Papa Francisco: "Derribad los muros" contra el islam

RAYMOND IBRAHIM






El Papa Francisco quiere que todos y cada uno de los muros, reales o figurados, que se interponen entre Occidente y el islam se derriben de inmediato, o eso es lo que dice constantemente.


En una alocución, el domingo 13 de junio de 2021, pidió el "crecimiento de una humanidad más solidaria que derribe el muro de la indiferencia". Esto lo dijo en un contexto en el que instaba a los europeos a acoger a más inmigrantes musulmanes llegados ilegalmente.


Con anterioridad, en marzo de 2019, cuando se le hizo "una pregunta sobre la migración en general y sobre la amenaza del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de cerrar la frontera sur con México'', el Papa pontificó con tópicos. "Los constructores de muros –dijo–, ya sean de alambre de espino o de ladrillo, terminarán siendo prisioneros de los muros que construyen. … Con miedo, no avanzaremos; con muros, quedaremos encerrados dentro de esos muros".


Menos de una semana antes, Francisco dio un sermón al alcalde de Roma sobre la necesidad de ser más acogedores con los inmigrantes musulmanes. "Roma –declaró–, una ciudad hospitalaria, está llamada a afrontar este desafío trascendental [oleadas de inmigrantes musulmanes que quieren entrar] siguiendo los pasos de su noble historia; y utilizar sus energías para acoger e integrar, para transformar tensiones y problemas en oportunidades de encuentro y crecimiento".


"Roma –exclamó– ¡ciudad de puentes, nunca de muros!"


La gran ironía de todo esto es que el Papa Francisco vive en el único estado rodeado de murallas, Ciudad del Vaticano, y la mayoría de sus bastiones se erigieron para defenderse de las invasiones islámicas que llegaban.


En 846, por ejemplo, una flota musulmana del norte de África, que constaba de 73 barcos y 11.000 musulmanes, desembarcó en Ostia, junto a Roma. Los comerciantes musulmanes que visitaban Italia con frecuencia les habían proporcionado información precisa, que hizo que la incursión fuera un éxito. Aunque no pudieron romper las murallas existentes en la Ciudad Eterna, saquearon y depredaron los alrederores, incluidas –para consternación de la cristiandad– las sagradas y centenarias basílicas de San Pedro y San Pablo. Los invasores musulmanes profanaron las tumbas de los venerados apóstoles y arrebataron todos sus tesoros.


El Papa León IV (847-855) respondió construyendo muchas más murallas, incluyendo quince bastiones a lo largo de la margen derecha del río Tíber, cuya desembocadura se cerró de inmediato con una cadena, para proteger los lugares sagrados de nuevas incursiones y profanaciones musulmanas. Completadas en 852, las murallas tenían en algunos lugares 12 metros de alto y casi 4 metros de espesor.


Anticipándose a las cruzadas contra el islam en más de dos siglos –y mostrando así que se demoraron demasiado tiempo–, el Papa León (y tras él, el Papa Juan VIII) ofreció la remisión de los pecados para aquellos cristianos que murieran luchando contra los invasores islámicos. Era tal el peligro existencial y continuo que los musulmanes representaban para Europa, que las fuentes contemporáneas se refieren a ellos como "hijos de Satanás" –más de dos siglos antes de que se lanzara la Primera Cruzada en 1095–.


De hecho, sólo tres años después de la primera invasión musulmana de Roma, "en 849 los musulmanes intentaron un nuevo desembarco en Ostia. Luego, cada año, desde alrededor del 857 en adelante, siguieron amenazando la costa romana", explica el historiador medieval francés Charles E. Dufourcq:


"Con el fin de librarse de ellos, el Papa Juan VIII decidió, en 878, prometerles un pago anual [o yizia] de varios miles de piezas de oro; pero este tributo de la Santa Sede al islam parece que se pagó solo durante dos años; y de cuando en cuando, hasta principios del siglo X, los musulmanes seguían apareciendo en la desembocadura del Tíber o por la costa cercana."


Hoy día, muchos musulmanes, no solo el ISIS, continúan jactándose de que el islam conquistará Roma, la única de las cinco sedes apostólicas antiguas que nunca ha sido subyugada por la yihad (a diferencia de Antioquía, Alejandría, Jerusalén y Constantinopla).


De manera similar, muchos musulmanes a lo ancho de toda Europa continúan exhibiendo la misma hostilidad y el mismo desprecio hacia todas las cosas y personas no islámicas, ya sea destrozando iglesias y rompiendo cruces, o violando a mujeres "infieles" que consideran suyas por derecho.


Pues bien, este es el punto en que el Papa Francisco falla, siendo así que su propia ciudad antigua  jamás habría resistido hasta el presente, si no fuera por las murallas. Los muros deben derribarse y los puentes deben tenderse solo cuando ambas partes estén dispuestas a vivir en paz amigable. De lo contrario, eso solo sirve para hacer mucho más fácil la faena destructiva de aquellos que, durante siglos, han estado tratando de conquistar y destruir en nombre del islam.



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