La nueva
cristianofobia: ¿Por qué se mata hoy a los cristianos?
ALEXANDRE DEL VALLE
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El libro de
Alexandre del Valle
La ola de odio y violencia que se viene desencadenando desde hace un
tiempo
contra los cristianos de los países musulmanes no supone novedad alguna.
Los atentados suicidas perpetrados en nombre de Al-Qaeda contra
cristianos
iraquíes en octubre de 2010, y contra decenas de cristianos coptos en
la
Navidad de 2009 y en Año Nuevo de 2011 en Egipto, tan solo fueron el
resultado
de un largo proceso de fanatización colectiva y de depuración de los
cristianos
de Oriente y de África, cuyos episodios más trágicos fueron el
exterminio de
los asiriocaldeos y de los armenios en la Turquía otomana (1896-1915) y
de los
cristianos de Sudán (1960-2009). Este proceso genocida se ha
incrementado desde
la primera década del siglo XXI en todo Oriente Medio, en Pakistán y en
el
África subsahariana (Nigeria). Lejos de detenerse, es alimentado por la
nueva
moda antioccidental en el planeta, que considera a los cristianos del
mundo
entero una quinta columna de los excolonizadores europeos y de los
“imperialistas americanos sionistas”.
En la actualidad, la nueva cristianofobia, alimentada por fantasmas
xenófobos y
demonizadores, que recuerdan los móviles judeófobos, se observa desde
Senegal
(antaño apacible, hoy amenazado por el integrismo), hasta la zona de
Afganistán-Pakistán y de los otros países regidos por la charía, como
Arabia
Saudí y Somalia.
En estos lugares, pero también en las últimas
dictaduras rojas neoestalinistas o maoístas del planeta, sin olvidar
determinados Estados federados de la India, e incluso algunos países
budistas,
el mero hecho de profesar la fe cristiana es suficiente para que a uno
lo
amenacen de muerte, lo encarcelen, lo torturen, lo persigan o, lisa y
llanamente, lo condenen a la pena capital por “blasfemia contra el
islam”.
Tal y como nos enseñó el Holocausto, el genocidio armenio en Turquía,
el de los
tutsis en Ruanda, o el de las poblaciones negras animistas y cristianas
del sur
de Sudán, la enseñanza del odio, en cualquier civilización, desemboca
más tarde
o más temprano, en violencia y masacres. Esto significa que el proceso
de
fanatización colectiva anticristiana inculcado por los medios de
comunicación,
los discursos políticos, los tribunales o las instituciones oficiales
de los
países musulmanes, comunistas o asiáticos donde hace estragos esta
“nueva
cristianofobia”, que consiste en designar a los chivos expiatorios
cristianos
como “cómplices de los cruzados” occidentales, responsables de las
desgracias
del resto del mundo, prepara a las conciencias para una nueva “solución
final”
de la cristiandad de Oriente y del mundo no occidental en general, en
cualquiera de los lugares donde florecen las ideologías del odio rojas
(comunismos revolucionarios y neoestalinistas antioccidentales), verdes
(islamismos suníes y chiíes) y pardos (ultranacionalismos
tercermundistas de
África y de Asia).
Dos varas de medir y
la indiferencia de
Europa
¿Por qué Europa ha sido tanto tiempo indiferente
a
esta realidad? Por desgracia, los cristianos de Oriente tienen pocas
posibilidades de entrar en la categoría de “víctimas buenas” para el
Occidente
descristianizado y políticamente correcto, pues son asimilados de
facto,
incluso cuando son autóctonos, a una “quinta columna de la Europa
poscolonial”
o de los “imperialistas americanos”. Los que ven por todas partes
“fascismo” e
“intolerancia” en Europa, o denuncian el racismo únicamente de los
blancos
occidentales judeocristianos, cuando es algo casi inexistente, deberían
insistir por igual en su vigilancia en dirección del odio pregenocida,
cuyo
blanco son ahora los países y las personas asimiladas al diablo
occidental por
el mero hecho de ser de confesión cristiana.
Obnubilados por su persecución de la “islamofobia”, los nuevos censores
antirracistas de las Naciones Unidas, del Consejo de Derechos Humanos
(con sede
en Ginebra) o de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) no
mencionan
casi nunca, o minimizan, las masacres de los cristianos de los países
musulmanes o del sur. Así, los pogromos anticristianos de los años 1990
en
Indonesia, que llegaron a más de 100.000 muertos, casi no fueron
cubiertos por
los medios. En Nigeria, donde se aplica la charía desde inicios del
siglo XXI
en el norte musulmán, la cristianofobia criminal ha suscitado menos
reacciones
en el seno de las Naciones Unidas, o de las 57 naciones islámicas de la
OCI,
que la expulsión –legal y respetuosa con los derechos humanos– de
algunos
inmigrantes clandestinos en Francia o en Italia…
Esta nueva cristianofobia, basada en el rechazo de la religión por
excelencia
de los occidentales que es el cristianismo, explica igualmente la
bárbara
masacre de pastores y fieles evangélicos en Malatya (Turquía) en marzo
de 2007,
acusados de ser correligionarios de los “neoconservadores americanos”,
el
asesinato del antiguo líder de la comunidad armenia de Turquía, Hrant
Dink, o
el de los obispos católicos italianos Don Santoro (abril de 2006) y
Luigi
Pavodese, primado de Antioquía (mayo de 2010).
Recordemos que en Turquía, una de las cunas del cristianismo, los
cristianos y
el resto de las minorías tienen miedo. Los ortodoxos griegos ya solo
son un
millar, cuando se acercaban al millón a comienzos del siglo XX. Los
armenios
han sufrido, como los asiriocaldeos de Anatolia (suryani), el primer
genocidio
de la historia. Ya solo son 70.000 en Turquía, y su genocidio continúa
siendo
negado por la propaganda descarada del Estado turco, que, sin embargo,
sigue siendo
candidato a la entrada en la Unión Europea. Los asiriocaldeos de Irak,
antes
libres y emancipados, y en la actualidad acusados de ser “cómplices” de
los
invasores americanos cristianos, huyeron de los pogromos desde la caída
de Sadam
Huseín, mientras que nada permite acusarlos de ser cómplices. En Arabia
Saudí,
país que financia infinidad de mezquitas y centros de proselitismo en
el mundo
entero, la policía religiosa –la muttawa–
hostiga a los no musulmanes, entrando por la fuerza en las residencias
de los
inmigrantes filipinos o indios que rezan el rosario o leen la Biblia,
delitos
susceptibles de prisión, confiscación de bienes y repatriación
inmediata… En
Tayikistán, un reciente proyecto de ley hace virtualmente imposible la
vida a
católicos, protestantes y bahaís. En Turkmenistán, los testigos de
Jehová
Nuryagdy Gayyrov y Bayram Ashirgeldyyev fueron arrestados, y fieles de
la
Iglesia bautista fueron condenados a una pena de tres años de trabajos
forzados
por haber dicho que eran objetores de conciencia. En Uzbekistán, se
asiste a un
brutal acoso contra la Iglesia pentecostal.
Anticristianismo y
antioccidentalismo
Para Alexandre del Valle, que ha escrito diversas obras de referencia
sobre los
Balcanes, Turquía, la amenaza islamista y los movimientos
revolucionarios
antioccidentales, la nueva “cristianofobia”, una forma de “racismo”
enarbolada
por el tercermundismo revanchista y el islamismo antioccidental, es uno
de los
mayores desafíos del siglo XXI.
Según el autor, el odio hacia los cristianos, constatado por todas
partes en el
Tercer Mundo no cristiano, y sobre todo en los países islámicos y
comunistas,
afecta en primer lugar a los europeos, percibidos, quieran o no, como
cristianos por los países islámicos, pues se fundan en el odio hacia
Occidente
y todo lo que representa.
Si no se combate en sus raíces ideológicas y religiosas, esta nueva
cristianofobia, perdonada en nombre de un exotismo y de una
culpabilidad
occidental poscolonial, va a cobrarse sin lugar a duda más víctimas. Y
se
saldará, tarde o temprano, con la erradicación definitiva de los
cristianos de
los países musulmanes y de los países no cristianos del Tercer Mundo,
fanatizados contra la religión del antiguo dominador europeo.
Objetivo del libro
Con su teoría de la “nueva cristianofobia”,
Alexandre
del Valle quiere sobre todo hacer que se tome conciencia del drama que
viven
cotidianamente las cristiandades de Oriente y de África, hasta hace
poco
olvidadas por los Estados y las instituciones internacionales,
incluidas la
Unión Europea y las Naciones Unidas.
Según Del Valle, la indiferencia de Occidente y de Europa ante la
creciente
cristianofobia sólo puede ser percibida como un signo de debilidad por
los
enemigos de las democracias occidentales, en particular por los
movimientos
islamistas, animados por el espíritu de revancha y la sed de conquista.
Con las cifras en la mano, el autor expone un panorama inquietante pero
lúcido
de las persecuciones anticristianas, en constante aumento en el Magreb,
en
Egipto, en Irak, en Arabia Saudí, en Pakistán, y en tantos otros países
musulmanes, pero también no musulmanes.
Alexandre del Valle recuerda, en la primera parte de su ensayo, que la
violencia anticristiana no ha cesado jamás desde la conquista
araboislámica de
Oriente Medio, que relegó a las cristiandades orientales a un estatuto
de dimmitud (inferioridad
jurídica).
Explica que la situación de los cristianos de Oriente nunca fue buena
ni
envidiable, y que la “tolerancia” islámica de los turcos otomanos o del
Al-Ándalus “pluricultural” son mitos islamófilos occidentales, creados
para
negar los fundamentos de la cristianofobia islámica, en nombre de una
“política
de apaciguamiento” que justificaría callar o minimizar el drama de las
cristiandades orientales, pues una mayor publicidad de ello podría
conllevar
“enfadar” aún más a los verdugos y relanzar las tesis del choque de
civilizaciones.
Si Del Valle aborda, en la segunda parte de su ensayo, la “nueva
cristianofobia” es porque la situación de los cristianos autóctonos de
los
países musulmanes se ha degradado considerablemente en la era moderna,
sobre
todo a calor del anticolonialismo y del antioccidentalismo. El autor
recuerda
que en el cercano Oriente, donde las comunidades cristianas
sobrevivieron
durante mucho tiempo y formaron una élite, a diferencia del Magreb, el
anticristianismo, un tanto temperado por su apoyo masivo al
nacionalismo árabe,
acaba por resurgir con las mismas características a partir de los años
70 del
siglo XX: los fieles de la religión de Cristo, aunque se trata de
autóctonos
instalados en esas tierras originarias del cristianismo seis siglos
antes de la
llegada de los conquistadores árabes musulmanes, son vistos como
quintacolumnistas maléficos del Occidente “cruzado”.
Según el autor, el deber de las democracias y de las instituciones
internacionales es llevar la problemática de los cristianos de Oriente
al
corazón de las Naciones Unidas y de las preocupaciones de los Estados
del
mundo, antes de que sea demasiado tarde, para que al fin se ejerza una
decidida
presión sobre los países cuyas legislaciones inspiradas por la charía
son la
primera causa de las persecuciones anticristianas.
*Alexandre del Valle, especialista en cuestiones
internacionales y profesor de
geopolitica en la Universidad de Metz y Sup de Co La Rochelle, ha
publicado
numerosos artículos y reportajes en revistas de geopolítica (Hérodote,
Stratégique, Géostratégiques,
Quaderni Geopolitici, Il Liberal, Politique Internationale), o
de
actualidad política (Figaro Magazine,
Figaro, France Soir, La Une,
Spectacle du Monde, etc.). Todos sus trabajos tienen como telón
de
fondo los temas de la seguridad europea, el islamismo radical y los
totalitarismos. Es autor de numerosos libros sobre geopolítica.
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ALEXANDRE
DEL
VALLE
Maxima
Laurent
du Mesnilarís, 2012.
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