Viena:
un presagio del yihadismo que viene
RAYMOND IBRAHIM
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Cuando se trata de un cambio total de actitud
respecto al islam, pocas ciudades occidentales destacan tanto como
Viena (Austria). Su pasado y su presente son como el día y la noche.
De hecho, el 12 de septiembre del año 1683, Viena, a punto de ser
capturada por el islam, sólo se salvó en el último momento. Merece la
pena contar esta historia, sobre todo porque ayuda a comprender el
escenario en el que Viena se encuentra hoy en día con respecto al islam.
El 15 de julio de 1683, el mayor ejército islámico que jamás había
invadido territorio europeo –lo cual es mucho decir, si se tienen en
cuenta las innumerables invasiones que lo precedieron desde el siglo
VIII– llegó y rodeó Viena, entonces corazón del Sacro Imperio Romano
Germánico.
Unos 200.000 combatientes musulmanes, bajo el mando otomano, atacaron
utilizando el mismo razonamiento que los grupos llamados "radicales",
como el Estado Islámico, citan para justificar su yihad contra los
"infieles".
Dado que Viena era percibida como la cabeza de la serpiente infiel, la
lógica musulmana exigía que fuera abatida, para que "todos los
cristianos obedecieran a los otomanos", según palabras del jefe supremo
de la expedición musulmana, el gran visir Kara Mustafá.
No era un alarde vano. Las fuentes describen a este Mustafá como
"fanáticamente anticristiano". Tras capturar una ciudad polaca, en
1674, había ordenado despellejar vivos a todos los prisioneros
cristianos y enviar sus pieles disecadas como trofeos al sultán otomano
Mehmed IV.
Incluso durante la elaborada ceremonia previa a la yihad que presagiaba
el asedio de Viena, el sultán, "deseando que [Mustafá] luchara
generosamente por la fe mahometana", por citar una fuente europea
contemporánea, puso "el estandarte del profeta... en sus manos para la
extirpación de los infieles y el acrecentamiento de los musulmanes".
Una vez que el enorme ejército musulmán alcanzó y rodeó las murallas de
Viena, Mustafá siguió el protocolo. En 628, su profeta Mahoma había
enviado un ultimátum al emperador Heraclio: aslam taslam,
"sométete [al islam] y ten paz". Heraclio rechazó la intimidación, se
declaró la yihad contra la cristiandad y, en pocas décadas, fueron
conquistados dos tercios del entonces mundo cristiano –incluida España,
todo el norte de África, Egipto y la Gran Siria y Mesopotamia–.
En 1683, más de un milenio después, el mismo ultimátum de sumisión o
muerte había llegado al corazón de Europa. Aunque el comandante vienés
no se molestó en responder a la intimidación, las pintadas en el
interior de la ciudad captaban el ambiente, por ejemplo: "¡Mahoma,
perro, vete a casa!".
Así que habría guerra. Al día siguiente, Mustafá desató el infierno
contra las murallas de la ciudad y, durante dos meses, los vieneses,
atrincherados y en inferioridad numérica, sufrieron la peste, la
disentería, el hambre y muchas bajas, incluidos mujeres y niños, en
nombre de la yihad.
Entonces, aquel 12 de septiembre, cuando la ciudad había llegado a las
últimas y los musulmanes estaban a punto de irrumpir en ella, las
plegarias de Viena fueron escuchadas. Como explicaba un anónimo inglés:
"Tras un asedio de sesenta días, acompañado de mil dificultades,
enfermedades, falta de provisiones y gran derramamiento de sangre, tras
un millón de disparos de cañón y mosquete, bombas, granadas y toda
clase de fuegos, que han cambiado la faz de la ciudad más bella y
floreciente del mundo, la han desfigurado y arruinado... el cielo
atendió favorablemente las plegarias y las lágrimas de un pueblo
abatido y enlutado."
El formidable rey de Polonia, Juan Sobieski, al fin se había puesto al
frente de 65.000 polacos, austriacos y alemanes fuertemente armados,
todos deseosos de vengar a la ciudad asediada. Argumentando que "no es
sólo una ciudad lo que tenemos que salvar, sino toda la cristiandad, de
la que la ciudad de Viena es el baluarte", Sobieski dirigió una
atronadora carga de caballería, la mayor de la historia, contra los
sitiadores musulmanes, a los que derrotó por completo.
Aunque fue una victoria espectacular, las consecuencias fueron
sangrientas: antes de huir, los musulmanes sacrificaron ritualmente a
unos 30.000 cautivos cristianos capturados durante su marcha hacia
Viena, violando antes a las mujeres. Al entrar en la ciudad liberada,
los libertadores encontraron montones de cadáveres, aguas residuales y
escombros por todas partes.
Es, por cierto, esta historia de agresión islámica la que conforma la
visión que tiene Europa del este sobre el islam. Como dice
un polaco moderno, haciéndose eco de las palabras de Sobieski: "Una
guerra religiosa entre el cristianismo y el islam está de nuevo en
marcha en Europa, exactamente igual que en el pasado".
Sin embargo, la ironía de las ironías es que Viena es hoy un hervidero de actividad islámica radical. Hace
poco, dos jóvenes musulmanes detenidos antes de lanzar un ataque
terrorista contra su escuela austriaca confesaron: "¡Queríamos disparar a todos los
cristianos de la clase!". ¿Por qué? Porque "Matar cristianos nos lleva
al paraíso".
"Los austriacos viven atemorizados mientras violentas bandas de
inmigrantes llevan a cabo ataques diariamente en Viena", es el
revelador título de un informe de 2017. Los delitos sexuales contra
mujeres y niños "infieles" se han disparado, al igual que los ataques
a iglesias; se rompen cruces por doquier y se decapitan estatuas de
Jesús y de María. Los libros de texto escolares blanquean la historia
islámica –incluido el mencionado asedio de Viena–, mientras
demonizan la "intolerante" herencia cristiana de Austria.
Además, según un informe PEW de 2017, en 2050 los musulmanes
podrían representar hasta el 20% de la población de Austria. En Viena
ya hay más estudiantes musulmanes que católicos.
Las palabras del historiador Alan G. Jamieson
llevan toda la razón, cuando se trata de Viena (o de tantas otras
ciudades y naciones occidentales):
"En un momento en que la superioridad militar de Occidente –es decir,
principalmente de Estados Unidos– sobre el mundo musulmán nunca ha sido
mayor, los países occidentales se sienten inseguros ante las
actividades de los terroristas islámicos... En todos los largos siglos
de conflicto entre cristianos y musulmanes, nunca ha sido mayor el
desequilibrio militar entre ambas partes, y sin embargo el Occidente
dominante no puede aparentemente obtener ningún consuelo de este hecho."
Esta es la gran "incógnita" de nuestros días. Hasta que no la
resolvamos, las cosas no harán más que empeorar.
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