Notas en frío
sobre la reforma protestante. 1517-2017
MARTÍN CASTILLA
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Los
reformadores y
sus gestas
Los
protagonistas más eminentes fueron personajes singulares, insolentes,
excesivos, exaltados, siempre polémicos, indefectiblemente fanáticos:
Martín
Lutero
(1483-1546)
1517
Publicó las 95 tesis contra las indulgencias, en el castillo de
Wittenberg,
bajo el mecenazgo y la protección del díscolo elector Federico III de
Sajonia.
1521
En la Dieta de Worms, donde se intentó una conciliación, Lutero se
reafirmó en
su rebeldía. Vivió custodiado en el castillo de Wartburgo.
1524-1425
Guerra de los campesinos. Lutero tomó partido por los nobles, mientras
arremetía
contra los campesinos.
Ulrico
Zuinglio
(1484-1531), en Zúrich. Instituyó la Iglesia reformada.
1525
Elaboró una Confesión de fe. Tradujo la Biblia de Zúrich. Sus
seguidores
arrebataron el poder político al obispado y lo transfirieron al
municipio
seglar.
1525
Los anabaptistas, más radicales, se declararon en oposición a Zuinglio.
Juan
Calvino
(1509-1564), en Ginebra
1536
Implantó en Ginebra una teocracia intolerante, fanática.
1553
Condenó a la hoguera a Miguel Servet, autor de La restauración del
cristianismo.
1559
Publicó su magna obra teológica La institución
de la religión cristiana.
1564
Hizo una traducción de la Biblia al francés.
John
Knox
(1513-1572), en Escocia
1546
Introdujo la línea calvinista y dio origen al presbiterianismo.
Enrique
VIII
(1491-1547), en Inglaterra
1534
Rompió con la Iglesia católica de Roma, autonombrándose máximo jerarca
de la
Iglesia de Inglaterra: el anglicanismo.
El
doctrinarismo
reformador
Acusaban
a la Iglesia católica de corrupción y de haberse alejado del evangelio.
Se
apoyaban en una lectura de los escritos de Pablo de Tarso y de Agustín
de
Hipona, que hoy se ha demostrado muy sesgada y discutible.
Se
beneficiaron especialmente de la tecnología de la imprenta para la
difusión
masiva, a menudo panfletaria, de sus doctrinas.
En
conjunto, dijeron basarse en los principios de "solo la fe" y
"solo la escritura", practicando un "libre examen" de esa
escritura y postulando la relación individual con Dios.
–
La sola fides (solamente la fe) es
necesaria para salvarse. No hacen falta las obras, pues la salvación es
pura
gracia de Dios.
Consecuentemente,
desvalorizan los sacramentos y la liturgia.
Y
por lo mismo, privan de sentido a las normas morales.
Esa
fe subjetiva introduce una fuerte propensión al irracionalismo.
– La sola scriptura (solamente
la
Biblia). Rechazan la tradición eclesiástica y el sacerdocio.
En
consecuencia, ese principio implica que tampoco hace falta una
organización de la
iglesia.
Pierden
de vista que la comunidad es anterior a las escrituras, que estas son
los
libros de la comunidad.
Por
lo general, cosifican el texto bíblico y caen en un literalismo de la
"palabra de Dios".
– El libre examen y relación individual
con Dios. Niegan la jerarquía
eclesial y el magisterio de la Iglesia. Y, dado que la interpretación
individual es lo que vale, están de sobra los biblistas y tampoco hace
falta la
teología.
Si
se absolutiza la relación individual con Dios, se obvia la comunidad de
la
Iglesia. Pero, en realidad, lo eclesial no desaparece, sino que se
produce una
fragmentación sectaria sin límite.
El
subjetivismo y la parcialidad subyacente a estos principios
protestantes impulsó
hacia el predominio de la irracionalidad y la desintegración del
cristianismo.
A
pesar del desbarajuste, las confesiones de fe de las iglesias
protestantes,
luteranas, reformadas y sectarias, con apenas excepciones, mantuvieron,
sin
cuestionarlo, el credo de Nicea y Calcedonia, que es el católico.
Por
parte católica, el concilio de Trento (celebrado entre 1545 y 1563)
fracasó en
su respuesta a la crisis y el intento de reunificación, pero llevó a
cabo la
reforma de la Iglesia católica, en armonía con la tradición.
Las
luchas de poder
cambiaron la política y la religión
El
contexto en que surgió el protestantismo era una época de confrontación
interna
en el Sacro Imperio Romano-Germánico, marcada por la sublevación de
algunos
príncipes alemanes.
Federico
III de Sajonia apoyó a Lutero en su rebelión contra el papa y lo
defendió frente
al emperador.
Se
desencadenaron guerras motivadas o justificadas por discrepancias
religiosas.
1555
La Paz de Augsburgo, puso fin a una oleada de guerras. Se acuñó el lema
Cuius regio, eius religio, es decir, cada país tendrá la religión de
su soberano. Este tratado instauró la libertad religiosa para
los
príncipes, para el poder político, pero no la libertad religiosa
personal.
Muchos
príncipes optaron por el luteranismo, lo que les permitía apoderarse de
los territorios
gobernados por obispos, así como apropiarse de los bienes de la Iglesia
y de
los monasterios.
Se
impuso el predominio del poder político sobre el poder temporal de la
Iglesia.
Pero también la supeditación de la Iglesia al Estado.
El
impulso
económico mediante el saqueo de la Iglesia
Una
clave importante de los movimientos de la reforma fue la expropiación
de los
bienes eclesiásticos por parte del poder seglar de los
príncipes: este constituyó
el contenido más tangible del concepto de "secularización".
De
ahí que la Paz de Augsburgo acordara que los bienes expropiados a los
obispados
y monasterios continuaran bajo el poder seglar de los príncipes (en
Alemania,
en Suiza, en Inglaterra).
Pero
la de Augsburgo no fue una paz duradera:
1618
Estalló la Guerra de los 30 años, que causó enorme devastación en
Europa.
1648
La Paz de Westfalia estableció la primacía del principio de soberanía
feudal.
Esto implicaba el abandono de la idea de Cristiandad y la marginalidad
del
Sacro Imperio.
La
reforma resultó
solo semimoderna y bastante destructiva
A
contrapelo de las proclamas y los programas de los reformadores, los
resultados
de la reforma fueron en muchos aspectos discutibles y
contraproducentes,
propios de una modernidad cortocircuitada.
– El preconizado retorno a la escritura, sin
duda, promovió el interés
por su
estudio y acercó la Biblia a la gente, pero propició en las
congregaciones
protestantes una especie de fetichismo de la "palabra de Dios" (más
propio de la actitud islámica hacia el Corán).
– El afán de renovación a partir del Evangelio,
denostando la historia
del
cristianismo, condujo a la ruptura con la Iglesia católica, y a la
sucesiva escisión
también entre las varias corrientes protestantes y la proliferación de
sectas.
– La reivindicada emancipación frente a la
autoridad jerárquica de la
Iglesia,
condujo a las iglesias luteranas y reformadas a una dependencia directa
del
poder político de los señores feudales y de los Estados.
– La reivindicada libertad de conciencia, ya
defendida en el catolicismo
(por
ejemplo, en Tomás de Aquino), acabó en una forma de libertad religiosa
sometida
a la confesionalidad del Estado.
– El rechazo de la norma moral tradicional,
desembocó en una rígida ética
protestante o calvinista, y en el puritanismo, no menos opresivos para
la
libertad personal.
– Después de haber criticado a la Inquisición,
los protestantes
incurrieron en nuevas
formas de dogmatismo y un fanatismo que intensificó la persecución
religiosa de
los disidentes y la quema de "brujas".
– A pesar de la afirmación aparentemente tajante
de la conciencia
individual, de solo
la escritura y solo la fe, el hecho fue que todas las ramas formaron
congregaciones, pastoreadas por otros tipos de clérigos, levantaron
nuevas ortodoxias
en la interpretación de la escritura, nuevas dogmáticas de la fe,
nuevos rituales
litúrgicos... ¿Hacía falta, para esto, destruir la gran tradición de la
Iglesia, en vez de favorecer su evolución?
La
atormentada modernidad
Se
podría decir que la Reforma dio medio paso hacia la modernidad y un
paso atrás hacia el reforzamiento del feudalismo. Para bien
y para mal, señaló el camino de la revuelta contra el sistema,
recuperado por los
lumbreras
de la Ilustración y, luego, por los justicieros de cualquier Revolución
posterior,
tanto en las sociedades protestantes como en las católicas, o en las
ortodoxas.
La mitología zelota de Lutero se extremó en la teocracia de Calvino, se
secularizó con
Robespierre
y alcanzó el culmen de la letalidad con el totalitarismo de Lenin y de
Hitler. Y, todavía hoy,
inflama
los mesianismos de la izquierda política totalitaria, por cuanto
persiste en la
doctrinaria superstición de que el paraíso se implanta a la sombra del
terror.
Desde
el punto de vista religioso cristiano, la lección más sorprendente del
caso del
protestantismo, es que, en la actualidad, todas las polémicas del siglo
XVI y
XVII resultan irrelevantes para los teólogos de las grandes confesiones
cristianas. La mayor parte de las tesis entonces enfrentadas a muerte o
están
superadas por la investigación histórico-crítica conjunta, o cabrían
dentro de
un pluralismo aceptable en la Iglesia.
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