Iglesias estadounidenses se convierten en mezquitas, pero ¿quién tiene realmente la culpa?
RAYMOND IBRAHIM
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Santa Ana en Buffalo NY, ahora mezquita
Los musulmanes están comprando iglesias estadounidenses y transformándolas en mezquitas, ¡y los estadounidenses están
enfadados por ello!
Pero, ¿se dirige su enfado a la causa correcta?
Recientemente, un videoclip
de un clérigo musulmán de hace un año se hizo viral en X. En él,
Muhammad Musri, presidente de American Islam y dirigente del consejo de
la Sociedad Islámica de Florida Central, pronuncia un sermón en el que
dice que, debido a su «dogma poco creíble» de que «alguien» fue
crucificado por ellos, el cristianismo se está extinguiendo en Estados
Unidos, preparando el camino para el islam:
«Muchos cristianos están abandonando su fe, especialmente la generación
joven. Las iglesias se están vaciando. El Pew Research Center ha
mostrado que en los últimos 10 años, el 28% de las personas han
abandonado la iglesia y se han convertido en ateos o agnósticos. Ya no
les impresiona el dogma de que alguien hace 2000 años fuera crucificado
por sus pecados. Buscan algo que tenga más sentido, que sea coherente
con la ciencia y con los principios que conocemos hoy. El islam es la
respuesta para ellos, y nosotros estamos aprovechando la oportunidad.»
Así, los musulmanes se dedican a comprar iglesias y
transformarlas en mezquitas como parte de su programa de islamización
de Estados
Unidos. El jeque Muhammad Musri continúa diciendo:
«A medida que estas iglesias se vacían... nosotros las compramos. Ya
hemos comprado tres iglesias y las hemos convertido en mezquitas, y
ahora tenemos una que estamos comprando con una escuela... La gente
[estadounidense] que forma parte de esa comunidad algún día será
musulmana. Así que la convertiremos en mezquita y en escuela islámica
para nuestros hijos y para los suyos, inshallah [Alá lo quiera]... Pido a Alá que dé la victoria al islam en este país.»
Indignación en Internet
No hay nada nuevo ni extraño en tales palabras y objetivos. De hecho,
más o menos en la misma época en que el jeque Muhammad Musri se jactaba de
comprar iglesias en Florida, los musulmanes adquirieron otra iglesia católica de gran tamaño, especialmente importante e histórica, en Nueva York: «Iglesia de Santa Ana, en Buffalo. Permanentemente cerrada», escribió el padre Ronald Vierling en X,
el 11 de agosto de 2024: «Vendida por 250.000 dólares a la comunidad
islámica, que está convirtiendo la histórica iglesia en mezquita».
En ambos casos (el de las iglesias de Florida y el de la histórica
iglesia de Nueva York), los usuarios de las redes sociales expresaron
su indignación. Así, por citar el comentario más popular (de Mag 1775)
referente a la súplica del jeque Muhammad a Alá para que transforme aún
más iglesias en mezquitas:
«Eso no es una plegaria, es una amenaza. ¿Convertir iglesias, reclamar
territorio, predicar la toma del poder? Suena menos a fe y más a
infiltración. Esto es Estados Unidos, no un califato. No nos
arrodillamos ante la Ley islámica, y Florida no caerá sin luchar.
Defendemos a Cristo, a la Constitución y al país. Sin retirada. Sin
rendición.»
Una indignación similar se expresó con respecto a la iglesia de Nueva
York, hasta el punto de que el padre Vierling tuvo que emitir una
declaración posterior:
«No se debe dirigir el enfado contra la comunidad islámica. La diócesis
puso a la venta el complejo parroquial. Sin duda, los cambios
demográficos de la zona y la incapacidad para mantener económicamente
el complejo hicieron inviable la continuidad de Santa Ana como
parroquia. Esta situación se repite en otras diócesis urbanas por todo
el país.»
¿Qué pensar de todo esto?
No es un asunto intrascendente
Para empezar, que nadie se llame a engaño. Para los musulmanes, estas
compras no son meras transacciones comerciales. Están ganando puntos.
Desde sus orígenes, el islam siempre intentó convertir los templos
de las otras religiones en mezquitas, en mezquitas de la victoria, para ser
más exactos. En el pasado y en el presente, uno de los primeros signos
de la consolidación musulmana ha sido la erección de una mezquita sobre
los lugares sagrados de los vencidos: el templo pagano de la Kaaba en
Arabia se convirtió en el lugar más sagrado del islam, la mezquita de
La Meca. La mezquita de al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado del islam,
se construyó sobre el templo de Salomón en Jerusalén. La mezquita de
los Omeyas de Damasco se construyó sobre la catedral de San Juan Bautista. Y la
mezquita Santa Sofía se convirtió en mezquita tras la
conquista de Constantinopla (y otra vez, recientemente).
Para los musulmanes, la transformación de lugares de culto no
musulmanes en mezquitas es la manifestación física y la validación del
antiguo grito de guerra del islam: Alahú akbar, que significa
simplemente «mi dios es más grande que tu dios», como lo demuestra el
hecho de que Alá se instale en el templo de sus homólogos vencidos.
La
transformación de iglesias cristianas en mezquitas es especialmente
representativa de este fenómeno. Dado que la mayor parte de la tierra
conquistada (o robada) por el islam, desde Marruecos en occidente hasta
Irak en oriente, había sido durante siglos cristiana, la mayoría de los
edificios
religiosos que se convirtieron en mezquitas de la victoria fueron
iglesias.
Como tal, la transformación de iglesias estadounidenses en
mezquitas es, para los musulmanes, otro ejemplo del triunfo del islam
en su némesis contra el cristianismo. Se cantará «Alahú akbar» cuando la deidad
musulmana establezca su residencia en la iglesia desocupada.
Miraos a vosotros mismos
Aun así, es cierta también la frase del padre Ronald Vierling: «No hay que
dirigir la ira contra la comunidad islámica». Al fin y al cabo, los
musulmanes solo hacen lo que les favorece a ellos y su religión. ¿Quién
puede culparlos? No están conquistando directamente a nadie, ni
anexionándose ningún edificio. Cada iglesia estadounidense que
transforman en mezquita se les ha vendido por unas cuantas monedas de
plata. Todo justo y legal.
Este es el punto que muchos occidentales, que
por lo demás saben del islam y sus artimañas, no parecen entender. No
se puede culpar a
los musulmanes por inundar Europa occidental o por tener tantos hijos
(de modo que el nombre más usado para los recién nacidos varones en
varias capitales occidentales sea Mohamed, Mahoma), o por abogar por leyes y
conductas que se ajusten al derecho islámico. Al hacer todas
estas cosas,
se limitan a realizar actividades de preservación y promoción de sí
mismos,
que es como se comporta toda la gente normal.
Entonces, ¿cómo se les puede culpar de comprar iglesias y convertirlas en mezquitas?
Los cristianos alarmados o los occidentales en general no llegarán a
ninguna parte hasta que aprendan a señalar con el dedo en la dirección
correcta: a sí mismos, o al menos, a sus dirigentes «electos» que permiten
que los musulmanes se promocionen por encima de los pueblos nativos de occidente.
Y luego hacer algo al respecto.
Un ejemplo de cómo los dirigentes estadounidenses ayudan a potenciar el
islam en Estados Unidos acaba de ocurrir el 2 de mayo: el alcalde de
Nueva York, Eric Adams, decretó que las mezquitas ya no necesitan
solicitar permiso para hacer sonar su «llamada a la oración» por los
altavoces.
¿Cree usted que los dirigentes estadounidenses permitirían alguna vez
que las iglesias hicieran sonar sus «llamadas
cristianas a la oración», molestando a los no cristianos de los
alrededores como se va a molestar ahora a los no musulmanes en Nueva
York?
En resumen, sí, los cristianos deberían enfadarse porque sus iglesias
están siendo vendidas a los musulmanes, que las convierten en
mezquitas. Pero el enfado cristiano –si ha de tener algún valor–
debería dirigirse menos contra los musulmanes, cuyas acciones son
normales y representativas de una gente que busca preservarse y
promocionarse, y más contra ellos mismos y sus dirigentes, cuyas acciones
son suicidas y son precisamente la causa que lleva al fortalecimiento
musulmán en Occidente.
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