Hablar de religiones 'abrahánicas' es una farsa ecuménica

RAYMOND IBRAHIM






¿Qué pasaría si tuvieras un abuelo fallecido a quien quisieras especialmente y, de la nada, un extraño te dice: "¡Oye, ese es mi abuelo!" Luego, para que no pienses que ese extraño está tratando de congraciarse contigo de alguna manera, agrega: "¡Y todo lo que creías saber sobre el abuelo está mal! Además, déjame decirte lo que realmente dijo e hizo a lo largo de su vida". Luego, el extraño procede a contarte que muchas de las cosas buenas que le habías atribuido durante tanto tiempo a tu abuelo no solo eran falsas, sino exactamente lo contrario de lo que ahora se le atribuye a tu abuelo, muchas de las cuales te parecen inmensamente perturbadoras.


¿Eso te ganaría el cariño de este extraño? Al parecer, todos los defensores de las llamadas "religiones abrahánicas" lo creen así.


Lo explicaré, pero primero definamos el "abrahanismo": debido a que el patriarca Abrahán es una figura importante en el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, las tres religiones, de acuerdo con esta posición, comparten algo en común que debería cerrar las brechas y fomentar el acercamiento entre ellas.


El papa Francisco es uno de los principales defensores de este punto de vista. Hablando de su reciente participación en una conferencia interreligiosa en Bahrein, dijo que su propósito era crear "alianzas fraternales" con los musulmanes "en nombre de nuestro padre Abrahán".


Aun así, el abrahanismo difícilmente se limita a los teólogos octogenarios; está arraigado en el discurso estadounidense dominante. Por lo tanto, incluso el Huffington Post (de manera más bien ridícula) afirma que "Mahoma rechazó claramente el elitismo y el racismo y exigió que los musulmanes vean a sus hermanos y hermanas abrahánicos como iguales ante Dios". De hecho, Mahoma y su Alá llamaron a la guerra perpetua contra los cristianos y los judíos, hasta que abrazaran el islam o vivieran en humillante sumisión bajo sus conquistadores musulmanes (Corán 9,29).


Eso, por supuesto, no impidió que el exsecretario de Estado John Kerry tocara el tambor en una mezquita y llamara a los musulmanes a la oración durante su visita a Indonesia, antes de soltar: "Ha sido un honor especial visitar este notable lugar de culto. Todos estamos vinculados a un solo Dios y las creencias abrahánicas nos unen en el amor a nuestro prójimo y el honor al mismo Dios".


Después de que un musulmán de una mezquita de la ciudad de Oklahoma decapitara a una mujer, "un funcionario de Washington DC voló a Oklahoma para presentar un agradecimiento especial a la congregación musulmana", para que no se sintieran demasiado culpables por las acciones de su correligionario. Les leyó un mensaje del expresidente Barack Obama: "Vuestro servicio es un poderoso ejemplo de las poderosas raíces de las religiones abrahánicas y de cómo nuestras comunidades pueden ir juntas para compartir la paz con dignidad y un sentido de la justicia".


No hace falta decir que el propio Obama ha hablado a menudo de "las raíces abrahánicas compartidas de tres de las principales religiones del mundo".


Mientras tanto, pocas personas parecen haber pensado mucho en este asunto abrahánico: ¿Cómo se supone que la apropiación de la herencia de un pueblo por parte de otro pueblo, que es precisamente de lo que trata el abrahanismo, ayude a los dos pueblos a llevarse bien?


Para empezar, el islamismo no representa a los personajes bíblicos de la forma en que se presentan en la Biblia, el libro más antiguo que los menciona. Los cristianos aceptan la Biblia hebrea, o Antiguo testamento, tal como es. No añaden, ni quitan, ni distorsionan los relatos de los patriarcas tal como los transmiten los judíos.


Por el contrario, aunque también menciona a figuras del Antiguo y Nuevo Testamento —sobre todo por el peso de la antigüedad y la autoridad atribuida a sus nombres—, el islam las reformula por completo para que se ajusten a sus propios intereses.


Como prueba, basta considerar el tema que nos ocupa: Abrahán.


Los judíos y los cristianos se centran en diferentes aspectos de Abrahán—los primeros lo ven como su antepasado según la carne, los segundos como su antepasado en la fe o en el espíritu (por ejemplo, Gálatas 3,6)—, pero ambos se basan en el mismo relato textual de Abrahán tal como se encuentra en el libro del Génesis.


Sin embargo, en el relato musulmán, Abrahán (Ibrahim) no solo abandona su país con la promesa de Dios de que lo hará "una gran nación" (Génesis 12), sino que ejemplifica el odio que los musulmanes están obligados a tener hacia todos los que no son musulmanes: "Tenéis un buen ejemplo en Abrahán y en quienes lo siguieron", alecciona Alá a los musulmanes, "porque dijeron a su pueblo: 'Os repudiamos a vosotros y a lo que adoráis aparte de Alá. Renegamos de vosotros: la enemistad y el odio reinarán entre nosotros y vosotros para siempre hasta que creáis solo en Alá'" (Corán 60,4).


De hecho, Corán 60,4 es el versículo fundamental que todos los musulmanes "radicales", desde Al-Qaeda hasta el Estado Islámico, citan como prueba de que los musulmanes "deben ser hostiles hacia el infiel, incluso si este es generoso y amable con vosotros" (para citar al venerado jeque Ibn Taymiya, The Al-Qaeda Reader, p. 84).


Por eso, después de haber citado 60,4, Osama bin Laden escribió una vez:


"Así que hay una enemistad, consistente en una feroz hostilidad y un odio interno del corazón. Y esta feroz hostilidad, es decir, la batalla, cesará solo si el infiel se somete a la autoridad del islam, o si está prohibido derramar su sangre [de los dimmíes], o si los musulmanes son [en ese momento] débiles y incapaces [de difundir la ley islámica en el mundo]. Pero si el odio en algún momento se extingue en los corazones, esto es una gran apostasía" (The Al-Qaeda Reader, p. 43).


Tal es la mutilación que se le inflige al patriarca Abrahán en el islam. No solo no es una fuente de coincidencia entre los musulmanes por un lado y los judíos y cristianos por el otro; se le convierte en la figura principal para justificar "la enemistad y el odio... entre nosotros y nosotros para siempre hasta que creáis solo en Alá".


La apropiación de Abrahán por parte del islam ha llevado a otros problemas más concretos, del tipo que uno puede esperar cuando aparece un extraño y dice que la casa en la que vives en realidad le fue legada por tu abuelo, supuestamente "compartido". Aunque los judíos reclamaron Tierra Santa por su derecho de nacimiento, durante más de un milenio, antes de que apareciera Mahoma y el islam, resulta que ahora Jerusalén es especial para los musulmanes, en parte porque también invocan a Abrahán y otras figuras bíblicas.


En consecuencia, es frecuente encontrar declaraciones como las siguientes de grupos cristianos importantes como la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos: "[La Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos] condena enérgicamente la decisión del presidente de Estados Unidos [Trump] de designar a Jerusalén como capital judía. Jerusalén es el corazón espiritual de las tres religiones abrahánicas".


La apropiación y mutilación musulmana de veneradas figuras bíblicas es una fuente de problemas, no de soluciones. Cuando, por poner otro ejemplo, el Jesús del islam (Isa) regrese, destrozará todas las cruces (porque significan su muerte y resurrección, que el islam niega con vehemencia), abolirá la yizia (o estatuto de dimmí, lo que significa que los cristianos deberán hacerse musulmanes o morir) y sacrificará todos los cerdos para empezar. De nuevo, no es exactamente una gran fuente compartida de "comunidad" entre cristianos y musulmanes.


Es solo la mentalidad laica, que no pueden comprender más allá del hecho superficial de que las tres religiones mencionan las mismas figuras (así que todas seguramente deben "ser amigas"). Ni lo entienden, ni lo entenderán nunca. Pero lo más vergonzoso es que los que se supone que son dirigentes cristianos, como el papa Francisco, confíen en semejante sofisma.



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