Qué pensar de la presencia musulmana en Occidente

MARTÍN CASTILLA






Ideas para saber qué decir cuando se trate el asunto de los musulmanes en nuestra sociedad española y europea.

 

La presencia creciente de musulmanes en nuestras sociedades occidentales constituye un hecho incuestionable. Ahora bien, no se trata de una presencia inocua, por una razón fundamental: porque su religión no es equiparable a ninguna otra y comporta características esenciales incompatibles con las sociedades de origen cristiano y cultura moderna.

 

En efecto, en la medida en que los musulmanes en cuanto tales asumen como propia la religión islámica, tenemos una realidad social que comporta lo siguiente:

 

1. La religión islámica les manda aceptar sin discusión el Corán, las tradiciones de Mahoma y la ley islámica (saría) como norma suprema. El creyente musulmán piensa que la ley islámica está por encima de las leyes y la constitución de los países donde vive. Además, en muchos casos, son preceptos contrarios a los derechos del hombre hoy reconocidos.

 

2. La religión islámica se basa en una visión del mundo que discrimina radicalmente entre musulmanes y no musulmanes (infieles): estos últimos, propiamente, carecen de todo derecho. A la sociedad política islámica (umma) solo pueden pertenecer los musulmanes. Por eso, no cabe un universalismo en el islam.

 

3. La religión islámica, con relación a los judíos y los cristianos, establece que se les puede respetar la vida, si se someten al régimen de dimmitud, es decir, a una situación de subordinación legal, social, política y económica. Este régimen de exacción es una exigencia coránica y de la ley islámica, que debe instaurarse tan pronto se tenga poder.

 

3. La religión islámica llama a combatir hasta derrotar a las demás religiones y que todo el mundo se someta el islam, y para ello autoriza a los musulmanes a usar todos los medios, a mentir, robar y matar. Deben luchar siempre que haya oportunidad, con el convencimiento de que el mundo entero es propiedad otorgada por Dios a los musulmanes. Este mismo principio los lleva, por ejemplo, a justificar la violación de mujeres "infieles".

 

4. La religión islámica admite y legitima la esclavitud, la esclavización de los no musulmanes y el uso sexual de las esclavas como concubinas.

 

5. La religión islámica autoriza a los hombres musulmanes a contraer matrimonio poligámico con cuatro mujeres; permite castrar a las niñas y casarse con menores de edad. Y el marido está expresamente autorizado a pegar a su mujer, si no obedece.

 

6. El Corán y la ley islámica someten a las mujeres a un estatuto de inferioridad en todos los aspectos. El símbolo de este sometimiento es la obligación de llevar velo. La herencia de una mujer es la mitad que la del varón con igual parentesco. El testimonio de una mujer vale la mitad que el del hombre.

 

7. El Corán, la tradición de Mahoma y la ley islámica sustentan un código penal que dictamina como castigo amputaciones de manos y pies, decapitaciones, crucifixiones, lapidaciones.

 

8. Como el islam enseña a sus seguidores que la ley islámica (la saría) está por encima de todas las leyes humanas, el deber y el propósito de los buenos musulmanes es anteponer la saría a la legislación del Estado. Por ejemplo, en cuanto pueden, anteponen al Código Civil la poligamia o el matrimonio con menores. Por encima del Ministerio de Sanidad, piensan que está el sello halal y las prohibiciones alimentarias, que carecen de fundamento científico. Por lo mismo, abren carnicerías halal. Y, al margen del sistema financiero normal, gestionan el dinero en bancos halal.

 

9. La religión islámica afirma que únicamente Dios puede ser fuente de derecho, y no una institución humana, por lo que los creyentes musulmanes que viven en las sociedades democráticas tienen el deber de combatir contra la democracia y contra los derechos humanos. De modo que piensan que no tienen por qué respetar las leyes de la sociedad, siempre que se esté en condiciones de hacerlo. El islam requiere ir socavando el orden democrático, por todos los medios, hasta que se implante en la sociedad la saría, la ley de Alá, es decir, el sistema islámico.

 

10. La presencia musulmana en nuestra sociedad, que aumenta rápidamente por la inmigración y la reproducción incentivada, tiene consecuencias en la vida cotidiana, donde empieza a crear problemas muy concretos, que erosionan la convivencia:

– Exigen un régimen de comidas según los criterios de su religión en escuelas y hospitales.

– Producen distorsiones en el horario de trabajo debido los turnos de rezos y al rezo de los viernes en las mezquitas.

– Presionan para que se celebren públicamente las fiestas mahometanas: la del cordero, el ramadán.

– Piden la eliminación del crucifijo y de los símbolos cristianos de las escuelas.

– Hacen campañas contra la Navidad, porque su religión le niega a Jesús el título de Hijo de Dios. A veces se oponen a que se canten villancicos en la escuela.

– Plantean protestas también contra la Semana Santa, porque para ellos choca con el dogma coránico, que sostiene que Jesús no murió en la cruz.

 

Hay que subrayar que, para el islam y, por tanto, para los musulmanes, estos preceptos (y muchísimos otros) no se consideran revisables, puesto que creen que fueron revelados por Dios en el Corán y la tradición de Mahoma, y piensan que es la última palabra de Dios, conservada íntegra, y absolutamente inalterable. Este es un aspecto muy fundamental, que vuelve al islam prácticamente irreformable.


Ante este panorama, resulta evidente que hay razones para preguntarse por el sentido de la presencia del islam en Europa, y sería un grave error empeñarse en cerrar los ojos. Sin embargo, lo que hoy observamos es la complicidad moral e intelectual de muchos políticos y universitarios (de izquierdas) y de un sector de los eclesiásticos, que dan la bienvenida a esta invasión social, cultural y religiosa, cuyo significado no es otro que el avance de la yihad. Y ya sabemos que la yihad constituye el combate histórico de los musulmanes, en todos los frentes, contra las sociedades que defienden su libertad, que resisten al oscurantismo y a esa total sumisión que da nombre al islam.

 

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El islamólogo Sami Aldeeb, al comienzo de su reciente traducción de El Corán al francés, nos hace una elocuente advertencia:

 

«El Corán comporta directamente, o indirectamente a través de la zuna de Mahoma que los musulmanes deben seguir, normas contrarias a los derechos del hombre reconocidos hoy en los documentos internacionales. (…) Señalemos estas a título de ejemplo:

– La desigualdad entre los hombres y las mujeres en el matrimonio, el divorcio, la herencia, el testimonio, las sanciones y el empleo, el matrimonio de niñas impúberes, y la circuncisión masculina y femenina practicada en niños.

– La desigualdad entre musulmanes y no musulmanes en el matrimonio, el divorcio, la herencia, el testimonio, los castigos y el empleo.

– El no reconocimiento de la libertad religiosa, en particular la libertad para cambiar de religión.

– La exhortación a combatir a los no musulmanes, a ocupar sus países, a imponer a los no musulmanes el pago de un tributo (la yizia) y a matar a quienes no sigan una religión monoteísta.

– La esclavitud, la captura de los enemigos y la apropiación de sus mujeres.

– Los castigos crueles como la condena a muerte del apóstata (quien abandona el islam), la lapidación de la adúltera, la amputación de manos del ladrón, la crucifixión, la flagelación y la ley del talión (ojo por ojo, diente por diente).

– La destrucción de las estatuas, las pinturas y los instrumentos de música, así como la prohibición de las artes.

– El maltrato hacia los animales y el exterminio de los perros de compañía.»

(Sami Aldeeb, Le Coran, 2016, pág. 3).