¡Cállate y
sigue el juego, o si no...! El verdadero vínculo entre el islam y la
izquierda
RAYMOND IBRAHIM
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A pesar de sus muchas diferencias externas, el
autoritarismo islámico y el totalitarismo izquierdista son muy
similares,
sobre todo en que no admiten la disidencia.
Aquí me gustaría ofrecer una mirada más centrada
en sus modos de funcionamiento similares, especialmente en el contexto
de la creencia frente al sometimiento.
Para empezar, a pocos musulmanes –incluidos
algunos de los más "radicales"– les importa realmente lo que los demás,
incluidos otros musulmanes, crean o dejen de creer sobre el islam. Esto
puede parecer contradictorio. Después de todo, ¿no es el islam
draconiano y frontal en lo que respecta a sus creencias, hasta subyugar
e incluso matar a quienes lo rechazan a él y sus dogmas?
Sí y no. Lo que el islam siempre ha exigido,
tanto a los creyentes como a los no creyentes, es el sometimiento a su autoridad. Lo que
acarrea problemas a la gente es que digan o hagan algo que pueda
percibirse como una amenaza
al orden islámico.
Consideremos esas dos leyes draconianas que han
desencadenado la persecución y la matanza de innumerables personas a lo
largo de los siglos: la apostasía
y la blasfemia. A primera
vista,
parecen sugerir que el islam se preocupa de que ningún musulmán deje de
creer en su mensaje (apostasía) y que nadie, musulmán o no musulmán,
critique al islam (blasfemia).
Sin embargo, si se examinan más de cerca, queda
claro que la razón última por la que el islam teme la apostasía y la
blasfemia no es porque reflejen incredulidad y falta de respeto hacia
el islam, sino porque, si no se controlan, ambas culminan en el
debilitamiento del Estado y la sociedad islámicos.
Tomemos la blasfemia, es decir, el "discurso de
odio" contra Mahoma y su Dios. En su comentario al Corán 5,33, que
decreta la crucifixión o la mutilación de "aquellos que hacen la guerra
contra Alá y su enviado [Mahoma] y esparcen el mal sobre la tierra", el
muy venerado Ibn Taimiya (1263-1328), el "jeque del islam", escribió:
"La muharaba
[hacer la guerra] es de dos tipos: física y verbal. Hacer la guerra
verbalmente contra el islam puede ser peor que hacer la guerra
físicamente. Por eso, el Profeta (la paz y las bendiciones de Alá sean
con él) solía matar a los que guerreaban contra el islam verbalmente,
mientras que dejaba en libertad a algunos de los que lo hacían
físicamente. Esta regla se aplica más estrictamente después de la
muerte del Profeta (la paz y las bendiciones de Alá sean con él). El
mal puede ser causado por la acción física o por las palabras, pero el daño causado por las palabras es muchas
veces mayor que el causado por la acción física... Está
comprobado que hacer la guerra contra Alá y su enviado (la paz y las
bendiciones de Alá sean con él) verbalmente es peor y los esfuerzos en la tierra para
socavar la religión por medios verbales es más efectivo" (Crucified again, p. 100).
Taimiya hace una afirmación aparentemente
sorprendente: la crítica, las meras palabras, es más perjudicial para
el islam que la propia guerra. ¿Por qué? Porque de todas las grandes
religiones del mundo, el islam es, con diferencia, la más fácil de
desmantelar mediante el pensamiento crítico (de ahí que los debates
entre cristianos y musulmanes acaben a menudo con musulmanes frustrados
golpeando e incluso masacrando a sus oponentes).
Construido como un castillo de naipes fácil de
derrumbar –a saber, sobre los dichos y hechos interesados
y oportunistas de su fundador–, silenciar cualquier crítica contra
Mahoma ha sido desde siempre esencial para la supervivencia del
islam. Si no se controla, esta "guerra verbal" tendrá un efecto de bola
de nieve: otros musulmanes, expuestos a ese pensamiento crítico,
también empezarán a pensar de forma crítica y, finalmente, se rebelarán
contra el orden islámico y lo derrocarán.
Lo mismo ocurre con la apostasía. A pocos
dirigentes musulmanes les importa realmente lo que los musulmanes creen
en sus corazones. Pero si un musulmán apostata abiertamente –lo que
equivale a decir abiertamente que el islam no es verdad–, otros
musulmanes empezarán a pensar y a analizar el islam; otros
musulmanes se animarán a rechazar sus afirmaciones y, finalmente,
decidirán
abandonarlo. Como dijo
en cierta ocasión uno de los clérigos más influyentes del mundo
islámico, el
difunto Yusuf al-Qaradaui: "Si no se hubiera establecido el castigo por
apostasía [a menudo la ejecución], el islam no existiría hoy".
Ahora consideremos cómo todo esto se aplica a la
llamada "izquierda".
Todos los días, desde prácticamente todas las instituciones y canales
oficiales –universidades, medios de comunicación, gobierno, etc.– se
nos bombardea con mentiras muy obvias, por ejemplo, que las mujeres
pueden convertirse en hombres, que los hombres pueden quedarse
embarazados, etc., etc. ¿Significa esto que la mayoría de la gente lo
cree? No. Pero conseguir que crean lo que es increíble nunca ha sido
realmente el objetivo.
Más bien, el objetivo final es condicionarnos
para que nunca desafiemos
públicamente la narrativa oficial,
que nunca blasfememos abiertamente contra el culto oficial, ni
apostatemos abiertamente para alejarnos de él, lo cual animaría a otros
a
blasfemar y apostatar, produciendo el temido efecto bola de nieve que
todo régimen
teme.
Igual que ocurre con el islam, a la izquierda le
importa poco si en la intimidad de tu propia mente te niegas a seguir
el juego. Todo lo que le importa es que formalmente sigas la corriente, que
formalmente te sometas, aunque sea mediante un consentimiento
silencioso e implícito.
En resumen, la izquierda quiere que temas las
consecuencias de desafiar abiertamente su narrativa, que, como el
islam, también está construida como un castillo de naipes fácil de
derrumbar.
Esto es lo que muchos pasan por alto. Se dicen a
sí mismos: "Bueno, no diré abiertamente
nada en contra de esas afirmaciones sin sentido sobre el género, el
lenguaje inclusivo, etc. Después de todo, no necesito que me cancelen,
ni quiero perder mi trabajo. De esta manera, ciertamente soy más
avispado y
no voy a caer en esas tonterías".
Puede que sea cierto, pero como esos nuevos
dogmas no encuentran una oposición abierta y tenaz, la
izquierda impone el monopolio de su narrativa, que es lo único que le
importa.
Volviendo al islam, vemos que ha persistido
porque, durante catorce siglos y hasta hoy, ha sido y sigue siendo
rápido en silenciar cualquier disidencia pública –la ley islámica
dictamina la pena de muerte para los blasfemos y los apóstatas–. Poco
importa que muchos musulmanes tengan serias reservas en lo más
recóndito de su pensamiento, e incluso escondan la apostasía en sus
corazones. Mientras no sean capaces de expresar abiertamente sus
críticas o sus dudas, el islam seguirá dominando.
¿Cuánto tiempo pasará antes de que se promulguen
en Occidente leyes similares a la ley islámica? No me refiero a ser
"cancelado", sino a ser encarcelado y posiblemente ejecutado por
desafiar abiertamente la narrativa de la izquierda.
¿Crees que eso no puede ocurrir aquí? Piénsalo
otra vez. Las generaciones pasadas nunca
hubieran imaginado que llegaría un día en que las personas serían
despedidas o arrestadas por negarse a refutar la ciencia y a decir que
un hombre es una mujer, o por utilizar el lenguaje normal, pero ese día ha llegado ya.
Si la trayectoria actual continúa sin cambios, ¿dónde estará Occidente
dentro de unos años y cuáles serán los castigos impuestos a los
disidentes?
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