La nueva
yihad. Más
amenazante que nunca
GUY MILLIÈRE
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Cuando se produjo el ataque terrorista en
Barcelona, el 17 de agosto de 2017, por horrible que fuera (13 muertos
y 130
heridos), los yihadistas no lo consideraron un éxito. Tenían un
proyecto más letal. Querían
conducir furgonetas cargadas de explosivos hasta la basílica de la
Sagrada
Familia y otras dos áreas turísticas de la ciudad. Ese,
sin embargo, fue el último gran ataque yihadista en un país occidental.
El
ataque a Manchester había tenido lugar dos meses antes, el 22 de mayo
de 2017; el ataque
en Niza, Francia, tuvo lugar el 14 de julio de 2016; y el
ataque en Orlando, Florida, el 12 de junio de 2016.
La
destrucción del Estado Islámico bajo el presidente Donald Trump no solo
ha
privado a los yihadistas de lo que se había convertido en una base de
retaguardia y un campo de entrenamiento; también
los privó de la idea de que podrían derrotar rápidamente a Occidente.
Pronto,
la conciencia del peligro representado por el islam radical se
desvaneció en Estados
Unidos y se esfumó en gran parte en Europa. Los
ataques con cuchillo y la matanza de transeúntes en Francia o Gran
Bretaña no han
sido considerados por los medios de comunicación como algo más
importante que
los accidentes de tráfico. Los
asesinos yihadistas usualmente eran definidos inmediatamente por las
autoridades como perturbados mentales. En
Europa, los nombres de los asesinos a menudo se ocultan para evitar
la
posibilidad de provocar "prejuicios" antimusulmanes.
Lo
que sucede en otras partes del mundo rara vez aparece en los titulares
y
generalmente se trata como un problema local sin importancia mundial. Apuñalar
a israelíes y lanzar cohetes y cometas y globos incendiarios de Gaza a
Israel
se considera como parte estrictamente del "conflicto de Oriente Medio".
Los
ataques contra los cristianos coptos en Egipto se definen como un
problema
egipcio. Más
de 1.800 cristianos masacrados en Nigeria apenas se mencionan en las
noticias. La
sentencia de muerte por blasfemia en países como Pakistán no se
menciona en absoluto.
El
islam radical puede estar a la defensiva, pero su ofensiva no se ha
detenido. Las
principales organizaciones islamistas parecen estar esperando el
momento para
atacar de nuevo. Al
Qaeda se ha descrito recientemente, en un informe de enero de 2018 de
la ONU,
como "fuerte", "influyente" y "resistente". El
Estado Islámico puede haber perdido territorios que una vez gobernó en
Siria e
Irak, pero, según el informe de la ONU, "el grupo continúa
transformándose
en una organización terrorista con una jerarquía horizontal, con
células y
afiliados que actúan cada vez más de manera autónoma".
Los
grupos de yihadistas islamistas todavía están activos en Libia, donde
controlan
las actividades del tráfico de personas e infiltran a sus agentes entre
los
migrantes que intentan cruzar el Mediterráneo hacia Europa. La
policía sigue incautando componentes utilizados para fabricar
artefactos
explosivos y ha frustrado intentos de atentado en suelo europeo, pero
aún
circulan videos de instrucciones.
Lo
que es importante subrayar es que los islamistas radicales usan otros
medios
además del terrorismo para ganar terreno. La
Hermandad Musulmana, la principal organización islamista suní, nunca ha
rechazado la violencia, pero dice que prefiere la dawa
(el proselitismo, la infiltración e influencia) para alcanzar
el poder en el mundo musulmán y más allá. Sayid
Qutb, su dirigente en la década de 1950, dijo que el objetivo de la
Hermandad
Musulmana era "establecer el gobierno islámico" donde fuera posible,
por "cualquier medio disponible". Sus
miembros pueden haber pensado que estaban logrando su objetivo durante
el
levantamiento que los periodistas llamaron "primavera árabe". Desafortunadamente
para ellos, el intento del expresidente egipcio Mohamed Morsi de
convertir a
Egipto en un estado totalitario islámico, y el colapso económico
resultante,
llevaron a la toma del gobierno por parte del actual presidente de
Egipto,
Abdel Fatah al-Sisi, y a una represión que ha erradicado la organización allí. La
Hermandad
Musulmana, sin embargo, no ha desaparecido. Todavía
tiene el apoyo de Turquía y Qatar, y Hamás se fundó como rama palestina
de la
Hermandad Musulmana.
Los
informes muestran que los miembros de la Hermandad Musulmana disponen
de una
red de afiliados en más de 70 países. Mantienen
la esperanza de ganar en todo el mundo musulmán, pero su objetivo
principal
parece ser transformar a Occidente.
Los
dirigentes de la Hermandad Musulmana parecen pensar que, si Occidente
cae, el
resto del mundo caerá después. En
Estados Unidos, la Hermandad Musulmana tiene sucursales no oficiales
que
intentan ocultar lo que realmente son, pero que son extremadamente
activas: estas
incluyen el Consejo para las Relaciones Islámicas Americanas (CAIR), y
la
Sociedad Islámica de América del Norte (ISNA).
La
Hermandad Musulmana está profundamente implantada en Europa occidental,
donde
controla muchas organizaciones y entidades benéficas que también hacen
todo lo
posible por ocultar lo que son. Estas
incluyen La Comunidad Islámica de Alemania, la Asociación Musulmana de
Gran
Bretaña y Los Musulmanes de Francia. La
Hermandad Musulmana, además, ha creado vastas redes de mezquitas y
escuelas que
reclutan, adoctrinan y proclaman que el futuro de Europa occidental
pertenecerá
al islam y que los europeos continuarán sometiéndose.
Esta semana, los
jueces no electos del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos se han sometido a las exigencias
de las
leyes sobre la blasfemia de la charía y han decidido no permitir las
críticas a
Mahoma, para que no herir los sentimientos musulmanes. El
tribunal realmente eligió herir los sentimientos acerca de la libertad
de
expresión y la verdad como defensa. Probablemente
sea el momento de anular la elección de estos jueces no electos.
Las
organizaciones islamistas están presentes y en aumento. A
menudo, unen sus fuerzas para promover campañas de intimidación que
empujan a
los gobiernos, los medios de comunicación y las universidades a
prohibir toda
crítica al islam y hacer cumplir una creciente islamización de la vida
cotidiana. Los
ejemplos incluyen presionar para que cambien los programas académicos,
de modo
que presenten la civilización musulmana bajo una luz más atractiva; presionar
para que los hospitales acepten que las mujeres musulmanas solo puedan
ser
examinadas por mujeres médicas y que las agencias de servicios sociales
deban
respetar la poligamia. Muchas
organizaciones confían en el apoyo de "compañeros de viaje",
principalmente occidentales que odian la civilización occidental y que
pueden
ver el auge del islam como un medio para desestabilizarlo. Quieren, y obtienen, resultados.
Los
políticos de Europa occidental, izquierda y derecha, dependen cada vez
más del
voto musulmán para ser elegidos: ven que las tasas de natalidad (ahora
muy por
debajo de los niveles de reemplazo) y los flujos migratorios crean un
cambio de
la población; calculan
que ser demasiado hostil al islam podría llevar a su derrota política.
Aunque
el autor islamista suizo Tariq Ramadan sigue encarcelado en Francia por
acusaciones de violación, sus libros todavía están en las listas de los
más
vendidos. Las
librerías
islámicas son cada vez más numerosas. Venden
libros antisemitas y antioccidentales, que incitan a la violencia. Las
zonas donde no se puede acceder continúan proliferando en Francia, Gran
Bretaña
y ahora en Alemania. En
su libro No Go Zones, Raheem Kassam
muestra que en esas zonas se han implantado la mutilación genital
femenina, las
agresiones sexuales y, a veces, los asesinatos por motivos de honor.
Unos
pocos políticos, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, el viceprimer
ministro y ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini y el
canciller
austriaco, Sebastián Kurz, intentan defender la civilización europea. Son
totalmente denigrados por Merkel, May, Macron y otros dirigentes de
Europa
occidental. La
posibilidad de que Orbán, Kurz y Salvini ganen la pelea a corto plazo
está
limitada por el rápido envejecimiento de la población de sus países.
A los autores
críticos con el islam todavía se
les permite escribir en Europa occidental, pero, con algunas
excepciones, como
Éric Zemmour en Francia o Thilo Sarrazin en Alemania, que ahora son
casi
totalmente ignorados por los principales medios de comunicación. Todos
ellos están acosados por islamistas y, a veces, por querellas
judiciales. Cualquiera que
haya
abandonado el islam corre el riesgo de ser asesinado. Algunos
han
optado por escapar a otra parte más segura del mundo. Ayaan
Hirsi Ali dejó los Países Bajos en 2006 y ahora es ciudadana
estadounidense. Otros,
que se han quedado en Europa occidental, tienen que vivir bajo
protección
policial. Hamed
Abdel-Samad, un exmiembro de la Hermandad Musulmana que ahora vive en
Alemania,
es el autor del libro Fascismo islámico. Abdel-Samad
dice lo que los dirigentes de Europa occidental se niegan a ver: "El
islam
es una religión de guerra". En
una entrevista reciente, agregó que cuando un país no musulmán es
fuerte,
"el islam puede llegar a aceptar la coexistencia", pero cuando un
país no musulmán es pasivo, "la guerra reaparece" en el horizonte. Esta
guerra, añadió, "puede ser violenta, o puede ser no violenta". Los
países de Europa occidental muestran todos los signos de ser pasivos.
Estados
Unidos es más
fuerte. ¿Seguirá
siendo un refugio seguro para los exmusulmanes y para la libertad de
expresión? Los
islamistas siguen en su
tarea. Unos, en
las
mezquitas, incitan a la violencia. Otros
recaban apoyo. Otros
intimidan
a las instituciones. En
abril de 2018, M. Zuhdi Jasser, médico en ejercicio, fundador y
presidente del
Foro Islámico Americano para la Democracia, que aboga por la separación
de religión
y estado, fue invitado a hablar en la Universidad de Duke. Debido
a la presión de los estudiantes islamistas, la invitación fue
cancelada; luego fue
restituida.
En
2014, cuando la Universidad de Brandeis quiso honrar a Ayaan Hirsi Ali,
una
autora que abandonó el islam, las organizaciones islámicas y los
"progresistas" exigieron que Brandeis revocara la invitación. La
invitación fue cancelada y no se le envió de nuevo. Hirsi Ali ha dicho:
"Como alguien que ha conocido lo que es vivir sin libertad, observo con
asombro que aquellos que se llaman a sí mismos liberales y
progresistas,
personas que afirman creer tan fervientemente en la libertad individual
y los
derechos de las minorías, hacen causa común con las fuerzas que
manifiestamente representan en el mundo las mayores amenazas para esa
misma
libertad y esas minorías ... Debemos decirles a los musulmanes que
viven en
Occidente: si queréis vivir en nuestras sociedades, para compartir sus
beneficios materiales, debéis aceptar que nuestras libertades no son
opcionales".
Guy Millière,
profesor de la Universidad de
París, es autor de 27 libros sobre Francia y Europa.
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