Mahoma y las
conversiones forzadas al islam
RAYMOND IBRAHIM
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¿Qué debemos hacer con la contradicción flagrante
entre la
afirmación del Corán de que "no hay coacción en la religión" (2,256)
y los muchos otros versículos que llaman a la guerra, la esclavitud y
la muerte de aquellos que se niegan a someterse al islam (9,5 y otros)
-por no
decir nada
del comportamiento guerrero del profeta de Alá, Mahoma? Esta es la
pregunta que Stephen M. Kirby examina en su nuevo libro, El
profeta guerrero del islam. Mahoma y la conversión forzada al islam.
En lugar de ofrecer especulaciones o citar cerca
de 1.400
años de historia islámica que está cargada de conversiones forzadas,
Kirby
responde a la pregunta de una manera objetiva y meticulosa, de una
manera que a
cualquier musulmán le será difícil contrarrestar: se centra
exclusivamente
sobre la carrera de Mahoma, desde sus comienzos en 610 hasta su muerte
en 632,
según lo registrado en las fuentes primarias del islam, el Corán y los
hadices,
y según lo entendido o interpretado por los eruditos más autorizados
del islam,
como Ibn Al-Kathir. A lo largo del camino, a los lectores se les
proporcionan
explicaciones útiles -de nuevo, directamente de los mismos eruditos
islámicos- acerca
de doctrinas arcanas o mal entendidas, como la abrogación, que es
esencial para
cualquier exégesis.
¿Qué da de sí todo
esto?
"El mandamiento de 'no coacción en el islam' fue
un
mandato único que tuvo autoridad doctrinal sólo durante poco más de
dos años.
Fue abrogado tanto por la zuna como por el Corán. Su corta vida estuvo
precedida y
seguida por órdenes de que a los no musulmanes se les debía dar la
opción de
convertirse al islam o luchar hasta la muerte, o, en ocasiones, pagar
el tributo
de la yizia. Mahoma era de hecho el profeta guerrero de una religión
guerrera
que apoyaba las conversiones forzadas al islam."
Antes de llegar a esta conclusión, Kirby muestra,
ejemplo tras
ejemplo, cómo Mahoma daba a los no musulmanes (curaisíes paganos,
judíos y
cristianos, casi siempre personas que no tenían ningún pleito con él,
salvo rechazar su autoridad profética) dos opciones: o convertirse o
sufrir las
consecuencias, lo que a menudo desembocada en masacres al
por mayor.
También es significativo que, de acuerdo con las
primeras
historias del islam, la gente no creía sinceramente en las afirmaciones
proféticas
de Mahoma. La inmensa mayoría de los que se convirtieron al islam lo
hicieron
bajo coacción -literalmente para salvar sus cabezas-, o bien por unirse
al
"equipo ganador" de Mahoma. La conversión fue el precio que tuvo que
pagar Malik ibn Awf, para recuperar a su familia secuestrada por
Mahoma.
La conversión insincera y forzada es
especialmente evidente
en la conquista de La Meca por parte de Mahoma. Cuando el profeta del
islam, a
la cabeza de un gran ejército -que ya había pasado por la espada a
varias
tribus por rehusar convertirse-, se acercaba a los politeístas de La
Meca, les
envió un ultimátum: "Abrazad el islam y estaréis a salvo. Estáis
rodeados por todos los flancos. Os enfrentáis a una situación que
supera
vuestras fuerzas". Cuando el dirigente de La Meca, Abu Sufián -que
durante
mucho tiempo se había burlado de Mahoma como falso profeta- se acercó
al
campamento musulmán para parlamentar, también él fue conminado:
"'Abraza
el islam antes de que pierdas la cabeza'. Entonces, Abu Sufián
pronunció la
confesión de fe y así se adhirió al islam". A continuación, los mequíes
siguieron su ejemplo.
Es un tanto revelador que los historiadores
musulmanes que
registraron estas conversiones de no musulmanes al islam no vieran
ninguna
contradicción entre la naturaleza coactiva e insincera de las
conversiones y la
afirmación del Corán de que "no hay coacción en la religión". Por
ejemplo, el historiador musulmán Taqi al-Din al-Maqrizi (muerto en
1442), en su Historia de Egipto
en varios volúmenes, registra, caso tras caso, cómo los
musulmanes quemaban iglesias, mataban cristianos y esclavizaban a sus
mujeres e
hijos. Después de cada incidente, el piadoso historiador musulmán
concluye diciendo:
"en estas circunstancias, gran número de cristianos se hicieron
musulmanes". (Uno puede casi captar un inaudible Alahú
Akbar.)
Aparte de los episodios esporádicos de
persecución, el
arraigado sistema de dimmitud (véase
el Corán 9,29) -en sí mismo una forma de coerción- presionó a los
cristianos,
cada vez más empobrecidos, a convertirse poco a poco al islam, a lo
largo de
los siglos; de modo que hoy son solo una minoría cada vez más
menguante. En su
libro La conquista árabe de Egipto,
Alfred Butler, un historiador del siglo XIX, que escribía antes de esta
época
de corrección política, denunciaba ese "indecente sistema de sobornar a
los
cristianos para que se conviertan":
"Aunque la libertad religiosa estaba en la teoría
asegurada para los coptos tras su capitulación, bien pronto se demostró
en los
hechos que era sombría e ilusoria. Pues una libertad religiosa que se
identificaba
con la servidumbre social y la servidumbre financiera no podía tener ni
sustancia ni vitalidad. A medida que el islam se difundía, la presión
social
sobre los coptos se hizo enorme, mientras que la presión financiera se
volvía muy
difícil de soportar, de modo que el número de cristianos o judíos que
pechaban
con el impuesto de la yizia disminuía año tras año, y su aislamiento se
volvía
más evidente… Las cargas de los cristianos se volvieron
proporcionalmente más
pesadas a medida que su número disminuyó [esto es, cuantos más
cristianos se
convertían al islam, más crecían las cargas sobre los restantes]. La
maravilla,
por tanto, no es que tantos coptos cedieran a la corriente que los
empujaba con
fuerza arrebatadora hacia el islam, sino que una multitud tan grande de
cristianos se pusiera firme contra la corriente, y que todas las
tormentas de
trece siglos no hayan movido su fe de la roca en que se fundamenta."
En resumen, la afirmación del Corán de que "no
hay coacción
en la religión" parece más un decir, una declaración retórica, que no
un
mandato que los musulmanes deban cumplir. Después de todo, es verdad
que ningún
musulmán puede hacer que alguien no musulmán diga las palabras "No hay
más Dios
que Alá y Mahoma es el enviado de Alá". Pero esto no significa que no
puedan esclavizar, extorsionar, saquear, torturar y masacrar a los que
se
nieguen.
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