Segunda carta
abierta al papa Francisco
Sobre el islam
en
la ‘Evangelii gaudium’
ABBÉ GUY PAGÈS
|
|
|
|
Santo Padre:
Con pena redoblada y con todo el respeto filial que le debo, en nombre
de
muchas personas preocupadas por sus palabras relativas el islam, y en
virtud del
canon 212 § 3 (1), le dirijo esta nueva carta. En efecto, en su
exhortación
apostólica Evangelii gaudium
acaba de
escribir que: "el verdadero islam y una adecuada interpretación del
Corán
se oponen a toda violencia" (nº 253). Tal afirmación, ciertamente
motivada
por su solicitud paternal hacia nuestros hermanos perseguidos en los
países islámicos, aparece, sin embargo, como una aterradora
contraverdad. Pues,
¿cómo afirmar
que "el verdadero islam y una adecuada interpretación del Corán se
oponen
a toda violencia", dado que:
"Sólo Alá conoce la interpretación del Corán" (Corán 3,7).
Los versículos considerados "tolerantes" del inmutable Corán fueron
abrogados todos por "el versículo del sable" (Corán 9,5 y 29).
Si "el verdadero islam y una adecuada interpretación del Corán se
oponen a
toda violencia", entonces Mahoma no encarnó la verdadera interpretación
del islam, y su conducta no puede ser normativa para los musulmanes
(Corán
33,21).
A diferencia de Cristo, que confió su autoridad a Pedro, de quien usted
es el
legítimo sucesor, en el islam no hay un magisterio que pueda
proporcionarle a
usted, o a cualquiera,
con autoridad infalible, la definición de lo que es, o no es, "el
verdadero islam
y una adecuada interpretación del Corán". De ahí las incesantes guerras
intestinas
del mundo musulmán en nombre de una interpretación siempre más
"auténtica".
Basta con abrir un Corán, incluso en una de las traducciones
edulcoradas para
uso de los lectores occidentales, para ver que de los 6.236 versículos
del
Corán, más de la mitad se dedican a la execración de todos los que no
son
musulmanes, y expresan la funesta intención de matarlos o someterlos.
La historia y la actualidad desmienten, desgraciadamente, lo que usted
afirma.
¿Qué otra religión sino el islam podía tener en mente Jesús, cuando
anunció:
"Se acerca la hora en que todo el que os dé muerte se figure que ofrece
culto a
Dios" (Juan 16,2)? ¿Qué otra religión, en efecto, tiene como un deber
religioso el matar a los cristianos? "Matad a los asociadores [los
cristianos] dondequiera que los encontréis. Capturadlos, sitiadlos,
tendedles
emboscadas por todas partes" (Corán 9,5). "¡Que Alá los aniquile!"
(Corán 9,30)?
Todo cristiano sabe, por el mero hecho de ser cristiano, que quien
busca su
salvación en el islam se condena: "El que crea y se bautice se salvará;
el que se niegue a creer se condenará" (Marcos 16,16). "Incluso si
nosotros mismos o un ángel bajado del
cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado,
¡fuera con él! Lo que os tenía dicho os lo repito ahora: si alguien os
anuncia un
evangelio distinto
del que habéis recibido, ¡fuera con él!" (Gálatas 1,8-9; Mateo 24,4.
11,
24; 1 Juan 2,22-24; 4,2-4). Ahora bien, si el islam condena, ¿no es
porque
es malo?, y si "ningún árbol malo da fruto bueno" (Mateo 7,18), ¿cómo
podría el islam aportar el buen fruto de la paz que usted le atribuye?
Santo Padre, es
sorprendente que su declaración responda exactamente a la exigencia
formulada a principios
de junio del 2013 por Mahmoud Abdel Gawad, el asesor diplomático de
Ahmed Al-Tayeb,
gran imán de la mezquita de Al-Azhar, que había declarado que esperaba
de usted
"una intervención en la que [dijera] que el islam es una religión
pacífica,
que los musulmanes no buscan ni la guerra ni la violencia", como
condición
para restablecer las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y esta
institución representativa del islam suní, que es la Universidad de
Al-Azhar. Y
¿por qué Ahmed Al-Tayeb quería una declaración así? Para que usted
expíe la
"falta" de su predecesor Benito XVI, que, en
2006, en la Universidad de Ratisbona, se atrevió a ilustrar esa verdad
elemental de que la
violencia
es incompatible con la verdadera religión, y contraria a la verdadera
naturaleza
de Dios, mediante esta pregunta del emperador Manuel II Paleólogo a un
sabio
musulmán: "Muéstrame lo que Mahoma ha aportado de nuevo. Solo
encontrarás
cosas malvadas e inhumanas, como el derecho a imponer por la espada la
fe que
predicaba". (Las violentas reacciones del mundo musulmán no tardaron en
confirmar inmediatamente la verdad de lo que enseñaba el papa.)
Benito XVI agravó aún más
su caso, en 2009, apelando a la protección de las minorías cristianas,
tras un
enésimo y terrible atentado con bomba contra una iglesia de Alejandría,
lo que
constituía a los ojos de Ahmed Al-Tayeb "una injerencia occidental
indebida". Así, al responder al deseo del gran imán -y sabemos que
islam quiere
decir "sumisión"-, acatándolo para "reparar" la "falta"
de su venerado predecesor, las palabras de usted no solo se
interpretarán como
una condena de un testimonio de la verdad, sino que con ellas no
obtendrá la
mansedumbre
que ciertamente espera para los cristianos que viven en países
musulmanes,
porque, como expresó lúcidamente otro de sus predecesores, el papa Pío
II, en
su carta al sultán turco Mehmet II: "La concordia no será más que en
las
palabras; en el fondo, es la guerra" (2). En realidad, ¿quién puede
venir después de Cristo, sino el Anticristo?
Santo Padre, nos pide que "acojamos con afecto a los inmigrantes
del islam
que llegan a nuestros países" (nº 253), pero el propósito del islam
¿no
es el de sustituir al cristianismo e instaurar la charía en todas
partes? Es
Alá quien lo dice: "Combatid hasta que no haya más subversión (3) y la
religión pertenezca únicamente a Alá" (Corán 2,193). Sus discípulos,
hoy,
no dicen otra cosa, como Alija Izetbegovic, jefe de Estado de
Bosnia-Herzegovina
de 1990 a 2000, quien en su Declaración
islámica tiene el mérito de ser claro: "No puede haber ni paz ni
coexistencia
entre la religión islámica y las instituciones políticas y sociales no
islámicas. (...) El renacimiento islámico no puede comenzar sin una
revolución
religiosa, pero no puede proseguirse y llegar a buen fin sin revolución
política. Nuestra primera tarea debe ser ganar no el poder sino a los
hombres. (…)
El apoyo que un pueblo musulmán aporta efectivamente a un régimen
establecido
es directamente proporcional al carácter islámico de este último. (...)
Debemos
ser predicadores y luego soldados. (...) El movimiento islámico debe
tomar el
poder tan pronto como esté en una situación moral y numérica suficiente
que le
permita derrocar al gobierno no islámico".
¿De verdad queremos que
se cumpla la profecía del presidente argelino, Huari Bumedian, que, en
abril de
1974, declaraba en la tribuna de la ONU: "Un día, millones de hombres
abandonarán
el hemisferio sur para ir al hemisferio norte. Y no irán allí como
amigos.
Porque irán allí para conquistarlo. Y lo conquistarán con sus hijos. El
vientre
de nuestras mujeres nos dará la victoria" (4)? Ciertamente, no se trata
de
cerrarnos a la acogida de los menesterosos, en la medida en que podamos
darles
ayuda, pero debe excluirse darles la nacionalidad, pues, según
aconsejaba el mismo
Comendador
de los Creyentes, el rey Hasan II de Marruecos: "No tratéis de hacer
franceses a los musulmanes, no lo lograréis. Sólo haréis malos
franceses y
malos musulmanes" (5). Este juicio lo corrobora la doctrina de los
apóstoles: "Si os visita alguno que no trae esa enseñanza [el
Evangelio,
que el islam se gloría de rechazar], no lo recibáis en casa ni le deis
la
bienvenida" (2 Juan 1,10). "No os unzáis al mismo yugo con los
infieles." (2 Corintios 6,14)?
También es obligación nuestra no transigir con el
islam. Nuestros padres no lucharon
durante
siglos para repeler esa calamidad que es el islam y poder desarrollar
fuera del
alcance de su mortífera influencia la admirable civilización cristiana,
de la
que el mundo entero se beneficia en nuestros días, ¡para que nosotros
abramos hoy
nuestras puertas al islam! ¿O acaso el islam habrá cambiado mientras
tanto? No,
no puede cambiar, porque "nunca encontraréis cambio en la ley de Alá"
(Corán 33,62;
35,43; 48,23).
Aún estoy sorprendido y terriblemente incómodo por nuestros hermanos
cristianos,
que usted, en su exhortación apostólica, pide que sean "acogidos y
respetados en los países de tradición islámica", ¡como si no estuvieran
precisamente
en su casa! ¿No es infinitamente triste tomar como un hecho consumado
la
conquista musulmana de esos países que un día fueron cristianos, y no
tener en
cuenta
para nada la tradición cristiana que allí sobrevive todavía hoy, bajo
el yugo
siempre recurrente e insoportable de la dimmitud? Y si los "episodios
de
fundamentalismo violento que nos preocupan" son efectivamente
deplorables,
no hay que buscar demasiado para encontrar su fuente: "Combatid contra
ellos, … hasta que paguen el tributo con su propia mano y en estado de
humillación" (Corán 9,29). Además, no es "el afecto hacia los
verdaderos creyentes del islam" lo que "debe llevarnos a evitar odiosas
generalizaciones ", sino amor hacia nuestros enemigos (Mateo 5,44).
En cuanto al hecho de que los musulmanes "profesan tener la fe de
Abrahán,
adoran con nosotros al Dios único, misericordioso, futuro juez de los
hombres
en el último día" (nº 252), hace falta precisar que no se trata de la
misma adoración, tan verdad como que nadie va al Padre sino por Jesús
(Juan
14,6), y que los musulmanes, al no tomar como camino a Jesús, tampoco
su
adoración va al Padre. Nosotros adoramos lo que conocemos, ellos adoran
lo que
no conocen (Juan 4,22), y como aceptan adorar a quien no conocen,
adoran a
quien se esconde en las tinieblas, el Padre de la mentira (Juan 8,44),
el Príncipe
de este mundo, que, muy orgulloso y necio, se presenta ante ellos como
el
único y verdadero Dios (Mateo 4,8-9).
Si la Evangelii gaudium
se
dirigía a
los musulmanes para decirles que "Las sagradas escrituras del islam
conservan
una parte de las enseñanzas cristianas; Jesucristo y María [son
allí] objeto
de profunda veneración" (nº 252), podríamos entender que usted intenta
servirse
de una aparente similitud entre nuestras respectivas tradiciones como
posible base común para un diálogo deseado. Pero, puesto que usted se
dirige también a los cristianos, tal acercamiento deja entender que
realmente
habría algo de
cristiano en la "revelación" coránica, ¡cuando no hay nada de eso,
evidentemente,
ni lo más mínimo! Los personajes de "Isa" y de "Maryam" no
se identifican absolutamente con los de Jesús y María, como testimonian
los
anacronismos e incoherencias coránicas, sino que sirven como trampa y
engañabobos, para legitimar el islam a los ojos de los cristianos (6),
y
conducirlos así a apostatar de su fe, cuando la apostasía es para el
islam
el
único pecado imperdonable para siempre (Corán 4,48). Para el Corán, los
cristianos no
son más que inmundicia (Corán 9,28), de modo que al eliminarlos el
islam da
gloria a Alá (Corán 9,30).
A usted le parece "admirable ver que jóvenes y
ancianos, hombres y mujeres del islam son
capaces de dedicar tiempo cada día al rezo, y a participar fielmente en
sus
ritos religiosos. Al mismo tiempo, muchos de ellos tienen la profunda
convicción de que su vida viene de Dios y es para Él. También reconocen
la
necesidad de responder a Dios a través del compromiso ético y actuar
con
misericordia hacia los más pobres" (nº 252), pero, además de que los
pobres
de los que usted habla deben ser necesariamente musulmanes, tales
elementos
positivos de piedad y religiosidad corresponden al único deseo natural
del bien
que Dios
ha puesto en el corazón de todo hombre y que el islam explota para
ocultar su
fin esencial, que es alejar a las almas de la salvación, que se nos da
solo en Jesús y
por él (Juan 14,6). Por lo tanto, si las prácticas del islam pueden
servir como apoyo a la religiosidad humana, también se debe considerar
que
encierran al
individuo en un pensamiento ferozmente anticrístico, que lo condena
(Marcos
16,16). Como enseñaba san Pablo: "'No tomes, no pruebes, no toques', de
cosas que son todas para el uso y consumo, según las conocidas
prescripciones y
enseñanzas humanas. Eso tiene fama de sabiduría por sus voluntarias
devociones,
humildades y severidad con el cuerpo; pero no tiene valor ninguno, solo
sirve
para cebar
el amor propio" (Colosenses 2,21-23).
Santo Padre, cuando acepta representar el papel de hacer valer (Gálatas
1,4)
(7) lo
que el islam espera de usted y de todos, ¿piensa que de verdad ayuda a
los
musulmanes a darse cuenta de que se están condenando, o piensa que es
indiferente para su salvación el ser musulmán? Cuando alaba al islam,
¿no
teme
animar a los musulmanes a seguir siendo musulmanes y que, por tanto, se
condenen?
Más aún, ¿ha pensado que así destruiría las defensas de quienes se
niegan a
perder su salvación eterna por la acogida del islam (2 Corintios
6,14-18) y su
esclavización bajo la por la charía? En efecto, si el islam es
pacífico, si da
buen fruto, entonces no es un falso profeta (Mateo 7,18), y, si no es
un
falso
profeta, es un verdadero profeta, y entonces lo que dice acerca del
cristianismo
es verdad: Jesús no ha muerto ni ha resucitado, creer en la Trinidad es
una
abominación, y sólo hay salvación en el islam. ¿Podemos a la vez
juntarnos con Cristo
y alabar a aquel que disipa su herencia (Mateo 12,30)? ¿Cómo, unos días
después
de la publicación de su exhortación apostólica, ha ido usted a invitar
a
cristianos
y musulmanes a "arrancar de nuestros corazones la enfermedad que
envenena
nuestras vidas", afirmando que los cristianos con la Biblia y los
musulmanes con el
Corán, a unos y otros, la fe "les ayudará siempre a
seguir adelante" (20-01-2014)? ¿Cuál es esa fe enseñada a la vez por la
Biblia
y
por el Corán, y que produce en unos y otros los mismos efectos
saludables? ¿Es la
de san Pablo preguntando "¿qué tiene que ver la rectitud con la
maldad?
¿Acaso puede unirse la luz con las tinieblas" (2 Corintios 6,14)?
"Cuidado con los profetas falsos, esos que se os acercan con piel de
oveja,
pero por dentro son lobos feroces" (Mateo 7,15). ¿Qué le puede pasar al
rebaño
cuyo pastor trata con el lobo como con uno de sus corderos? Parece que,
en este
asunto de nuestras relaciones con el islam, usted se ha puesto a
caminar
detrás del
rebaño, y no delante, posibilidad que usted evoca en la misma
exhortación
apostólica (nº 31), dejando que las ovejas encuentren solas su camino.
Es
cierto que las verdaderas ovejas del Señor no seguirán la voz de un
extraño,
sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños (Juan
10,5).
Para concluir, considerando su deseo de ofrecer a la Iglesia profundas
reformas,
permita al humilde sacerdote que soy, estudioso del islam desde hace
varios
años, que le sugiera renovar de arriba abajo su equipo de asesores en
materia
de islamología y de diálogo cristiano-musulmán.
Santo Padre, renovando el compromiso de mi fidelidad a la cátedra
de san
Pedro, con fe en su infalible magisterio, que no se aplica fuera de lo
que
concierne a la fe católica y a la vida moral, teniendo el deseo de ver
que
todos los católicos sacudidos en su fe por sus comentarios sobre el
islam,
hagan lo mismo, ruego a nuestra Señora de las Victorias que obtenga
usted
la
fuerza que san Pablo mostró contra los falsos hermanos ansiosos por
reducir a
los cristianos a servidumbre. Él se negó a reconocer la bondad de su
doctrina:
"Ante ellos ni por un momento cedimos dejándonos avasallar, para que la
verdad del evangelio siguiera con vosotros" (Gálatas 2,4-5).
PD. El 20 de enero de
2014, Día Mundial de los Migrantes y los Refugiados, el Santo Padre
habló a
una audiencia mayoritariamente musulmana, reunida en un salón de la
iglesia del
Sagrado Corazón cerca de Termini, con estas palabras: "Compartir
nuestra
experiencia llevando esta cruz para arrancar de nuestros corazones la
enfermedad que envenena nuestras vidas: es importante que hagáis esto
en vuestras
reuniones. Que quienes son cristianos lo hagan con la Biblia y que los
que son
musulmanes lo hagan con el Corán. La fe que vuestros padres os han
inculcado os
ayudará siempre a seguir adelante".
Notas
1.
"Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio
conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores
sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y
de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la
fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida
cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas" (Canon
212 § 3).
2. Enea Silvio Piccolomini, Lettre à
Mahomet II. Payot & Rivages, 2002, p. 48. "Entre nosotros y
vosotros,
es la enemistad y el odio para siempre, hasta que creáis solo en Alá"
(Corán
60,4).
3. La "subversión", en el lenguaje musulmán, designa todo lo que no es
musulmán.
4. Podríamos citar aún muchas otras declaraciones del mismo tipo, como
la de
Muammar Gaddafi, entonces presidente de Libia: "Sin espada, sin fusil,
sin
conquistas, los 50 millones de musulmanes que hay en Europa la
transformarán
pronto en
un continente musulmán!" (Le Figaro,
19-12-2006).
5. Entrevista televisada con Anne Sinclair, el 16 de mayo de 1993.
6. Y también musulmanes.
7. Para el psiquiatra P.-C. Recamier, el perverso narcisista se
caracteriza "por
la capacidad de protegerse de los conflictos internos (...) haciéndose
valer a
expensas de un objeto manipulado como un utensilio o una marioneta (Cortège conceptuel, Apsygée, 1993,
p.
52). ¡Y de hecho el islam manipula al cristianismo para hacer de él
también "una
marioneta", de manera que Jesús sería el profeta de Mahoma (Corán
61,6)!
Este odio al cristianismo ha vuelto a expresarse en la exigencia de
Libia
de que la
Iglesia católica abandone su territorio.
|
|
|