La razón última de la hostilidad musulmana hacia Occidente no es Israel

RAYMOND IBRAHIM






Mientras la guerra entre Israel y los palestinos hace estragos, muchos tiktokers han "abierto" recientemente sus ojos ante una carta de Osama Bin Laden de hace 21 años, en la que afirmaba que el apoyo de Estados Unidos a Israel era la razón principal por la que los musulmanes odiaban y aterrorizaban a Estados Unidos.


A los tiktokers les sorprendería saber que esta "Carta a los americanos" de 2002 es sólo uno de los muchos comunicados de este tipo (en mi obra The Al Qaeda Reader de 2007 se recogen y analizan unas 100 páginas de mensajes dirigidos a los occidentales).


Además, este tema de Bin Laden nunca ha flaqueado.  En 2009, por ejemplo, tras repetir una vez más la afirmación de que la yihad contra Estados Unidos giraba totalmente en torno al apoyo estadounidense a Israel, Bin Laden concluía con la siguiente reflexión: "Deberíais preguntaros si vuestra seguridad, vuestra sangre, vuestros hijos, vuestro dinero, vuestros puestos de trabajo, vuestros hogares, vuestra economía y vuestra reputación os son más queridos que la seguridad y la economía de los israelíes".


En ese mismo comunicado, Bin Laden, una vez más, dejó perfectamente claro que si cesaba el apoyo estadounidense a Israel, también cesaría el terrorismo islámico: "Permítanme decir que hemos declarado muchas veces, durante más de dos décadas y media, que la razón de nuestro conflicto con vosotros es vuestro apoyo a vuestros aliados israelíes, que están ocupando nuestra tierra de Palestina".


Si bien estas observaciones y preguntas requieren una respuesta, primero es necesario algo de contexto. Como demuestran claramente las doctrinas y la historia del islam –las primeras se manifiestan regularmente en el curso de la segunda–, es un hecho histórico que la hostilidad y la agresión islámicas contra los no musulmanes trascienden todos y cada uno de los "agravios" temporales. Según las escuelas clásicas –no las "radicales"– de jurisprudencia, el islam está obligado a subyugar al mundo.


Por eso, los no musulmanes prudentes llevan siglos considerando como un problema enojoso la cuestión de lograr una paz permanente con el mundo islámico. El catedrático de derecho James Lorimer (1818-1890) expuso sucintamente el problema hace más de un siglo:


"Mientras perdure el islam, la reconciliación de sus seguidores con los judíos y los cristianos, y más aún con el resto de la humanidad, seguirá siendo un problema insoluble. ... Por un futuro indefinido, aunque sea a regañadientes, debemos limitar nuestro reconocimiento político a quienes profesan aquellas religiones que ... predican la doctrina del 'vive y deja vivir'" (The Institutes of the Law of Nations, p. 124).


En otras palabras, el reconocimiento político –con todas las negociaciones y diplomacia que conlleva– debería concederse a todas las grandes religiones/civilizaciones excepto al islam, que no reconoce la noción de "vivir y dejar vivir".


Ahora bien, aunque la mayoría de los musulmanes no vayan por ahí invocando la visión dicotomizada del mundo de la ley islámica que enfrenta al islam con el resto del mundo, Bin Laden, el "hombre de los agravios", siempre lo hizo.  Por ejemplo, a pesar de su discurso sobre Israel como centro del problema, Bin Laden expuso sus verdaderas convicciones en el siguiente fragmento, que dirigió a sus compatriotas musulmanes de habla árabe poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001:


"Nuestras conversaciones con el Occidente infiel y nuestro conflicto con ellos giran en última instancia en torno a una cuestión –una que exige nuestro apoyo total, con poder y determinación, con una sola voz– y es: ¿Obliga o no el islam a la gente, mediante el poder de la espada, a someterse a su autoridad corporalmente, si no espiritualmente?"


Hasta aquí la insistencia de Bin Laden en que Israel es la "razón de nuestro conflicto con vosotros". Ahora vemos que el conflicto gira en última instancia en torno a si el islam está obligado a dominar el mundo por la fuerza. ¿Lo está? continúa Bin Laden:


"Sí. Sólo hay tres opciones en el islam: [1] o la sumisión voluntaria [conversión]; [2] o el pago de la yizia, mediante la sumisión física, aunque no espiritual, a la autoridad del islam; [3] o la espada, porque no está bien dejarlo [a un infiel] vivir. El asunto está sentenciado para todo ser humano vivo: O se somete, o vive bajo la soberanía del islam, o muere" (The Al Qaeda Reader, p. 42)


Así pues, esta triple opción (conversión, sometimiento, o la espada) es la fuente última de los problemas. Todo lo que se diga de que la yihad es producto de la política exterior estadounidense es, por tanto, falso. Cuando Bin Laden afirmó en su mensaje de 2009 que son los "neoconservadores" quienes "os imponen las guerras, no los muyahidines", mentía. La ley islámica, como él mismo explicaba, "impone" la guerra entre musulmanes y no musulmanes desde mucho más de un milenio antes de que surgieran los "neoconservadores", por no hablar del Estado de Israel.


Así pues, para todos los agravios y preguntas de Bin Laden, sólo hay una contrapregunta –una que, en palabras del propio Bin Laden, "exige nuestro apoyo total, con poder y determinación, con una sola voz"– y es: incluso si todos los agravios contra Israel y el apoyo de Estados Unidos fueran ciertos, ¿por qué acudir a nosotros, sus enemigos "infieles" natos, según su propia visión del mundo, en busca de algunas concesiones?


Para apreciar mejor esta postura, consideremos la siguiente analogía: supongamos que tu vecino más débil tiene una disputa fronteriza contigo. Al mismo tiempo, sin embargo, sabes a ciencia cierta que él te considera su enemigo "eterno" nada menos que por tus creencias/estilo de vida, y nada que no sea tu total aquiescencia a sus creencias/estilo de vida cambiará eso. Por último, sabes que el día que se haga lo suficientemente fuerte, sin duda te atacará para obligarte a vivir de acuerdo con sus creencias/estilo de vida.


Sin duda, en este contexto, tanto si su disputa fronteriza contigo es legítima como si no, hacerle concesiones sabiendo que su hostilidad hacia ti nunca remitirá –sino que más bien se envalentonará y aumentará con desprecio– es un auténtico suicidio. Pues bien, esto es precisamente lo que ocurre cada vez que una entidad no musulmana hace concesiones a los yihadistas.


En resumen, ser odiado y considerado el enemigo por agravios temporales de naturaleza política debe verse como algo secundario frente al ser odiado por diferencias fundamentales de naturaleza existencial. Cuando se resuelva esta última cuestión, mucho más importante, entonces –y sólo entonces– podrá ser objeto de debate o de consideración la veracidad de la primera.


FUENTE