La
‘islamofobia’ es tan antigua como el islam
RAYMOND IBRAHIM
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El día 15 de marzo de 2022, las Naciones Unidas
adoptaron la resolución de celebrar cada 15 de marzo –los idus de
marzo– el "Día internacional para combatir la islamofobia".
Al hacerlo, aceptan y buscan imponer la idea de que cualquier temor
(literalmente, fobia) que los no musulmanes tengan hacia el
islam es infundado e irracional y, por lo tanto, debe ser "combatido".
En realidad, la aversión al islam no es nueva o algo que "ocurre
casualmente"; ni es un subproducto de circunstancias temporales (por
ejemplo, el resentimiento hacia los musulmanes debido a los ataques
terroristas del 11 de septiembre, etc.). Por el contrario, es algo que
todos los no musulmanes racionales han sentido desde el comienzo mismo
del islam en el siglo VII.
Los pueblos occidentales, por ejemplo, incluidas muchas de sus mentes
más lúcidas, siempre han retratado al islam como una fuerza hostil y
violenta, a menudo en términos que harían sonrojar a los "islamófobos"
de hoy. Y eso no ha sido porque los europeos estuvieran "desfigurando
al otro" para "validar sus propias aspiraciones imperiales" (por usar
la manida terminología de Edward Said que ha dominado durante mucho
tiempo el tratamiento académico de las interacciones entre Occidente y
los musulmanes). Más bien, ha sido porque el islam siempre ha tratado a
los "infieles", a los no musulmanes, de la misma manera que el Estado
Islámico trata a los infieles: atrozmente.
Según la historia musulmana, en el año 628 d. C., Mahoma conminó al
emperador romano (o "bizantino"), Heraclio –la cabeza simbólica de
"Occidente", entonces conocido como la "cristiandad"– para que se
sometiera al islam. Cuando el emperador se negó, estalló una virulenta
yihad contra el mundo occidental. Menos de cien años después, el islam
había conquistado más de dos tercios de la cristiandad y llegaba con
sus incursiones hasta el norte de Francia. Mientras que, en los libros
de texto de hoy, se mencionan estas conquistas de gran alcance a menudo
con frases neutras, los cronistas de la época dejan claro que aquellos
fueron sucesos catastróficos que tuvieron un impacto traumático y
jugaron un papel determinante en la formación de Europa propiamente
dicha, es decir, la parte no conquistada y último bastión de la
cristiandad.
Pero no fue solo lo que experimentaron directamente a manos de los
musulmanes lo que suscitó esa antigua "fobia" al islam. Ya en el siglo
VIII, las escrituras y las historias del islam (el Corán, los hadices,
la sira y la literatura maghazi) fueron conocidas por aquellas
comunidades cristianas que vivían en frontera con los califatos o
incluso bajo su autoridad. Basándose únicamente en estas fuentes
primarias del islam, los cristianos concluyeron que Mahoma era un falso
profeta (posiblemente poseído por el demonio), que obviamente había
inventado un credo para justificar las peores depravaciones humanas: el
dominio, el saqueo, la crueldad y la carnalidad (véase, para abundante
documentación, La espada y la cimitarra, especialmente el
capítulo 2).
Esta opinión prevaleció durante más de un milenio en toda Europa; y se
vio aumentada por el hecho de que los musulmanes todavía, más de mil
años después de Mahoma, seguían invadiendo territorios cristianos, los
saqueaban y secuestraban a sus mujeres e hijos. La primera fricción de
Estados Unidos con el islam, su primera guerra como nación,
poco después de la independencia, se produjo debido a las razias
musulmanas que atacaban barcos estadounidenses, en busca de botín y
esclavos en el nombre de Alá.
Leamos a continuación una pequeña muestra de lo que los europeos han
pensado del islam a lo largo de los siglos:
Teófanes, importante cronista romano oriental
("bizantino") (muerto en 818):
"Él [Mahoma] enseñó a quienes le escuchaban que quien mata al enemigo,
o quien es asesinado por el enemigo, entra en el paraíso [Corán 9,111].
Y decía que el paraíso es carnal y sensual: orgías de comida, bebida y
mujeres. Además, hay allí un arroyo de vino… y las mujeres son de otro
tipo [huríes],
y la duración del sexo es muy prolongada y su placer perdurable [p.
ej., Corán 56,7-40; 78,31; 55,70 -77]. Y toda clase de insensateces."
Tomás de Aquino, uno de los filósofos y
escolásticos más influyentes de la cristiandad (muerto en 1274):
"Él [Mahoma] sedujo a la gente con promesas de placer carnal a las que
nos inclina la concupiscencia del sexo... y dio rienda suelta al placer
carnal. En todo esto, como no es de extrañar, fue obedecido por hombres
carnales. En cuanto a las pruebas de la verdad de su doctrina…. Mahoma
dijo que había sido enviado con el poder de sus armas, que son señales
que no faltan siquiera a los ladrones y los tiranos [es decir, su
"prueba" de que Dios estaba con él es que era capaz de conquistar y
saquear a otros]... Mahoma forzó a otros a convertirse en seguidores
suyos mediante la violencia de sus armas."
Marco Polo, viajero de fama mundial (muerto en
1324):
"De acuerdo con su doctrina [musulmana], cualquier cosa que se les robe
o saquee a otros de una fe diferente, se adquiere correctamente, y el
robo no es delito; mientras que aquellos que sufren muerte o heridas
por manos de cristianos se consideran mártires. De manera que, si no
estuvieran proscritos y refrenados por los poderes que ahora los
gobiernan [los mongoles], cometerían muchas atrocidades. Estos
principios son comunes a todos los sarracenos."
Cuando el kan mongol descubrió más tarde la depravada criminalidad de
Achmath (o Ahmed), uno de sus gobernadores musulmanes, cuenta Marco
Polo que el kan:
"prestó atención a las doctrinas de la secta de los sarracenos [o sea,
el islam], que excusan todo crimen, sí, incluso el asesinato mismo,
cuando se comete contra personas que no son de su religión. Y viendo
que esta doctrina había llevado al maldito Achmath y a sus hijos a
actuar como lo hicieron, sin ningún sentimiento de culpa, el kan se vio
embargado por el mayor disgusto y abominación. Entonces convocó a los
sarracenos y les prohibió hacer muchas cosas que su religión les
ordena."
Alexis de Tocqueville, pensador político y
filósofo francés, conocido por su obra La democracia en América
(muerto en 1859):
"He estudiado el Corán muy a fondo. Y he
concluido este estudio con la convicción de que en términos generales
ha habido pocas religiones en el mundo tan letales para los hombres
como la de Mahoma. En lo que a mí respecta, es la principal causa de la
decadencia tan visible hoy en el mundo musulmán y, aunque es menos
absurdo que el politeísmo de antaño, sus tendencias sociales y
políticas son en mi opinión más temibles, y por consiguiente lo
considero como una forma de decadencia más que una forma de progreso en
relación con el paganismo mismo."
Theodore Roosevelt, vigésimo sexto presidente
de Estados Unidos y consumado estudioso de la historia (muerto en 1919):
"El cristianismo se salvó en Europa únicamente porque los pueblos de
Europa lucharon. Si los pueblos de Europa en los siglos VII y VIII, y
hasta el siglo XVII incluido, no hubieran poseído una equiparación
militar con los mahometanos que invadieron Europa y una superioridad
gradualmente creciente sobre ellos, Europa sería en este momento
mahometana y la religión cristiana habría sido exterminada. Dondequiera
que los mahometanos han dominado por completo, dondequiera que los
cristianos no han siso capaces de resistirles con la espada, el
cristianismo ha terminado por desaparecer."
Winston Churchill, dirigente del esfuerzo de
guerra aliado contra Hitler durante la Segunda Guerra Mundial (muerto
en 1965):
"¡Cuán terribles son las maleficios que el mahometismo impele sobre sus
devotos! Además del frenesí fanático, que es tan peligroso en un hombre
como la hidrofobia en un perro, existe esa temible apatía fatalista.
Los efectos son evidentes en muchos países. Hábitos de imprevisión,
sistemas de agricultura descuidados, métodos premiosos de comercio e
inseguridad en la propiedad existen dondequiera que gobiernan o viven
los seguidores del profeta. Un sensualismo degradado priva a esta vida
de su gracia y refinamiento; y también de su dignidad y santidad. El
hecho de que en la ley mahometana toda mujer deba pertenecer a algún
hombre como su propiedad absoluta, ya sea como hija, esposa o
concubina, va a retrasar la extinción final de la esclavitud hasta que
la fe del islam haya dejado de ejercer su poder entre los hombres."
Para que no parezca que estos y otros cargos históricos contra el islam
son meros subproductos de la xenofobia cristiana/occidental y de la
intolerancia hacia el "otro", debemos señalar que muchos de los
críticos occidentales del islam elogiaron con regularidad a otras
civilizaciones no occidentales, así como a los que hoy llamados
"musulmanes moderados". Así, Marco Polo ensalzó a los brahmanes de la
India como "los más honorables", ya que "aborrecían engañar o tomar los
bienes de otras personas". Y a pesar de sus críticas a la "secta de los
sarracenos", el islam, se refirió a un jefe musulmán que gobernaba "con
justicia" y a otro que "mostraba [ser] un muy buen señor, y se hacía
amar por todos".
Churchill resumió bien el asunto de la siguiente manera: "Los
musulmanes como individuos pueden mostrar cualidades espléndidas, pero
la influencia de la religión paraliza el desarrollo social de quienes
la siguen. No existe una fuerza retrógrada más fuerte en el mundo".
La ONU puede decir lo que quiera; puede afirmar que, a diferencia de
cualquier otra religión importante, y por alguna extraña razón, el
islam es siempre y perpetuamente "mal entendido". Pero el miedo y la
aversión al islam ha sido la posición dominante entre los no musulmanes
durante casi 1.400 años, desde que Mahoma comenzó a asaltar, saquear,
masacrar y esclavizar a los no musulmanes (considerándolos "infieles")
en nombre de su dios. Y la razón de que el miedo y la aversión hacia el
islam, lo que llaman "islamofobia", exista hasta el día de hoy es
porque sus seguidores, los musulmanes, continúan asaltando, saqueando,
masacrando y esclavizando a los "infieles".
En lugar de plantear abiertamente el problema y buscar soluciones, la
ONU, igual que todos los demás poderes que prosperan reescribiendo la
historia y tergiversando la realidad, solo busca suprimir y silenciar
la verdad, llegando a demonizar a las víctimas, llamándolas
"islamófobos".
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