El
‘cristianismo
felpudo’ y la invasión islámica
RAYMOND IBRAHIM
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Un arzobispo católico se ha referido
recientemente a un fenómeno del que no
se habla, pero es altamente subversivo: cómo las fuerzas anticristianas
explotan las enseñanzas cristianas para potenciar a aquellos que
buscan
desmantelar la civilización cristiana, principalmente a los musulmanes.
En una entrevista publicada el pasado verano por el portal italiano
IlGionarle.it, el arzobispo católico Athanasius Schneider de Kazajistán
decía:
"El fenómeno de la denominada "inmigración" es un plan
orquestado y preparado a largo plazo por poderes internacionales con el
fin de
cambiar radicalmente la identidad cristiana y nacional de los pueblos
de
Europa. Estos poderes utilizan el enorme potencial moral de la Iglesia
y sus
estructuras para lograr su objetivo anticristiano y antieuropeo más
eficazmente.
Para tal fin, se abusa del verdadero concepto de humanismo e incluso
del
mandamiento cristiano de la caridad."
Para entender cómo estas fuerzas explotan "el enorme potencial moral de
la Iglesia para lograr su objetivo anticristiano y antieuropeo",
primero
hay
que entender la relación simbiótica entre el liberalismo y el
cristianismo.
A menudo se olvida, pero la tolerancia, los derechos humanos, el deseo
de paz, la
acogida del otro, y todos los conceptos similares de los que el
liberalismo
secular se cree campeón no se desarrollaron en un vacío civilizatorio;
se
desarrollaron a partir de las enseñanzas singulares de Jesús de
Nazaret. En el
transcurso de unos dos mil años, estos preceptos han tenido una
profunda
influencia en la epistemología, la sociedad y la cultura occidentales
hasta el
punto de que ahora se les da por sentados.
Sin embargo, aquí y allá, los cristianos occidentales han llegado a
creer que
la totalidad de su fe descansa exclusivamente en ciertos valores
pasivos -particularmente
el perdón y el no juzgar al otro, el recogimiento y la propia
responsabilidad-.
Estos se manifiestan ahora como "tolerancia" sin límite y
autoculpabilidad.
Mientras que Cristo toleró a los pecadores pero no toleró el pecado
-exhortaba
siempre a los pecadores a "arrepentirse" y recordaba los tormentos del
infierno más que cualquier otra figura bíblica- hoy la mayoría de los
cristianos occidentales creen que deben tolerar (o "celebrar") tanto
al pecador como al pecado. Este último, gracias al relativismo moral y
cultural
tan extendido, parece que ya no existe.
Tal es el "cristianismo felpudo", al que quienes desprecian al
cristianismo
tradicional llaman amigo (o tonto útil). ¿Los musulmanes y otros
elementos
están persiguiendo a inocentes por todo el mundo? Mostrad amor y
tolerancia, poned
la otra mejilla, rezad una oración, y sentíos culpables por vuestros
propios
crímenes -o incluso por los crímenes de vuestros antepasados-.
El cristianismo felpudo se exhibió con regularidad durante la
presidencia de
Barack Obama: "En Semana Santa, reflexiono sobre el hecho de que, como
cristiano, se supone que debo amar", dijo en 2015 -tres días después de
un
ataque terrorista dirigido contra cristianos que mató a 147 personas en
Kenia,
lo que provocó que algunos grupos cristianos americanos expresaran su
malestar.
"Y tengo que decir que a veces cuando escucho expresiones menos
amorosas
de los cristianos, me preocupo".
De modo parecido, durante el desayuno de oración nacional el 5 de
febrero de
2015, Obama invocó directamente los principios del cristiano felpudo
para
avergonzar a los cristianos de ser demasiado críticos con las
atrocidades del Estado
Islámico: "No sea que se nos suban los humos y pensemos que esto
[decapitaciones islámicas, la esclavitud sexual, la crucifixión, el
quemar y
enterrar a personas vivas] solo ocurre en otro lugar", advirtió el
presidente norteamericano, "recordad que durante las Cruzadas y la
Inquisición, se cometieron actos terribles en nombre de Cristo".
Que Obama tuviera que retroceder casi mil
años a buscar ejemplos, haciendo referencia a las Cruzadas y la
Inquisición
no molestó a la mayoría de los estadounidenses. La mayoría de los
estadounidenses
ni siquiera sabían que las Cruzadas y la Inquisición fueron respuestas
defensivas frente a la agresión y la subversión musulmanas,
respectivamente (véanse
los capítulos 4, 5, y 6 de La espada
y la
cimitarra).
Después de todo, los estadounidenses han sido mal educados para que
crean que
sus antepasados europeos medievales eran falsos cristianos, que
desfiguraban la
fe para perseguir a musulmanes pacíficos. Como esa antigua monja, que
ahora se
presenta como "francotiradora monoteísta", Karen Armstrong, quien dijo
una vez: "Durante el siglo XII, los cristianos lanzaron brutales
guerras
santas contra los musulmanes, aunque Jesús había dicho a sus seguidores
que
amaran a sus enemigos, no que los exterminaran".
La noción de que el cristianismo comienza y termina con "amar al
enemigo" -demasiado a menudo una forma refinada de justificar la
cobardía
frente al mal- se ha convertido en la corriente dominante entre los
cristianos
occidentales. En 1999, para conmemorar el 900 aniversario de la
conquista de
Jerusalén por los cruzados, cientos de devotos protestantes
participaron en una
"marcha de reconciliación" que comenzó en Alemania y terminó en
Jerusalén. A lo largo del camino, llevaban camisetas con la leyenda
"pido
disculpas", en árabe.
De su declaración oficial decían:
"Hace 900 años, nuestros antepasados
llevaron el nombre de Jesucristo en la batalla a través de Oriente
Medio. Empujados
por el miedo, la codicia y el odio... los cruzados levantaron la
bandera de la cruz
por encima de vuestro pueblo... En el aniversario de la primera
cruzada,
nosotros... queremos desandar los pasos de los cruzados y pedir
disculpas por
sus fechorías... Lamentamos profundamente las atrocidades cometidas en
el
nombre de Cristo por nuestros predecesores. Renunciamos a la codicia,
al odio y
al miedo, y condenamos toda la violencia hecha en nombre de Jesucristo."
Los primeros cruzados fueron a Jerusalén solo
porque los musulmanes habían estado masacrando y esclavizando
literalmente a
cientos de miles de cristianos en oriente durante los años anteriores.
El tan
relatado saqueo cruzado de Jerusalén no fue más que una gota en la
sangrienta
poza de las atrocidades islámicas. Pero esto nunca parece importar a
cristianos
de tan elevados pensamientos.
Habría que señalar que el cristianismo felpudo
es un fenómeno típicamente occidental.
Varias naciones de Europa oriental lo rechazan, negándose a seguir
jugando a
abrir sus puertas a los "refugiados" musulmanes. El 11 de noviembre
de 2015, dos días después del atentado terrorista de París, que dejó
130
muertos, decenas de miles de polacos se manifestaron en contra de la
inmigración musulmana; fue la marcha más grande en la historia de
Polonia.
Coreaban que defenderían su patria -donde "Cristo es rey" y donde
"no hay lugar para la charía islámica o el terror"- contra los
invasores musulmanes y los "traidores izquierdistas".
Dos meses antes, el primer ministro húngaro
Viktor Orbán expresaba sentimientos similares, si bien más
diplomáticamente:
"Aquellos [migrantes] que llegan han sido
criados en otra religión, y representan una cultura radicalmente
diferente. La
mayoría de ellos no son cristianos, sino musulmanes. Esta es una
cuestión
importante, porque Europa y la identidad europea están arraigadas en el
cristianismo... No queremos criticar a Francia, Bélgica, o cualquier
otro país,
pero pensamos que todos los países tienen derecho a decidir si quieren
tener un
gran número de musulmanes en sus países. Si quieren vivir juntos con
ellos,
pueden. Nosotros no queremos, y creo que tenemos derecho a decidir que
no
queremos un gran número de musulmanes en nuestro país. No nos gustan
las
consecuencias de tener un gran número de comunidades musulmanas que
vemos en
otros países, y no veo razón alguna para que nadie más nos obligue a
crear
formas de vivir juntos en Hungría que no queremos ver."
Entonces, Orbán hizo lo imperdonable: recordó
la ocupación islámica de Hungría desde 1541 a 1699:
"Tengo que decir que cuando se trata de
convivir con las comunidades musulmanas, somos los únicos que tenemos
experiencia, porque tuvimos la posibilidad de pasar por esa experiencia
durante
150 años."
(Para una "idea" de cómo fueron esos
150 años, lean los capítulos 7 y 8 de La
espada
y la cimitarra.)
Lo escandaloso que es citar la historia real de
Europa con el islam, en el
contexto del rechazo a las sensibilidades del cristiano felpudo, puede
verse en
cómo los Guardianes del Relato -comenzando por el acertadamente llamado
The Guardian
británico- replicaron:
"Hungría tiene una historia con el
Imperio otomano, y Orbán está ocupado en conjurarla. El Imperio otomano
ataca de
nuevo, advierte. ¡Van a dominarnos! ¡Hungría nunca volverá a ser la
misma! Por
eso, la alambrada; por eso, el ejército; por eso, a partir de hoy, el
estado de
emergencia; por eso, la feroz e implacable retórica del odio. Porque
eso es lo
que ha sido desde el principio: pura y grosera hostilidad y calumnia."
Para mantener simplemente una visión exacta de
la historia y buscar, sin pedir disculpas, preservar la identidad y el
patrimonio cristianos de su nación, numerosos medios de comunicación
occidentales y políticos han caracterizado a Orbán como "xenófobo",
"lleno del discurso del odio" y "rastrero dictador" de
Europa. Otra pieza de The Guardian
simplemente se refería a Orbán como un "problema" que necesita ser
"resuelto".
Mientras tanto, los ciudadanos nativos de las
naciones europeas que han admitido un gran número de inmigrantes
musulmanes -incluyendo
Francia y Alemania- están huyendo en busca de refugio en Hungría, un
hecho que
habla por sí mismo.
Por cierto, para que no parezca que solo los
"protestantes liberales" son devotos del cristianismo felpudo, hay
que mencionar que el hombre que ostenta el mismo oficio que
históricamente
encabezaba la defensa de la cristiandad contra el islam es uno de los
más
grandes representantes del cristianismo pasivo: el papa católico,
Francisco.
Reiteradamente exhorta a las naciones
occidentales a "no crear muros, sino construir puentes", incluyendo
la admisión de millones de refugiados musulmanes. No obstante, su
residencia
Vaticana está rodeada de murallas construidas hace más de un milenio
para prevenir
el acoso de las incursiones musulmanas. Una de esas incursiones saqueó
dos de
las mayores basílicas de la cristiandad, San Pedro y San Pablo (léase
el
capítulo 3 de La espada y la
cimitarra).
Sin embargo, según el vicario de Cristo:
"Cuando oigo hablar de las raíces
cristianas de Europa, a veces temo el tono, que puede parecer
triunfalista o
incluso vengativo. Y entonces adquiere matices colonialistas."
Queda por explicar cómo el deseo de preservar
la integridad nacional, cultural y religiosa de la propia patria puede
tener
"matices colonialistas".
"Sí, Europa tiene raíces cristianas y es
responsabilidad
del cristianismo regar estas raíces. Pero esto debe hacerse con un
espíritu de
servicio como en el lavatorio de los pies. El deber del cristianismo
hacia
Europa es el de servicio. ... La contribución del cristianismo a una
cultura es
la de Cristo en el lavatorio de los pies."
Aquí, pues, está el cristianismo felpudo en su
mejor momento, en el que existe sólo para el "lavatorio de los
pies"-o, en este contexto, la admisión de millones de migrantes
musulmanes, muchos de los cuales son abiertamente hostiles a los
cristianos-.
Para que conste, sí, Cristo sirvió y lavó los
pies de sus discípulos y predicó misericordia y compasión -pero ese no
era el
único ni siquiera el principal propósito de su misión-. Él ofrecía toda
una
cosmovisión fundada en afirmaciones teológicas de significación eterna.
Cuando
la gente se equivocaba profanando el templo, él no "puso la otra
mejilla" (y mucho menos les lavó los pies) -tomó un látigo y los echó
fuera-. Cuando él mismo fue abofeteado, Jesús no ofreció la otra
mejilla, sino que
más bien desafió al que abusaba de él (Juan 18,23). Elogió a un
centurión
romano sin pedirle que dimitiera de uno de los ejércitos más brutales
de la
historia (Mateo 8,5-13). En resumen, no llamó a sus seguidores a ser
felpudos,
sino a ser "astutos como serpientes".
¿Por qué los cristianos en todas partes dejan
de recordar estas posiciones bíblicas que al menos equilibran las que
tratan de
tolerancia y perdón "incondicionales"? Porque nacieron y se criaron en
un cristianismo felpudo, una caricatura contradictoria desarrollada
para
orquestar el suicidio de la civilización occidental, aunque sea a manos
de la yihad.
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