¿Cristianos medievales malvados, o víctimas del islam que contraatacan?

RAYMOND IBRAHIM




Citar la historia —o, como se verá, la seudohistoria— es una de las principales maneras que tienen los apologistas del islam para tratar de ennoblecer el credo de Mahoma y sus adeptos. Como una especie de contrapeso a los supuestamente nobles musulmanes, los cristianos medievales se suelen presentar como un compendio de hipocresía, intolerancia y codicia. De ordinario encabezan el grupo Vlad el Empalador, Iván "el Terrible" y Tomás Torquemada (todos caracterizados en el libro de 2002, Los hombres y mujeres más malvados de la historia).


La realidad, sin embargo, es que estos tres hombres —y la cultura en la que vivían— fueron significativamente influenciados por el islam. Los tres fueron acosados por los musulmanes y lucharon contra ellos toda su vida.


La figura histórica de Vlad III (1430-1476) —en quien se basa el personaje de ficción y vampiro Drácula— se retrata en Occidente como un monstruo sádico al que le encantaba empalar a su propio pueblo y beber su sangre —a menudo mientras escuchaba los cánticos de los monjes—. La CNN llegó a afirmar que el Estado islámico había aprendido de Vlad sus métodos sádicos de tortura y ejecución.


La realidad cuenta una historia diferente: la "costumbre bestial" del príncipe rumano de empalar a sus enemigos, como la describe un historiador, fue utilizada casi exclusivamente contra los turcos y sus mercenarios. Durante su juventud, Vlad había sido rehén de uno de los sultanes más depravados de la historia, Mehmet II, que también retuvo al hermano menor de Vlad como efebo. Vlad fue introducido por primera vez en el "arte" del empalamiento por este sultán otomano, que lo empleaba regularmente.


En ocasiones, y como parte de su estrategia para quebrantar el dominio musulmán, Vlad recurrió al empalamiento como una especie de ajuste de cuentas, para mostrar a los otomanos que él y su pueblo podían devolver los golpes que recibían. De ahí la ironía: mientras en Occidente se ve a Vlad como un monstruo bebedor de sangre, en Rumanía es un héroe nacional, por haber luchado y resistido al islam durante mucho tiempo.


Luego está Tomás Torquemada (1420-1498), el "gran inquisidor" de la España católica, y rostro de la muy demonizada Inquisición española. Como explica el historiador Thomas Madden: "La Inquisición no nació del deseo de aplastar la diversidad o de oprimir a la gente. Fue, más bien, un intento de detener las ejecuciones injustas. Sí, lo has leído correctamente". La opinión popular cree que Torquemada era un malvado fanático cristiano que estaba decidido a forzar a los judíos y los musulmanes a convertirse al cristianismo, o algo así, pero casi siempre ese modo de presentarlo carece de fundamento.


Para empezar, rara vez se reconoce una de las razones principales que llevaron a la corona española a instituir la Inquisición y poner al frente a Torquemada: el último bastión del islam en Granada había caído bajo dominio cristiano, al terminar la Reconquista. Quedó medio millón de súbditos musulmanes a quienes se les otorgaron unas capitulaciones indulgentes, incluido el derecho a viajar al extranjero y practicar el islam con libertad. Pero abusaron de ellos, e incluso suscitaron numerosos levantamientos difíciles de sofocar —a veces "empleando lapidación, desmembramiento, decapitación, empalamiento y quema de cristianos"—, y conspiraron regularmente con poderes extranjeros, en general musulmanes.


Cuando llegó el conflicto, y para evitar las sospechas, aquellos musulmanes moriscos fingieron su conversión al cristianismo, de modo que asistían regularmente a la iglesia, bautizaban a sus hijos y aprendían todos los entresijos de la cultura cristiana, al tiempo que clandestinamente maquinaban para subvertir España, o al menos Granada, y devolverla al dominio musulmán. "Con el permiso y la licencia que su maldita secta les concede", comentaba un español consternado, en referencia a la doctrina islámica de la taquiya, "ellos podrían fingir cualquier religión exteriormente, sin pecar, siempre que mantuvieran sus corazones entregados a su falso profeta impostor. Así, vimos a muchos de ellos que hacían ostentación de adorar la Cruz y alabar a nuestra religión católica, pero que interiormente seguían siendo fervientes musulmanes" (La espada y la cimitarra, p. 201-202).


La primera Inquisición, presidida por Torquemada, era la única manera de determinar, no tanto si eran "buenos" católicos, sino si eran musulmanes clandestinos y subversivos (se juzgó a muchos más musulmanes que judíos). Además, así como los musulmanes vecinos influyeron en la opción de Vlad por el empalamiento, así los musulmanes convecinos influyeron en la opción de España por las inquisiciones y las expulsiones. En siglos anteriores, los musulmanes —en particular las dinastías almorávide y almohade— habían obligado a convertirse al islam a incontables españoles por medio de la tortura, los deportaban a África como esclavos o los mataban directamente, en la creencia de que no eran verdaderos musulmanes, sino una quinta columna que ayudaba a sus correligionarios cristianos del norte de España.


Finalmente, Iván IV "el Terrible" (1530-1584) se cita a menudo como otro ejemplo de cristiano medieval —según un piadoso observador ortodoxo esta vez— que era un monstruo sediento de sangre, el tirano por excelencia. Lo que no se dice es que unos dos siglos antes, comenzando alrededor de 1300, Rusia había estado sometida al yugo de los tártaros islamizados —y muy influida por ellos—, que trataron brutalmente a los rusos y los esclavizaron en nombre de la yihad.


Incluso después de 1480, cuando los rusos se libraron por fin del yugo tártaro, y durante todo el reinado de Iván, el kanato de Crimea lanzó numerosas y devastadoras razias de esclavos en Rusia. Solo durante el reinado de Iván, cientos de miles de rusos fueron capturados como esclavos y vendidos en el mercado esclavista islámico. "Siglos de tiranía y brutalidad a manos de los mongoles islamizados y sus mercenarios turcos convirtieron a Rusia en una tierra donde el despotismo llegó a verse como normal y donde la vida humana no valía nada", observa un historiador. "Quizá no sea una coincidencia que estas cosas se hayan asociado al carácter ruso", incluido el de Iván.


Tal es el trasfondo raramente reconocido de Iván el Terrible, ese "monstruo cristiano" cuyo comportamiento —como el de Vlad III, Torquemada y muchos otros— se presenta a menudo sin ningún contexto, con pretensiones de ser un ejemplo de la hipocresía y la intolerancia supuestamente innatas de los cristianos medievales. (Como nota al margen, y debido a su larga e íntima historia con el islam, los europeos del este —rusos, rumanos, polacos, húngaros, etc.— siguen siendo cautelosos ante el islam y se resisten a la inmigración musulmana.)


El islam no solo influyó en el comportamiento personal de los europeos, sino que tuvo un impacto que moldeó culturas enteras (incluyendo la cultura de la mafia). Por ejemplo, es imposible entender la brutalidad y el fanatismo de los conquistadores españoles frente a los indígenas de las Américas sin rastrear la lucha existencial de España con el islam, que necesitó la creación de una cultura devotamente militante para resistir y, llegado el caso, volver las tornas a la yihad. Una vez desaparecido el islam, la mentalidad española del guerrero de la fe, forjada durante casi ocho siglos de guerra, no podía desaparecer sin más, de la noche a la mañana, y encontrar un nuevo acomodo en el antiguo contexto del cristiano contra el infiel.


Nada de lo mencionado anteriormente tiene el propósito de "exonerar" a los cristianos medievales de sus propias acciones —al final, los individuos son responsables de sus actos—, pero hay que situarlos en el contexto. Después de todo, es un tópico manido de los Estudios sobre Medio Oriente y, por extensión, de los medios y los analistas de todo tipo, presentar la influencia occidental, desde las cruzadas al colonialismo, como fundamental responsable de los problemas modernos del mundo islámico. De ahí que nos parezca absolutamente justificado examinar la cuestión desde el punto de vista inverso.


La moraleja final de todo esto es que la seudohistoria de cristianos bárbaros y nobles musulmanes necesita someterse a una rigurosa reconsideración.



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