofrecidas por esa apertura.
7. El ideal de la yihad solo puede aplicarse a condición de que
los guerreros voluntarios estén seguros de lo que pasa en retaguardia:
la
vigilancia o el enclaustramiento de las mujeres permite esa seguridad,
a fin de que ellos se entreguen con espíritu tranquilo a sus fechorías.
El islamismo metió su pesada y callosa mano en el
asunto. Supuso un empeoramiento de la condición de las mujeres,
sin la menor duda, por mucho que digan algunos mentirosos y mentirosas.
El islamismo puede parecer como una recuperación en
manos masculinas del mundo religioso, frente a un cristianismo que
aparecía como femenil y
femenino
por la sensibilidad, a falta de ser feminista. La fantasía de la
virilidad sin límite, como principio que lo reemplaza todo, explica
muchas cosas.
Aquí se van a facilitar cientos de textos: a veces pueden hacer reír;
pero no olvidemos señalar el cortejo de vidas destruidas. El
Corán tendrá su lugar, ya que en suras concretas, y en versículos
bastante
claros, fijó la norma. Pero también hemos rastreado los fondos de la
sunna,
donde se recopilan los más diversos relatos que ponen en escena a las
mujeres, y
siempre al espléndido personaje de Mahoma, especie de juez, árbitro
y parte, que decreta a diario las reglas que hay que seguir.
La poligamia se impuso como uno de los pilares del sistema, algo tan
catastrófico como absurdo. Y así determinó el desequilibrio durante
siglos y
siglos. Propondremos una explicación de su génesis aberrante.
Se abordarán todos los temas: la sexualidad, la reproducción, la
impureza, la
poligamia, la mutilación genital, el harén de Mahoma, el adulterio, la
segregación,
el repudio, etc. Todo lo que huele mal, todo lo que es indigno de
existir, todo lo
que hace daño.
Las informaciones coránicas sobre las mujeres
aluden en particular a su lugar en los
rituales: ya sea que haya continuidad, o que haya
ruptura con las costumbres de antaño.
Sobre la confrontación de las mujeres con la guerra, víctimas de
tercera línea:
Corán 87/2,216 y 92/4,19.
Y sobre la imposibilidad de tratar
equitativamente a las mujeres:
Corán 92/4,129.
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