Problemas
planteados por los rezos musulmanes en la calle
SAMI ALDEEB
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Los rezos en la calle plantean muchos problemas:
- La calle pertenece a todos y no debe ser monopolizada por una persona
o un grupo, a menos que haya una autorización previa de las autoridades.
- Estas autoridades no deben tolerar en ningún caso
comportamientos susceptibles de convertirse en costumbres, que serán
difíciles de prohibir en el futuro, como ocurre en las calles de París
y otros lugares. Al hacer la vista gorda ante tales comportamientos, se
anima a otros a adoptarlos y pueden volverse molestos para el público,
que podría reaccionar violentamente.
- Hay lugares previstos para cada tipo de actividad. Hay sitios para
hacer las necesidades naturales, otros para nadar, otros para conducir
un automóvil, otros para relajarse, otros para enterrar a los muertos,
otros para rezar, etc. Utilizar un lugar para una actividad a la que no
está destinado es contrario al orden público. Por ejemplo, imaginemos a
alguien haciendo sus necesidades naturales en la plaza pública.
- El Estado no debe alentar la hipocresía y las
prácticas sectarias.
Hace dos mil años, Cristo dijo:
"Cuando recéis, no hagáis como los hipócritas, que son amigos de rezar
de pie en las sinagogas y en las esquinas,
para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su
recompensa, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, entra
en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu Padre que está en lo
escondido; y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará" (Evangelio
de
Mateo 6,5-6).
- El contenido de los rezos musulmanes es contrario a las normas
suizas. El musulmán debe recitar en los rezos 17 veces al
día el siguiente capítulo del Corán:
"En el nombre de Dios, el compasivo, el misericordioso. Alabado sea
Dios, el Señor de los mundos, el compasivo, el misericordioso, soberano
en el día
del juicio. A ti te adoramos y a ti te pedimos ayuda. Dirígenos por el
camino recto, el camino de aquellos que tú has
agraciado, no el camino de aquellos
que incurren en la ira, ni el camino
de los extraviados."
Según casi todos los exegetas, los que incurren en la
ira son los judíos
y los extraviados
son los cristianos
(véase mi libro: La fatiha y
la cultura del odio). A todas luces, esta oración va en
contra del artículo 261 bis
del
Código Penal suizo, que dispone:
"Aquel que, públicamente, haya incitado al odio o la
discriminación hacia una persona o grupo de personas en razón de su
pertenencia
racial, étnica o religiosa;
aquel que, públicamente, haya propagado una ideología dirigida a
rebajar o
denigrar de manera sistemática a los miembros de una raza, una etnia o
una religión;
aquel que, con el mismo propósito, haya organizado o alentado acciones
de
propaganda o ha participado en ellas;
aquel que, públicamente, por medio de la palabra, la escritura, la
imagen, el gesto, por vías de hecho o
de cualquier otra manera, haya rebajado o discriminado de una forma que
atente a la
dignidad humana de una persona o un grupo de personas en razón de su
raza, su pertenencia étnica o su
religión, o quienes, por la misma razón, niegue, minimice groseramente
o
busque justificar un genocidio u otros crímenes contra la humanidad;
aquel que haya rehusado a una persona o un grupo de personas, en razón
de su
pertenencia racial, étnica o religiosa, una prestación destinada al uso
público,
será castigado con una pena de privación de
libertad de hasta tres años
o una
pena pecuniaria."
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