La Universidad de Oxford publica una historia falsa para demonizar a los cristianos y blanquear al islam

RAYMOND IBRAHIM






En un artículo anterior de The Stream, examinamos uno de los ejemplos más atroces de historia falsa: La afirmación del profesor de la Universidad de Georgetown John Esposito de que


«Transcurrieron cinco siglos de coexistencia pacífica antes de que los acontecimientos políticos y un juego de poder imperial-papal condujeran a una serie de siglos de las llamadas guerras santas que enfrentaron a la Cristiandad con el Islam y dejaron un legado perdurable de incomprensión y desconfianza» (Islam: The Straight Path, p. 64).


Esposito sostiene que, desde el principio, los musulmanes y los cristianos siempre habían vivido en «coexistencia pacífica», hasta que esos viles cristianos europeos decidieron arruinarlo todo con la Primera Cruzada.


En realidad, sin embargo, y como analicé más a fondo en aquel artículo, esos «cinco siglos de coexistencia pacífica» se caracterizaron por la conquista violenta por parte del islam de tres cuartas partes del mundo cristiano, con todas las masacres habituales, las esclavitudes masivas y la destrucción sistemática de iglesias, 30.000 de ellas solo en el año 1009. Seguramente cientos de miles de cristianos fueron masacrados o esclavizados por los musulmanes en las décadas anteriores a que el Papa Urbano II respondiera finalmente a los gritos que clamaban por la autodefensa lanzando la Primera Cruzada.


Ahora, Esposito ofrece mentiras todavía más extravagantes.



Nuevas falsedades


Después de mencionar cómo el Papa Urbano II convocó la Primera Cruzada en el Concilio de Clermont, y cómo todos los cristianos presentes la acogieron con entusiasmo, al grito de Deus vult (que significa «Dios quiere que se lance una cruzada»), Esposito escribe:


«Esto fue irónico porque, como ha observado un erudito, «puede que Dios lo deseara, pero ciertamente no hay pruebas de que los cristianos de Jerusalén lo hicieran, o de que a los peregrinos de allí les ocurriera algo extraordinario para provocar tal respuesta en ese momento de la historia» (Islam: The Straight Path, p. 64).


El erudito que cita Esposito es Francis E. Peters, en su ensayo «Early Muslim Empires» [Los primeros imperios musulmanes]. Está claro que este profesor es tan delirante o deshonesto como nuestro catedrático de Georgetown. Afirmar que «ciertamente no hay pruebas de que los cristianos de Jerusalén» desearan ayuda contra sus señores musulmanes que los aterrorizaban, o que «no ocurría nada extraordinario a los peregrinos cristianos», es en sí mismo extraordinario, extraordinariamente falso.


He aquí, por ejemplo, lo que Guillermo de Tiro (n. 1130), un cronista contemporáneo, decía de las experiencias cristianas en Jerusalén justo antes de la Primera Cruzada:


«Los cristianos de Jerusalén soportaban problemas mucho mayores [bajo los turcos], de modo que llegaron a considerar leves los males que habían sufrido bajo el yugo de los egipcios y los persas ... La muerte los amenazaba cada día y, lo que era peor que la muerte, el miedo a la servidumbre, dura e intolerable, que siempre recaía sobre ellos.»


Guillermo nos dice que, bajo los turcos, que conquistaron Jerusalén a los egipcios en 1071, los cristianos sufrían abusos aún peores que bajo los fatimíes de Egipto y los abasíes de Persia, que ya habían sido bastante malos. A continuación pasa a ofrecer un ejemplo típico:


«Incluso cuando los cristianos estaban en el acto de celebración de los ritos sagrados, el enemigo [turco] forzaba violentamente la entrada en las iglesias que habían sido restauradas y conservadas con infinita dificultad [tras haber sido destruidas anteriormente bajo los egipcios y los persas]. Sin ningún respeto por los lugares consagrados, se sentaban en los altares y aterrorizaban a los fieles con sus gritos y silbidos. Volcaban los cálices, pisoteaban los utensilios dedicados a los oficios divinos, rompían las estatuas de mármol y descargaban golpes e insultos sobre el clero. El Patriarca que entonces oficiaba fue arrastrado de su asiento agarrándolo de los pelos y la barba, y arrojado al suelo... Una y otra vez lo habían apresado y encarcelado sin motivo. Para torturar a su pueblo, que sufría con él como con un padre, le infligían un trato digno solo del más bajo esclavo.»



Los cristianos se sintieron liberados por los cruzados


En cuanto a los peregrinos europeos a Jerusalén antes de la Primera Cruzada, Miguel el Sirio (n.1126) escribe:


«Cuando los turcos gobernaban las tierras de Siria y Palestina, infligían daños a los cristianos que iban a orar a Jerusalén; los golpeaban, los saqueaban [y] les cobraban el impuesto de capitación [yizia]». Además, «cada vez que veían una caravana de cristianos, en particular de los procedentes de Roma y de las tierras de Italia, hacían todo lo posible por causarles la muerte de diversas maneras.»


Tal fue el destino de una peregrinación alemana a Jerusalén en 1064. Según uno de los peregrinos:


«Acompañaba este viaje una noble abadesa [superiora de monjas] de cuerpo agraciado y de talante religioso. Dejando a un lado los cuidados de las hermanas a ella encomendadas y en contra del consejo de los sabios, emprendió esta gran y peligrosa peregrinación. Los paganos la capturaron y, a la vista de todos, estos desvergonzados la violaron en grupo hasta que expiró, para deshonra de todos los cristianos. Los enemigos de Cristo cometieron esos abusos y otros semejantes contra los cristianos.»


La hecho es que, cualquiera que fuese la ciudad liberada por los primeros cruzados en su largo camino hacia Jerusalén, los cristianos autóctonos se arrojaban a sus pies y los besaban en señal de gratitud. Según Fulquerio de Chartres (n. 1059), participante y testigo ocular de la Primera Cruzada


«Cuando pasábamos por las aldeas de los armenios [cerca de Edesa], era asombroso verlos avanzar hacia nosotros con cruces y estandartes, besando nuestros pies y vestidos muy humildemente por amor a Dios, porque habían oído que los defenderíamos de los turcos bajo cuyo yugo habían estado oprimidos durante mucho tiempo.»


En otro caso, cerca de Belén, Fulquerio escribe: «Cuando los cristianos, evidentemente griegos y sirios [en algún lugar cerca de Belén]... descubrieron que los francos habían llegado, se llenaron sobre todo de gran alegría».


Los cristianos también se volvieron contra los musulmanes y se pusieron del lado de los francos en múltiples ocasiones, sobre todo durante la liberación de Edesa. Esto es una prueba más de que preferían ser gobernados por estos extraños recién llegados de Occidente antes que por el diablo que conocían.



Un milenio después


Pero Esposito niega todo eso citando, no a testigos oculares y fuentes contemporáneas de aquellos acontecimientos, como he hecho yo, sino a su propio contemporáneo, el difunto Francis E. Peters, que falleció el año 2020. Lo que Peters afirma sarcásticamente es:


«Dios puede haberlo deseado [la liberación de Jerusalén por los cruzados], pero ciertamente no hay pruebas de que los cristianos de Jerusalén lo hicieran, o de que algo extraordinario estuviera ocurriendo a los peregrinos allí para provocar tal respuesta [refiriéndose a la Primera Cruzada] en ese momento de la historia.»


¿Por qué tanta mentira? Es sencillo: para «demostrar» que las Cruzadas fueron guerras no provocadas e injustas (que, entre otras parodias, pusieron fin a «cinco siglos de coexistencia pacífica»). Así, en la siguiente frase tras citar la absurda afirmación de Peters de que a los cristianos de Tierra Santa no les ocurría nada «extraordinario» para justificar una Cruzada, Esposito expone su gran argumento:


«De hecho, los gobernantes, caballeros y mercaderes cristianos estaban impulsados principalmente por ambiciones políticas y militares y por la promesa de las recompensas económicas y comerciales (negocio y banca) que acompañarían al establecimiento de un reino latino en Oriente Próximo.»


Así pues, ahí lo tienen: más historia flagrantemente falsa, todo al servicio habitual de demonizar a los cristianos y convertir a los musulmanes en víctimas, aunque, en realidad, eran los musulmanes quienes atormentaban y masacraban a los cristianos. Pero como estos se atrevieron a contraatacar, deben ser condenados para siempre, no sea que sus descendientes modernos –entre los que se encuentra usted– se hagan ilusiones.


Por cierto, la importancia de todo esto no radica tanto en que profesores como John Esposito o Francis Peters distorsionen la historia para demonizar a los cristianos y victimizar a los musulmanes, sino en que el suyo es el relato dominante.


Después de todo, el libro de Esposito, Islam: The Straight Path, fue publicado por la prestigiosa Oxford University Press, lo que garantiza que innumerables estudiantes de historia leerán, asumirán y difundirán sus mentiras.  



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