Día de ira. Testimonio de Fawzia Zouari

FAWZIA ZOUARI




Fawzia Zouari, escritora, periodista tunecina, doctora en literatura francesa y comparada de la Sorbona ha publicado este artículo airado en Jeune Afrique:


Hay días en los que lamento haber nacido árabe.


Los días en que me levanto ante el espectáculo de los barbudos dispuestos a masacrar en el nombre de Alá, y en los que me duermo con el sonido de las explosiones latentes en el fondo de los versículos coránicos.


Los días en que contemplo los cadáveres esparcidos por las calles de Bagdad o de Beirut, por culpa de kamikazes; en que los jeques mancos y ciegos se arrogan el derecho de emitir fetuas, porque, como los demás, están llenos de odio y sangre; en que veo a niñas pequeñas, unas corriendo para proteger el cuerpo de su madre a la que están lapidando, y otras llevando el vestido de novia a la edad de 9 años.


Y luego, esos días en que oigo a las madres cristianas contarme entre sollozos que sus hijos, convertidos al islam, se niegan a tocarlas con el pretexto de que son impuras.


Cuando oigo llorar a ese padre musulmán, porque no sabe por qué razón ha sido asesinado su hijo en Siria.


El momento en que un muchacho desfila en las afueras de Alepo, con el kalashnikov en bandolera, esperando para aprovecharse de una chica venida de los suburbios de Túnez o de Londres, a quien se le ha hecho creer que la violación es un salvoconducto para el paraíso.


Esos días en que veo a los Bill Gates aportando su dinero para los niños africanos y los François Pinault para los artistas de su continente, mientras que los jeques del Golfo despilfarran su fortuna en casinos y lujosos burdeles, y a los magnates del Magreb ni se les pasa por la cabeza pensar en los desempleados que mueren de hambre, en el poeta que vive en la clandestinidad, en el artista que no tiene ni para comprar un pincel.


Y todos esos creyentes que se toman por los inventores de la pólvora, cuando no saben ni hacer el nudo de una corbata, y no hablo ya de su incapacidad para fabricar una tableta o un automóvil.


Los mismos que ensalzan los milagros de la ciencia en el Corán y carecen del menor conocimiento eficaz para hacer retroceder las enfermedades.


Esos predicadores arrogantes que despotrican contra Occidente, pese a que no pueden prescindir de sus teléfonos móviles, sus medicinas y sus progresos de todo tipo.


Y la algarabía de esas supuestas "revoluciones" que caen en manos oscurantistas indefectiblemente.


Esos islamistas que hablan de democracia y no creen ni una palabra, que reclaman respeto hacia las mujeres y las tratan como esclavas.


Y esas calabazas que se cubren con el velo y se inclinan en lugar de olfatear la trampa, que reivindican el estatuto de coesposa, de complementaria, ¡de menos que nada!


Y esas recubiertas con el niqab que, en Europa, obtienen un placer morboso impactando al buen francés o al buen español, como si fuera una proeza salir con escafandra.


Como si fuera una manera de engrandecer al islam el presentarlo con sus galas más retrógradas.


Esos días, en fin, en que busco la salvación y no la encuentro en ninguna parte, ni siquiera en una élite intelectual árabe, que pontifica por las antenas e ignora la realidad, que censura durante el día y termina en los bares por la noche, que habla de principios y se vende por un puñado de euros, que hace mucho ruido y que ¡no sirve para nada!


Este ha sido mi cuarto de hora de ira contra los míos.


Esperemos que Occidente abra los ojos.



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