Revertir
los papeles de la cruzada y la yihad
RAYMOND IBRAHIM
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Nota del editor:
la siguiente reseña de Raymond Ibrahim sobre el libro de William R.
Polk, La cruzada y la yihad. La
guerra de
los mil años entre el Mundo Musulmán y el Norte Global
(editorial de la Universidad de Yale, enero 2018) apareció por primera
vez en el Christian Research Journal.
Desde el principio hasta el final, La
cruzada y la yihad. La guerra de
los mil años entre el Mundo Musulmán y el Norte Global,
de William R. Polk
es un paradigma de todas las tergiversaciones y errores de la historia
que han hecho que Occidente no tenga ni idea de las fuentes que
originan
su conflicto con la visión del mundo musulmana. Peor aún, esas
flagrantes distorsiones del pasado dejan a Occidente sin capacidad de
proporcionar
soluciones para el presente.
Título versus
contenido
Para empezar, el título del libro y su ambicioso subtítulo lo presentan
como una historia completa. La sobrecubierta de la portada afirma que
"La cruzada y la yihad es el
primer libro que abarca, en un volumen, toda
la historia del catastrófico encuentro entre el Norte Global ...
y las
sociedades musulmanas". Según se informa, el libro "explica las
profundas hostilidades entre el mundo musulmán y el Norte Global y
muestra cómo crecieron a lo largo de
los siglos" (cursiva añadida).
Sin embargo, de manera bastante extraña, a los primeros mil años de
historia se les asigna solo una cobertura de 30 páginas (de 550), es
decir, únicamente el 5% del libro trata de los muchos siglos de
conflicto
entre el siglo VIII y el XVIII.
¿Qué explica este enfoque tan desequilibrado? Porque lo cierto es que
ese primer milenio contiene todas las semillas del conflicto. Como
explica el
historiador Franco Cardini,
"Si ... nos preguntamos cómo y cuándo nació la noción
moderna de Europa y la identidad europea, nos damos cuenta de en qué
medida el islam fue un factor (aunque negativo) en su creación. La
repetida agresión musulmana contra Europa entre los siglos VII y VIII,
y luego entre los siglos XIV y XVIII ... fue una 'partera violenta'
para Europa."
Aunque estas "parteras violentas" se conocen hoy como árabes, moros,
turcos y tártaros, sus invasiones y atrocidades todas se llevaron
a cabo bajo la misma lógica yihadista utilizada por grupos
contemporáneos como el Estado Islámico: en cuanto "infieles" (o kuffar) los
europeos cristianos fueron siempre un objetivo con el que practicar la
violación, la
esclavitud o la masacre.
O para citar a Bernard Lewis:
"Hoy en día, tendemos a olvidar que durante
aproximadamente mil años, desde la llegada del islam en el siglo
VII hasta el segundo sitio de Viena en 1683, la Europa cristiana
estuvo bajo la amenaza constante del islam, la doble amenaza de la
conquista y la conversión. La mayoría de los nuevos dominios musulmanes
fueron arrebatados a la cristiandad. Siria, Palestina, Egipto y el
norte de África eran todos países cristianos, no menos, sino si acaso
más,
que España y Sicilia. Todo esto dejó un profundo sentimiento de pérdida
y un profundo temor (1).
Un vacío perverso
Estos
siglos formativos no solo son ignorados en gran medida, sino que
lo que Polk presenta se distorsiona con frecuencia a favor del islam.
Como
explica la breve descripción del libro, "Polk muestra cómo el surgió el
islam y se
extendió [eufemismo por no decir conquistó violentamente] por el Norte
de
África hasta Europa, culminó en el vibrante y sofisticado califato de
Al-Ándalus en la España medieval, y fue la luz brillante en una Edad
Oscura europea" (2).
Del mismo modo, después de alabar efusivamente a la España islámica,
Polk escribe (con bastante desdén) que "el contraste con el resto de
Europa fue sorprendente. Pocos en Europa sabían leer, y esos pocos
estaban encerrados en monasterios... Es difícil encontrar evidencia de
más que unos pocos hombres o mujeres con cultura o incluso con un grado
de
refinamiento social. En Al-Ándalus, en contraste, las artes
florecieron, se inventaron nuevas formas de poesía y los
gustos musicales" progresaron (3).
El problema aquí no es que estas descripciones sean falsas, sino que se
presentan en un vacío. De hecho, la prosperidad de la España islámica,
al igual que con todos los estados islámicos premodernos, se construyó
casi en su totalidad mediante el saqueo de sus vecinos no musulmanes,
de sus
riquezas y sus cuerpos (Córdoba fue un emporio de esclavos de carne
blanca
durante siglos). Pero hay historiadores anteriores y más sobrios, como
Louis Bertrand, que explican:
"Para
mantener a los cristianos [del norte de España]
en su lugar, no era suficiente rodearlos con una zona de hambre y
destrucción. También era necesario ir y sembrar el terror y la masacre
entre ellos. Dos veces al año, en primavera y otoño, un ejército salía
de Córdoba para atacar a los cristianos, destruir sus pueblos, sus
castillos, sus monasterios y sus iglesias ... Si uno tiene
en cuenta que este bandidaje fue casi continuo y que esta furia de
destrucción y exterminio se consideraba como una obra de piedad -era
una guerra santa [yihad] contra los infieles- no es sorprendente que
regiones enteras de España hayan quedado irremediablemente estériles.
Esta fue una de las causas principales de la deforestación que
aún sufre la Península. Con qué satisfacción salvaje y con qué acento
piadoso nos cuentan los cronistas árabes esas razias que se hacían dos
veces al año, al menos. Una frase típica para ensalzar la devoción de
un califa era la
siguiente: "Penetró en el territorio cristiano, donde causó
devastación, se dedicó al saqueo y capturó prisioneros". La prolongada
presencia de los musulmanes, por lo tanto, fue una calamidad para este
desdichado país de España. Por ese sistema de continuas razias, la
mantuvieron durante siglos bajo condiciones de bandidaje y devastación"
(4).
Del mismo modo, Polk tampoco menciona que el "impresionante"
analfabetismo
de los europeos era en sí mismo un subproducto de la yihad. Tras
la conquista musulmana de Egipto (hacia el año 641), el papiro
dejó de importarse a Europa, lo que provocó que las tasas de
alfabetización cayeran a los niveles prerromanos. De hecho, la "Edad
Oscura" de la Europa cristiana surgió en gran parte "porque el islam
había destruido la antigua unidad del Mediterráneo", como demostró el
eminente medievalista y arqueólogo Henri Pirenne.
Victimismo: Toda la
culpa de los problemas del islam
Unas 520 páginas, de las 550 (el 95%) del libro de Polk sobre La
guerra de los mil años
se dedican a los dos siglos aproximadamente, en que
Europa dejó de estar a la defensiva y se lanzó a la ofensiva contra el
islam. Aquí, Polk describe meticulosamente con detalles vívidos (e
hiperbólicos) cada pecado concebible que Occidente cometió contra los
musulmanes:
"Comenzando en varias ocasiones después de que
Cristóbal Colón abriera el camino a través del Atlántico y los
portugueses se adentraran en la costa de África occidental, las
acciones
del Norte han sido uniformemente destructivas y, a veces, genocidas ...
La primera causa del peligro y la inseguridad [es decir, el terrorismo
islámico] que sentimos hoy es la larga historia del imperialismo. Un
siglo o más de invasión, ocupación, humillación y genocidio ha dejado
cicatrices que aún no se han curado, y no pueden sanar si se reabren
constantemente" (5).
Después de haber blanqueado el primer milenio de la yihad en Occidente,
es fácil para Polk hacer que los europeos parezcan agresores no
provocados: monstruos codiciosos que vienen a destruir las glorias del
islam. Sin embargo, no menciona que Colón zarpó hacia occidente
precisamente porque el Mediterráneo era una zona de terror islámico.
También
presenta la expansión rusa en las regiones tártaras como una empresa
despiadada, sin explicar que los tártaros, conocidos como el "gigante
pagano que se alimenta de nuestra sangre", habían aterrorizado y
esclavizado
antes a los rusos durante siglos.
Pero historiadores más equilibrados, como Bernard Lewis, lo han sabido
desde hace
mucho tiempo:
"Todo el complejo proceso de la expansión y el
imperio europeo ... tiene sus raíces en el choque entre el islam y la
cristiandad. Comenzó con la larga y amarga lucha de los pueblos
conquistados de Europa, en el este y el oeste, para restituir su patria
a la cristiandad y expulsar a los pueblos musulmanes que los habían
invadido y sometido. No era de esperar que los españoles y
los portugueses triunfantes se detuvieran en el estrecho de Gibraltar,
o que los
rusos permitieran que los tártaros se retiraran en paz y se reagruparan
en sus bases del Volga superior e inferior, tanto más cuando un nuevo
y mortal ataque musulmán contra la cristiandad estaba en marcha ...
amenazando el corazón de Europa. Los libertadores victoriosos, habiendo
reconquistado sus propios territorios, persiguieron a sus antiguos amos
allí de donde habían venido" (6).
En cualquier caso, Polk suele insistir en que "los recuerdos del
imperialismo [occidental] son profundos [entre los musulmanes], y
ayudaron a crear gran parte del desorden y el peligro del mundo hoy ...
La humillación y las masacres masivas de poblaciones llevadas a
cabo por los imperialistas, aunque en gran parte olvidadas por los
perpetradores, siguen siendo hoy vívidas para los descendientes de las
víctimas" (7). Como tal, todos los grupos terroristas islámicos
-incluyendo el
Estado Islámico-, son producto de "la ira y la frustración de los
musulmanes" (8).
Una vez más, solo hay que mirar a la historia real para apreciar la
locura de esta lectura determinista que ve a los musulmanes como
víctimas perpetuas de una historia imaginada. Después de un milenio de
victimización europea real -un milenio de invasiones musulmanas que
supusieron la conquista de tres cuartas partes del territorio original
de
la cristiandad, la esclavización de cinco millones de europeos (entre
los
siglos XV y XVIII) y la matanza de incontables millones- la Europa
"retrasada" todavía logró
llegar a la cima del mundo,
y sin ningunas disculpas o apaciguamientos por parte de los musulmanes.
¿Por qué no puede el islam? ¿Pudiera ser que sus problemas sean intrínsecos y no tengan nada que
ver con los supuestos pecados de
Europa?
Por ejemplo, en el capítulo de Polk, "Somalia, el ‘Estado fallido’", el
imperialismo se cita de nuevo como culpable de todo. Sin embargo, en
1855, décadas antes de que los europeos lo colonizaran, el aventurero
Richard Burton describió a Somalia en términos decididamente poco
atractivos, y agregó que los somalíes "son extremadamente intolerantes,
en particular contra los cristianos ... y les encanta el yihadismo".
Hoy
Somalia sigue siendo un "estado fallido", Al-Shabab ("la Juventud")
es su vanguardia yihadí, y cualquier somalí que se manifieste cristiano
es
decapitado. ¿Es realmente necesario el colonialismo europeo para
explicar esa persistencia?
"¿Qué salió mal?"
Este es el quid de la cuestión: para exonerar los problemas que aquejan
al mundo musulmán y que emanan de él, desde las dificultades
socioeconómicas y
políticas hasta la radicalización islámica y el terrorismo, los
islamófilos como Polk están comprometidos con dos premisas: 1) que
durante
siglos el islam fue un faro de luz en un mundo oscuro (y, por lo tanto,
algo debe haber salido mal desde entonces) y 2) lo que salió mal
comienza y termina con la interferencia occidental por medio de la
colonización.
Como
debería ser evidente ya, lo cierto es lo contrario: el islam
siempre hizo lo que hace el islam, y se vio constreñido solo durante
ese breve
período de afirmación occidental. La mayor ironía es que, mientras que
las yihads a menudo culminaban en la esclavitud, la despoblación y la
devastación,
los colonialistas europeos abolieron la esclavitud e introdujeron a sus
súbditos musulmanes en los beneficios de la modernidad, desde los
avances científicos y medicinales hasta los conceptos progresistas de
democracia y libertad religiosa.
"En una palabra -escribe un copto a finales del siglo XX en relación
con el gobierno británico-, decimos que el Estado egipcio estaba en el
más alto grado de justicia y buen orden y disposición. Y eliminó el
fanatismo religioso, y casi estableció la igualdad entre sus súbditos,
cristianos y musulmanes, y eliminó la mayor parte de la injusticia, y
llevó a cabo muchas obras benéficas en favor de toda la población".
O consideremos cómo el norte de África se encontraba entre las regiones
más
prósperas y civilizadas de la cristiandad en el siglo VII, pero
siglos de "yihadismo", saqueo y esclavitud de millones
liberalmente lo convirtió en un desierto. Luego, durante unos tres
siglos antes de
la era colonial, su población musulmana subsistió completamente
mediante el tráfico de esclavos europeos.
De hecho, la primera guerra de Estados Unidos como nación fue con estos
"Estados de Berbería". Cuando Thomas Jefferson y John Adams le
preguntaron al embajador de Berbería por qué sus compatriotas estaban
esclavizando a los marineros estadounidenses, no dijo nada sobre las
"cicatrices abiertas" o la "ira y la frustración de los
musulmanes". Por el contrario, el "embajador nos respondió que se
basaba en
las leyes de su Profeta, que estaba escrito en su Corán, que ... era su
derecho y deber hacer la guerra contra ellos [los no musulmanes]
dondequiera que se puedan encontrar, y para hacer esclavos de todos los
que pudieran capturar como prisioneros (9)".
Apegados a la
"narrativa"
Lamentablemente, La cruzada y la
yihad refleja tanto la opinión académica como
la opinión popular sobre la relación entre el islam y Occidente. Como
es típico de las ciencias sociales, y cada vez más también de las
ciencias duras, la realidad, en este caso la historia, se ha
reformulado de acuerdo con la narrativa aceptada, que sigue una matriz
familiar: todo lo blanco y cristiano equivale a hipocresía,
intolerancia, avaricia
, explotación; todo lo que no sea blanco ni cristiano equivale a
honestidad,
tolerancia, imparcialidad, dignidad.
La
doble vara de medir requerida para hacer este trabajo narrativo resulta
descarada. Así y a pesar del hecho de que los musulmanes persiguieron a
los cristianos de España durante siglos, Polk describe de esta manera a
los libertadores indígenas que se enfrentaban a los ocupantes
invasores: "A lo
largo de los siglos ... los Estados cristianos guerreros ... empujaron
hacia el sur, hasta que, en 1492, expulsaron a decenas de miles de
musulmanes
... y pusieron fin a una de las sociedades más avanzadas de Europa"
(10).
La lección es clara: desde un punto de vista histórico, el islam no
puede hacer nada mal, ni siquiera cuando invade, conquista y persigue.
En cambio,
Occidente no puede hacer nada bien, ni siquiera cuando defiende,
libera y
civiliza. Mientras que llegamos a exonerar al terrorismo musulmán
contemporáneo
como producto de los "agravios" en una historia (imaginaria), solo
queda la censura para aquellos cristianos premodernos que obran mal aun
cuando defienden sus derechos (pero en desventaja del islam).
Tales son las seudohistorias que han infestado durante demasiado tiempo
la
comprensión que tiene Occidente de sus relaciones con el islam. En
parte, escribí mi libro La espada y
la cimitarra. Catorce siglos de guerra entre el islam y occidente
para
combatir estas falsas narraciones. No solo
documenta los hechos políticamente incorrectos de la historia, sino que
da cuenta debidamente de cada siglo.
Raymond Ibrahim
lleva investigando y escribiendo sobre historia
occidental e islámica desde 1998, cuando comenzó su tesis de maestría
en historia, sobre la batalla de Yarmuk (636), la primera y posiblemente
la batalla más trascendental entre las dos civilizaciones (disponible aquí). Es miembro
del Foro de Medio Oriente.
Notas
1. Bernard Lewis, El islam y
Occidente. Nueva York, Oxford University
Press, 1993: 127.
2. Al-Ándalus era el nombre árabe para la España islámica. La palabra
está basada etimológicamente en una corrupción árabe de la palabra
"vandalismo", aparentemente el primer grupo bárbaro germánico en
invadir y ser conocido por los habitantes del norte de África.
3. Polk, La cruzada y la yihad,
31-32.
4. Louis Bertrand, La historia de
España, Londres, Eyre & Spottiswoode, 1952: 90-91.
5. Polk, La cruzada y la yihad,
518, 533.
6. Lewis, El islam y Occidente,
17-18.
7. Polk, La cruzada y la yihad,
518.
8. Polk, La cruzada y la yihad,
436.
9. Julian P. Boyd, ed., Los papeles
de Thomas Jefferson, vol. 9. Princeton University Press, 1954:
357-359.
10. Polk, La cruzada y la yihad,
32.
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