‘Sí,
pero...’. El núcleo de la apologética islámica
RAYMOND IBRAHIM
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"Sí, pero ..." Esto ha llegado a representar el
núcleo de toda la apologética musulmana. Siempre que se acusa a una
doctrina o principio islámicos de promover el odio, la violencia, la
misoginia, etc., sus defensores se apresuran a argumentar que, "Sí,
algunos musulmanes tergiversan esa enseñanza para sus fines, pero
la doctrina enseña en realidad algo distinto".
Por ejemplo, en su defensa de la doctrina islámica de la taquiya,
que permite el engaño –si en circunstancias estrictas o amplias es el punto discutido– el clérigo musulmán Usama
Hasan ofreció la siguiente explicación de "sí, pero":
"Es verdad que los terroristas islamistas duros, como Usman
Khan, partidario de Al-Qaeda y del ISIS, que asesinó a dos personas en
Fishmongers’ Hall [después de fingir que se había 'rehabilitado'],
hacen mal uso del principio de la taquiya para promover su
causa. Sin embargo,
la acusación de que todos los musulmanes en general están obligados
religiosamente a mentir, y que lo hacen de forma rutinaria, es
peligrosa y falsa."
Pero, ¿cómo va a saber el infiel cuál es el musulmán que está "haciendo
mal uso del principio de la taquiya"
y cuál no, dado que no son pocos los musulmanes que están convencidos
de que el islam les permite mentir y engañar, sobre todo si creen que
esto contribuye a la causa del islam (basado en el empleo del engaño por parte de su profeta)?
En otras palabras, el problema real no es que "los terroristas
islamistas duros ... hacen mal uso" de esta o aquella doctrina
musulmana, sino que son enseñanzas fundamentalmente faltas de ética
y, como tales, siempre, desde los inicios del islam, se han prestado a
ser "mal utilizadas".
Consideremos, por ejemplo, este vídeo
en árabe de un clérigo musulmán en Egipto que aborda cómo los
terroristas "hacen mal uso" de las escrituras islámicas para justificar
el asesinato de no musulmanes. Se refiere específicamente a los
atentados con bomba contra iglesias ortodoxas coptas, que en los
últimos años han dejado decenas de fieles cristianos muertos en Egipto.
Durante su sermón, el jeque Samir Hashish dijo
que los musulmanes que ponen bombas en las iglesias y matan infieles a
menudo citan un hadiz auténtico (una declaración atribuida a Mahoma y
considerada auténtica), donde el profeta dice: "No se debe matar a un
musulmán a causa de un kafir [un no musulmán, o infiel] ".
Después de decir que el hadiz no justifica la matanza total de los no
musulmanes, Hashish elucubró lo siguiente:
"El hadiz en sí mismo es, por supuesto, auténtico ... Sin embargo, el
hadiz no significa que quien, sin causa, mate a cualquiera de la gente
del Libro [judíos y cristianos] haya hecho lo correcto. En absoluto, el
hadiz no dice eso; no dice que quienes hacen eso tengan razón. El
hadiz simplemente excluye la pena de muerte de entre los posibles
castigos. En otras palabras, el musulmán que mata a un no musulmán sin
causa ¿está equivocado o no? Está equivocado. ¿Debe ser castigado o no?
Debe ser castigado, pero no a la pena de muerte. Que sea juzgado de
alguna
manera, pero que no lo maten. ¿Por qué? Por lo que dice el hadiz. El
profeta dijo: "No se debe matar a un musulmán a causa de un kafir [infiel]".
¿Por qué? Porque su sangre no es igual. La sangre del musulmán es
superior. Llamadlo racismo o como queráis, pero está claro que la
sangre del musulmán es superior. Esto no está abierto a debate."
Advirtamos que, mientras el jeque afirma que los radicales están
tergiversando el hadiz para decir algo que no es (que cualquier
musulmán que mate a un infiel está exento de cualquier castigo) lo que
el hadiz dice realmente es un poco mejor y posiblemente peor:
que la vida de un musulmán es más preciosa que la vida de un no musulmán.
O bien consideremos cómo una erudita profesora musulmana trataba de
adornar
la esclavitud y la violación de mujeres no musulmanas. Al discutir el
versículo del Corán 4,3, que se refiere a los prisioneros de guerra
infieles como "posesiones", Suad Saleh, catedrática de
doctrina islámica
en la universidad Al-Azhar, en Egipto, explicaba claramente que "las
prisioneras de guerra son 'las que os pertenecen'. Con el fin de
humillarlas, se
convierten en propiedad del jefe del ejército, o de un musulmán
particular,
y él puede tener relaciones sexuales con ellas igual que las tiene con
sus
esposas".
Pero luego la profesora de Al Azhar procedía a hablar como si el
problema real no fuera la institucionalización de la esclavitud
sexual
por parte del islam, sino más bien cómo algunos musulmanes la usan
mal en detrimento de la imagen del islam. Ella declaraba:
"Algunos
oportunistas y extremistas [musulmanes], que
solo dañan al islam, dicen: "Voy a traer a una mujer de Asia oriental
[como
esclava sexual] conforme al estatuto de 'las posesiones de tu mano
derecha' [es decir, las mujeres esclavas]. Y
con el consentimiento de mi esposa, alojaré a esa mujer en una
habitación de la casa y tendré relaciones sexuales con ella como
esclava". Esto no
tiene sentido. Esto no está prescrito por el islam en absoluto. El
islam dice que una mujer o es esposa o es esclava. Los esclavos que son
propiedad
legítima provienen de entre los prisioneros de guerra."
Lo que la profesora Saleh, el jeque Hashih y muchos otros eruditos de
Egipto parece que no entienden es que las leyes inherentemente
injustas,
que permiten la esclavitud sexual de mujeres
simplemente porque no son musulmanas, o que presuponen que el valor de
la vida humana depende de ser o no ser musulmán, son leyes que
constituyen siempre un "mal uso".
Por ejemplo, el Corán 2,256 dice [supuestamente] que no hay coerción en
el islam. Sin
embargo, debido a que otros versículos del Corán instan a los
musulmanes a odiar y llevar la guerra contra los cristianos y los
judíos (Corán 60,4; 3,28;
9,29), es natural que, en el pasado y en el presente, las
conversiones
forzadas hayan sido lo normal. Después de todo, presionar a los
infieles, cuyo
destino es el infierno y que están socialmente privados de derechos,
para que
abracen el islam puede racionalizarse como un acto altruista.
Además, ayuda a potenciar el islam, lo que siempre es bueno. Como explicaba un informe sobre derechos humanos, al
discutir el desenfrenado
abuso sexual y la conversión forzada de niñas cristianas en Pakistán:
"El lado oscuro de las conversiones forzadas al islam no
se limita solo a los grupos religiosos musulmanes, sino que también
involucra a elementos criminales que participan en la violación y
el rapto y luego justifican sus atroces crímenes forzando a las
víctimas a convertirse al islam. Los fundamentalistas musulmanes
están
felices de ofrecer refugio a estos criminales y utilizan la excusa de
que
están prestando un gran servicio a su sagrada causa de aumentar la
población de los musulmanes" (subrayado añadido).
De manera similar, Corán 9,29 afirma que la guerra contra la gente del
Libro solo puede terminar cuando esta última acepte pagar el tributo
(yizia) a sus señores musulmanes. Y lo
pagaron, durante
más de un milenio, hasta que la práctica se abolió formalmente gracias
a la presión europea durante la era colonial. Los apologistas dicen que
el versículo del Corán 9,29 significa que los cristianos y los judíos
deben pagar la yizia a los representantes del Estado islámico,
no a cualquier
musulmán. Hoy, sin embargo, los delincuentes de origen musulmán que
están
familiarizados con la idea básica del versículo 9,29 (que hay que
combatir a los infieles
hasta que paguen) ven a los cristianos y a otras
minorías de su entorno como una hucha cerdito: y se dedican al juego
libre de robar,
saquear y secuestrar para pedir rescate –siendo a veces asesinados incluso después de pagar el rescate–,
como pueden atestiguar los
cristianos coptos de Egipto.
"Tomamos la yizia, que es nuestro haq [en árabe,
"deuda" o "derecho"], de cualquier modo. La situación normal, por
cierto,
es quitarle el dinero al kafir [infiel], ¿no es así? Así que
esta es la
situación normal. Ellos nos dan el dinero (vosotros trabajáis, dadnos
el dinero,
Alahú Akbar). Nosotros cogemos el dinero."
En resumen, el problema no es tanto que algunos musulmanes hagan "mal
uso" de la
doctrina de taquiya, sino, en primer lugar, que existe una
doctrina que
sacraliza la mentira y el engaño.
El problema no es tanto que algunos
musulmanes crean erróneamente que no merecen ningún castigo cada vez
que matan a infieles "inferiores", sino, en primer lugar, que las
escrituras islámicas
enseñan que la sangre musulmana es "superior" a la sangre no musulmana.
El problema no es tanto que algunos musulmanes no
sigan estrictamente las reglas islámicas con respecto a la
esclavitud sexual de las mujeres infieles, sino, en primer lugar,
que el Corán permite que
las mujeres no musulmanas sean esclavizadas.
El
problema no es tanto que algunos musulmanes ignoren el mandato coránico
de que no hay coacción en la religión, sino, en primer lugar, que
el Corán llama a la enemistad y la guerra contra los no musulmanes.
El problema
no es tanto que algunos musulmanes no sigan estrictamente las
reglas del islam acerca de quién tiene derecho a cobrar la yizia
a los
infieles, sino, en primer lugar, que permite la extorsión fiscal de
los no musulmanes.
No es ningún alivio que nos digan que las escrituras islámicas se han
interpretado mal para promover esta injusticia, cuando, en
realidad, la verdadera
interpretación permite esta injusticia.
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