La
religión y la naturaleza humana
PEDRO GÓMEZ
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La pregunta de
partida más obvia es si la religión constituye un sistema inherente a
la especie humana, expresado mediante diferentes registros. Por ello,
conviene indagar su anclaje bioantropológico, es decir, el
enraizamiento de la religión en la naturaleza humana, entendida como
resultado de la evolución biológica.
¿Tiene sentido seguir tratando sobre la religión, como si,
después de tantos siglos y tan eminentes pensadores aplicados al
empeño, hubiera aún algo nuevo que decir? A pesar de todo, me parece
necesario, porque, en estos tiempos de masivo escepticismo, han perdido
su vigencia no solo los estudios realizados con espíritu hagiográfico,
sino también las críticas lanzadas desde un progresismo engreído y
jactancioso. Hay que insistir en los enfoques más atentos a los hechos
y considerar la religión desde un pluralismo de enfoques convergentes,
como objeto de estudio de las ciencias humanas, de la historia y de la
filosofía. Aunque, al empezar a hablar de religión, en seguida
comprobaremos hasta qué punto nos hallamos presos del lenguaje,
inmersos en una maraña de literatura y conversaciones, atrapados en un
laberinto de malentendidos, equívocos y prejuicios con los cuales no
habrá más remedio que lidiar.
En el contexto de estos tiempos agitados, la problemática tocante a la
religión ha irrumpido con insistencia al primer plano de la actualidad.
No es tan solo una cuestión académica, sino uno de esos temas con
implicaciones sociopolíticas nacionales e internacionales, que levantan
pasiones, ante los que casi nadie permanece indiferente. Unos y otros
toman partido. Un hecho que llama la atención es la fuerza con que han
salido a la palestra no pocos antagonistas de las creencias y las
instituciones religiosas. Así ocurre cada vez más también en España, si
bien lejos del nivel alcanzado por la polémica en otros países de
Europa y en Estados Unidos.
Queda mucho por
investigar
A modo de declaración metodológica preliminar, diré que estoy
convencido de que en ciencias humanas y filosofía no hay más remedio
que recurrir a una pluralidad de herramientas teóricas, gracias a los
cuales avanzar en una constante interacción entre el mundo exterior de
lo estudiado y el mundo interior del investigador, poblado de
conceptos, esquemas, conjeturas y teorías, enmarcado en los supuestos
tácitos de un paradigma subyacente. El trabajo pende de la laboriosidad
de un cerebro adiestrado, a lo largo de muchos años, en la interminable
tarea de tejer y destejer textos. Confío en que una mirada compleja
posea la virtud de volver la realidad un poco más inteligible.
Al abordar el desarrollo de la temática, el punto de partida más obvio
es que la religión, en la medida en que esté justificado hablar en
términos tan generales, constituye un comportamiento propio de la
especie humana, expresado en diferentes registros. En consecuencia,
conviene indagar, en primer lugar, su anclaje bioantropológico, es
decir, el enraizamiento de la religión en la naturaleza humana,
entendida como resultado de la evolución biológica.
Es necesario, además, centrarse en la religión como sistema
sociocultural, en su estructura, función y evolución, puesto que la
condición humana solo se realiza en el terreno de la historia y
despliega sus configuraciones por medio de la cultura. No cabe obviar
ni omitir que, más allá de los genes y más acá de las personas, existen
sistemas culturales y evolución cultural.
Al mismo tiempo, conviene observar el modo de operar la religión a
escala individual, pues el individuo no se limita a ser un espécimen de
la especie natural, ni tampoco un clónico socio de su cultura, sino que
cuenta con un ámbito propio de autonomía.
Al tratar sobre esta temática, habría asimismo que prestar atención a
la reiterada e irresuelta polémica entre ciencia y religión, por más
que casi siempre se resienta de un mal planteamiento por ambas partes.
En efecto, sorprenden esas mesnadas de científicos que se han lanzado a
una yihad en pro del ateísmo, con un paradójico uso anticientífico de
la ciencia.
Finalmente, sería conveniente preguntarse, aunque fuera sumariamente,
por el papel que podrían desempeñar las religiones con respecto a los
grandes problemas contemporáneos que aquejan a la humanidad.
Nadie negará que el pensamiento sobre la religión está enormemente
necesitado de clarificación desde los conceptos y los términos más
básicos. Las palabras más elementales del lenguaje religioso, como la
fe, lo sagrado, lo divino, aparecen tan gastadas y, a veces, tan
sobrecargadas emocionalmente en positivo o en negativo, que parecen
haber perdido todo su significado común y válido para la mayoría de los
hablantes. De ahí que abordar el estudio de la religión y debatir sobre
ella resulte algo así como adentrarse en un peligroso campo de minas.
Hay que ir con sumo cuidado. Desde los prolegómenos y los primeros
pasos, la mínima disciplina exigible implica una buena disposición a
tomar conciencia de los propios prejuicios, abordar los temas con un
tratamiento no neutro, pero sí lo más desapasionado, y con el empleo de
métodos que favorezcan la mayor objetividad posible.
En este texto solo aludiré a los primeros objetivos enunciados, dejando
para otras ocasiones propicias el reflexionar sobre los siguientes.
Para comenzar, la cuestión más básica y primaria que hay que plantear
es si la dimensión religiosa forma parte de la naturaleza humana y en
qué sentido.
Naturaleza humana y
religión
"Existe una naturaleza humana basada en la biología, y es relevante
para la ética y la religión" (Edward O. Wilson1998: 386).
Es probable que la filosofía de la religión, tal como se ha formulado
hasta hoy, no tenga nada interesante que decir ya en orden a una
explicación realista de las religiones. Sus especulaciones sobre la
"esencia" de la religión o sobre la "superación científica" de la
religión se alejan bastante de lo que observamos en la realidad
histórica y de lo que analizan las disciplinas antropológicas. Los
defensores de las esencias metafísicas, de las críticas ideológicas y
de los dogmatismos científicos continuarán su discurso, como continúan
los charlatanes de feria. La insuficiencia de su vaniloquio está a la
vista y no merece más atención.
La religión la encontramos siempre del lado de la cultura; sin embargo,
viene potencialmente impuesta por nuestra naturaleza. Para el biólogo
evolucionista Edward O. Wilson, "la predisposición a la creencia
religiosa es la fuerza más poderosa y compleja de la mente humana y con
toda probabilidad una parte inseparable de la naturaleza humana" (1978:
238). De alguna manera, la religión se ancla en estructuras generales
provistas por el cerebro en cuanto órgano biológico natural. Lo que no
significa que ahí esté preprogramado ningún contenido particular. Lo
lógico es pensar que lo que esas estructuras imponen al mito o al rito
es análogo a lo que el mismo cerebro impone al lenguaje articulado:
esquemas y reglas sin las que no podría existir, pero absolutamente
insuficientes para que exista, cosa que únicamente alcanza como
realización social.
Según la neurobiología y la sociobiología, más allá de los datos que
proporciona la información sensorial ordinaria, la actividad cerebral
humana imagina y produce historias: "De modo análogo, la mente siempre
creará moral, religión y mitología, y las dotará de fuerza emocional.
Cuando se eliminan las ideologías ciegas y las creencias religiosas,
otras se manufacturan rápidamente como sustitutos" (Wilson 1978: 278).
Esta propensión biocultural es ineluctable, con independencia del
contenido que vehicule.
Esto significa que la religión forma parte integrante de la naturaleza
humana y, si esto es así, entonces la cuestión no radica en si alguien
es religioso, o no, si no en cuál es su religión, se llame como se
llame e incluso cuando no se le asigne nombre. La consecuencia que se
sigue es que vivir humanamente implica aspectos religiosos de manera
intrínseca e inexorable. El comportamiento religioso se da de hecho en
el repertorio de los comportamientos humanos, aún en el caso de quienes
no se adscriben a ningún sistema concreto o rechazan airadamente toda
religión organizada. Algo así como no hay nadie que no sea sensible a
la música y no canturree alguna vez, aunque no sepa solfeo y sin
necesidad de pertenecer a un coro o tocar en una orquesta. Pues la
música forma parte integrante de la naturaleza humana.
Selección natural
En la medida en que pertenece a la especie, el trasfondo
bioantropológico de la religión es resultado de su evolución. Un autor
como Edward Wilson, precisamente en su afán por naturalizar el hecho
religioso, sostiene que:
"El proceso mental de la creencia religiosa -la consagración de la
identidad personal y de grupo- representa predisposiciones programadas
cuyos componentes autosuficientes se incorporaron al aparato neural del
cerebro a lo largo de millares de generaciones de evolución genética.
Como tales son poderosas, no se las puede erradicar, y se encuentran en
el centro de la existencia humana" (Wilson 1978: 286).
Así pues, la disposición religiosa se originó en virtud de la
selección de grupo que incidió en la consolidación de la cultura
compleja de homo sapiens, porque favorecía "la unidad y la cooperación
en el seno del grupo" (Wilson 2012: 261), sin duda en combinación con
otros factores.
Ante la multiplicidad de respuestas potenciales inherentes a la
capacidad de reacción "natural" humana frente a las situaciones de la
vida (que a menudo supone la ausencia de una respuesta adecuada
prevista), las tradiciones culturales del grupo y, entre ellas,
especialmente la religión, ofrecen modelos de identificación o
solución, marcados con grados variables de valor o de antivalor: unos
para imitar, otros para rehuir. Así, los impulsos ciegos de raíz
biológica no se expresan nunca directamente, sino que son mediados y
encauzados socioculturalmente. Estos "impulsos", de orden cognitivo,
emocional y práctico, arrancan de predisposiciones, propensiones
automáticas y esquemas de reacción irreflexivos, pero que son
susceptibles de remodelación, reorientación, complejificación,
humanización.
Mecanismos
adaptativos
La especie impone la necesidad de organizar una visión de la vida y un
modo de interrelación con los otros y con la naturaleza, en virtud de
ciertas propiedades adaptativas específicamente humanas. De manera que
donde está la humanidad hay religión; y viceversa. Pues la religión se
encuentra entre las "propiedades adaptativas universales" y privativas
de la especie humana. Pero, igual que ocurre con la capacidad
lingüística, que debe concretarse en un sistema de la lengua
configurado socialmente, la capacidad religiosa no produce ninguna
religión natural, sino que se desarrolla en los sistemas históricos.
La afirmación de la universalidad bio-cultural de la competencia
religiosa no implica que haya una estructura peculiar o un área
"religiosa" en el cerebro humano. Parece improbable y nadie ha
demostrado que la religión cuente con circuitos neurobiológicos
especiales. Basta con los mismos del pensamiento y el sentimiento: los
de la cognición y la emoción que operan también en el conocimiento
ordinario y en el científico. Sobre la base de estos mecanismos
adaptativos, lo que varía es la modalidad de su discurso, sus métodos y
su funcionalidad. Será interesante considerar la obra de Roy Rappaport,
Ritual y religión en la formación de la humanidad (1999), para pensar a
fondo las implicaciones de los elementos religiosos como respuesta
adaptativa.
Teoría antropológica
compleja
Las teorías de la religión reduccionistas y las impugnadas total o
parcialmente son perfectamente descartables. En cambio, será muy
interesante avanzar en lo posible hacia una teoría unificada de los
sistemas religiosos humanos.
Una teoría de la religión no logra fundamentarse adecuadamente si no
está inserta en una teoría antropológica bien planteada desde el punto
de vista epistemológico. El sistema antrópico requiere un enfoque
antropológico complejo:
1. Contemplar la especie desde la teoría de la evolución y la
ecología, teniendo en cuenta los mecanismos biocerebrales que
garantizan la adaptación, que imponen la adhesión al grupo y la
necesidad de orden.
2. Considerar la sociedad a la vez como población de la especie y
en la configuración cultural analizada por la antropología social. Los
mecanismos culturales en relación con el ecosistema generan sistemas de
ideas, percepciones e interpretaciones; generan sistemas organizativos,
sistemas normativos de la práctica, sistemas estéticos y simbólicos.
3. Atender al individuo visto por la psicología evolutiva y en su
actuación concreta, mediada por mecanismos psicoindividuales de orden
cognitivo, emocional y comportamental.
Cabe diseñar una teoría de la religión que, remontándose a la
naturaleza biológica humana, derive de ella la generación de reglas
aplicables universalmente a todos los tipos de religión históricos. Ahí
se podría comprobar la articulación entre naturaleza y cultura, la
continuidad y discontinuidad entre ambos planos.
Los basamentos estructurales del fenómeno religioso los podemos
descubrir en tres escalas de organización interconectadas, pero que no
deben confundirse:
– Primero, la religión depende de un resorte de la naturaleza humana,
como hemos señalado, probablemente consistente en ciertas reglas
epigenéticas.
– Segundo, la religión constituye un universal cultural, de modo que
está presente como subsistema en todos los sistemas sociales humanos y
en ellos se particulariza históricamente.
– Y tercero, la religión aparece como una dimensión del desarrollo de
la personalidad y en la experiencia individual, que puede asimismo
compartirse colectivamente.
En realidad, solo existen las religiones históricas particulares, del
mismo modo que la lengua es un universal cultural, pero solo existen
los idiomas concretos.
Todos los subsistemas religiosos, en su diferencia, son tipos
particulares pertenecientes al mismo orden, variedades de la misma
especie, que expresan un pluralismo interno. Dependen de una
predisposición de la naturaleza humana, modelada en el cerebro por la
evolución. Dependen de una estructura fundamental omnipresente en toda
sociedad humana y, a la vez, de las tradiciones e instituciones
fraguadas y transformadas por los acontecimientos históricos.
En el plano cultural, quizá no esté del todo claro si la religión es un
sistema específico, esto es, un sector del sistema social, o bien una
dimensión presente en todo comportamiento socioantropológico. Esto
último sería consistente con la posibilidad de que toda actividad
humana esté relacionada con el sentido conferido en un marco de
significaciones valoradas.
En lo tocante al sentido, queda sin resolución definitiva la pregunta
acerca de su proyección fuera del hombre o su existencia con
independencia del ser humano. El hecho es que es siempre un humano
quien afirma el significado y, por lo tanto, es él quien lo proyecta de
alguna manera. Sin embargo, esto no aporta un argumento concluyente
contra la realidad del sentido, porque lo mismo ocurre en todo proceso
de significación.
La religión en su forma concreta representa una creación humana de
orden espiritual, del mismo modo que son creaciones humanas la lengua
hablada, el arte y la técnica, la política y la economía, la familia,
el juego, la literatura, la música y todos los demás componentes
universales del sistema cultural, al que, por cierto, pertenecen
también las teorías científicas. No se puede amputar ninguna de esas
dimensiones sin que la humanidad sufra menoscabo.
La religión constituye, pues, un subsistema sociocultural complejo, en
sinergia con los restantes subsistemas del sistema social. En cuanto
cultural, anida en las mentes individuales. En cuanto social,
interviene activamente en la escala de la sociedad donde los individuos
interactúan de acuerdo con determinadas reglas compartidas.
La actitud religiosa está donde hay referencia (explícita o implícita)
a una fuente de legitimación (santificación, adjudicación de sentido),
en creencias, vivencias y prácticas individuales. Pero estas se
inspiran y a la vez se plasman socialmente en sistemas de verdades
(visión del mundo), sistemas rituales y sistemas normativos de
comportamiento ético y político.
El hecho es que las creencias y las normas de carácter religioso o
espiritual nos las imponemos los humanos a nosotros mismos, en última
instancia porque son necesarias para sobrevivir, para vivir y para
convivir. No son totalmente prescindibles. Aunque quepa discutir qué
normas y qué creencias son preferibles. Frente a esta cuestión, tan
utópica e incompetente puede ser la obcecación del conservador creyente
como la doctrinaria ilusión del progresista ateo.
Queda pendiente dilucidar con mayor precisión aún qué hemos de entender
por "religión", una cuestión que no tiene una respuesta simple y a la
que solo es posible acercarse paulatinamente y desde diversos ángulos
de observación y análisis.
Bibliografía
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2006 El
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Madrid, Espasa Calpe, 2007.
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decimos cuando hablamos de
Dios? La fe en una cultura escéptica. Madrid, Trotta.
Feuerbach, Ludwig
1841 La
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Ries, Julien
1981 Lo
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Smith, Huston
1991 Las
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