Retorno a un cristianismo potente
JOACHIM OSTHER
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En su nuevo libro, Las dos espadas de Cristo:
cinco siglos de guerra entre el islam y los monjes guerreros de la
cristiandad, Raymond Ibrahim aclara la verdad sobre las órdenes
militares cristianas acaudilladas por grandes capitanes de la fe y la ferocidad
que comprendían la necesidad de lo que él denomina «cristianismo
con músculo».
Los templarios y los hospitalarios
El título del libro alude a su tema principal:
las órdenes militares cristianas dominantes de la historia, los
Caballeros del Temple y los Hospitalarios, que juntos representan las
«dos espadas».
Al revitalizar los relatos de estas dos órdenes,
Ibrahim señala un tema más amplio que también se refleja en el título
del libro, a saber, que los cristianos «deben combatir dos tipos de
males con dos tipos de espadas: una espada espiritual contra los
enemigos espirituales y una espada física contra los enemigos físicos».
La idea de que los cristianos deben estar
preparados tanto para el conflicto espiritual como para el físico
proviene del Evangelio de Lucas, donde Cristo instruye a sus discípulos
a vender sus vestiduras y comprar una espada, y cuando le traen dos
espadas, les dice: «Es suficiente».
A partir de este contexto fundacional, Las dos
espadas se adentra en un arco histórico dramático y cautivador, desde
el origen de las dos órdenes militares hasta las improbables victorias
y las desgarradoras derrotas que marcaron su existencia y su eventual
disolución.
El viaje comienza en 1119 con los humildes
comienzos de nueve guerreros cristianos capitaneados por un veterano de la
Primera Cruzada, Hugo de Payns, que decidió formar «una hermandad de
guardianes» para servir como escolta protectora de los peregrinos
cristianos que viajaban hacia Jerusalén y desde Jerusalén.
Este pequeño grupo de veteranos consideraba su
solemne empresa como su propio ministerio cristiano personal, por así
decirlo. Irónicamente, a los monjes guerreros se les concedió la
mezquita de Al-Aqsa, en el Monte del Templo, como alojamiento y cuartel
general operativo, lo que dio lugar a los nombres de «Caballeros del
Temple» o «Templarios».
Una década más tarde, un monje visionario y muy
influyente llamado Bernardo de Claraval defendió enérgicamente la causa
de los templarios.
Bernardo vio la necesidad de un nuevo tipo de
soldado, uno que «debiera ser un hombre de Dios, mitad laico, mitad
religioso, poderoso en la guerra y ferviente en la oración». Sus
esfuerzos llevaron al reconocimiento formal de los templarios como
orden religiosa por parte de la Iglesia católica y a su rápido
crecimiento hasta alcanzar miles de caballeros y centros de
entrenamiento por toda Europa.
La orden de los Caballeros del Hospital de San
Juan se dedicaba a formar hombres similares que vivían según el
espíritu de los monjes guerreros.
Como su nombre indica, esta orden se fundó como
un hospital cristiano en Jerusalén con el objetivo de cuidar a los
peregrinos cristianos enfermos y heridos, y con el tiempo abrió sus
puertas a los enfermos y pobres en general. Aunque los hospitalarios se
convirtieron en una orden militar feroz a la altura de los templarios,
mantuvieron su misión de cuidar a los enfermos a lo largo de toda la
historia de la orden.
Cabe destacar que Ibrahim da vida al hecho poco
conocido de que los hospitalarios se transformaron en destacados
estrategas navales después de verse obligados a huir de Acre y
trasladarse a la isla de Rodas. En muchos sentidos, eran como los
modernos Navy SEALs: soldados temidos, altamente cualificados en la
guerra tanto en el mar como en tierra.
Al final del libro, queda bastante claro lo
siguiente sobre las dos órdenes: los Caballeros del Templo y los
Hospitalarios eran «los guerreros más grandes de la cristiandad» y
«también se encontraban entre los más sinceros y piadosos».
La visión general de Las dos espadas de Cristo
Construida como una serie de capítulos cortos, Las dos espadas tiene el ritmo y la sensación de una dramática serie de Netflix.
Ibrahim aporta una vívida claridad a este mundo
antiguo, a la vez que narra una historia coherente de las dos órdenes
y los siglos de enfrentamientos con los imperios islámicos obsesionados
con conquistar Occidente.
Con ese fin, Las dos espadas destaca la fuerza de
Ibrahim como narrador y contador de historias, que entreteje a la perfección citas
directas y observaciones recopiladas de relatos de testigos
presenciales o de escritos producidos en la época de los acontecimientos.
Al basar las historias en relatos de primera mano
escritos por cronistas cristianos y musulmanes, el libro se fundamenta
en la sobria realidad de que, ante los yihadistas empeñados en la
hegemonía islámica, siempre habrá necesidad de cristianos que abracen
la búsqueda de «esas dos antiguas virtudes: la piedad y la militancia
[justa]».
Esto es especialmente cierto en un momento en el
que historiadores y políticos progres han difundido el mito de que
la violencia islámica es principalmente un subproducto de la ira
musulmana por el colonialismo occidental del pasado.
En última instancia, Las dos espadas, junto con otras
obras de Ibrahim, desmonta esta basura histórica revisionista y
antioccidental, ilustrando que la yihad es doctrina islámica y que las
palabras, los hechos y los objetivos de sus adeptos forman, como era de
esperar, un patrón que se remonta al siglo VII.
En ese sentido, Ibrahim se parece mucho a
Bernardo de Claraval, que instaba enérgicamente a los cristianos a
reconocer los patrones históricos de la violencia islámica y a
despertar el espíritu guerrero que yace peligrosamente dormido en el
colchón de la prosperidad del siglo XXI.
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