La religión se replica como un meme, según Daniel Dennett
JAVIER MONSERRAT
|
En el libro Breaking the Spell. Religion as a Natural Phenomenon
(Viking, New York, 2006), el filósofo Daniel Dennett expone una dura
crítica a la religión fundada en que ésta es un meme y en que su
organización histórica responde a un proceso replicativo derivado de
una estructura memética (imitativa). La teoría de memes puede ser
fácilmente aceptada porque da forma teórica coherente a un conjunto de
hechos y teorías previas de naturaleza biológica, neurológica y
psicológica que han sido ya objeto de un amplio consenso en la
comunidad científica. Pero, ¿es suficiente para explicar los
comportamientos religiosos del ser humano?
Como pasa con Richard Dawkins, la crítica atea de la religión no es el tema fundamental de Daniel C. Dennett.
Sin embargo, es verdad que la religión se ha convertido en la temática
que a ambos autores les ha dado una audiencia importante.
Así como Dawkins es un biólogo, Dennett es más bien un filósofo,
aunque interesado por las ciencias humanas, que ha centrado sus estudios
propiamente filosófico-científicos en la teoría de la mente. Por
descontado que Dennett no es un físico teórico o un cosmólogo que aborde
los temas fundamentales de la materia y del universo. Se limita a lo
antropológico, a la “mente” y a la teoría de la evolución como marco
científico en que debe abordarse la explicación del origen de la mente.
Daniel C. Dennett ha sido profesor de filosofía, así como director del Center for Cognitive Studies
de Tufts University, en Medford, Massachussets. Su posición filosófica
fundamental (que aquí sólo abordamos para enmarcar su teoría memética de
la religión) defiende una idea computacional del hombre (entendido como
un ordenador biológico serial que procesa en paralelo, dada la
estructura neuronal).
Esta misma idea determinista y robótica del hombre parece aplicarse
al entender la religión como un proceso replicativo determinista
producido por una estructura de memes ancestrales que tienen “atrapada” a
la humanidad.
El marco general de la crítica de la religión en Dennett
Como pasa con Dawkins la crítica atea de la religión no es el tema
fundamental de Dennett. Sin embargo, es verdad que la religión se ha
convertido en la temática que les ha dado una audiencia importante.
Así como Dawkins es un biólogo, Dennett es más bien un filósofo,
aunque interesado por las ciencias humanas, que ha centrado sus estudios
propiamente filosófico-científicos en la teoría de la mente. Por
descontado que Dennett no es un físico teórico o un cosmólogo que aborde
los temas fundamentales de la materia y del universo. Se limita a lo
antropológico, a la “mente” y a la teoría de la evolución como marco
científico en que debe abordarse la explicación del origen de la mente.
La mente humana tiene, por tanto, como vemos en la experiencia
fenomenológica, una dimensión sensitiva, consciente, un mundo interior
de experiencias psíquicas que fenomenólogos, psicólogos, neurólogos,
epistemólogos, han solido nombrar como qualia (quale, en singular).
La mayor parte de neurólogos, psicólogos y filósofos siguen
considerando lo que siempre se ha pensado: a saber, que el sujeto
psíquico, que impulsa las acciones de respuesta al medio para
sobrevivir, lo hace bajo el efecto de ese “mundo psíquico interior”
constituido por sensaciones, percepciones, recuerdos, conocimientos,
emociones, intenciones, motivaciones, etc., que son sentidos por el
sujeto consciente en la forma de qualia o “qualias”.
Por ello, la opinión más defendida ha sido, y sigue siendo, que la
conciencia (es decir, el sujeto psíquico en función del “mundo interior
de la conciencia”) es principio de una “causalidad descendente” (así
suele llamarse) que es capaz de controlar los mecanicismos neurales del
cerebro que nos hacen pensar (dirigir conscientemente el pensamiento),
hablar, andar, ejercer acciones que llevan a la adaptación óptima al
medio.
Esta opinión científica es conforme con nuestra experiencia
fenomenológica personal y social. Nadie pone en duda que estamos
dominados por una enorme cantidad de determinismos neurales en todos los
órdenes. Pero nuestra experiencia es que, contando con ellos, la
orientación fundamental de la vida se produce desde el mundo interior de
nuestras ideas, conocimientos, sentimientos y emociones, sentidos de la
vida, etc.
Cuando conducimos el coche actuamos como un autómata: nuestra
conciencia está ahí vigilando que los automatismos funcionen
correctamente hasta que salta un imprevisto, pero, mientras esto no
sucede, nuestra mente está quizá “en otra parte”, pensando quizá en los
eventos que debemos abordar al terminar el trayecto. Pero hasta que
aprendimos a conducir, y se fijaron los automatismos, tuvimos que
prestar atención consciente al aprendizaje y, al principio, no podíamos
conducir sin una atención muy precisa de nuestro “sujeto psíquico”.
Sabemos que desde hace siglos –recordemos la idea del “hombre
máquina” que se inicia en el siglo XVIII, e incluso antes como vemos en
Hobbes– ha existido una manera de entender los seres vivos y el hombre
que responde a lo que se ha llamado el determinismo-mecanicista que se construyó desde la idea determinista del universo newtoniano de la mecánica clásica.
Este determinismo, que entró en crisis años atrás, tuvo un renacimiento cuando la teoría del ordenador, en su hardware y en su software, hizo posible una versión moderna del determinismo en el robotismo computacional. Para la teoría computacional del hombre
las acciones y la actividad interna de la mente que produce las
acciones (así como el mismo pensamiento y el lenguaje) resultan
simplemente de una serie de computaciones mecánicas que tienen lugar en el sistema nervioso en conexión con los sistemas perceptivos.
Los sistemas nerviosos animales y humanos serían sólo sistemas de
computación mecánica (seriales o en paralelo por el PDP) que procesarían
las informaciones sensibles determinando automáticamente las
respuestas.
Ahora bien, ¿qué papel cabría entonces atribuir a la conciencia? Estas teorías se caracterizan por negar el papel de causalidad descendente,
atribuido ordinariamente al sujeto psíquico y a la conciencia. Estos
autores entienden entonces que el mundo de la experiencia consciente, el
mundo psíquico interior de la mente, tiene un papel que llaman epifenoménico. La conciencia está ahí como testigo de lo que pasa, pero no es el principio causal de los sucesos. Es un fenómeno marginal (epifenómeno). La causa son los sistemas de causación determinista.
Pero entonces, ¿por qué en la evolución se ha producido la
sensación-conciencia, si no sirve para nada? Esta respuesta debía ser
respondida dentro de una lógica evolutiva y así lo han hecho autores
como Stephen Kosslyn al decir que la conciencia está ahí y tiene la
función evolutiva de controlar que todo funciona bien (como cuando en la
conducción mecánica, que también podría ser un “piloto automático”, se
enfrenta a un imprevisto y súbitamente frenamos).
Aunque la teoría computacional del hombre
es propia de ingenieros del conocimiento, psicólogos (como David Marr
en la visión) y teóricos de la mente al estilo del propio Dennett, hay
hoy también un grupo de neurólogos que defienden lo que se llama el determinismo neural. Estos autores suelen partir del experimento de Libet (al que también se refiere Dennett en su obra Conciousness Explained)
que muestra en una situación experimental muy concreta cómo la
actividad neural es previa a las decisiones libres (que se considerarían
entonces no como causa de la actividad neural sino como un producto
determinado por las causas neurales previas).
Pienso que si montáramos una instrumentación de escáner cerebral
mientras conducimos automáticamente comprobaríamos que las decisiones
relativas a la conducción dependen de una maquinaria neural que está
previamente activada a las decisiones en cuanto tales. Pero, como
decíamos, que gran parte de nuestras acciones se produzcan por procesos automatizados, ¿demuestra que, en el conjunto del comportamiento, el sujeto psíquico y la conciencia no tengan un real papel de causalidad descendente controladora de los procesos neurales? Ciertamente lo dudamos.
¿Dónde se encuentra Dennett? Lo que acabamos de explicar nos sirve
para que lo digamos con brevedad y precisión: Dennett, ya desde su tesis
doctoral, quiso siempre contribuir a eliminar el papel causal del
sujeto psíquico consciente y de los qualia en la explicación del comportamiento. Su obra filosófica debe colocarse, pues, en el marco de una corriente general de la teoría computacional del hombre.
¿Cómo se explica el comportamiento humano? Es resultado de procesos que
entran dentro de una concepción general del determinismo. La conciencia
es sólo un epifenómeno que, a lo más, tiene la funcionalidad evolutiva
de servir de control de que los procesos de adaptación mecánica al medio
funcionan correctamente.
En su obra básica sobre la conciencia Conciousness Explained (La
conciencia explicada) se refiere Dennett al teatro cartesiano que ha
servido durante siglos de explicación del origen causal del
comportamiento. En él los procesos psíquicos conscientes y los qualia
juegan un papel causal explicativo. La aportación de Dennett a la teoría
de mente presenta unos rasgos alambicados y oscuros, penumbra en la que
siempre le ha gustado mantenerse a Dennett que siempre se ha resistido a
decir las cosas con claridad.
Su pretendida demostración de que los qualia no existen porque han sido descritos por quienes los defienden por rasgos contradictorios es ciertamente extraña. Los qualia,
además, presentan un mundo ilusorio, puesto que esto es (según su
interpretación) lo que muestra el conocimiento científico de los
fenómenos perceptivos. Si lo que se ha llamado qualia no existe, entonces es imposible entender científicamente la conciencia a partir de los qualia.
¿Qué queda entonces de la conciencia? Lo único que queda es lo que
la ciencia describe objetivamente, a saber, los determinismos neurales.
La conciencia se explica, pues, “fuera de la conciencia”, por los
determinismos ciegos que pertenecen al inconsciente. El origen causal de
las acciones y la conciencia se explican por el inconsciente. Pero las
acciones producidas llevan a la conciencia –que es testigo de su
producción– al equívoco de creerse ella misma ilusoriamente como su
causa real. Pero el papel de la conciencia es puramente epifenoménico.
En este marco neural-determinista ha ensayado Dennett también la
explicación de la libertad, tema que ha sido objeto de sus análisis
desde diversas perspectivas. Las infinitas posibilidades de links
o conexiones neurales crean ámbitos de posibilidades ciegas en que el
cerebro puede ir por aquí o por allá creando en el sujeto consciente la
ilusión falsa de que es la conciencia la que hace uso de la libertad.
Este darwinismo neural
(similar al de Gerald Edelman) selecciona de forma ciega los engramas
neurales más adaptativos con una cierta flexibilidad. Es claro que este
proceso ciego en que los seres vivos han ido construyendo sus cerebros
como sistemas determinados ha debido de producirse en el proceso
evolutivo. Por ello, Dennett ha intervenido con propuestas en la teoría
evolutiva para argumentar que el factor determinante de la evolución ha
sido el adaptacionismo darwinista
que ha ido creando la estructura neural de cada ser vivo (no existen
otros factores explicativos de la evolución, como defiende en contra de
Gould).
Esta teoría de los seres vivos y del hombre robótica, determinista,
computacional, ciega, dista mucho de ser comúnmente aceptada hoy por la
ciencia. Al contrario, es una teoría minoritaria. La mayor parte de los
neurólogos, psicólogos, filósofos, epistemólogos explican al hombre de
acuerdo con nuestra experiencia personal y social: como seres en los que
los procesos psíquicos juegan un papel causal que ha sido diseñado por
la evolución. Los estados psíquicos de la conciencia se producen por redes o engramas de interacción neural en el cerebro.
Cuando se activan se produce el correlato
de la actividad psíquica. Existe un interaccionismo psico-físico, pero
tanto lo psíquico como lo físico juegan un papel productor de la
conducta animal y humana. Además, crece el número de neurólogos y
filósofos que intentan explicar desde el mundo cuántico el soporte
físico de la conciencia y la naturaleza de los procesos físicos que
explican las propiedades fenomenológicas de la conciencia (la hipótesis Von Neuman-Stapp o la hipótesis Hameroff-Penrose, comentadas en otros artículos de Tendencias21).
Por tanto, el problema esencial del punto de vista de Dennett en su teoría de la mente es humanista.
Dennett, lo mismo que la teoría computacional del hombre, tienen
derecho a pensar y argumentar lo que quieran. Pero será muy difícil
aceptar por experiencia propia que la vida personal y los procesos
sociales son sólo robóticos. Admitir esto supondría el derrumbamiento
social en que vivimos, desde la responsabilidad jurídica a la lógica de
los sistemas socio-políticos en general.
La posición de Dennett en relación a la religión se explica desde su
punto de vista general. Si en su teoría desaparece el hombre personal y
libre, consciente, el sujeto humano responsable de su biografía y del
sentido de su vida, entonces, ¿qué papel residual podría ser atribuido a
la religión? Ciertamente ninguno. La religión como representación del
sujeto es un estado emocional producido ciegamente en el cerebro desde
las sociedades primitivas que, al ser sentido por el sujeto, produce la
ilusión de la religión.
Si el hombre libre, personal y creativo, autor de su propia vida no
existe, es una ilusión epifenoménica, ¿qué sentido tiene hablar de que
el hombre pueda poseer una religión libre nacida de sus decisiones?
Ciertamente no tiene ningún sentido. La religión ha nacido ciegamente de
emociones que son puras activaciones neurales que se han ido
reproduciendo por procesos meméticos desde tiempos ancestrales.
Qué son los memes
El término “meme” ha sido introducido con la intención definida de
hacer un paralelismo con el término “gene”. Este último pertenece a la
genética y en alguna manera explica el programa que produce el orden
biológico de cada individuo de la especie; es, pues, un concepto
genético-biológico que muestra los determinismos primigenios de la vida.
En cambio, “meme” está referido a lo biológico-cultural. Así como la
biología surge de los genes, la cultura (el comportamiento de los
individuos) surge de los memes. Un meme supone cierta organización
biológica (patterns neurales,
quizá en parte incluso hereditarios), un aprendizaje mediado
culturalmente (mímesis, imitación) y un registro (o memoria). Un meme
supone, pues, un juego de neurología, mímesis y memoria. Pero todo ello
es determinista y ciego, dentro de la teoría general filosófica de
Dennett.
El creador del concepto y su denominación para el uso lingüístico “meme” ha sido Richard Dawkins, aludido en otros lugares de Tendencias21. Otros autores como Edward O. Wilson y J.D. Lumsden propusieron antes el concepto de culturgen
para designar algo parecido. En la actualidad se ha impuesto el término
de Dawkins, aunque la teoría de los memes ha recogido hoy aportaciones
de otros muchos autores. Por tanto, hablar de meme no equivale hoy
simplemente a la teoría de los memes en Dawkins.
La teoría de los memes parece, en principio, bien construida, aunque
en la ciencia una cosa son los hechos comúnmente consensuados (puesto
que también son “interpretación” de la comunidad científica) y otra cosa
son las teorías (ya mucho más discutibles, sometidas a revisión crítica
y en evolución). En general, la teoría de memes parece susceptible de ser aceptada; esto es, ampliamente consensuada.
Por nuestra parte no objetamos que en la evolución de las culturas
hayan jugado un papel muy importante los procesos imitativos (que vemos
en los animales) y que un meme podría ser un elemento o fracción
transmitida del conjunto de la cultura de una sociedad. Pero es obvio,
sin embargo, que no estamos de acuerdo con Dennett en considerar que
estos procesos meméticos se hayan producido por un determinismo ciego en
el que no haya jugado un papel causal el mundo de la subjetividad
humana, es decir, la conciencia en el sentido de nuestra experiencia
fenomenológica y social.
La teoría de memes
¿Por qué la teoría de memes puede ser fácilmente aceptada?
Simplemente porque da forma teórica coherente a un conjunto de hechos y
teorías previas de naturaleza biológica, neurológica y psicológica que
han sido ya objeto de un amplio consenso en la comunidad científica.
Sabemos que el sistema nervioso es un recurso de información
(sensibilidad) y generación de respuestas adaptativas.
Sabemos que el animal registra neuronalmente los hallazgos
adaptativos (se producen como “novedad” poco a poco en la evolución de
la especie, ya que no siempre existían y el animal aprende). Sabemos que
la forma psíquico-neuronal (patterns, estructuras o mapeados neuronales que producen qualia)
que surge puede dar lugar incluso a una cierta herencia genética en la
especie (recordemos las ideas de Chomski sobre la codificación neuronal
de las reglas de la gramática universal en el lenguaje).
Sabemos además, que, sobre la base genética heredada, el aprendizaje
de destrezas adaptativas en las especies animales se hace por mímesis
(imitación) y así su etograma (respuestas adaptativas) se transmite (y
se amplía) de generación en generación. Por último, sabemos que lo
aprendido queda siempre registrado por los mecanismos de memoria y queda
a disposición futura de cada individuo de la especie animal o humana.
Por tanto, esto quiere decir que el término “meme” es apropiado si
designa ese conjunto de recursos adaptativos de cada especie surgidos
por un juego de interacciones entre redes neurales, mímesis y memoria.
Los memes se dan ya en las especies animales y son propios de cada una.
Pero se dan también en la especie humana.
Tenemos una herencia de genes que constituye nuestra biología
básica, pero tenemos también una herencia de memes que constituye
nuestra cultura. Es una estructura de memes, organizada formando
sistemas coherentes, que se transmite inevitablemente (recordemos los memeplexes de Susan Blackmore). De forma abierta, naturalmente, nunca cerrada, y mediante procesos en que juega un papel la conciencia.
Esta teoría es aceptable por la mayoría de los científicos si se
mantiene, pues, en un ámbito moderado. Para ello, debe cumplirse una
condición: que no se atribuya a los memes un carácter absolutamente
determinante o, lo que es lo mismo, que no se conciban como un
condicionante ciego que convierte la conducta en robótica, en una
consecuencia inevitable y cerrada de los memes. Si fuera así, no se
podría explicar la historia en su carácter creativo e innovativo,
abierto, capaz de superar el carácter en alguna manera coercitivo de los
memes en la cultura.
La experiencia es distinta: los memes son resultado de la
creatividad. Esto ya pasa en las especies animales y mucho más en la
especie humana. El hombre ha creado los memes, es capaz de criticarlos,
de sobreponerse a ellos, de innovar con nuevas estrategias adaptativas.
Es capaz de crear, producir, controlar críticamente e innovar
positivamente la cultura. Y sea dicho esto admitiendo que habrá, claro
está, personas poco creativas, e incluso sometidas a la determinación de
sus memes; quizá incluso la mayoría, a nuestro pesar. La libertad y la
creatividad existen, pero son compatibles con altos niveles de
determinación que en algunas personas pueden incluso ser dominantes.
Religión, memes y Daniel Dennett
Que la religión sea, pues, un comportamiento producido por una
estructura memética, parece aceptable. Ha sido producida por el
psiquismo humano, se han puesto en juego recursos neuronales, que se han
transmitido por tradiciones meméticas y se registran en la memoria de
los individuos.
Todo ello permite que la religión se “replique”, se “reproduzca” y
perviva a la largo de generaciones. El costalero sevillano queda
atrapado por los memes de una religiosidad popular; pero lo mismo pasa
con el monje budista de diez años que repite y memoriza los textos
tradicionales. Hoy en día se conocen las localizaciones neurales en que
se han fijado las representaciones y las emociones religiosas.
Consideramos, por tanto, que esto queda fuera de cuestión. Sin
embargo, el análisis racional de la religión (filosofía y ciencia) en la
cultura moderna, ¿qué se ha preguntado? Simplemente si detrás de ese
comportamiento religioso se esconde un sentido, una significación, una
coherencia con la realidad y con la naturaleza humana.
Ha habido quienes han ejercido la razón para llegar a la conclusión
de que la religión no responde a fundamentos describibles, sino
simplemente a la angustia humana o al deseo ilusorio de felicidad y
protección ante el Mal que proviene de la naturaleza y de los otros
hombres.
Otros autores, sin embargo, han revisado racionalmente la religión y
han llegado a la conclusión de que la religión responde a una
posibilidad humana congruente: el mundo objetivo podría posibilitar la
apertura humana al comportamiento religioso. Pero tanto la crítica de la
religión negativa como la positiva han llegado siempre a sus
conclusiones propias por medio de una atención racional a los resultados
de la filosofía y de la ciencia.
Daniel Dennett, en cambio, nos dice en Breaking the Spell:
la religión es un meme, tiene una estructura memética. De ahí saca una
conclusión sorprendente: la religión es un fenómeno natural. Nos
preguntamos: ¿y qué podía ser sino un fenómeno natural? Dennett se
siente admirado por su hallazgo y considera que descubrir que la
religión es natural supone la “ruptura del mito ancestral de la
religión”.
La estructura de su libro es muy simple. La religión surgió en
épocas primitivas por el temor irracional ante el fragor de la
naturaleza y sus amenazas. Así se constituyó como meme que ha venido
replicándose sin cesar hasta nosotros. En su análisis reflexiona Dennett
sobre las circunstancias que han favorecido la permanencia y refuerzo
de esta estructura memética. También reflexiona sobre los conflictos y
problemas que la religión ha producido a la humanidad, aunque parece que
llega a admitir que ha contribuido a hacer a la gente más feliz (en
esto parece más moderado que Dawkins o Hitchens).
Por tanto, la religión es un meme. Liberarnos de la religión debe
ser, en consecuencia, caer en la cuenta de que estamos atrapados por
este meme y podemos escaparnos de él. Obviamente, según la teoría de
Dennett tanto el “caer en la cuenta” como el “escaparse” serían procesos
ciegos procesos neurales que serían advertidos por una conciencia epifenoménica.
Dennett insiste en que no busca otra cosa que el análisis darwinista
de la religión desde un punto de vista de la biología evolutiva
(pensamos que más bien debería decir psicología evolutiva de la
cultura). Pero renuncia de forma explícita, en Breaking the Spell, a un análisis racional filosófico y científico que conduzca a una valoración del sentido o sin-sentido de la religión.
Lo que la moderna reflexión en torno a la religión ha buscado es el
análisis y reflexión filosófica a partir de los datos de la ciencia para
preguntarse si detrás de los comportamientos religiosos se esconde una
posibilidad humana con sentido que ya hubiera sido intuida por la
humanidad primitiva.
Estos análisis hechos en profundidad tocan hoy en día complejos
tópicos que van desde la mecánica cuántica, hasta la psicología y teoría
de la mente, pasando por la cosmología. Todo esto es innecesario para
un Dennett que se contenta con descubrir que la religión es un meme, un
fenómeno natural, y que esto basta para rechazarla.
Leon Wieseltier y Alister McGrath contra Dennett
Breaking the Spell, como
otras obras previas de Dennett, una vez publicada, fue ampliamente
comentada, discutida, aceptada o rechazada, por unos y otros, como pudo
verse por diversas opiniones surgidas en la prensa americana más
prestigiosa. Los comentaristas de desfiles de moda, cuando quieren
llegar a las ponderaciones supremas, suelen decir que ha sido un desfile
provocador, valiente y transgresor.
Así también puede decirse que Dennett fue visto como provocador y
transgresor; en nuestro caso incluso iconoclasta y desmitificador.
Dennett sabe perfectamente que para hacer de la filosofía un show deben
tomarse posiciones radicales. No hay medias tintas: o se cree en un
mundo absolutamente determinista y en una ciencia reduccionista, o se
cree en un Dios con barbas blancas que hace el mundo con un compás y lo
sostiene con un solo dedo. O una cosa u otra. No caben matizaciones o
puntos de vista ponderados que, en el fondo, dejan insatisfechos a
todos. Esta fue, en su momento histórico, la misma táctica tradicional
de la sofística griega que ya desde antiguo entendió cómo había que
presentar las cosas para hacer de la filosofía un show que a todos los
dejara inquietos.
Leon Wieseltier escribió en el New York Times Book Review
una de las críticas más demoledoras a la obra de Dennett. Le acusa de
ser máximo exponente de un “cientificismo”, reduccionista y simplista,
que confunde ciencia con metafísica; siendo así que la ciencia mantiene
una estricta neutralidad metafísica. Le acusó de pretender ser el
exponente más autorizado de la razón y, sin embargo, afrontar un
análisis de lo religioso que se reduce a lo histórico, sin afrontar el
verdadero análisis racional que exigiría.
Le acusó de ser el anti-racionalismo y hacer jugar a la ciencia un
papel esperpéntico inaceptable. Le acusa, en definitiva, de no ver qué
exige el ejercicio de la razón para permanecer en la vanagloria simple,
vacía y narcisista de creerse el máximo racionalista que fustiga
ingenuamente sin cuartel las irracionalidades populares de nuestro
tiempo.
“Hay conceptos, decía conclusivamente Wieseltier, en muchas fábulas
de la fe, que son proposiciones acerca de la naturaleza del universo.
Pueden ser verdaderas o falsas, pero ahí están. Dennett reconoce los
usos de la fe, pero no sus razones. En último término, su rechazo de la
religión es un repudio de la filosofía, y todo se reduce a una cuestión
de creencia en la creencia.
Lo que este libro absolutamente superficial y autocomplaciente
establece con mayor claridad conclusiva es que hay muchos “hechizos” (spells)
que deben ser rotos”. Wieseltier se refería, sin duda, al hechizo del
falso “cientificismo” que tenía en Dennett tan simplista exponente.
En una crítica a Breaking the Spell, aparecida en Science&Theology News,
la profesora de Oxford (Inglaterra) Alister McGrath se centraba en el
punto crucial de Dennett para discutir que el concepto mismo de “meme”
sea científicamente aceptable. Cita a diversos autores que discrepan de
la teoría de los memes y concluye que Dennett ha fundado su crítica a la
religión en un concepto pseudocientífico que no tiene base suficiente.
Nosotros hemos defendido antes que la teoría de los memes es
aceptable en su versión moderada. Y así es hoy en la mayoría. ¿Hay
discrepantes? Claro que sí, y McGrath menciona algunos de ellos. Pero, a
nuestro entender, la forma de discutir el pensamiento de Dennett no es
decir que los memes “no existen”. Creemos que es una teoría que puede
servir, quizá, aunque no necesariamente. En este sentido, la crítica de
Leon Wieseltier es mucho más acertada y profunda.
Daniel Dennett respondió las críticas de McGrath en una conferencia ante la Royal Society for the Encouragement of Arts, de Londres, resumida también en Science&Theology News,
mediante una defensa de la viabilidad de la teoría de los memes, aunque
tenga opositores. Por otra parte ha insistido en que su crítica a la
religión es importante porque del simple hecho de que las religiones
persisten, algunos deducen que son buenas. Dennett destaca lo que su
crítica nos dice: que quizá no lo sean, porque si han llegado a nosotros
es sólo por el proceso replicativo de las estructuras meméticas.
Conclusión
Pensamos que el universo y la vida humana siguen siendo un enigma.
El ateísmo es posible; como también lo es la religión. Ambos parecen
tener argumentos que deben ser valorados desde la libertad racional del
hombre. Por tanto, nuestra posición sería: ¿ateísmo? Bien, es posible y
respetable, como toda manifestación de la libertad humana.
Pero a Dennett le diríamos: ateísmo, pero, por favor, no de esta
manera. El ateísmo merece mentes serenas y profundas. No merece ser
reducido al esperpento por pensadores como Dennett. “Esperpento” es
pretender juzgar el sentido humano de las religiones por el hecho de que
éstas dependan en parte de factores meméticos (que no negamos), sin
atender a que la conducta humana nace de la razón, en progresiva
adaptación creativa al medio, y sólo en el contexto de un análisis
“racional” es legítimo valorar el sentido de los comportamientos
religiosos.
|
|
|