Carta abierta
al mundo musulmán
ABDENNOUR
BIDAR
|
Abdennour
Bidar es profesor, filósofo y musulmán. Produjo
y presentó, a lo largo del verano, en France Inter, una emisión
titulada Francia-islam
cuestionamiento mutuo. Es
autor de cinco libros de filosofía de la religión y de numerosos
artículos.
Esta carta
abierta al mundo musulmán viene después de los acontecimientos que han
pasado,
particularmente el asesinato de Hervé Gourdel. Numerosos musulmanes han
manifestado su indignación necesaria y saludable (en Francia y en el
mundo, con
el movimiento #NotinMyName, "no en mi nombre"). Más allá de esta
denuncia indispensable, Abdennour Bidar piensa que hay que ir más a
fondo y
entrar en una autocrítica del islam como religión y civilización en
este
momento de transición crucial de su larga historia hacia lo mejor del
islam.
En espíritu de
fraternidad entre creyentes de buena voluntad, nos alegramos de poder
leer este
texto, descubrir otro rostro del islam y tal vez aprender algo de esta
sabiduría que consiste en querer reformarse para ser más fiel.
Querido mundo
musulmán, yo soy uno de tus hijos alejados
que te miran desde fuera y desde lejos, en este país, Francia, donde
tantos de
tus hijos viven hoy. Yo te miro con mis ojos severos de filósofo,
alimentado
desde mi infancia con el sufismo y el pensamiento occidental. Yo te veo
desde
mi posición especial, como un istmo entre
los dos mares de Oriente y Occidente.
¿Y qué es lo que veo? ¿Qué es lo que veo mejor
que otros,
precisamente porque te veo desde lejos, con suficiente distancia? Te
veo a ti
en un estado de miseria y de sufrimiento que me produce una infinita
tristeza y
hace que mi juicio filosófico sea más severo.
Te veo dando a luz un monstruo que pretende llamarse Estado Islámico y
que algunos prefieren
llamar demonio: DAESH. Pero lo peor es que te veo perderte -perder tu
tiempo y
tu honor- sin aceptar que este monstruo ha nacido de ti, de tus caminos
erráticos, de tus contradicciones, de la distancia existente entre tu
pasado y
tu presente, de tu demasiado prolongada incapacidad para encontrar tu
sitio en
la civilización humana.
Ante este
monstruo, pues, tú, ¿qué dices? Gritas: "¡No soy yo!", "¡No es
el islam!" No aceptas que los
crímenes de este monstruo sean cometidos en tu nombre
(hasht·#NotinMyName). Te
opones a que el monstruo usurpe tu identidad y, claro que tienes razón
en
oponerte. Es indispensable que proclames, ante la faz del mundo, alto y
fuerte,
que el islam denuncia la barbarie. ¡Pero esto no basta en absoluto!
Porque tú te refugias en un reflejo
de autodefensa sin asumir al mismo tiempo y sobre todo
laresponsabilidad de la autocrítica.
¡Te contentas
con indignarte cuando este momento hubiera sido una ocasión histórica
para
cuestionarte! Tú acusas en vez de aceptar tu responsabilidad. "Vosotros
los occidentales y todos los enemigos del islam, ¡dejad de asociarnos a
este
monstruo! ¡El terrorismo no es el islam, el verdadero islam, el islam
bueno que
no quiere la guerra sino la paz!"
Escucho este grito de rebeldía que nace de ti, mi
querido
mundo musulmán y lo entiendo. Sí, tienes razón, al igual que cada una
de las
grandes inspiraciones sagradas del mundo, el islam ha creado a lo largo
de la
historia, la belleza, la justicia, el sentido, el bien, y ha iluminado
al ser
humano en la búsqueda del misterio de la existencia… Yo he luchado aquí
en
Occidente, en cada uno de mis libros, porque esta sabiduría del islam y
de
todas las religiones no sea olvidada ni despreciada. Pero, a distancia,
veo
otra cosa que tú no puedes ver… y esto me inspira una pregunta. Una
gran
pregunta: ¿por qué este monstruo te ha robado tu rostro? ¿Por qué este
monstruo
innoble ha escogido tu rostro y no otro? Es que, en realidad, detrás de
este
monstruo se esconde un gran problema, para el que tú no estás preparado
a hacer
frente. Sin embargo tendrás que terminar por
hacerlo.
Este problema es el de las raíces del mal. ¿De
dónde
vienen los crímenes del llamado Estado Islámico? Te lo voy a decir,
amigo mío.
Esto no te va a gustar, pero es mi deber de filósofo decírtelo. ¡Las
raíces de
este mal que te roba hoy el rostro están en
ti mismo, el monstruo salió de tu propio vientre, y surgirán muchos
otros
peores todavía, mientras sigas tardando en admitir tu enfermedad y
ataques por
fin la raíz del mal!
Hasta los intelectuales occidentales tienen
dificultad en
verlo. La mayoría han olvidado de tal manera la fuerza de la religión
-en el
bien y en el mal, en la vida y en la muerte- que me dicen: "No, el
problema del mundo musulmán no es el islam, ni la religión, sino la
política,
la historia, la economía, etc." Ellos no se acuerdan en absoluto de que
la
religión puede ser el corazón del reactor de una civilización humana… Y
que el
futuro de la humanidad no pasará únicamente por la resolución de la
crisis
financiera, sino, y de una manera más esencial, por la resolución de la
crisis
espiritual que atraviesa nuestra humanidad toda entera.
¿Seremos capaces de unirnos todos a escala
planetaria
para afrontar este desafío tan fundamental? La naturaleza espiritual
del hombre
tiene horror al vacío y, si no encuentra hoy nada para llenarlo, lo
hará mañana
con religiones cada vez menos adaptadas al presente y que, como
actualmente el islam,
se dedicarán a producir monstruos.
Yo veo en ti, oh mundo musulmán, inmensas fuerzas
dispuestas a levantarse para contribuir a este esfuerzo mundial de
encontrar
una vida espiritual para el siglo XXI. A pesar de la gravedad de la
enfermedad,
hay en ti una extraordinaria multitud de hombres y mujeres preparados
para
reformar el islam, para reinventar su genio más allá de sus formas
históricas y
para participar de esta manera en la total renovación de la relación
que la
humanidad ha mantenido hasta ahora con sus dioses. A todos, musulmanes
y no
musulmanes que sueñan juntos con una revolución espiritual, es a
quienes me
dirijo en mis escritos para darles, con mis palabras
de filósofo, confianza en lo que sueña su esperanza.
Pero son pocos todavía los musulmanes y las
musulmanas
que miran hacia el futuro, y su palabra no es suficientemente poderosa.
Todos
ellos, a quienes felicito por su lucidez y su coraje, han visto
perfectamente
que el estado general de enfermedad aguda del mundo musulmán es lo que
explica
el nacimiento de monstruos terroristas llamados Al Qaeda, Al-Nusra,
AQMI o Estado
Islámico. Ellos han comprendido que estos no son más que los síntomas
más
visibles de un inmenso cuerpo enfermo, cuyas enfermedades crónicas son
las
siguientes: impotencia para construir democracias estables en las que
la
libertad de conciencia frente a los dogmas de la religión sea
reconocida como
un derecho moral y político; dificultades crónicas para mejorar la
condición de
las mujeres en lo referente a la igualdad, la responsabilidad y la
libertad;
impotencia para separar suficientemente el poder político del control
de la
autoridad religiosa; impotencia para instaurar el respeto, la
tolerancia y el
verdadero reconocimiento del pluralismo religioso y de las minorías
religiosas.
¿Será todo esto culpa del Occidente? ¿Cuánto
tiempo
precioso vas a seguir perdiendo, mi querido mundo musulmán, con esta
acusación
estúpida que tú mismo no crees y detrás de la que te escondes para
continuar
mintiéndote a ti mismo?
Ya es hora de que reconozcas que, especialmente
desde el
siglo XVIII, has sido incapaz de responder al desafío del Occidente,
sea porque
te has refugiado de una manera infantil y mortífera en el pasado, con
una
regresión obscurantista del wahabismo, que continúa haciendo estragos
por todas
partes dentro de tus fronteras -un wahabismo que tú propagas desde los
lugares
santos de Arabia Saudí, como un cáncer que sale de tu mismo corazón-,
sea
porque has seguido lo peor del Occidente, produciendo nacionalismos o
produciendo un modernismo que es una caricatura de la modernidad.
Quiero
hablarte sobre todo de ese desarrollo tecnológico, sin coherencia con
el
arcaísmo religioso, que convierte a tus riquísimas élites del Golfo en
victimas
complacientes con la enfermedad mundial que es el culto al dios dinero.
¿Qué tienes hoy de admirable, amigo mío? ¿Qué te
queda
que sea digno de suscitar el respeto de otros pueblos y civilizaciones
de la
tierra? ¿Dónde están tus sabios? ¿Tienes todavía una sabiduría que
proponer al
mundo? ¿Dónde están los grandes hombres? ¿Quiénes son los Mandela,
quiénes son
los Gandhi, quiénes son tus Aung San Suu Kyi? ¿Dónde están los grandes
pensadores cuyos libros deberían ser leídos en el mundo entero, como en
los
tiempos en los que los matemáticos y los filósofos árabes eran
referentes desde
la India hasta España? En realidad, te has vuelto
tan débil, escondido tras la seguridad que permanentemente
manifiestas sobre ti mismo… Tú ya no sabes quién eres ni adónde quieres
ir, y
esto te ha vuelto tan desgraciado como agresivo… Te obstinas en no
escuchar
a quienes te invitan a cambiar, liberándote al fin de la dominación de
la
religión que has establecido sobre la vida entera.
Has optado por considerar a Mahoma profeta y rey.
Has
optado por definir el islam como una religión política, social, moral,
que debe
reinar tiránicamente sobre el Estado, la vida civil, la calle, el
interior de
cada casa y cada conciencia. Has optado por creer y por imponer que el
islam
exige sumisión, cuando el Corán proclama que "la religión no coacciona
a
nadie". ¡Has convertido tu llamada a la libertad en el imperio del
miedo!
¿Cómo puede una civilización traicionar hasta tal punto su propio texto
sagrado?
Muchas voces, que tú no quieres escuchar, se
levantan hoy
de la umma para denunciar este tabú
de una religión autoritaria e indiscutible… Hasta tal punto tantos
creyentes
han interiorizado una cultura de la sumisión a la tradición y a los
"maestros
de la religión" (imanes, muftíes, ulemas, ayatolás, etc.) que ni
siquiera
entienden cuando se les habla de libertad espiritual, ni de elección
personal
acerca de los "pilares" del islam. Todo esto constituye para ellos
una "línea roja" tan sagrada que no se atreven a dar a su propia
conciencia el derecho de ponerla en cuestión. ¡Hay tantas familias
donde esta
confusión entre espiritualidad y servidumbre está incrustada en sus
espíritus,
desde su más tierna edad y donde la educación espiritual es de una
pobreza tal
que todo lo relativo a la religión es algo indiscutible!
Evidentemente todo esto no es algo impuesto por
el
terrorismo de algunos grupos de militantes locos y fanáticos comandados
por el
Estado Islámico. No, ¡este problema es mucho más profundo! ¿Pero quién
quiere
escucharlo? Hay un silencio total sobre ello en el mundo musulmán, y en
los
medios occidentales no se escucha más que a los expertos en terrorismo
que
agravan día a día la miopía general. No te hagas ilusiones, amigo mío,
creyendo
que cuando haya terminado el terrorismo islámico el islam habrá
resuelto sus
problemas… Porque lo que acabo de decir -una religión tiránica,
dogmática,
literalista, formalista, machista, conservadora, regresiva- es
frecuentemente
el islam ordinario, el islam cotidiano que sufre y hace sufrir a
demasiadas
conciencias, el islam del pasado ya superado, el islam deformado por
todos los
que lo instrumentalizan políticamente, el islam que acaba por seguir
ahogando
las primaveras árabes y la voz de toda la juventud, que está pidiendo
otra
cosa. ¿Cuándo vas a hacer, por fin, esta revolución que logre hacer que
espiritualidad y libertad rimen definitivamente, en la sociedad y en
las conciencias?
Seguramente, en tu inmenso territorio hay
pequeñas islas
de libertad espiritual: familias que transmiten un islam de tolerancia,
de
libre elección, de profundización espiritual; lugares en donde el islam
da lo
mejor de sí mismo, la cultura del compartir, del honor, de la búsqueda
del
saber, y una espiritualidad en busca de lo sagrado, donde el ser humano
y la
realidad última, llamada Alá, se encuentran. Hay en la tierra del islam
y en
todas las comunidades musulmanas del mundo conciencias fuertes y
libres. Pero
están condenadas a vivir su libertad sin que se les reconozca un
verdadero
derecho, corriendo riegos y peligros frente al control comunitario e
incluso
algunas veces frente a la policía religiosa. Hasta el momento nunca ha
existido
el derecho a decir "Yo elijo mi islam", "Tengo mi propia
relación con el islam". Nada de
esto es reconocido por el islam oficial de los dignatarios. Estos, por
el
contrario, se aferran a la imposición de que "la doctrina del islam es
única" y "la obediencia a
los pilares del islam es la única vía verdadera".
Este rechazo al derecho a la libertad respecto a
la
religión es una de las raíces del mal que sufres, querido mundo
musulmán; es
uno de esos vientres oscuros donde se gestan los monstruos que tú haces
saltar
desde hace algunos años ante el rostro aterrorizado del mundo entero.
Porque
esta religión de hierro impone a toda tu sociedad una violencia
insostenible.
Ella sigue encerrando a demasiados de tus hijos e hijas en la jaula de
un Bien
y un Mal, de lo lícito (halal)
y lo
ilícito (haram), que nadie ha
elegido
y que todo el mundo soporta. Encarcela
las voluntades, condiciona los espíritus, impide u obstaculiza la
elección de
una vida personal. En muchos países, asocias todavía religión y
violencia, contra
las mujeres, contra los "malos creyentes", contra las minorías
cristianas y otras, contra los pensadores y los espíritus libres, los
rebeldes,
de manera que esta religión y esta violencia terminan convirtiéndose,
para los
más desequilibrados y débiles, en la monstruosidad de la yihad.
No finjas, entonces, sorprenderte, te lo suplico,
de que
los demonios, tales como el llamado Estado Islámico, se hayan apoderado
de tu
rostro. Los monstruos y los demonios nos roban los rostros que ya están
desfigurados con demasiadas muecas. Si quieres saber cómo dejar de dar
a luz
tales monstruos, te lo voy a decir. Es simple y difícil a la vez: tienes que reformar toda la educación que
das a tus hijos en cada una de las escuelas y en cada uno de los
lugares
del saber y el poder. Reformarlos, para dirigirlos según los principios
universales (aunque no seas tú el único que los transgreda o que
persista en
ignorarlos): la libertad de conciencia, la democracia, la tolerancia y
el
derecho ciudadano a toda la amplia diversidad de visiones del mundo y
de
creencias, la igualdad de los sexos y la emancipación de las mujeres de
toda
tutela masculina, la reflexión y la cultura crítica de la religión en
las
universidades, la literatura, los medios de comunicación. Ya no puedes
retroceder, no puedes hacer otra cosa. Es el único medio para dejar de
dar a
luz tales monstruos. Si tú no lo haces, dentro de poco serás desvastado
por su
propio poder de destrucción.
Querido mundo musulmán, yo no soy más que un
filósofo y,
como siempre, algunos dirán que un filósofo es un hereje. Yo lo único
que busco
es hacer brillar de nuevo tu luz (el nombre que me diste es el que me
lo
ordena, Abdennour, "servidor de la luz". Yo no hubiera sido tan
severo en esta carta si no creyera en ti. Como suele decirse, "quien
bien
te quiere, te hará llorar". Por el contrario, todos los que hoy no son
suficientemente severos contigo, que quieren hacer de ti una víctima,
todos esos,
en realidad, no te hacen ningún servicio. Yo creo en ti, creo en tu
contribución para hacer de nuestro planeta un universo a la vez más
humano y
más espiritual.
Salam,
que la paz esté contigo.
29 de septiembre del 2014
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