El Corán y los Evangelios. Estudio comparativo
2. Fuentes canónicas comparadas

PEDRO GÓMEZ





2.1. El Nuevo testamento

2.2. El libro del Corán

2.3. El procedimiento de la comparación



Todas las grandes tradiciones religiosas cuentan con unas fuentes documentales escritas, unos textos canónicos que se consideran «sagrados» de alguna manera (como revelados, o inspirados; en ocasiones, como racionales, científicos, etc.). Estas escrituras suelen estar vinculadas, directa o indirectamente, con el personaje fundador y sirven de fundamento al sistema de creencias que se vuelven preceptivas y normativas para los seguidores.

 

Los textos canónicos, fundamentales y autoritativos, son, respectivamente, para los musulmanes el Corán y para los cristianos el Nuevo testamento. No se trata de escrituras completamente extrañas entre sí, porque el islamismo tomó numerosos elementos procedentes del judaísmo y del cristianismo. La razón está en que el islam se originó a partir de la secta judeocristiana de los nazarenos, para luego evolucionar hasta diferenciarse y autonomizarse como otra religión.

 

 

2.1. El Nuevo testamento

 

La religión cristiana no dispone de un único libro sagrado, sino de una pluralidad de documentos que remiten a la persona de Jesús y su misterio. Aunque a veces se habla del «Evangelio» en singular, no se trata de un libro unitario, puesto que los textos que componen el Nuevo testamento forman una colección de 27 escritos, con autores diferentes y extensión variable. En total son 171 capítulos, que suman 7.958 versículos. Cronológicamente, se escribieron entre el año 51 (epístola de Pablo a los Tesalonicenses) y alrededor del año 100 (primera epístola de Juan). Existen buenas traducciones, pero, cada vez que nos surja una duda razonable sobre la traducción manejada, está al alcance consultar la edición crítica griega, dotada de un exhaustivo aparato crítico (la de Nestle-Aland, o la de Merk). Además del Nuevo testamento, la Iglesia cristiana acepta y conserva como propia la Biblia hebrea, denominada Antiguo testamento entre los cristianos.

 

 

2.2. El libro del Corán

 

La religión islámica considera como revelado el libro del Corán. Este libro consta de 114 capítulos, con un total de 6.236 versículos en su edición más utilizada. El texto dedica gran cantidad de pasajes a profetas anteriores a Mahoma, algunos nabateos y la mayoría hebreos, de los que da una versión abreviada y peculiar, si la cotejamos con los pasajes bíblicos correspondientes, que son anteriores en más de un milenio. Es típico del Corán presentar a los profetas bíblicos como si se tratara de musulmanes, y así se apropia de ellos, al tiempo que rechaza la Biblia hebrea y el «Evangelio» cristiano.

 

El Corán hoy conocido es resultado de un largo proceso de composición en el que se recopilaron materiales heteróclitos, se descartaron otras versiones y se añadieron interpolaciones, todo ello bajo la supervisión del poder califal. Según los especialistas, su forma actual básica la habría adquirido durante el reinado de Adb Al-Malik (685-705), y su forma definitiva en el primer tercio del siglo IX. Hasta hoy, no existe aún una edición crítica del Corán, que discierna y recoja todas las variantes. En la práctica, se ha convertido en vulgata la edición de El Cairo, publicada en 1924, bajo el patrocinio del rey Fuad de Egipto, aunque hay otras versiones en circulación.

 

En las citas del Corán aquí, se indicará la referencia a los capítulos con una doble numeración, separada por una barra. Por ejemplo: Corán 113/9,111. La primera cifra remite al orden cronológico del capítulo según Al-Azhar. La segunda señala el número de la sura en el orden tradicional. La numeración de los versículos se atiene a la edición de El Cairo, la más utilizada en la actualidad.

 

 

2.3. El procedimiento de la comparación

 

Las narraciones de los textos canónicos, sean los cristianos o los islámicos, no constituyen documentos históricos, sino más bien doctrinales. Además, cuando se redactaron, aún no existía la ciencia historiográfica. No obstante, el déficit de historicidad es mucho mayor en el Corán, no solo por su terminación tardía, sino por la gran descontextualización que observamos en él. Apenas se citan lugares geográficos, ni nombres de personas coetáneas, ni siquiera hay una mención auténtica del nombre del profeta, ni un solo nombre de sus compañeros, o de sus esposas. En cualquier caso, tomamos los textos tal como nos han llegado.

 

Cuando nos disponemos a emprender la comparación, como ya hemos señalado, lo principal es contar con una idea clara del procedimiento que hemos de seguir. No vale cualquier ocurrencia, ni la primera interpretación que nos venga a la mente. El material objeto de estudio se limita estrictamente a los documentos fundamentales de sendas religiones, teniendo en cuenta su textualidad inmediata, pero a la vez, en lo posible, consultando las investigaciones modernas sobre la exégesis de esos documentos: monografías y estudios sobre el Corán y sobre la Biblia, en particular las que se atienen a un enfoque histórico-crítico.

 

Como también he indicado, la comparación se debe efectuar seleccionando aspectos de cada sistema que sean equiparables. Por ejemplo, la figura del fundador, historias paralelas del relato mítico, símbolos del lenguaje ritual, prácticas éticas y políticas. O más en concreto: la idea de Dios, el personaje de Jesús, el rezo, el tributo, los preceptos de la circuncisión, el velo, los tabúes alimentarios, el código de pureza e impureza, el carácter de la ley, el vínculo entre religión y política, el tipo de matrimonio, el derecho de la mujer, el estatuto de los no musulmanes, la legitimación sagrada de la violencia, etc. Una vez seleccionado un tema o tópico, la primera tarea es recopilar sobre él las citas pertinentes y los argumentos más significativos.

 

Así, una vez circunscrito un tema de comparación determinado, que reúna suficientes condiciones de comparabilidad, el conocimiento posible del contexto histórico, junto al análisis estructural y semántico de los textos concernientes al tema, llevarán a ir decantando los significados más generales y los principios de interpretación adecuados. La comparación, con toda probabilidad, sacará a la luz semejanzas y diferencias, así como la filosofía y la teología subyacentes a cada sistema estudiado.

 

Si el análisis está bien fundamentado, los resultados básicos deberían ser reconocidos y suscritos por cualquier investigador que busque la objetividad. Lamentablemente, por lo general, la mayoría de las conclusiones suelen ser rechazadas y atacadas por los eruditos musulmanes, debido al atasco intelectual en que anda sumido el mundo del islam. Su repulsa es muy grande no solo en relación con el cristianismo, sino en general con respecto a la modernidad. Este impedimento cognitivo de raíz cultural y religiosa implica una cerrazón que prácticamente imposibilita todo estudio serio. Los obstáculos más destacables son estos:

 

– El tabú sobre la interpretación racional del texto «sagrado», lo cual proscribe todo análisis crítico, histórico y científico del Corán.

– El rechazo de la filosofía, lo cual obstaculiza toda crítica argumentativa.

– La negación radical de la libertad de conciencia y la libertad religiosa, lo cual prohíbe al musulmán renegar de la religión o cambiar de religión bajo amenaza de pena capital.

– La sacralización de la Ley islámica, lo cual impide el reconocimiento de los derechos humanos y las libertades individuales, al afirmar que solo Dios tiene derechos, que la revelación es el fundamento del derecho, o que todo derecho deriva únicamente del hecho de ser musulmán.