Laicidad y
‘saría’
MARTÍN CASTILLA
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¿Adónde va una Universidad pública
organizando o patrocinando
actividades proislámicas, como, por ejemplo, un congreso internacional
sobre la saría en el siglo XXI?
No es que no sea necesaria la
investigación sobre los sistemas
religiosos, basada en la historia de la religión, la antropología y
otras
ciencias del hombre. De su ausencia padecemos, desde que la Universidad
española
renunciara, en el siglo XIX, al conocimiento en materia de religión.
Pero lo que ofrece el mencionado
congreso sobre la saría,
o el derecho islámico, no parece un estudio científico, sino una serie
de
ponencias cuyo fondo es netamente confesional y de propaganda islámica.
A todas
luces, está diseñado para un público occidental, ignorante del asunto y
que
quedará aún más ignorante después. Su propósito no puede ser otro que
promocionar una imagen almibarada del islam, y el resultado, erosionar
todo
pensamiento crítico.
Los fundamentos de la saría
son los establecidos por
Mahoma en el Corán, que la tradición islámica tradujo más tarde en la
Ley o
sistema jurídico conocido con el nombre de saría. No podemos
dejar de
tener presente que ese sistema se sustenta en un totalitarismo
teológico. No es
casual que los Estados musulmanes rechacen la declaración universal de
los
derechos humanos. Lejos de las campañas actuales para camuflar su
significación
y engañarnos, pongamos en evidencia algunos de los pilares obligatorios
que
compendian el sistema legal de la saría:
1. Obliga a creer
en Alá y en el profetismo de Mahoma, que supone una revelación divina,
concebida como literal e inmutable, fundamento incuestionable de todo
saber y
obrar para los humanos.
2. Se instaura
como Ley a la vez religiosa y
política, sobre el fundamento inamovible del Corán, que debe regular
todos los
aspectos de la vida en sociedad, como constitución suprema del Estado.
3. Basa la
justicia en el principio del talión.
Y el derecho penal administra un régimen de castigos bárbaros:
flagelación,
amputación, lapidación, crucifixión, esclavización, etc.
4. Instaura un
régimen de matrimonio oriental, que incluye la poligamia para los
ricos, y un
parentesco tribal, en el marco de un sistema jurídico
discriminatorio
según el sexo, establecido sobre la base de la inferioridad y la
desigualdad de
la mujer.
5. Impone un orden
económico y financiero halal,
que disimula la usura y privilegia la obtención de botín. Normaliza el
mercado de esclavos. Y las reglas de la
herencia
perjudican a las mujeres.
6. Consagra un
derecho que solo ampara
plenamente a los súbditos musulmanes, y discrimina
negativamente a los judíos y
cristianos en sociedades musulmanas, con un estatuto opresivo como dimmíes.
7. Priva de todo
derecho a los no musulmanes o
no creyentes, que se hallan amenazados de muerte y se manda que sean
reducidos
a esclavitud. La yihad está diseñada especialmente contra ellos.
8. Manda la
circuncisión, tanto masculina como
femenina, que conlleva una forma de mutilación genital.
9. Estipula reglas
de impureza y pureza que
rigen las relaciones con el propio cuerpo, los demás y el entorno.
Igualmente,
prohibiciones alimentarias y prescripciones vestimentarias para mujeres
y
hombres.
10. Establece la
obligatoriedad social y
pública de los ritos islámicos: la profesión de fe, el rezo cinco veces
al día,
el tributo religioso, el ayuno de ramadán y la peregrinación.
Así, pues,
la jurisprudencia del sistema islámico consagra una jerarquía de poder
teocrático, es decir, sancionado y santificado teológicamente, que
viene a
reforzar las brechas estructurales que dividen a la humanidad, al
instaurar un
ideal de supremacía del musulmán sobre el no musulmán, supremacía del
árabe
sobre el no árabe, supremacía del amo sobre el esclavo, supremacía del
varón
sobre la mujer. Con el agravante de que es Dios, el del Corán, quien
manda
ejercer la opresión sobre los no musulmanes, sobre los judíos y los
cristianos,
sobre los esclavos y sobre las mujeres.
Las innumerables disposiciones de
la saría son
esencialmente inmodificables según su propia concepción, porque están
fijadas
por las escuelas de jurisprudencia desde hace siglos y porque en su
mayor parte
las prescribe el Corán. El intento de interpretarlo de otro modo
incurriría en
delito de apostasía. Por esta razón no son creíbles estas propuestas de
actualización, que, de ser consecuentes, postularían no solo la
liquidación de la propia saría,
sino la desautorización del Corán. Una prueba es que tales propuestas
ni
siquiera podrían enunciarse públicamente en ningún país de régimen
islámico.
Por tanto, su sentido tiene que ser necesariamente otro: con toda
seguridad, confundir
a los intelectuales, a los medios y a las sociedades de Occidente.
Ese tipo de actividades forma
parte de la "yihad cultural", se
encuadra dentro de la estrategia global de islamización. Sus objetivos
son
simples: primero, ir obteniendo influencia en sectores sociales e
institucionales, para, en un momento dado, exigir que se apliquen
preceptos de
la saría; después, ir avanzando poco a poco hasta conseguir
apoderarse
de los resortes del Estado para imponerla sobre toda la sociedad. Lo
primero ya
está aquí: han logrado que se autocensuren los medios, que se recorte
la libertad
de expresión, que se penalice lo que ellos llaman islamofobia, que
campe el velo
femenino, que
se sirva comida halal en centros públicos, etc. A lo segundo no han
renunciado.
El
proyecto perenne del islam asume como meta instalar la saría
en el
mundo. La misión de la yihad es precisamente la implantación de la saría.
Y este fin es lo que legitima, desde la visión musulmana, su presunto
derecho a
la conquista mesiánica y la dominación global.
No tiene sentido que la
Universidad, pretendidamente laica, apoye un congreso que va destinado
a cohonestar los despropósitos de la saría. No tiene sentido
ni
justificación tan obsequiosa colaboración con el islamismo, que por
doquier se desarrolla
hoy como un hecho consumado, sin haberla debatido y sin informar de
ello a la
opinión pública.
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