Las mil y una
quimeras del ‘feminismo islámico’
MARTÍN CASTILLA
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El
"feminismo islámico" que propugnan hoy ciertos reformistas y en
especial las autodenominadas feministas musulmanas, si fuera
consecuente,
implicaría abandonar lo consagrado por todas las escuelas de
jurisprudencia islámica, tanto suníes como
chiíes.
Tendrían que dejar a un lado también los comentarios exegéticos de
todos los
ulemas y ayatolás a lo largo de la historia. Pero, como lo que estos
doctores
de la ley sostienen está basado en las compilaciones de leyendas
(hadices) y en
la vida del profeta, tendrían también que ponerlos aparte, sin
vigencia,
considerándolos como mero documento contingente sin valor normativo.
Todavía
quedaría en pie el Corán. Pero ¿qué hacer con la gran cantidad de
versículos
coránicos que afirman la inferioridad y subordinación de la mujer? Y
¿qué hacer
con tantas aleyas que contienen preceptos contrarios a los derechos
humanos de
nuestros días? Para el buen musulmán, si se atiene a la ortodoxia
mayoritaria, el texto del sacro
Corán no se puede interpretar
según el criterio
personal, porque la interpretación autoritativa está ya terminada; se
ha cerrado la puerta de la interpretación, como recuerda Ibn Taymiya
(muerto en 1328), de modo que al creyente solo le cabe aceptar la
tradición (sunna) y aplicarla,
sin
mucha opción para un pensamiento libre.
Por eso, cuando se hace un
planteamiento de reinterpretación o lectura "feminista", hay que caer
en la cuenta de
que eso
lleva consigo desautorizar el derecho islámico existente (la saría),
supone apartarse de la tradición musulmana consagrada, desmentir la
palabra del
profeta y estar en desacuerdo con el Corán. Pero entonces ¿seguirá
siendo ese
un planteamiento islámico? Porque, lo que se está cuestionando, en
última
instancia, es la revelación divina, mientras se crea que Dios la ha
hecho
descender literalmente.
A
no ser que, más allá de las apariencias, la actuación de aires
feministas no
sea más que la propia de unas combatientes (muyahidines)
de la yihad cultural, que cumplen con su tarea de hacer proselitismo (dawa), poniendo en práctica el
ardid
coránico del disimulo (taquiya)
como
táctica para engañar a los no muslimes desprevenidos.
Nada
de esto implica que sea imposible el feminismo musulmán, o más
bien la promoción
de la igualdad por parte de las mujeres musulmanas, pero deben ser
conscientes
de que cada paso que avanzan hacia una mayor autonomía de la mujer es,
irremisiblemente, un paso que se alejan de los fundamentos del islam.
El islam(ismo) es lo que es, y no lo
que las feministas quisieran que fuera. Es un sistema formado por el
Corán, los
relatos y la vida de Mahoma, la ley islámica, así como los comentarios
y la
jurisprudencia de diez siglos.
Se dedican a una interpretación
creativa, hasta cristianesca. Pero se trata de entender lo
que dice el texto, algo muy distinto de
reinterpretarlo, para que el texto diga lo que le interesa a la
ideología del
intérprete.
La cuestión
de método es esta: si, para el musulmán, el Corán puede someterse a
la
razón humana o, por el contrario, es la razón humana la que debe
someterse al
Corán.
La pregunta
sobre el contenido es si están de acuerdo con el Corán, con todas
las
prescripciones y prohibiciones contenidas en la saría, la ley islámica de derecho
divino.
Quienes tratan de enmascararlo da la
impresión de que se avergüenzan del Corán y del islam. En un país
musulmán, tal
postura en el plano religioso sería una apostasía. Y aquí, en el plano
científico constituye una falsificación del texto. Y en el plano
social, un
intento de manipulación del auditorio.
Hoy se expande una epidemia de
musulmanas adalides de un fementido feminismo, cuando solo doran las
cadenas, entre
ellas Asma Lamrabet, Yaratullah Monturiol, Nassira Sediri, Fatima
Mernissi y
tantas otras. En su ceremonia de la confusión, no diré que les asisten
turiferarias como Karen Armstrong, o corifeos masculinos, como el
teólogo Juan
José Tamayo. Se les presupone la buena voluntad, pero carecen
totalmente de
espíritu crítico respecto a las fuentes del islam. Despliegan un
malabarismo
verbal y una sibilina logomaquia mediante la que se esfuerzan por hacer
creer
que el inocultable mensaje misógino del Corán aporta una base excelente
para un
feminismo islámico. En sus escritos o conferencias, justifican con un
aura de
piedad y devoción hasta las disposiciones más aberrantes. Ahora bien,
con tanto
aparentar esa visión cristianesca del islam, lo que están confesando
tácitamente es que el Corán no se puede exponer al desnudo, que habría
que
reformarlo, o al menos simular la reforma. Pero, en este punto, se dan
de
bruces con la palabra divinizada e intangible.
Otras muestras accesibles podrían ser
estas dos que enlazo a continuación, un verdadero retablo de sofismas.
La
santurronería y manipulación ideológica infestan hoy
de oscurantismo hasta el alma mater
de los departamentos
universitarios:
En fin, da la impresión de que son,
más bien, muchos musulmanes los que están verdaderamente aquejados de
islamofobia, si la definimos como miedo de
abordar el islam, fobia hacia afrontar
con seriedad y rigor el conocimiento del Corán, de las fuentes clásicas
y la
historia del islamismo.
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