La
pintura de musulmanes que esclavizan sexualmente a mujeres blancas
provoca indignación
RAYMOND IBRAHIM
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Para
resaltar la aparente amenaza que los inmigrantes musulmanes masculinos
representan para las mujeres en Alemania, un partido político ha
provocado a muchos en ambos lados del Atlántico utilizando una antigua
pintura en su campaña.
Pintada en Francia en 1866 y titulada Mercado
de esclavos, la pintura
"muestra a un comerciante de esclavos negro, aparentemente musulmán,
que ofrece a una joven desnuda con la piel mucho más clara a un grupo
de hombres para su examen", probablemente en el norte de África.
El partido Alternativa por Alemania (AfD), fundado en 2013 y elegido
por
primera vez para el parlamento nacional de Alemania en 2017, ha estado
colocando carteles de esa pintura con el eslogan: "Para que Europa no
se
convierta en Eurabia".
"Nos oponemos firmemente al uso de esta obra para promover cualquier
agenda política", objetó Olivier Meslay, director del Clark Art
Institute en Williamstown, Massachusetts, donde se alberga la pintura
original. Dijo que su museo había escrito a AfD, "insistiendo en que
dejen de utilizar esta pintura". A pesar del tono legal, la
pintura es de dominio público. Incluso Meslay reconoce que "no hay
derechos de autor o permisos que nos permitan ejercer control sobre
cómo se usa, solo podemos apelar a la civilidad por parte de AfD
Berlín".
Por su parte, la AfD dijo que el llamamiento del museo de Estados
Unidos es "un intento inútil de amordazar a la AfD", y agregó que "el
público alemán tiene derecho a descubrir la verdad sobre las posibles
consecuencias de la inmigración ilegal masiva".
Otros elementos en Alemania son aún más hostiles a la pintura/cartel
de AfD: casi tan pronto como se colocaron, todos los carteles fueron
arrancados, por lo que "la gente del partido tuvo que
poner repetidamente nuevas copias, para verlas destrozadas otra
vez la noche siguiente".
¿Qué hacer con todo esto? Hablando objetivamente, la pintura en
cuestión del Mercado de esclavos
retrata una realidad que se ha
manifestado en innumerables ocasiones a lo largo de los siglos: los
musulmanes africanos y de Oriente Medio han atacado durante mucho
tiempo a las mujeres europeas, hasta el punto de que han esclavizado a
millones de ellas a lo largo de los siglos (como se documenta
ampliamente en
mi reciente libro La espada y la
cimitarra: catorce siglos de guerra entre
el islam y Occidente, del cual se extraen las siguientes citas y
estadísticas).
La demanda musulmana, en palabras de un historiador, de "rubias de tez
blanca, con cabello liso y ojos azules" se remonta al profeta del
islam, Mahoma, quien incitó a sus seguidores a emprender la yihad
contra el vecino Bizancio citando a sus mujeres rubias que
les aguardaban como posibles concubinas.
Luego, durante más de un milenio, los califatos, emiratos y sultanatos
islámicos —sean de la variedad árabe, bereber, turca o tártara— también
persuadieron a sus hombres a la yihad en Europa aludiendo (y luego
esclavizando sexualmente) a sus bellas mujeres. En consecuencia, debido
a que "los omeyas valoraban especialmente a las francas o las gallegas
rubias o pelirrojas como esclavas sexuales", escribe Darío
Fernández-Morera, "Al-Ándalus [la España islámica] se convirtió en
centro del comercio y la distribución de esclavos".
De hecho, la insaciable demanda de mujeres hermosas fue tal que, según
M. A.
Khan, autor indio y antiguo musulmán, es "imposible desconectar el
islam
del comercio vikingo de esclavos, porque el suministro fue
absolutamente destinado a responder a la incesante demanda en el mundo
islámico de los preciados esclavos blancos" y "esclavas sexuales
blancas". Emmet Scott va más lejos, argumentando que "fue la demanda
por parte del califato de esclavos europeos lo que provocó el fenómeno
vikingo en
primer lugar".
En cuanto a los números, según la estimación conservadora del profesor
estadounidense Robert Davis, "solo entre 1530 y 1780 hubo casi un
millón y posiblemente un millón y un cuarto de cristianos europeos
blancos
esclavizados por los musulmanes de la costa de Berbería", es decir,
del norte de África, el escenario evocado en la pintura. En 1541,
"Argel estaba llena de cautivos cristianos [de Europa], y se convirtió
en un dicho común que era un buen trueque un esclavo cristiano por una
cebolla".
Con incontables mujeres europeas esclavizadas sexualmente, algunas
capturadas en Dinamarca, Irlanda e incluso Islandia, vendidas al precio
de la verdura, no es de extrañar que los observadores
europeos a finales de 1700 notaran cómo "los habitantes de
Argel tienen una tez bastante blanca".
Además de subrayar el impulso rapaz e implacable de la industria
esclavista musulmana, hay que considerar esto: la primera guerra de
Estados
Unidos de América, que tuvo lugar antes incluso de elegir a su
primer presidente, fue contra estos mismos esclavistas islámicos.
Cuando
Thomas Jefferson y John Adams preguntaron al embajador de Berbería
por qué sus compatriotas estaban esclavizando a marineros
estadounidenses, el "embajador nos respondió que eso se fundamentaba en
las
leyes de su profeta, que estaba escrito en su Corán, que... era su
derecho y su deber hacerles la guerra [a los no musulmanes] dondequiera
que
puedan encontrarlos, y hacer
esclavos a todos los que puedan capturar prisioneros".
La situación era posiblemente peor para los europeos del este. Los
mercados de esclavos del sultanato otomano estuvieron durante siglos
tan inundados de carne eslava que se vendía a los niños por unos
céntimos,
"una esclava muy guapa se intercambiada por un par de botas, y cuatro
esclavos serbios se intercambiaban por un caballo". En Crimea, unos tres millones de eslavos fueron
esclavizados por los tártaros, aliados
musulmanes de los otomanos. "Las mujeres más jóvenes se
reservaban para los placeres lascivos", observaba un lituano del siglo
XVII.
Pinturas similares a la que estamos considerando, como El rapto de una mujer
herzegovina (1861) de Jaroslav Čermák, también retratan estas
realidades de Europa del este: "Perturbadora y extremadamente
evocadora, muestra desnuda a una mujer blanca cristiana, raptada
en su aldea por los mercenarios otomanos que acaban de matar a su
marido y su bebé.
Incluso los detalles de la pintura del Mercado de esclavos,
que representa a una esclava desnuda y de piel clara a la que los
compradores potenciales humillan, reflejan la realidad. Sobre
la base de un documento del siglo XII que trata sobre las subastas de
esclavos en Córdoba, los mercaderes musulmanes "ponían ungüentos a
las esclavas de tez más oscura para blanquear sus rostros... colocaban
ungüentos en la cara y el cuerpo de las esclavas negras para
hacerlas más guapas". Luego, el comerciante musulmán "las viste a
todas con ropas transparentes" y "manda a las esclavas que actúen
de
manera coqueta con los ancianos y los hombres tímidos,
posibles compradores, para que se vuelvan locos de deseo".
En
resumen, la indignación por el uso de la pintura Mercado de
esclavos que hace Alternativa por Alemania es solo otro intento
de
suprimir la verdad sobre la historia de los musulmanes y Occidente,
especialmente en su evidente continuidad en el presente. La
esencia de esa pintura, hombres musulmanes que humillan y explotan
sexualmente a bellas mujeres, está alcanzando niveles
alarmantes en toda Europa occidental, especialmente en
Alemania.
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