Igual que los izquierdistas, los turcos volvían a los niños cristianos contra sus padres

WILLIAM KILPATRICK






"El cristianismo se salvó en Europa únicamente porque los pueblos de Europa lucharon. Si [los europeos]… no hubieran poseído una igualdad militar con los mahometanos que invadieron Europa, y una superioridad gradualmente creciente sobre ellos, Europa sería en este momento mahometana y la religión cristiana habría sido exterminada." Theodore Roosevelt

Encontré esta observación de Roosevelt en el libro reciente de Raymond Ibrahim, Defenders of the West. The Christian Heroes who stand against Islam. En un momento en que el islam una vez más parece estar a punto de conquistar Europa, esta vez a fuerza de inmigración y tasas de natalidad más altas, el libro de Ibrahim sirve como recordatorio oportuno de que este choque de civilizaciones está lejos de terminar.


Defenders of the West se centra en ocho personajes que lucharon contra los ejércitos islámicos en varios momentos de los siglos pasados. Curiosamente, el propio Ibrahim puede ser considerado un moderno "defensor de Occidente" o, más exactamente, "defensor de la fe".


Digo esto porque la fe no se puede defender efectivamente a menos que los cristianos primero se den cuenta de que necesita ser defendida. Gran parte del trabajo de Ibrahim se refiere a la opresión de los cristianos por parte de los musulmanes en todo el mundo, pero particularmente en África, Asia y Oriente Medio, una historia con la que relativamente pocos cristianos occidentales están familiarizados.


Ibrahim, claro está, también escribe sobre la continua amenaza a Occidente, a Europa y las Américas. Sin embargo, a diferencia de la persecución y matanza diaria de cristianos en África, los cristianos en Occidente están sujetos a tipos de intimidación más sutiles pero aún efectivos, que los hacen mirar hacia otro lado frente a las transgresiones musulmanas. Ahora, la mayoría de los occidentales cree que se debe evitar el tema de la agresión islámica.


De hecho, la renuencia a involucrarse en los problemas de otros cristianos fue un factor importante que obstaculizó los esfuerzos cristianos para resistir a los ataques islámicos en Europa en siglos pasados. Mientras su propio territorio no estuviera amenazado, muchos reyes y príncipes se negaban a acudir en ayuda de sus vecinos, a pesar de las repetidas súplicas de Roma para que se unieran en defensa de la cristiandad.


Algunos de estos gobernantes cristianos incluso estaban dispuestos a hacer alianzas con los "turcos" (otomanos) y luchar junto a ellos contra sus hermanos cristianos. De hecho, Defenders of the West está lleno de muchos más relatos de traiciones que los que encontrarás en las páginas de El Señor de los Anillos.


Hablando de El Señor de los Anillos, hay una cualidad casi fantástica en el libro de Ibrahim. Mucho de lo que sucedió parece increíble. Sin embargo, Defenders of the West se basa casi enteramente en fuentes primarias. Y las historias que cuenta son asombrosas: la lucha a muerte del duque Godofredo de Bouillon con un "enorme" oso; guerreros cristianos que vencían luchando uno contra diez; y la guerra psicológica que a veces tomaba la forma de pilas de cráneos como montañas dejados por los caminos como advertencia a los soldados cristianos del destino que les aguardaba.


¿Y las batallas? Si has visto las escenas de batalla en la versión cinematográfica de El Señor de los Anillos, podrías suponer que son grandes exageraciones de batallas medievales reales. Bueno, sí y no. Por supuesto, no había orcos, ni gigantes, ni árboles andantes en aquellos días; pero había enormes ejércitos, algunos de los cuales sumaban cientos de miles de guerreros.


Además, había tremendas máquinas de guerra: enormes arietes; catapultas gigantes capaces de lanzar proyectiles de 200 kilos; y torres de madera más altas que las murallas del castillo, que se construían en cuestión de días y se llevaban sobre ruedas hasta las murallas, lo que permitía a los arqueros disparar desde arriba a los patios de dentro.


Sin embargo, por muy remoto que nos parezca todo esto, había aspectos de las guerras que nos resultan familiares y sorprendentes. Los turcos otomanos eran maestros de la guerra psicológica y habían desarrollado una institución particularmente cruel, que les permitía alistar a niños cristianos en contra de sus propios padres. Se llamaba el sistema de los jenízaros ("nuevos soldados").


En las zonas de la región de los Balcanes que controlaban los turcos, las familias cristianas se veían obligadas a entregar un tributo de sangre anual con sus propios hijos. Los turcos seleccionaban a los más fuertes, saludables, dotados e inteligentes de aquellos niños y luego los convertían en guerreros otomanos. Ibrahim lo cuenta así:


"Luego, estos niños eran llevados a tierra de los otomanos, convertidos por la fuerza al islam, adoctrinados en las enseñanzas de la yihad, entrenados para ser los guerreros por excelencia, y recompensados por ello; y entonces los lanzaban contra sus antiguos parientes cristianos, perpetuando así el ciclo de conquista, esclavización y conversión, siempre para ganancia demográfica del islam y para pérdida demográfica de la cristiandad."


Así adoctrinados, los jóvenes a menudo desarrollaron una devoción servil hacia el islam y hacia sus amos islámicos, y una profunda hostilidad hacia los cristianos. Aunque la institución de los jenízaros fue novedosa en su momento, hemos visto varios ejemplos similares en la edad moderna. Tanto las Juventudes Hitlerianas como los Jóvenes Pioneros de la era soviética tenían como objetivo inculcar a los jóvenes creencias y valores que a menudo eran opuestos a los de sus padres. Además, los niños que traicionaban a sus padres ante las autoridades eran presentados como modelos a imitar por otros jóvenes.


El ejemplo más reciente de un intento organizado de separar a los niños de sus familias y de la fe de sus familias se puede encontrar sin ir más lejos de la escuela del barrio. En todo el país, los niños están siendo adoctrinados para creer que la homosexualidad está bien, que los niños tienen derecho a usar el vestuario de las niñas y que los menores pueden elegir su propio género.


Algunos maestros y consejeros incluso alientan a los niños a creer que se les ha asignado el género equivocado y se ofrecen para ayudarlos en la transición a su "verdadera" identidad. Mientras tanto, aconsejan a los niños que no informen a sus padres.


¿Y por qué se debería informar a los padres? Al igual que los gobernantes otomanos de antaño, muchos "profesionales" de la educación están convencidos de que los niños pertenecen al Estado, no a sus padres. No importa lo que crean los padres, los maestros son los que saben. Y, de hecho, ahora es de conocimiento común que una educación desde primaria hasta la universidad tiene por efecto a menudo alejar a los niños de los valores de sus padres.


Más aún, la exposición a nuestro sistema educativo también tiene el efecto de alejar a los jóvenes de los valores de nuestra nación. En los últimos años, nuestras instituciones de educación superior han pintado a Estados Unidos como la raíz de todos los males. De acuerdo con este punto de vista "despierto" (woke), Estados Unidos fue fundado por racistas y sigue siendo culpable de racismo sistémico, supremacismo blanco, etnocentrismo, sexismo y transfobia.


A los estadounidenses, en resumen, se les enseña a avergonzarse de su cultura y su legado. Una gran parte de este legado, por supuesto, se remonta a nuestros antepasados europeos y a los valientes guerreros que se opusieron al islam y se aseguraron de que nuestro legado fuera cristiano, no mahometano.


Como todo el mundo sabe, los últimos años han estado marcados por un esfuerzo concertado para "destrozar" nuestra cultura: derribar estatuas de los héroes estadounidenses y calificarlos a todos de supremacistas blancos (incluso a Lincoln y Frederick Douglass).


Como muestra Ibrahim en su capítulo final, esta peste se extiende ahora a nuestros antepasados europeos que lucharon para defender su fe y sus libertades contra el avance del islam. Por ejemplo, "en 1999, cientos de autoidentificados cristianos participaron en una 'caminata de reconciliación' que comenzó en Alemania y terminó en Jerusalén. Por el camino, llevaban camisetas con la frase 'Pido perdón', en árabe nada menos.


Más recientemente, en 2020, en San Luis, Misuri, "multitudes de 'progresistas', liderados por Black Lives Matter y activistas musulmanes, se lanzaron violentamente para destruir la icónica estatua de doce metros del rey Luis IX [san Luis]".


San Luis resulta ser uno de los ocho heroicos defensores de Occidente de los que trata el libro de Ibrahim. "Importaba poco ¬escribe Ibrahim¬ que el santo rey hubiera gastado gran parte de su vida y riqueza en piadosas obras de caridad para mejorar la suerte de sus semejantes".


Al mismo tiempo que se difamaba a los cristianos occidentales, no obstante, los universitarios occidentales estaban ocupados en blanquear la brutalidad de los mahometanos. Por ejemplo, como señala Ibrahim, la "diabólica" institución de los jenízaros "ha sido blanqueada y descrita por profesores occidentales 'como el equivalente a enviar a un niño a una educación prestigiosa y a formarse para una carrera lucrativa'".


El sistema de los jenízaros, sin embargo, no siempre funcionó en beneficio del islam. El capítulo más fascinante de Defenders of the West se refiere a Skanderbeg, un héroe albanés que pasó la mayor parte de su vida luchando contra los turcos, pero no toda. En su infancia, Skanderbeg había sido separado de sus padres y llevado al sistema de los jenízaros. Era un alumno listo, y debido a su extraordinaria fuerza y habilidades, ascendió rápidamente de rango "y hasta llegó a ser un general otomano de alta graduación". Pero Skanderbeg (cuyo nombre de pila era Jorge Kastrioti) no había olvidado del todo sus raíces en la Albania cristiana y, cuando tuvo la oportunidad, se volvió contra el sultán, y con un grupo inicialmente pequeño de combatientes albaneses comenzó su lucha para recuperar Albania.


Irónicamente, gran parte del éxito de Skanderbeg se debió a su formación como jenízaro. Entendía la mentalidad turca mejor que cualquier otro jefe occidental y conocía sus estrategias y tácticas. Batalla tras batalla, aplastó a las fuerzas otomanas que eran muy superiores en número a sus propias tropas.

Huelga decir que nuestra propia cultura tiene una gran necesidad de hombres como Skanderbeg, como san Luis, Godofredo de Bouillon, El Cid y los demás sobre los que escribe Ibrahim. Aunque estaban lejos de ser perfectos, poseían cualidades que vale la pena emular en cualquier época.

No es que ninguno de nosotros esté necesariamente llamado a luchar contra un califa y sus ejércitos, aunque esta posibilidad no debe descartarse del todo, puesto que el presidente Erdogan de Turquía ha dado varias pistas generales de que desea gobernar como califa sobre un restaurado Imperio otomano, que incluiría gran parte de Europa.

En cualquier caso, parece que hay batallas que tendremos que librar. A veces se combatirá con armas de guerra y a veces por otros medios.

Ya se trate de musulmanes radicales, de izquierdistas radicales, de juntas escolares radicales, de organismos de gobierno radicalizados o del Partido Comunista Chino, siempre habrá una nueva hornada de enemigos. Y todos querrán más o menos lo mismo: que renunciéis a vuestros derechos, renunciéis a vuestra fe y entreguéis a vuestros hijos para que los adoctrinen en un nuevo credo.

Una de las principales lecciones de la historia occidental es que no podemos permitirnos hacer la vista gorda ante los problemas de nuestros hermanos cristianos. No imaginéis que lo que les está pasando ahora en África, o Asia, u Oriente Medio no os puede pasar a vosotros y a vuestra familia.



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