‘Lo urgente es demostrar el carácter agresivo del culto musulmán’

ALAIN JEAN-MAIRET




¿Cómo suprimir los problemas vinculados al islam? Suprimiendo el islam… o al menos su culto. Por eso, es indispensable demostrar la "fábula" sobre la que descansa esta religión. Tal es el propósito de Alain Jean-Mairet, redactor y traductor independiente y fino conocedor de la doctrina musulmana.

 

Alain Jean-Mairet forma ruido sin descanso en Twitter (@islamicide) y emprende paralelamente acciones jurídicas contra las mezquitas suizas. Su última denuncia concierne al azaque, la limosna obligatoria que, nos adelanta, debe financiar el terrorismo, esto según el Corán, la tradición de Mahoma y el consenso de los exegetas, desde el siglo VIII a nuestros días. Se pueden seguir sus acciones ante la justicia en esta dirección: https://precaution.ch/action

 

En el momento en que la cuestión de la violencia en el islam está de plena actualidad, tenemos aquí un punto de vista que ningún medio presentará nunca. Una auténtica exclusiva.

 

Usted cree que solo la demostración del carácter criminógeno de la religión islámica permitirá librarse de esa amenaza. ¿Por qué? Y ¿tiene usted la impresión de que esta toma de conciencia se extiende?

 

No pienso que esta demostración baste para descartar el peligro. Para resolver el problema planteado por el islam, hará falta sobre todo demostrar que la fe musulmana descansa sobre fábulas. Pero es un trabajo que debe realizarse en el seno del islam, que exige grandes medios y cuya necesidad no se impondrá más que con la toma de conciencia del riesgo que el islam hace pesar sobre el mundo -y no el islam radical, extremista, salafista o qué sé yo qué-.

 

Así pues, aquí y ahora, la urgencia consiste en mostrar, demostrar el carácter criminógeno y agresivo del culto musulmán de base. Es indispensable hoy, en nuestros países, a causa de la inmigración masiva proveniente de países de mayoría musulmana. Si toleramos aquí ese culto, pronto no tendremos ya la posibilidad de poner en cuestión la fábula y retrocederemos como todos esos países musulmanes de los que huye su población.

 

Sí, esta toma de conciencia se expande. Veo una prueba de ello en los esfuerzos de propaganda desplegados en los más altos niveles para contrarrestarla. Cuando tres presidentes de Estados Unidos y ahora un papa, con toda la maquinaria de comunicación que de ellos depende, declaran oficialmente que el islam es una religión de paz, o algo parecido, es que la necesidad de imponer esta absurda idea es verdaderamente imperiosa.

 

Usted reclama la prohibición del culto musulmán. ¿No puede imaginar usted un culto que se aleje del literalismo y se vuelva aceptable para nuestras sociedades?

 

Los problemas del culto musulmán sobrepasan con mucho el simple literalismo. Llevamos ahora más de mil años de consolidación de esos elementos. No se trata de correr una cortina, del tipo "dejemos un poco la letra e inspirémonos más en el espíritu"; es la muralla de China, con millares de obras (en árabe), todas disponibles hoy en línea, que martillean la misma doctrina, que fundamentan cada detalle y determinan cada discusión aceptable.

 

Esta fábula medieval ha dado nacimiento, además, a una cultura milenaria que continúa justificando y glorificando las conquistas militares sangrientas no solamente de Mahoma y los primeros califas, sino también de los peores dictadores de la historia del islam.

 

Hasta el punto de que cada uno de los aspectos problemáticos de la religión musulmana requiere tanto esfuerzo de puesta en cuestión como la impugnación de la religión misma, de sus mismas bases. Por eso, es más pertinente y eficaz atacar a las raíces, más que entretenerse en podar las ramas.

 

Me gustaría también recordar aquí que si yo, en efecto, pido una prohibición, no es esto lo que espero en verdad. Pienso que una información correcta y de gran alcance sobre los aspectos problemáticos del culto musulmán normal, común a todos, sería suficiente para contener los malsanos esfuerzos de los profesionales de la religión musulmana. Pero los canales ordinarios de información están bloqueados -los medios, las autoridades políticas, los ambientes académicos, educativos y asociativos están atados de pies y manos-. Entonces yo actúo a nivel jurídico, para intentar imponer estas informaciones, a pesar del rechazo generalizado.

 

¿Podría ser una solución abandonar los versículos violentos e intolerantes revelados en Medina y conservar los más "pacíficos" de La Meca?

 

Yo responderé: no, pero… No, porque el Corán llamado de La Meca es ya intolerante y agresivo. El Corán amenaza con el infierno desde el primer sura revelado (el 96), cubre de insultos a los incrédulos desde segundo sura revelado (el 68) y habla ya, en futuro, de "combatir en la senda de Dios" en el tercer sura revelado (el 73). Además, la más antigua biografía de Mahoma lo describe desde La Meca como un hombre decidido a utilizar una violencia letal. Y, de todas maneras, es demasiado tarde para ocultar la parte llamada mediní del Corán. Esos versículos figuran en toda la literatura musulmana y árabe, sirven de base a secciones enteras de la charía. Están ahí y hay que contar con ellos.

 

Pero es algo bueno presentar el Corán y la fábula de Mahoma en esa perspectiva, porque eso permite comprender mejor un gran número de contradicciones que presenta el Corán y, así, captar más rápidamente dónde está el punto flaco. Al leer el Corán en el orden cronológico de la "revelación", comprendemos muy bien por qué el islam se ha desarrollado como lo ha hecho e inspira hoy esos fenómenos inquietantes que salen en las noticias. Así, el mensaje coránico general se vuelve evidente y unívoco.

 

¿Piensa que es útil denunciar a los medios de comunicación, la complicidad de las élites, luchar contra el niqab o el burkini?

 

No. Es energía desperdiciada. Hay que llegar a imponer la información sin los medios y sin las élites, y ellos terminarán por asumirla, por volver a tenerla en cuenta, a su manera, cuando perciban que ha llegado el momento. De todos modos, haré una excepción para el velo integral, que en el clima actual plantea un problema de seguridad y debería ser prohibido de oficio. Hasta el Estado Islámico lo prohibirá en sus edificios oficiales, pues sus responsables han sufrido demasiados atentados por parte de gentes ocultas bajo esa vestimenta. Es un decir.

 

Por otro lado, según la fábula de Mahoma, el velo integral sirvió para desencadenar una guerra entre los musulmanes y los judíos de Medina. Y es verosímil que numerosas mujeres que llevan esa prenda en Occidente conozcan esta anécdota. Hay ahí un grave riesgo de provocación y sobre todo de respuesta concertada de los musulmanes, que estarían tentados de imitar el comportamiento de Mahoma y sus compañeros descrito en esa fábula. El velo integral debe, pues, ser eliminado de los lugares públicos. Es lo menos que puede hacerse.

 

Pero esto es también delicado. Estas demandas de prohibición crean divisiones perjudiciales en el seno de las poblaciones occidentales. En efecto, a personas no informadas les puede parecer excesivo, legítimamente, el legislar sobre el modo de vestir. Al insistir en esta necesidad sin informar primero, o al menos simultáneamente, sobre lo que el culto y el velo representan en el islam, debilitamos o fragmentamos la respuesta del mundo occidental, o no musulmán. Y esto es muy lamentable. Esto favorece una polarización interna y compromete así una buena información de base, que es lo más importante, acerca de los peligros más agudos del islam.

 

Se habla de especialistas en jurisprudencia, del fiqh. ¿Qué papel desempeña el derecho para los musulmanes?

 

Se habla generalmente del fiqh para designar el trabajo de los juristas, distinguiéndolo de la charía, que posee un sentido más amplio, que incluye todo lo que se puede concebir como una guía en el llamado "camino recto".

 

La importancia del fiqh (la jurisprudencia) varía en función de la situación política. Hoy es relativamente menor, en la medida en que los países de mayoría musulmana no recurren más que parcialmente a la charía para fijar sus leyes. Históricamente el papel de los juristas mismos ha variado también. Muchos de ellos fueron adversarios del poder establecido, o funcionaron de manera independiente de la autoridad política, es decir, sin otro poder que el de emitir opiniones legales, o fetuas. Pero otros gozaron de una amplia autoridad durante ciertos períodos.

 

También ha ocurrido que algunos juristas se alejan de la tradición elaborada por sus colegas e intentan reconstruir un fiqh más "puro", basado directamente en los textos fundacionales y sin tener ya en cuenta las fetuas particulares emanadas con posterioridad y supuestamente contaminadas por componendas lamentables. Tal es hoy el caso de los juristas de Al Qaeda y del Estado Islámico, o en parte del movimiento llamado salafista. Consideran que sus correligionarios contemporáneos han apostatado, sobre todo al tolerar la injerencia de las leyes occidentales. A nivel personal, hay de todo. Pero el fiqh en sentido amplio, o sea el derecho musulmán, ha desempeñado siempre un papel fundamental en la vida de los musulmanes, desde los más grandes a los más modestos, porque cubre una parte muy grande de la vida de la gente, desde los actos más anodinos a los grandes acontecimientos que dibujan los contornos de la historia. Y su constante anclaje en un libro, el Corán, y una carrera profética, le ha conferido un carácter muy rígido y estable, en comparación con otras legislaciones.

 

Alí Sina, exmusulmán, afirma que los preceptos de Mahoma son tan numerosos e insensatos que debía estar aquejado de enfermedades psiquiátricas. ¿Qué piensa de ello?

 

Es una opinión defendible y un enfoque interesante para destacar los elementos problemáticos de la figura de Mahoma. Pero el esfuerzo me parece un poco vano. Desde el punto de vista no musulmán, ¿qué importa la mentalidad de un personaje medieval? Y desde el punto de vista de los musulmanes, todos creen que existe una excelente explicación para cada una de las críticas exteriores. El debate es, por tanto, interminable y su evolución depende menos de la calidad de los hechos y los argumentos que del talento retórico de quienes debaten y los medios puestos a su disposición.

 

Pienso que nosotros, los no musulmanes, deberíamos concentrar nuestra crítica en los actos inaceptables desde el punto de vista de nuestras leyes y usos, pero que son a la vez obligatorios e inevitables para el culto islámico normalizado. Por lo demás, deberíamos proyectar el descrédito sobre la fábula musulmana, utilizando argumentos extraídos de nuestros valores más objetivos, o de lo que confiere valor y éxito a la modernidad. Aquí hay que rechazar todo juicio de valor, toda visión moralista y proyectar la luz sobre las imposibilidades formales.

 

Por ejemplo, en realidad, en el siglo VII no existía ninguna ciudad en La Meca. En realidad, el Corán es un borrador inconexo, que explota todos los límites de la licencia poética para crear rimas, que no pasan de mediocres,  que comporta más de 10.000 variantes, y en el que, aún hoy, se recensionan docenas de versiones variantes en árabe. El proyecto musulmán, en realidad, está fundado sobre un engaño y podemos probarlo sin entrar en consideraciones siempre vagamente vaporosas, como la personalidad de Mahoma o el efecto de la charía sobre la criminalidad y las costumbres. Y es esta demostración, difundida ampliamente, a través de todos los canales de información, con formas adaptadas a todas las edades y a todos los niveles de educación, lo que permitirá por fin a los musulmanes en su conjunto relativizar el alcance y la importancia de su fábula fundacional y superarla. Esta es mi opinión.

 

Los musulmanes devotos participan hoy en un acelerado movimiento de respeto minucioso a los preceptos y los ritos. ¿Cómo lo interpreta usted?

 

Creo que eso es debido en su mayor parte a la alfabetización y la modernización. Hace unos siglos, la proporción de gente capaz de acceder a los conocimientos necesarios para observar minuciosamente el culto musulmán era muy pequeña. La inmensa mayoría de los musulmanes obtenía su "saber religioso" junto a sus parientes y algún que otro "sabio", quien a su vez apenas había tenido acceso a los textos más que a través de intermediarios y durante un tiempo escaso. Hoy, un número cada día mayor de musulmanes puede adquirir en poco tiempo, por medio de la radio, la televisión, los medios audiovisuales y ahora sobre todo Internet, una suma de conocimientos que antes no poseían sino los profesionales más avezados.

 

Esto explica también el aumento de lo que se suele llamar integrismo, o extremismo, salafismo, yihadismo, etc. Uno se da cuenta muy bien, al consultar las exégesis de más de mil años: prácticamente todos los eruditos defendieron siempre la visión del islam que nosotros calificamos hoy como extremista. Prácticamente todos son yihadistas, en el sentido "terrorista" del término, por la aplicación de los castigos corporales más duros, por la obligación de llevar el velo integral, por la condena a muerte del apóstata, y lo mismo por el simple rechazo de la plegaria, etc.

 

En la actualidad, el número y la proporción de gentes que pueden comprobar por sí mismos, en las fuentes, lo "bien fundamentado islámicamente" de esas posiciones es más elevado que nunca. Al mismo tiempo, nadie o casi nadie, en los medios influyentes, impugna el valor intrínseco del islam -al contrario, se despliegan enormes esfuerzos para hacer creer que el islam ha sido siempre una bendición para la humanidad-. Resulta, pues, normal que el mundo musulmán, globalmente, retroceda hasta los consensos milenarios de los sabios religiosos. Esto es lo que ha ocurrido y, entre la gente "importante", todo el mundo o casi lo recomienda…

 

Hay que destacar, asimismo, aquí, que esos sabios ciertamente no habrían podido imponer y mantener durante tanto tiempo tales consensos sin una univocidad muy fuerte de los textos fundacionales. Es absolutamente evidente que un mismo espíritu presidió la realización del Corán, y de las tradiciones, y del fiqh, y de las exégesis.

 

Según usted, todos los religiosos han aprendido y aceptado los aspectos intolerantes y violentos de esta religión. ¿Cree que en nuestros países los enseñan sin filtro?

 

Sí y no. Ellos no han filtrado su enseñanza, porque el "filtro" forma parte ya de la doctrina clásica. Se considera que Mahoma llevó a cabo su carrera profética en un medio multicultual, al principio indiferente, luego hostil, cuando los musulmanes estaban en minoría. Tal es hoy el caso de los musulmanes en nuestros países. Todo el material "didáctico" necesario para gestionar esa situación forma parte de la enseñanza clásica.

 

Ciertamente, durante la mayor parte de la historia del islam, al menos en el mundo suní, se insistió en las enseñanzas "finales" de la fábula, resaltando la supremacía irresistible de los musulmanes y la legitimación de las conquistas en posición de fuerza. Encontramos, pues, relativamente poca literatura suní que detalle el comportamiento que hay que adoptar en situación de inferioridad. Históricamente, la mayor parte de esas directrices vienen del mundo chií, minoritario, que muy pronto, desde mitad del siglo VIII, debió desarrollar tácticas perfeccionadas para salir adelante en un mundo (musulmán) mayoritariamente hostil. Pero los principios necesarios, sobre todo la taquiya, la falsa alianza, se mencionan igualmente en la exégesis suní desde la misma época. Los suníes no se quedaron retrasados a este respecto, aunque solo raramente tenía utilidad para ellos. Todo estaba allí, desde siempre. De ahí que, la enseñanza más normal siga siendo la misma, en líneas generales, que en la edad media. Algunos aspectos que entonces solo se tocaban rápidamente, hoy son objeto de más atención, de manera puntual. Eso es todo.

 

Cuando hablo con musulmanes practicantes, me sorprende su orgullo de ser musulmanes. Ellos atribuyen a su religión toda suerte de virtudes imaginarias, que en realidad están sacadas de nuestro sistema de valores. ¿Cree que son hipócritas?

 

En una palabra, sí. Personalmente, me parece imposible mantener un discurso a la vez categórico y de aprobación del islam sin mentir. O bien esas gentes no saben de qué hablan y mienten al afirmar que conocen el tema, o bien mienten en primer grado.

 

Ser musulmán ayuda, con seguridad, a proferir ese tipo de mentira sin avergonzarse, porque el Dios del Corán afirma que los musulmanes son "la mejor de las comunidades" (3,110) y que nosotros los que le rechazamos la "verdad" del islam somos "lo peor de la creación" (98,6). Desde que uno se cree esa clase de cosas, se vuelve fácil no sentirse obligado a comportarse bien con los no musulmanes. Uno puede incluso imaginarse fácilmente que hace una buena acción mintiendo, para favorecer la conversión del no musulmán y librarlo así del infierno eterno.

 

En fin, por mi parte me niego a admitir que alguien pueda creer eso sinceramente. Porque, si tal es el caso, lo humano pierde todo valor ante mis ojos, en la base, en su misma naturaleza. Que uno mienta, puedo comprenderlo e incluso perdonarlo. Pero si el islam puede ser una convicción auténtica, entonces es que la humanidad no merece que uno invierta en ella la menor esperanza.

 


FUENTE