‘La eterna
yihad. El islam nunca se detendrá’
RAYMOND IBRAHIM
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Nota del editor:
Andrew E. Harrod, PhD, JD, Esq, revisó recientemente mi libro, La espada y la cimitarra en American Thinker. Con el título Eternal Jihad: Islam Will Never, Ever Stop,
prosigue:
"Occidente y el islam han sido enemigos mortales desde el nacimiento de
este último hace unos catorce siglos", advierte el islamólogo Raymond
Ibrahim en su reciente libro La
espada y la cimitarra. Catorce siglos de
guerra entre el Islam y Occidente. Su
extenso análisis
responde al adecuado título del volumen, cuya documentada historia es además
mal recordada, aunque es vital para los occidentales
modernos.
Ibrahim comienza por aclarar el perturbador núcleo conceptual del islam
y su profeta árabe del siglo VII, Mahoma. "El atractivo del mensaje
de Mahoma radica en su compatibilidad con las costumbres tribales de
su sociedad", señala Ibrahim.
"Para los árabes del siglo VII, y luego para los
pueblos tribales, principalmente turcos y tártaros, que también
encontraron un atractivo natural en el islam, la tribu era lo que la
humanidad es para la gente moderna: formar parte de ella equivalía a
ser tratado
humanamente; estar fuera de ella equivalía a ser tratado inhumanamente."
En consecuencia, el islam "deificó
la tribu, haciendo que su
configuración sobreviviera y se extendiera hasta la era moderna". Las
doctrinas islámicas
como la al-wala' wa al-bara'
(lealtad y enemistad) crearon una umma,
comunidad
de fe o "supertribu que trasciende las barreras raciales,
nacionales y lingüísticas". No es sorprendente que la umma árabe se
relacione etimológicamente con "madre" (umm) -con los parientes más
cercanos-".
Ibrahim "recoge cómo una gran variedad de musulmanes a través del
tiempo y
el espacio actúan exactamente igual que el Estado Islámico
y por las mismas razones", es decir, la promoción de la guerra contra
los no musulmanes. La deidad del islam "incita a
sus seguidores a la guerra, con la promesa de un botín, tanto animado
como inanimado, hasta el punto de que un sura o capítulo entero del
Corán,
'al-Anfal', se llama así y
está dedicado al botín de guerra". Por eso, los
yihadistas que siguen los cánones islámicos '''usan' o 'prestan' sus
vidas como parte de un 'contrato' o 'transacción': y por su parte Alá
perdona
todos los pecados y los colma de delicias celestiales".
Ibrahim examina cómo las doctrinas islámicas del más allá atraen a los
mártires del campo de batalla de la fe. Los placeres celestiales del
islam incluyen huríes o "mujeres sobrenaturales, celestiales ...
creadas
por Alá con el propósito expreso de gratificar a sus favoritos a
perpetuidad". "Que las escrituras islámicas describan el paraíso en
términos decididamente carnales" refleja el "primitivismo de la
sociedad de Mahoma".
Como señala Ibrahim, semejante planteamiento de la yihad difícilmente
era
divino. Jalid bin al-Walid, la "espada de Alá" de la época
fundacional del islam en el siglo VII, "ocupa un lugar preponderante
en las historias árabes de las primeras conquistas musulmanas y aún hoy
es visto como el yihadí por excelencia". Pero incluso las historias
islámicas comentan que los yihadistas como él "eran poco más que
psicóticos asesinos en masa y violadores".
De manera similar, Ibrahim observa que el sultán otomano Bayaceto I
(que
reinó entre 1389 y 1402), "como muchos otros jefes musulmanes antes y
después de él, fue a la vez piadoso y depravado, sin aparente conflicto
entre ambas cosas. Esta devota depravación incluye las diversas formas
de esclavitud que existieron a lo largo de la historia islámica,
como el devshirme (exacción
de niños cristianos para convertirlos en jenízaros) por parte de los
otomanos. Ibrahim cita a un historiador moderno en el sentido de que
"la yihad representa lamentablemente un gigantesco comercio de
esclavos".
Los no musulmanes encontrarán desconcertante la observación de Ibrahim
de que las doctrinas islámicas pretendían santificar el horror
imperialista como sagrado:
"En árabe y otras lenguas musulmanas, las conquistas históricas
islámicas nunca se relatan como "conquistas", sino más bien
como futuh, como "aperturas"
para que entrara la luz del islam. ... Todas las
tierras invadidas y/o incautadas por los musulmanes lo fueron
'altruistamente', para llevar al islam a los descarriados infieles."
Semejante "altruismo" devastó la cristiandad histórica, señala Ibrahim.
Lo
que la gente hoy llama "Occidente" en Europa "es en realidad el
remanente más occidental de lo que fue un bloque civilizatorio mucho
más extenso, que el islam mutiló permanentemente". Debido a las
conquistas islámicas que se
extendieron desde la península Arábiga tras la muerte de Mahoma en
632, hasta el 700:
"Todas las antiguas tierras cristianas entre la Gran Siria y Mauritania
(Marruecos) hacia occidente, aproximadamente 6.000 kilómetros, fueron
conquistadas para siempre por el islam. Dicho de otra manera, dos
tercios (el 65 por ciento) del territorio original de la cristiandad,
incluidos tres de los cinco centros más importantes del cristianismo,
Jerusalén, Antioquía y Alejandría, fueron absorbidos desde entonces
por el islam y completamente arabizados."
Ibrahim
destaca la depredación islámica en el
Mediterráneo, que "durante
siglos había sido la vía de intercambio económico más grande del mundo,
uniendo
Oriente y Occidente, primero en la civilización clásica de Roma, y
luego en la cristiandad". Posteriormente, este "lago musulmán" se
convirtió en "coto de caza para piratas y esclavistas". En
particular, después de la "conquista de Egipto, la importación
de papiro a Europa cesó casi de la noche a la mañana, ocasionando que
las tasas de alfabetización cayeran a niveles de los tiempos
prerromanos.
Al contrario de los "generalizados y arraigados mitos sobre la supuesta
tolerancia e ilustración", en lugares como la España islámica, Ibrahim
documenta la tenaz resistencia cristiana a la agresión islámica.
Descalifica la "versión distorsionada y demonizada" de las cruzadas,
que
respondieron a la conquista islámica y a la opresión ejercida en Tierra
Santa. "A
pesar de las ideas populares que imaginan a los cruzados como
imperialistas europeos prototípicos, que explotan cínicamente la fe,
los
investigadores han demostrado recientemente lo contrario", señala.
"Grandes señores de vastas propiedades", observa Ibrahim, "se alejaron
de sus riquezas y posesiones al tomar la cruz" como cruzados. Este
sacrificio refleja una verdad inconveniente para los devotos de lo
políticamente correcto:
"Por sorprendente que parezca, el amor, no del tipo moderno
sentimental, sino uno medieval y musculoso,
caracterizado por el altruismo cristiano, el ágape, fue la principal
fuerza impulsora de las cruzadas."
Ibrahim no es tímido a la hora de arremeter contra las
vacas sagradas progresistas en lo referente al islam. En particular,
señala que las biografías islámicas
de Mahoma, violentas y llenas de vicios, han "escandalizado
especialmente
a los cristianos" a lo largo de la historia. "De hecho, a las personas
que
califican cualquier crítica al islam como "islamofobia", puede dejarlas
estupefactas la cantidad
total y el
contenido vitriólico de más de un milenio de escritos occidentales
sobre Mahoma".
Ibrahim advierte que su investigación no presenta una mera discusión
académica o una antigua historia. Los varones musulmanes modernos que
asaltan a las mujeres occidentales en Europa y en otros lugares a
menudo "están reproduciendo una larga tradición que ve a los pálidos
infieles
como compendio de la promiscuidad". En suma:
"Los musulmanes veneran aún su herencia y su religión,
que les manda hacer la yihad contra los infieles, mientras tanto
Occidente ha
aprendido a despreciar su propia herencia y su religión, lo que hace
que se convierta en aliado inconsciente de la yihad."
Contra tal amnesia histórica inducida, Ibrahim realiza un valioso
servicio. Contrariamente a las tendencias posmodernas de la sociedad
occidental, el comportamiento musulmán muestra que no todos creen que
Dios haya muerto, que la historia haya terminado y que todo sea
relativo. Los
cristianos, con sus largas historias de lucha contra el islam y de
sufrimiento bajo el islam, deberían
estar a la vanguardia dando a conocer verdades cruciales y patentes
sobre esa religión.
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