La
"reforma" islámica ya está aquí y no te gustará
RAYMOND IBRAHIM
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Con la Reforma protestante en mente, muchos
pensadores occidentales continúan insistiendo en que el islam necesita
una "reforma" similar.
Al comparar manzanas y naranjas, pasan por alto la realidad. En muchos
aspectos, lo que hoy se denomina "islam radical" es representativo de la reforma del
islam. Y sigue el mismo patrón de la Reforma protestante del
cristianismo.
El problema es nuestra comprensión de la palabra "reforma". A pesar de
sus connotaciones positivas, "reforma", según el diccionario de Oxford,
significa "hacer cambios (en algo, normalmente una institución o
práctica social, política o económica) para mejorarlo".
Sinónimos de "reforma" son "hacer mejor", "mejorar" y "renovar",
palabras espléndidas todas ellas, pero solo cuando se les infunden
connotaciones occidentales, que no siempre son aplicables.
La noción musulmana de "mejorar" la sociedad puede incluir
purgarla de "infieles" y sus costumbres corruptas; o segregar a los
hombres y las mujeres, manteniendo a estas últimas envueltas o
encerradas en casa; o ejecutar a los apóstatas y los blasfemos.
Prohibir muchas libertades que en Occidente se dan por sentadas, como
la libertad religiosa y la igualdad de género, puede ser considerado
por el islam como una "mejora" y un avance de la sociedad.
En resumen, una reforma islámica no tiene por qué conducir a lo que
nosotros consideramos una "mejora" y un "avance" de la sociedad,
simplemente porque "nosotros" no somos musulmanes y no compartimos los
puntos de referencia y las premisas de las que ellos parten. La palabra
"reforma" suena bien a la mayoría de los pueblos occidentales solo
porque le atribuyen ideas occidentales.
En el fondo, la Reforma protestante fue una revuelta contra la
tradición en nombre de las escrituras, en este caso, la Biblia. Con
la llegada de la imprenta, cada vez más cristianos conocían mejor el
contenido de la Biblia, y consideraron que algunos de sus pasajes
contradecían las enseñanzas de la Iglesia. Así que se separaron,
protestando que la única autoridad cristiana era "la escritura sola", sola scriptura.
La reforma del islam sigue la misma lógica –específicamente, dar
prioridad a la escritura sobre siglos de tradición y debate legal–,
pero con resultados antitéticos que reflejan las enseñanzas antitéticas
del cristianismo y el islam.
Como en el caso del cristianismo durante la mayor parte de su historia,
las escrituras del islam, en concreto sus "dos pilares", el Corán (palabra literal de Alá) y
los hadices
(palabras y hechos del profeta de Alá, Mahoma), fueron inaccesibles
para la inmensa mayoría de los musulmanes. Solo unos pocos eruditos
–los ulemas, literalmente, "los que saben"– podían leer y estaban en
posesión de las escrituras islámicas. El musulmán medio solo conocía lo
básico del islam, sus "cinco pilares".
Los tiempos han cambiado radicalmente: hoy circulan millones de Coranes
publicados en árabe y otras lenguas, mucho más que hace tan solo un
siglo. Millones de musulmanes saben leer y entender el Corán, mucho más
que sus antepasados medievales. Los hadices, que contienen
algunas de las enseñanzas más intolerantes y los actos violentos
atribuidos al profeta del islam, están ahora recopilados y son
accesibles, en parte gracias a los esfuerzos de eruditos occidentales,
los orientalistas. Más recientemente, gracias a Internet, todas
esas escrituras están disponibles en docenas de idiomas y para
cualquiera que disponga de un ordenador portátil o un teléfono móvil.
Como resultado, muchos musulmanes de hoy, mejor familiarizados
que sus antepasados con las palabras a menudo tajantes de sus
escrituras, protestan contra
las tradiciones anteriores a favor del literalismo de las escrituras
–igual que hicieron un día a su modo los cristianos protestantes–.
Así, si Martín Lutero (m. 1546) rechazó lo que calificaba de añadidos
extraescriturísticos de la Iglesia y "reformó" el cristianismo
alineándolo más estrechamente con las escrituras, Muhammad ibn Abdul
Wahab (m. 1787), uno de los primeros reformadores modernos del islam –y
un "radical" en la jerga occidental– "llamó a un retorno al islam puro
y auténtico del Profeta, y al rechazo de los añadidos que lo habían
corrompido y distorsionado", por citar a Bernard Lewis (The Middle East, p. 333).
Las palabras no adulteradas de Dios –o Alá– son lo único que importa a
los reformistas.
La razón por la que el cristianismo y el islamismo pueden seguir
modelos de reforma similares, pero con resultados contradictorios,
reside en el hecho de que sus escrituras son antitéticas una frente a
otra. Este es el punto clave, que resulta ininteligible para las
sensibilidades laicas posmodernas, que, desde su relativismo y su
ignorancia, tienden a meter todas las escrituras religiosas en un mismo
saco, sin molestarse en evaluar el significado de sus respectivas
enseñanzas.
Hacer una comparación punto por punto de las escrituras del islamismo y
el cristianismo va más allá del ámbito de este artículo. (Para un
tratamiento más exhaustivo, puede verse mi
artículo "¿Son el judaísmo y el cristianismo tan violentos como
el islam?".)
Baste aquí con señalar algunas contradicciones:
– El Nuevo Testamento predica la paz, el amor fraterno, la tolerancia y
el perdón para todos los seres humanos, creyentes y no creyentes por
igual. Por el contrario, el Corán y los hadices
llaman a la guerra, o yihad, contra todos los no creyentes, de modo que
o se convierten, o aceptan la subyugación y la discriminación, o
morirán (por ejemplo, Corán 9,5; 9,29, etc.).
– El Nuevo Testamento no prescribe ningún castigo
para el apóstata del cristianismo. Por el contrario, en el islam, el
propio profeta decretó: "Si alguien abandona la religión
islámica, matadlo".
– El Nuevo Testamento enseña la monogamia, un
marido y una mujer, dignificando así a la mujer. El Corán permite la poligamia –hasta cuatro esposas–
y la relación sexual con las concubinas y esclavas. Las lecturas más
literalistas tratan a las mujeres como posesiones.
– El Nuevo Testamento desaconseja la mentira (por ejemplo, Colosenses
3,9). El Corán la permite. El propio profeta engañaba a los demás a menudo y permitía a sus seguidores mentir, incluso a sus
esposas.
El literalismo de las escrituras cristianas se presta a la libertad
religiosa, la tolerancia y la dignidad de la mujer, y precisamente por
eso la civilización occidental se desarrolló como lo hizo.
El literalismo de las escrituras islámicas está reñido con la libertad
religiosa, la tolerancia y la dignidad de la mujer, y precisamente por
eso la civilización islámica se desarrolló como lo hizo.
Aquellos que en Occidente esperan una "reforma" islámica en la línea de
la Reforma protestante, suponiendo que conducirá a resultados
similares, deben aceptar dos hechos:
1. La reforma del islam ya está en marcha, y sí, en la misma línea que
la Reforma protestante –centrándose en las escrituras y despreciando la
tradición– y por razones históricas parecidas (alfabetización, difusión
de las escrituras, etc.).
2. Pero como las enseñanzas fundamentales de las
escrituras del cristianismo y del islam difieren notablemente entre sí,
la reforma del islam produce naturalmente una civilización notablemente
diferente de la occidental.
La "reforma islámica" que algunos occidentales esperan es, en realidad,
nada menos que un islam sin islam:
la secularización del islam. Pretenden que los musulmanes den prioridad
a las leyes seculares, cívicas y humanitarias sobre la ley de Alá.
Sueñan con una "reforma" –o incluso una ilustración– que haga que la
religión de Mahoma pase poco a poco al basurero de la historia.
Desde luego, un escenario así puede ser deseable, pero no es creíble en
absoluto, porque un islam fiel a sus escrituras no puede de ninguna
manera coexistir pacíficamente con el mundo moderno, y mucho
menos complementarlo, como lo hace el cristianismo.
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