Las
funestas consecuencias de reescribir la historia occidental-musulmana
RAYMOND IBRAHIM
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¿Cómo
puede un mundo musulmán fundamentalmente débil ser una amenaza para un
Occidente económica y militarmente superior?
Una
de las respuestas menos exploradas a este enigma gira en torno a una
antítesis, a saber, cómo Occidente retrata al islam hoy día, en
comparación con sus experiencias históricas reales con el islam.
De
hecho, desde el primer contacto del islam con la civilización
occidental y durante más de un milenio a partir de entonces, los
musulmanes se han comportado de la misma manera que el Estado Islámico
y
con
la misma convicción: que el islam manda hacer la guerra -y la
esclavitud o
la masacre- contra los no musulmanes.
Durante
esta yihad perenne, que comenzó en el siglo VII, casi tres cuartas
partes del territorio original de la cristiandad, incluyendo todo el
norte de África, Egipto, la Gran Siria y Anatolia, fueron arrebatadas
de modo permanente por el islam.
Las
naciones y los territorios europeos que fueron atacados, o que cayeron,
bajo la ocupación musulmana, a veces durante siglos, incluyen:
España, Portugal, Francia, Italia, Islandia, Dinamarca, Inglaterra,
Sicilia, Suiza, Austria, Hungría, Grecia, Rusia, Polonia, Bulgaria,
Ucrania, Lituania, Rumanía, Albania, Serbia, Armenia, Georgia, Creta,
Chipre, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Bielorrusia, Malta y Cerdeña.
Solo
entre los siglos XV y XVIII, aproximadamente cinco millones de europeos
fueron secuestrados y esclavizados en nombre de la yihad. (Se
desconoce exactamente cuántos fueron los secuestrados durante las
grandes
redadas de esclavos árabes en Europa entre los siglos VIII y XI, mal
documentados).
El
mayor ejército islámico que jamás haya invadido el territorio
europeo, unos 200.000 yihadistas en busca de martirio, tan
tardíamente como en 1683, asedió Viena con el propósito de conquistarla, si
bien fracasó.
Sin
embargo, aun cuando el Imperio Otomano comenzaba su lenta retirada
de Europa oriental, los esclavistas musulmanes de los llamados Estados
de Berbería del Norte de África causaron estragos por todas las costas
de Europa, llegando incluso a Islandia. La
primera guerra de los Estados Unidos de América, que se libró antes
de elegir a su primer presidente, fue contra estos esclavistas
islámicos. Cuando
Thomas Jefferson y John Adams le preguntaron al embajador de Berbería
por qué sus compatriotas estaban esclavizando a marineros
estadounidenses, el "embajador nos respondió que estaba fundamentado en
las
leyes de su profeta, que estaba escrito en el Corán, que ... era su
derecho y deber hacerles
la guerra [a los no musulmanes] dondequiera que se encontraran,
y
hacer esclavos a todos aquellos que capturaran como
prisioneros".
En
resumen, durante más de un milenio -marcado por una refutación de los
cruzados con la que el Occidente moderno está obsesionado-, el islam
ha representado una amenaza para la existencia de la civilización
occidental (como
está ampliamente documentado en mi nuevo libro, La espada y la
cimitarra. Catorce siglos de guerra entre el islam y Occidente).
Después
de escribir, "Durante casi mil años, desde el primer desembarco árabe
en España (711) hasta el segundo asedio turco de Viena (1683), Europa
ha estado bajo la constante amenaza del islam", Bernard Lewis concluye:
"Todas las provincias del
imperio islámico, excepto las orientales, habían sido arrebatadas a los
gobernantes cristianos ... El norte de África, Egipto, Siria, incluso
el Irak regido por los
persas, habían sido países cristianos, en los que el cristianismo era
más antiguo y estaba más profundamente arraigado que en la mayor parte
de Europa. Su
pérdida fue hondamente sentida y aumentó el temor de que un destino
similar
estuviera reservado para Europa", pues una tras otra las oleadas de
ataques islámicos acometían contra el continente.
A pesar de todo,
tan pronto como Europa neutralizó al islam, se olvidó
por completo de
su antiguo antagonista. Como
observaba el historiador Hilaire Belloc (nacido en 1870), en el momento
culmen
del poder occidental y de la debilidad musulmana:
"Millones
de personas modernas de la civilización blanca, es decir, la
civilización de Europa y América, han olvidado todo sobre el islam. Nunca han entrado en
contacto con él. Dan
por sentado que está decayendo, y que, en cualquier caso, es solo una
religión extranjera que no les concierne. En
realidad, es el enemigo más formidable y persistente que ha tenido
nuestra
civilización, y en cualquier momento puede convertirse en una amenaza
tan grande en el futuro como lo ha sido en el pasado."
Pero
es peor que el simple "olvido", Occidente ha reescrito la historia para
acomodarla a su paradigma posmoderno. Hoy,
tal como se enseña en el colegio o en la universidad, tal como la
retratan Hollywood y los medios de comunicación, la
narrativa histórica predominante es que los musulmanes son víctimas
históricas de los intolerantes cristianos de Occidente
(como una vez me
dijeron en una entrevista televisada).
Asimismo,
los
libros de historia, por otra parte objetivos, contribuyen a este
pensamiento distorsionado. Hablan
de invasiones “árabes”, “moras”, “otomanas” o “tártaras” -rara vez
dicen
islámicas-, y nunca mencionan que es una misma razón, la yihad, la que
impulsa a esos pueblos tan distintos a asaltar a Occidente.
Pero todo eso es
historia, se podría argüir. ¿Por
qué repetirlo? ¿Por
qué no dejarlo y seguir adelante, comenzar un nuevo capítulo de
tolerancia y respeto mutuos, aunque haya que "retocar"
un poco la historia?
Esta
podría ser una posición quizá plausible si no fuera por el hecho de
que, en
todo el mundo, muchos musulmanes siguen exhibiendo el mismo impulso
imperial y el mismo supremacismo intolerante de sus antepasados
(según se nos
informa, 215 millones de cristianos están experimentando actualmente "altos niveles
de persecución", sobre todo
en
el mundo musulmán; otros están experimentando un genocidio en nombre de
la yihad).
Nada
de esto debería sorprendernos: en las aulas de todo el mundo
islámico, se enseña a los niños musulmanes a glorificar las conquistas
yihadistas de antaño, y a desprecian a los infieles. Mientras
tanto, el Occidente progresista demoniza la historia
europea/cristiana: cuando yo estaba en la escuela primaria, Cristóbal
Colón era un
héroe, cuando llegué a la universidad, se convirtió en un
villano. Al mismo tiempo,
Mehmet el Conquistador, un pederasta cuyas atrocidades contra Europa
oriental hacen palidecer las del Estado Islámico,
es elogiado todos los años en la Turquía "secular", en el aniversario
del salvaje saqueo de Constantinopla.
A
menudo se dice que aquellos que ignoran la historia están condenados a
repetirla. ¿Qué
diremos de estos que reescriben la historia de forma que demonizan a
sus antepasados, mientras blanquean los crímenes de quienes los
persiguieron?
El
resultado está ante nosotros. La
historia que relato en La espada y
la cimitarra no se repite. Los musulmanes que blanden la espada
no fuerzan ya su camino hacia Europa. Más
bien, son varias naciones de Europa occidental las que abren sus
puertas y yacen
postradas ante la agresión islámica. En
Alemania y en Reino Unido, los delitos y las violaciones se han
disparado en
proporción directa al número de refugiados musulmanes admitidos. Solo
en Suecia, las violaciones han aumentado en un 1.472% desde que el país
abrazó el "multiculturalismo", y se nos informa que está al borde del colapso.
En
el futuro (cualquiera que sea) las historias escritas sobre
nuestro tiempo probablemente subrayarán cómo nuestra época,
irónicamente llamada "era de la información", no fue una época en que
las personas estuvieran tan bien informadas, sino más bien una época en
que la desinformación estaba tan extendida
e incuestionada que generaciones de personas vivían en burbujas
de realidades alternativas, hasta que finalmente estallaron.
Raymond
Ibrahim, autor de La espada y
la cimitarra. Catorce siglos de guerra entre el islam y Occidente,
es miembro de la Judith Rosen Friedman, en el Middle East Forum.
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