El islam y
los
cristianos "progresistas"
MARTÍN CASTILLA
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La ignorancia de las
instituciones católicas y
de los cristianos en general con respecto a la historia y el sistema
del
islam está bastante extendida. Las propuestas de diálogo interreligioso
planteadas
por algún
teólogo, que hace gala de cierta erudición islámica, ponen de
manifiesto tal
desatino doctrinal y tanto angelismo, que no parece darse cuenta de
estar
haciendo el juego al adversario, pues del intento de comprensión ha
pasado a la apología (véase Juan José Tamayo: Islam. Cultura, religión y política,
2009; Hermano islam, 2019).
Algunos movimientos cristianos supuestamente
progresistas, como Comunidades Cristianas Populares, dan muestras de
una
alarmante desorientación, que no se puede disculpar en nombre de la
buena
voluntad. Durante muchos años, no han tenido el menor empacho en
ejercer una
crítica radical de la jerarquía católica. Por ejemplo, cuando
publicaban una carta abierta al arzobispo de Granada, en tono
agresivo
desde la primera a la última línea. Lo acusaban de que su
comportamiento
con respecto a los curas, los seminaristas, las órdenes religiosas y la
ciudad no es evangélico, ni cristiano, ni católico. Lo tildaban de
fariseo, insensato, ultraconservador y persona non grata.
Y lo conminaban de manera fulminante: "¡Señor
arzobispo de Granada, váyase o cambie!" Y no pasó nada.
Pues bien, los mismos que rubricaron esa carta
elaboran y airean, años más tarde, manifiestos de apoyo a las
autoridades islámicas que pretenden usar la catedral de Córdoba
para su culto, cosa cuya naturaleza no cristiana e insensata no haría
falta
demostrar. El asunto saltó a la opinión pública por el altercado
ocurrido en
dicha catedral en Semana Santa de 2010, cuando
en su interior un grupo de musulmanes austriacos se puso a rezar el
azalá y
hubo de intervenir la policía.
Como es lógico, el apoyo
objetivo al islam lo
enmascaran con una serie de tópicos bienintencionados pero equivocados,
dentro de una retórica demagógica. El texto habla de "orar a Dios en un
mismo
espacio
compartiéndolo con otras manifestaciones religiosas". Así, bajo
"otras manifestaciones religiosas" se camufla el propósito, evitando
mencionar de qué religión
se trata en concreto, aunque se sobreentiende; al mismo tiempo, se
supone que
el Dios de los cristianos y el Alá de los mahometanos, en cuanto ideas
de Dios
y en la
concepción de su relación con los humanos, tienen mucho en común -lo
cual es
suponer demasiado, si analizamos la historia de sus
confrontaciones-.
Del hecho de que "este
monumento sea
considerado patrimonio de la humanidad" parecen deducir que cualquiera
tiene derecho al usufructo, aunque de nuevo apuntan tácitamente a un
solo beneficiario. Más de la mitad del documento se explaya en líricas
y
legendarias evocaciones relativas al
emplazamiento
de la "mezquita", con intervención de Salomón y David, los iberos y el
dios Jano, los visigodos y los omeyas, antes de aterrizar en el dato
relevante: "el 29 de junio de 1236, el obispo de
Osma la consagró para el culto
católico, convirtiéndola en la catedral de Córdoba". Hace casi ocho
siglos de eso; y fue en julio, no en junio. Pero el empeño no varía: la
catedral no pertenece a sus dueños legales sino al "patrimonio mundial"
y está destinada por su esencia
histórica al "encuentro de civilizaciones".
Por si esa "esencia histórica" del edifico que
fue
mezquita y lleva siglos de catedral no nos acaba de convencer, el autor
hace una incursión moralista, falsamente
ecuménica y probablemente hipócrita, rememorando a Jesús de Nazaret,
que ofrece la otra mejilla, y a Juan XXIII, el Papa bueno, que "abrió
las ventanas de la Iglesia", a fin de que
nosotros apoyemos que se abran las puertas de la catedral de Córdoba a
los
musulmanes, calificados de "hermanos y hermanas" que profesan la
misma fe abrahánica y rezan al mismo Dios de Abrahán. Pero Jesús habla
de poner la otra mejilla como plantar cara sin violencia al que nos
ataca. Y Juan XXIII abrió las ventanas para que saliera el integrismo,
para la modernización de la Iglesia.
No tenemos
por qué abrir ninguna puerta ni a los enemigos del cristianismo ni a la
medievalización de las conciencias.
En cuanto al mito de la identificación
abrahánica,
para desmontarlo basta cotejar
la figura de Abrahán en el Génesis 22,1-17, con el
Ibrahim/Abrahán musulmán descrito en el Corán 37,102-109, incluyendo la
manipulación que sustituye a Isaac por Ismael,
en el relato del
sacrificio del hijo, y también como heredero de la promesa divina.
Por si los especiosos
argumentos aún no nos
han seducido, el firmante acude finalmente a la simple demagogia
retórica: "La
mezquita es patrimonio del pueblo de Córdoba, de Andalucía...". No
obstante, de ahí se seguiría en buena lógica que, como ese pueblo es
mayoritariamente cristiano, pues su catedral
es de su Iglesia. Pero no. El
obispo, tachado de "señor feudal", y el cabildo catedralicio son
desautorizados, mientras que el autor del panfleto se erige en el
auténtico
portavoz del pueblo. Y en nombre del pueblo ha decidido cómo hay
que llevar a cabo el
encuentro entre diferentes culturas y religiones; esto es, cediendo y
sometiéndose a los proyectos de los musulmanes que desean islamizarnos.
Resulta incomprensible
que Comunidades
Cristianas Populares del Estado Español, como ellos se llaman,
publicara como propio un documento que ya había aparecido, una semana
antes, en el
diario Córdoba, y que
WebIslam, la página de los conversos, se había apresurado a celebrar
difundiéndolo en su portada de Internet al día siguiente: http://www.webislam.com/?idt=15682
El
original,
"La mezquita, destino universal", es de un tal Miguel Santiago, que
firma como profesor y asesor de la Cátedra de Interculturalidad
de la
Universidad de Córdoba. (Parece evidente que la "interculturalidad"
se ha extraviado por los derroteros del multiculturalismo y el
relativismo
cultural.) Los comunitarios apenas se molestaron en retocar el título,
que pasó a ser "Una mezquita universal"
(la catedral ha desaparecido) y en convertir el singular "desde mi fe"
en plural "desde nuestra fe".
Una fe cristiana aparentemente desnortada, puesto que les lleva a
situarse más cerca de la Junta Islámica que de la
Iglesia Católica.
La crítica a la propia tradición religiosa cristiana no es suficiente
para hacer buena a la tradición musulmana. Lo coherente sería extender
la tarea crítica a los fundamentos de esa religión arcaica que está
tratando de
colonizar España y Europa.
Por ironías de la vida, un caso tan flagrante de
islamofilia sólo tiene precedente
en el general Franco. Este católico general, en 1974, otorgó al
entonces
presidente de Irak, Sadam Husein, jefe supremo de un partido político
laicista, el privilegio de rezar en la antigua mezquita cordobesa, ante
el mihrab de estilo bizantino,
preservado
durante tantos siglos gracias a la tolerancia cristiana y restaurado
por el que fuera
Ministro
de Información y Turismo, el egregio don Manuel Fraga Iribarne.
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