Averroes y Occidente, una mentira persistente

ANNE-MARIE DELCAMBRE





Averroes conoció la fama solo gracias a Occidente. Pero esta fama actuó, y sigue actuando, como un espejo deformante. El mundo cristiano medieval no conoció al verdadero Averroes. Tampoco es el verdadero Averroes el que los intelectuales musulmanes de hoy tienen como estandarte. Este malentendido sobre el hombre al que los árabes siguen llamando Ibn Rushd está en la raíz de una historia engañosa de Averroes. Los nuevos pensadores del islam lo utilizan como arma para menospreciar al Occidente cristiano y alabar el racionalismo musulmán. Averroes se ha convertido ahora en un héroe de la gran pantalla, y algunos hablan de una verdadera manía averroísta. Es esta desinformación la que hay que denunciar urgentemente.



Primera parte


El hombre conocido en el mundo árabe como Ibn Rushd [Abu'l-Walid Muhammad Ibn Rushd de Córdoba] llegó a ser famoso solo gracias a Occidente. Fue Occidente quien le dio el nombre de Averroes, que dista mucho del árabe.

 

Sin embargo, Averroes, como dice Rémi Brague, no tuvo suerte. No es el único filósofo «árabe» en ese caso, pero lo que lo distingue es su mala suerte persistente, incluso cuando tiene suerte. Y esta mala suerte proviene de su falseada fama, un espejo deformante de lo que fue el verdadero Ibn Rushd.

 

A primera vista, la suerte le sonrió después de su muerte, porque se hizo famoso en el Occidente cristiano, por un doble título: como médico y como comentarista de Aristóteles. Pero es una fama que huele a azufre.

 

Tomás de Aquino, conocido como santo Tomás de Aquino «el Doctor Angélico» lo convirtió en el equivalente del Diablo. Según el Doctor Angélico, Averroes es más el corruptor de la filosofía aristotélica que no su intérprete. Y se creó una verdadera leyenda negra en torno a Averroes: sería el autor de declaraciones impías, sería un escritor maldito que trató de impostores a los fundadores de las tres religiones monoteístas. Averroes fue presentado como un ateo que considera que la humanidad ha sido estafada por los fundadores de las religiones.

 

Pero en realidad fue contra los «averroístas» contra quienes Tomás de Aquino lanzó sus rayos hasta el punto de arriesgarse a un infarto. Estos «averroístas» eran profesores de filosofía que querían liberarse de la tutela de la Iglesia y pensar por su cuenta. Y Averroes no es más que un pretexto. Entre estos averroístas están Sigerio de Brabante y Boecio de Dacia. Sigerio de Brabante incordió a la Iglesia. Fue asesinado, «apuñalado por su secretario que se había vuelto loco». Al menos esa es la versión oficial. Pero si nos fijamos en las crónicas de la época, a Sigerio de Brabante lo llamaron «infiel» y «blasfemo», y representaba el mal. En 1270, Tomás de Aquino escribió De unitate intellectus contra averroistas (Sobre la unidad del intelecto, contra los averroístas). El averroísta era alguien que, como creyente, sostenía que lo que decía la religión era verdad, pero como filósofo, pensaba que era falso. Esta es la forma medieval del doble lenguaje.

 

Pero fue a principios del siglo XIV cuando los averroístas latinos hicieron estragos en París, con Juan de Jandún.

 

Mientras que Juan de Jandún consideraba a Averroes como su maestro de pensamiento y llegó a decir que quería ser el «mono» de Averroes, que para él es «perfectissimus et gloriosissimus philosophicae veritatis amicus et defensor» (el más perfecto y glorioso amigo y defensor de la verdad filosófica), santo Tomás estaba «contra averroistas, contra averroistas parisienses, contra errorem averroistarum». Cualquiera diría que estas frases en latín están sacadas de un álbum de Astérix.

 

Y luego está el héroe de la cruzada contra los averroístas, Raimundo Lulio (1235-1315), teólogo, filósofo y poeta catalán. Escribió libelos contra Averroes. Para él, la verdad teológica era muy superior a la verdad filosófica. A pesar de todo, en los siglos XIII y XIV hubo dos focos de averroísmo, la escuela franciscana y la universidad de París sobre todo.

 

Pero la fama de Ibn Rushd en París, en el barrio del monte Sainte-Geneviève, era en realidad una fama basada en la mentira. Si Averroes hubiera podido volver a la tierra, habría pedido cuentas a santo Tomás por esta demonización de su persona y de sus obras.

 

La suerte pareció sonreír, de nuevo, a Ibn Rushd/Averroes con la tesis del bretón Ernest Renan, publicada el 11 de agosto de 1852. Este antiguo seminarista, convertido en racionalista, atacaba a Jesús, pero también la percepción de Averroes en Occidente: no, no era un impío, un adversario de los cristianos, decía. Era un filósofo racional.

 

Sin embargo, treinta años más tarde, el mismo Ernest Renan pronunciaba una conferencia sobre El islamismo y la ciencia, en la que decía: «Honrar el islam de Avicena, Avenzoar y Averroes es como honrar el catolicismo, de Galileo» (1887). Esto después de haber dicho, el 29 de marzo de 1883, que la filosofía entre los musulmanes siempre había sido una intrusión extranjera, que el filósofo musulmán siempre había sido un aficionado o un funcionario de la corte; después de haber dicho que entre los llamados filósofos árabes apenas había uno, Al Kindi, que fuera de origen árabe. Todos los demás eran persas, españoles, gentes de Bujará, Samarcanda, Córdoba y Sevilla; después de haber dicho que no sólo no eran árabes de sangre, sino que su espíritu no tenía nada de árabe: «Utilizan el árabe, pero se ven obstaculizados por él, al igual que los pensadores de la Edad Media se veían obstaculizados por el latín. La lengua árabe no se presta a la metafísica, es buena para la poesía y la elocuencia».

 

Además, continúa Ernest Renan, si Averroes alcanzó en el Occidente latino una fama casi igual que la de Aristóteles, mientras lo olvidaban por completo sus correligionarios, la Europa occidental de los siglos XV y XVI emprendió el gran camino de la investigación científica «¡repudiando a Aristóteles y a su grotesco séquito de árabes y comentaristas!» Después de haberlo rehabilitado, Renan lo clasificó entre los filósofos que se habían vuelto ridículos.

 

Una vez más, Averroes alcanzaría la gloria en el siglo XX. Aquí, Averroes se convertirá en héroe del cine. Esto dio lugar a una verdadera averromanía. Yusef Chahine (el director egipcio), en su película El destino, hizo de él la figura ideal del islam ilustrado. ¡Este es el islam bello, el islam filosófico, capaz de competir con otras religiones e incluso de aplastarlas, el islam religión de razón, de amor, de tolerancia y de paz!

 

Para algunos es una suerte que a este Averroes se le haga pasar –otra mentira– por magrebí, ¡cuando nació en Córdoba! Una mentira más es el supuesto islam moderado de Averroes, al que atribuyen todas las virtudes. La República Francesa está dispuesta a hacerlo ciudadano de honor. ¡Y lo ha hecho entrar ya en la Sorbona! Averroes figura desde hace tiempo en el programa del examen oral en las oposiciones a profesor de filosofía, y puede entrar en el examen oral de filosofía del bachillerato. Este honor universitario para Averroes se funda también en una mentira. El único tratado de Averroes traducido al francés es El tratado decisivo. Ahora bien, este se ocupa de una consulta jurídica (una fetua). En este libro, Averroes plantea la cuestión de si hacer filosofía es lícito, recomendable, prohibido, obligatorio, o detestable.

 

Pero es una mentira enorme tener en cuenta solo la obra del tratado decisivo (por haber sido traducido), porque así se ignora el resto de las obras de Averroes (que comentó muchas veces a Aristóteles y que escribió voluminosas obras sobre derecho y sobre medicina).

 

Así pues, la fama filosófica de Averroes, en Occidente, descansa sobre bases engañosas.

 

De hecho, en los tres casos –la Edad Media cristiana, el siglo XIX con Renan y la época actual– nos encontramos con un desconocimiento total de aquel al que los árabes siguen llamando Ibn Rushd y al que nosotros seguimos llamando Averroes. Y este desconocimiento está en el origen de una historia engañosa que ha persistido. La realidad es muy diferente.



Segunda parte


La vida del Ibn Rushd histórico abarca la mayor parte del siglo XII. Nació en Córdoba, en 1126, y murió en Marrakech el 10 de diciembre de 1198, a los 72 años. Los árabes lo apodaron «el nieto», para distinguirlo de su ilustre abuelo, que había sido gran cadí (juez) de Córdoba. Su padre también lo fue.

 

Averroes tenía 20 años cuando llegó la revolución almohade («unitaria»), protagonizada por bereberes de Marruecos.

 

Averroes tenía 42 cuando el médico del califa le pidió que escribiera un comentario sobre Aristóteles claro y sencillo. Este médico no era cualquiera. Era Ibn Tufail (conocido en el Occidente latino como Abubácer).

 

14 años más tarde, el mismo Ibn Tufail le cedió su puesto de médico del califa. Al mismo tiempo Ibn Rushd fue nombrado cadí de Sevilla, luego gran cadí de Córdoba.

En realidad, Averroes estuvo al servicio de dos califas bereberes «almohades»: Abu Yaqub Yusuf y su hijo Abu Yusuf Yaqub Al-Mansur (el victorioso).

 

Sin embargo, la mentira sobre la vida de Averroes, lo que se olvida decir, es que nunca fue un intelectual filósofo, desvinculado de la sociedad. Fue un intelectual «orgánico», un juez.

 

Hacer que en las escuelas del siglo XXI se estudie El tratado decisivo de Averroes para demostrar que el islam es compatible con la razón, la modernidad, el progreso, el laicismo, etc., es cargar a Averroes –pobre hombre– con problemáticas que no eran en absoluto las suyas. Averroes, en el siglo XII, estaba al servicio de la dinastía bereber de los califas almohades –los unitarios–, feroces partidarios de la unicidad de Dios. Estos «unitarios» (=al-muwahhidûn =almohades), tenían necesidad de una nueva teología. Averroes tuvo las ambiciones de un intelectual musulmán de su época (véase Dominique Urvoy, Les ambitions d'un intellectuel musulman. París Flammarion, 1998).

 

Averroes quería una teología animada por la aportación de la filosofía, con la eliminación de la árida retórica de la teología dogmática clásica (el kalâm). De hecho, antes de los almohades, habían estado los almorávides, y los almohades querían llevar a cabo una reforma religiosa, un poco como el protestantismo (con respecto al catolicismo).

 

No se puede entender la ideología de los califas almohades si se ignora quién era Ibn Túmart. Era un bereber que estudió en Oriente y tuvo maestros de la escuela shafií en derecho musulmán. Ibn Túmart era un bereber intransigente. Para él, era necesario imperativamente hacer la guerra a los malos musulmanes antes de atacar a los infieles.

 

¿Por qué Averroes prefirió a los almohades? Bajo los califas almorávides (también bereberes), no hubo más que guerras devastadoras entre jefes guerreros andalusíes. Con la llegada de los almohades se restableció el orden. Fue un poder victorioso basado en la ley.

 

Ciertamente, ¡qué mentira es presentar a Averroes como tolerante y pacifista! No lo era en absoluto.  Era belicista, partidario de la guerra. Rémi Brague recuerda el sermón (en árabe jutba) que pronunció en la mezquita mayor, en el que llamaba a la guerra santa (yihad) contra los reinos cristianos del norte.

 

Como jurista malequí, Averroes habla de la yihad y exhorta a ella. Y escribió un texto sobre la yihad dedicado al califa y a instancias suyas. Y como en todos los tratados de derecho musulmán (fiqh), se trata del botín, del destino reservado a los cautivos, del reparto del botín.

 

En general, Averroes no era blando. En su comentario a La república de Platón, no pone ninguna objeción a la eliminación de los niños discapacitados.

 

En realidad, Averroes era un jurista pragmático. Habla de la condición de la mujer en los países musulmanes y la deplora. Constata que, en efecto, su única función es ocuparse de los hijos y, para ganar dinero, hilar y tejer. De este modo, dice, se hallan reducidas al estado de plantas. Pero Averroes, de hecho, no se compadece de las mujeres. Deplora su inutilidad y la carga que ellas representan para su marido.

 

Averroes fue un buen servidor al servicio de los califas almohades. Entonces, ¿por qué cayó en desgracia? ¡A los 68 años! en 1194 se presentó una denuncia contra él. A los 69 años, fue desterrado a Lucena, una pequeña ciudad situada a unos cien kilómetros al suroeste de Córdoba. En otro tiempo estuvo poblada por judíos. Pero la prohibición por los almohades de las religiones distintas del islam había provocado el declive de la ciudad.

 

El exilio en Lucena fue humillante para Averroes. Lo asimilaba a un judío. No sorprende que se haya escrito: «Según se dice, era de origen judío». Además, circularon poemas insultantes referidos a él: «No te has mantenido en el buen camino, oh hijo del buen camino. Has traicionado a la religión. No es así como actuó tu abuelo», o «El destino ha abatido a todos esos falsarios que mezclan la filosofía con la religión y propugnan la herejía».

 

Presentar hoy a Averroes como un musulmán modelo es una mentira, porque, en su época, Averroes, al final de su vida, fue insultado en público obscenamente, y sus libros fueron condenados a la hoguera. Después de haber entrado en la mezquita mayor de Córdoba con su hijo Abdalá, fue expulsado por las gentes de clase baja.

 

Los verdaderos enemigos de Averroes fueron las masas populares musulmanas. La antipatía de la muchedumbre hacia la filosofía fue uno de los rasgos más característicos de la España musulmana. Al que daba clases de filosofía lo calificaban de impío, de descreído (zindiq). Esto era terrible, y quedabas marcado para el resto de tu vida.

 

Averroes había obedecido al califa al introducir la filosofía griega (la lógica) en la teología. Él filosofaba con el califa y para el califa. Nunca escribió para el pueblo. Prescribió que los filósofos sólo debían filosofar a puerta cerrada, lejos del vulgo... Porque las gentes, en las calles, quemaban la casa de los que ejercían de filósofos. Y a veces el califa, para ganarse el afecto del pueblo, ordenaba la muerte del que filosofaba o la quema de sus libros. Se practicaba la caza de brujas.

 

Averroes desconfiaba con razón de las masas populares, pero siempre siguió siendo un jurista musulmán puro y duro, que quería el bien de la comunidad musulmana (la umma). Averroes preconizaba que había que corregir la ley cuando era demasiado general, como había preconizado Aristóteles. Y Averroes señala que la ley sobre la yihad es un ejemplo excelente que se puede dar para mostrar esa clase de corrección hecha a la ley. El mandato general es extirpar y erradicar al adversario. Pero hay circunstancias en las que la paz es preferible a la guerra. «Es el vulgo, entre los musulmanes, quien imagina que el principio tendría un alcance universal, incluso cuando no es posible aniquilar al adversario. Esto tiene graves consecuencias. Hay que ver la finalidad de la ley». Pero Averroes en ningún momento pone en duda la legitimidad del principio.



Conclusión


Así que hoy día la falsa historia de Averroes continúa.  Por eso es conveniente hablar de «mentira persistente». Los nuevos pensadores del islam utilizan a Averroes como arma para rebajar al Occidente cristiano y elogiar el racionalismo musulmán.

 

Olvidan decir que la historia oficial musulmana considera a Averroes como hereje.

 

Olvidan decir que Averroes no tuvo ningún discípulo árabe. Los únicos discípulos de Averroes fueron los averroístas latinos y los averroístas judíos. Pero, aun así, estos últimos utilizaron a Averroes deformándolo. Se apoyaron en malentendidos históricos. Encontramos verdaderos añadidos, tanto en las ediciones latinas como en los manuscritos hebreos. Y no olvidemos que Averroes no sabía griego, que sus comentarios sobre Aristóteles y Platón se hicieron a partir de en traducciones efectuadas por cristianos orientales.

 

La posteridad latina y judía de Averroes es, pues, una posteridad equívoca.


El «averroísmo» es un nombre colectivo acuñado por Renan. La Edad Media no conoció más que a los averroístas.

 

¿Podría ser el averroísmo una ilusión, una mentira? Algunos solo han visto bajo ese nombre un «paganismo típicamente parisino».

 

Los intelectuales musulmanes, hoy, quieren un «averroísmo árabe». El «averroísmo árabe», de hecho, forma parte de la reivindicación de su patrimonio por parte de los intelectuales árabes occidentalizados.


La reivindicación del patrimonio parecería natural si no escondiera una idea de revancha contra los occidentales. Y lo que viene a demostrarlo es la apología sistemática que tiende a ocultar la verdadera naturaleza de ese patrimonio.

 

Averroes no fue el hombre que retratan, como tampoco lo fue Ibn Jaldún. Esta último escribió sobre los árabes frases por las que lo habrían acusado de racismo. Pero como los occidentales enaltecen a Ibn Jaldún como precursor de la sociología, los intelectuales musulmanes lo reivindican como parte de su patrimonio.


El poner en el candelero a Averroes, su «redescubrimiento», siempre corre a cargo de Occidente, de orientalistas occidentales, y, en los países árabes, se hace en función del punto de vista occidental.

 

Es Occidente el que está en el origen de la fama de Averroes. Podemos preguntarnos ¿qué interés tienen los musulmanes en reivindicar a un personaje calumniado por la Iglesia, deformado por el orientalismo, cuya fama siempre estuvo y sigue estando basada en mentiras?


 

Addendum

 

En el enaltecimiento, el «redescubrimiento» plagado de mentiras, de Averroes como filósofo, Occidente interviene siempre, una y otra vez.

 

Ibn Rushd/Averroes fue puesto en el centro de atención en Europa por Ernest Renan, a mediados del siglo XIX, pero hasta treinta años después no se interesaron por él los eruditos árabes. Por aquel entonces, hubo una polémica entre dos árabes, el egipcio Muhammad Abduh (1849-1905) y Farah Antûn. Farah Antûn, cristiano siríaco de origen, pero ateo, presentaba en 1903 a Averroes como un laicista que rechazaba toda conciliación entre la filosofía y la religión, mientras que Abduh –que no conocía realmente el pensamiento de Averroes– lo vinculaba a su propia teología racionalizadora. El excristiano Farah Antûn veía en Averroes un ejemplo ideal de laicismo, porque quería aplicar su laicismo a todas las religiones. Abduh vio en Antûn una voluntad cristiana de perjudicar al islam. Frente a estas dos tesis, la tesis de Antûn y la tesis de Abduh, los intelectuales filósofos árabes paradójicamente se apoyaron en… Ernest Renan, que para ellos representa la objetividad histórica de Occidente. Y vemos en Majid Fakhrî (1960) el análisis de Renan, al igual que en Jamîl Salîba (1970).

 

De 1930 a 1970, surgió por todo el mundo árabe un «averroísmo árabe», con el mito de que Averroes había introducido la «razón» en el Occidente latino, un Occidente latino que sin el pensador musulmán seguiría estando, según esta tesis, en la edad de las cavernas. El egipcio Mahmûd Qâsim (1913-1973) denunció las calumnias contra el pensador andalusí pero, como musulmán, no quiso ver su papel de comentarista de Aristóteles.

 

Esta recuperación de Averroes por los árabes –por los averroístas árabes– ignora voluntariamente el enorme papel desempeñado por los orientalistas, pero también ignora voluntariamente el vínculo de Averroes con los almohades, porque... el almohadismo tiene mala prensa ante la ortodoxia musulmana. Es una herejía, y el teólogo sirio hanbalí Ibn Taimiya (1263-1328) siempre será preferido frente al hereje Averroes.

 

Como dice Dominique Urvoy en su libro, Histoire de la pensée arabe et islamique (Editions du Seuil, 2006), «paradójicamente son siempre los orientalistas quienes marcan el camino».

 

Como Dominique Urvoy es modesto, no dice que es uno de los raros especialistas en islam que ha subrayado la importancia del almohadismo en el pensamiento de Averroes. El hecho de que los musulmanes no hablen de ello y consideren a Averroes como hereje es que ... el almohadismo es similar al mutazilismo, con la misma apelación a la razón.

 

Así que la mentira persistente está en la recuperación de Averroes por los pensadores musulmanes modernos, para hacer de él el musulmán ideal, el musulmán racionalista, mientras que, para los juristas «ortodoxos» del islam, Averroes representaba –y sigue representando– una tentación, un intento de modificación de la teología del islam, una herejía (bid’a) condenable, lo que explica que sus libros fueran quemados y él mismo exiliado.

 

Anne-Marie Delcambre es doctora en Derecho, doctora en Civilización Islámica, islamóloga y profesora de lengua árabe.



FUENTE