España revive su antigua historia con el islam

RAYMOND IBRAHIM






España está reviviendo su antigua historia con respecto al islam.


Los informes de actualidad indican que inmigrantes musulmanes del norte de África están entrando ilegalmente e inundando el territorio español. Solo en 2020, hubo 23.000 migrantes que invadieron las Islas Canarias de España, lo que representa un aumento del 234 por ciento. Más recientemente, en solo un día, unos 6.000 norteafricanos han invadido Ceuta "por mar, ya sea nadando o con hinchables, todo en un intento por llegar finalmente a Europa continental".


Una vez llegan a territorio español, estos migrantes se involucran invariablemente en un comportamiento desagradable y francamente delictivo, como la violación en grupo, y crean enclaves, o ribats, donde la policía teme entrar.


En otras palabras, los invasores musulmanes del norte de África están siguiendo la misma estrategia que llevó a la conquista islámica de la España cristiana en el siglo VIII.


Es instructivo recordar esa historia y cómo respondieron los españoles, sobre todo, como se verá, un 28 de mayo.


En 711, hace exactamente 1.310 años, hordas de musulmanes norteafricanos ("moros") "invadieron impíamente España para destruirla", según cuenta la Crónica mozárabe de 754. No pasaron "por un lugar sin reducirlo y tomar posesión de su riqueza", se jactaba Al-Hakam, uno de los primeros cronistas musulmanes,"porque Alá todopoderoso había golpeado con el terror los corazones de los infieles".


Este tipo de terrorismo se practicaba intencionadamente, de conformidad con el Corán (por ejemplo, sura 3,151 y 8,12). En cierta ocasión, los invasores sacrificaron, cocinaron y comieron o fingieron comer a sus cautivos cristianos, lo que provocó la histeria entre la población "de que los musulmanes se alimentaban de carne humana" y, en consecuencia, "contribuyó en gran medida a aumentar el pánico de los infieles", escribía otro cronista musulmán.


Envalentonados por las victorias iniciales de sus correligionarios –y esto nos recuerda lo que está sucediendo hoy–, enjambres de africanos "cruzaron el mar en cualquier navío o barco que pudieron coger", continúa el cronista musulmán; arrollaron de tal manera la península que "los cristianos se vieron obligados a encerrarse en sus castillos y fortalezas, y, abandonando las llanuras, huyeron a las montañas".


Para el 712, un año después de la invasión islámica, los musulmanes, en palabras de la Crónica mozárabe de 754, "arruinaron hermosas ciudades, quemándolas con fuego; condenaron a los señores y hombres poderosos a la cruz; y mataron a jóvenes y niños con la espada". Otras varias fuentes tempranas corroboran la devastación y la persecución. El relato más antiguo, el Tempore belli, cuenta que los musulmanes "saquearon los templos [iglesias] y los hogares cristianos, incendiaron las ciudades de los que resistieron y tomaron a sus mujeres jóvenes como esclavas sexuales, creando con ello un terror indescriptible".


Finalmente, el noble Pelagio, más conocido como Pelayo (685-737), huyó a las montañas de Asturias, en el extremo norte de España, donde "se juntó con todas las gentes que se apresuraron a congregarse allí". Los fugitivos cristianos allí reunidos declararon a Pelayo su nuevo rey; y nació el Reino de Asturias, el primer reino cristiano después de la conquista islámica de España, en algún momento entre 718 y 722.


No mucho después, se envió un gran ejército musulmán para encargarse de aquellos rebeldes infieles. Don Oppas, un noble o clérigo entonces al servicio de los musulmanes como dimmí, fue enviado a parlamentar con Pelayo en la boca de una profunda caverna. Decía: "Si cuando se reunió todo el ejército de los godos, fue imposible contener el ataque de los ismaelitas [refiriéndose a los árabes, durante sus invasiones iniciales en 711], ¿cómo podréis defenderos en la cima de esta montaña? A mi me parece difícil. Más bien, haced caso a mi advertencia y reconsiderad vuestra decisión, para que podáis sacar ventaja en muchos beneficios y disfrutar de la asociación [con los árabes]".


"No me asociaré con los árabes en amistad, ni me someteré a su autoridad", replicó Pelayo, y agregó: "Cristo es nuestra esperanza, que a partir de esta pequeña montaña" –que comparó con el 'grano de mostaza' que luego se convierte en algo grande, según la famosa parábola (Marcos 4,30-32)–, "el bienestar de España ... será restaurado".


Allí y entonces, un 28 de mayo, comenzó la batalla. Debido al terreno propicio para sus tácticas de guerrilla, los cristianos, pese a ser ampliamente superados en número, se impusieron, y finalmente detuvieron la marea del islam, que, a excepción de este bastión del noroeste de Asturias, había arrasado y conquistado el resto de España.


Ahmad ibn Muhammad Al-Maqqari (1578-1632), el principal historiador de Al-Ándalus, ofrece la perspectiva musulmana sobre este acontecimiento fundamental:


"Un bárbaro despreciable, llamado Belay [Pelayo], se levantó en la tierra de Galicia y, habiendo reprochado a sus compatriotas su ignominiosa dependencia y su huida cobarde, comenzó a incitarlos para vengar las heridas pasadas y expulsar a los musulmanes de la tierra de sus antepasados. Desde ese momento, los cristianos de Al-Ándalus empezaron a resistir los ataques de los musulmanes a los territorios que habían quedado en su poder, y a defender a sus esposas e hijas... El comienzo de la rebelión sucedió así: no quedaba ciudad, pueblo o aldea en Galicia que no estuviera en manos de los musulmanes, a excepción de una montaña escarpada…. [Allí, Pelayo] se refugió con trescientos seguidores, a quienes los musulmanes no cesaron de perseguir y atacar, hasta que la mayor parte murió de hambre, y Belay se quedó con sólo treinta hombres y diez mujeres, cuyo único alimento consistía en la miel que recogían en las grietas de la roca… Sin embargo, Belay y sus hombres se fueron fortificando paulatinamente en los pasos de la montaña, hasta el punto de que los musulmanes se percataron de sus preparativos; pero, viendo los pocos que eran, no hicieron caso del aviso que se les dio y los dejaron reunir fuerzas, diciendo: '¿Qué son treinta bárbaros, encaramados sobre una roca? Van a morir irremediablemente'. ¡Ojalá los musulmanes hubieran extinguido de inmediato las chispas de aquel fuego que estaba destinado a consumir todos los dominios del islam en aquellos lugares!"


Al escribir así en retrospectiva, el lamento del historiador musulmán es apropiado; porque, desde aquel diminuto reino montañoso del norte, y en el transcurso de siglos de devastadoras guerras —yihads y reconquistas— los cristianos de España consiguieron rescatar su país del islam.


Pero esa es otra historia larga y dolorosa, una historia de la que el Occidente moderno, lamentablemente, no ha aprendido nada.



FUENTE