Falso
concordismo en los conatos buenistas de ‘diálogo’ con el islam
PEDRO GÓMEZ
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Tomo pie en un artículo titulado «El Corán
musulmán increado
y el Logos cristiano eternamente engendrado» (1). Está bien escrito y
aporta
puntos de vista interesantes. Sin duda, el autor posee conocimientos
sobre el
tema. No obstante, me temo que la alta erudición no le ha puesto a
salvo de dar
por buenos ciertos tópicos islámicos. Así, cuando uno no se conforma
con la
cantinela acostumbrada, echa de menos un análisis más crítico.
El asunto principal trata de establecer una
relación entre
el Corán como «palabra increada de Dios» y el Logos cristológico como
palabra
de Dios, defendiendo la tesis de que habría cierta correspondencia
teológica
entre ambos términos de la comparación. Mi objeción de fondo es que el
mismo
planteamiento se funda en una presuposición errónea en lo que concierne
al
Corán, lo que determina que el concepto de «palabra de Dios» en el
cristianismo
y en el islamismo sean conceptos del todo equívocos. En
consecuencia
lógica, entre ellos no es adecuada ni legítima la comparación.
Al referirse a los componentes judaicos y
cristianos que se
hallan, por lo general oscurecidos, en
la doctrina islámica, el autor parece desconocer su origen, puesto que
ni
siquiera menciona la hipótesis de la vinculación de Mahoma con el
movimiento judeonazareno,
ampliamente aceptada hoy. Este dato ayudaría a entender la formación y
el
significado del Corán.
El enfoque del autor, teólogo cristiano, se
pronuncia a
favor de renunciar a la apologética y no polemizar, aunque nos deja sin
saber
por qué. La polémica difícilmente se podrá evitar, dada la importancia
de algo
que él obvia: que la supuesta «cristología» del Corán sustenta una
postura
frontalmente anticristiana, aparte de que de hecho se elaboró como
instrumento
de combate contra el cristianismo y así se ha mantenido hasta nuestros
días.
¿No es lícito al cristianismo defenderse?
Aunque hace alusiones históricas a los
comentarios e
interpretaciones de algunos eruditos musulmanes de los siglos VIII al
XI,
olvida por completo otra vertiente capital de la historia, como si no
fuera tan
significativa, la de los hechos concretos derivados de la doctrina
mahomética:
los enfrentamientos bélicos y culturales de siglos entre el islam y la
cristiandad. Estos hechos aportan también una clave de interpretación
para
el debate filosófico y teológico.
Al mismo tiempo, llama la atención esa especie de
buenismo o
ingenuidad que lo lleva a creer que es posible un verdadero diálogo
entre
cristianismo e islamismo. Ni siquiera entre cristianos y musulmanes,
porque ese
«diálogo» interreligioso se ha hecho siempre a costa de escamotear las
verdades
de unos y otros, de modo que solo sirve para perder el tiempo. Más
bien, haría
falta plantear y afrontar un verdadero debate. Y si este no es
posible, como
es lo más probable, entonces todo intento de «diálogo» resultará
estéril.
Debo poner en cuestión seriamente que esa actitud
de inducir
a cada parte a esconder su propia verdad en aras de una concordia de
conveniencia se haga pasar como una forma de respeto al otro, o como
una vía de
mutuo reconocimiento. Por el contrario, solo conduce a la ocultación de
sí y al
engaño recíproco. La actitud coherente está en reconocer y respetar al
enemigo
como enemigo, no caer en la ficción de tratarlo como colega. Pues
semejante
ilusión acabará costando cara.
Por eso, lo que el artículo concluye diciendo que
comprender
el papel del Corán «puede ayudar a un mejor entendimiento entre las dos
religiones» me parece un deseo piadoso y peligroso, ya que exige
ignorar lo que
es el islamismo y lo que representa históricamente. En realidad, lo que
nos
desvela el conocimiento a fondo del Corán no es otra cosa que la
absoluta
incompatibilidad entre estas dos religiones, más aún, entre el islam y
todas
las demás religiones.
Yendo al núcleo del asunto, el artículo de
referencia, en
sus disquisiciones, da por buena la idea de que el Corán debe
entenderse como «palabra
de Dios», una afirmación carente de fundamento en el propio texto del
Corán. En el Corán se habla numerosas veces de la
palabra de Dios (كَلَامَ
اللََِّّ), pero no
se dice que el Corán sea la
palabra de Dios. Por lo demás, es absolutamente ajeno a toda pretensión
de ser un libro
«eterno». Cuando llevamos a cabo una búsqueda exhaustiva en los
capítulos del libro, descubrimos que el
Corán nunca se presenta a sí mismo como «palabra de Dios». No hay ni un
solo
versículo coránico que lo afirme.
Aquí recopilo una
aproximación a los resultados que se encuentran –salvo mejor exégesis– al buscar en el texto
del Corán,
agrupados según su sentido:
■ La expresión «la palabra
de Dios» aparece literalmente tres veces y las tres se refieren a la Torá,
es decir, a la Escritura judía:
Corán 2,75: «¿Acaso deseas que te
crean, aunque un grupo de ellos escuchaba las palabras de Dios
y luego
las tergiversaba después de haberlas comprendido, a pesar de saberlo?»
Corán 48,15: «Los que se quedaron
atrás dirán, cuando salgáis a buscar el botín: ‘Dejadnos seguir con
vosotros’.
Quisieran cambiar la palabra de Dios. Di: ‘No nos seguiréis.
Dios lo ha
dicho antes’. Dirán: ‘Más bien nos envidiáis’. No entendían, salvo unos
pocos.»
Corán 9,6:« Si
alguno de los asociadores te pide
protección, protégelo hasta que escuche la palabra de Dios.
Luego,
acompáñalo a un lugar seguro. Esto es porque son gentes que no saben.»
■ La expresión «mi
palabra» y «sus palabras» se refiere igualmente a la palabra de Dios
contenida
en la Escritura judía, el libro de la Torá, usado por los creyentes
protomusulmanes:
Corán 7,158: «Di: ‘¡Oh, humanos! Yo
soy el mensajero de Dios para todos vosotros, el que tiene el reino de
los
cielos y de la tierra. No hay más dios que Él. Él da la vida y da la
muerte.
Creed, pues, en Dios, en su mensajero, el profeta de los gentiles que
cree en
Dios y en sus palabras, y seguidle.»
Corán 20,94: «Él dijo: “¡Oh, hijo de
mi madre! No me agarres por la barba ni por la cabeza. Yo temía que
dijeras: ‘Has
separado a los hijos de Israel y no has observado mi palabra’”.»
Corán 18,27: «Recita lo que se te ha
revelado del libro de tu Señor. Nadie puede cambiar sus palabras.
No
encontrarás refugio fuera de él.»
■ La expresión
«palabra» o «palabras» en relación genérica con Dios se menciona para
calificar y exaltar esa palabra como inmutable, verdadera,
maravillosa, o elevada:
Corán 10,64: «A quienes creyeron y
fueron devotos, se les anunciará, en la vida de aquí y en la otra. No
hay
cambio en las palabras de Dios. Ese es el gran éxito.»
Corán 6,34: «Los mensajeros que te
precedieron fueron desmentidos y soportaron con paciencia ser
desmentidos y
agraviados, hasta que les llegó nuestro socorro. Nadie puede cambiar
las palabras
de Dios. Tú ya has recibido algunas noticias de los mensajeros.»
Corán 6,73: «Él es quien creó los
cielos y la tierra en verdad. [Recuerda] el día en que dijo: ‘¡Sé!’, y
fue. Su
palabra es la verdad. Suyo es el reino, el día en que se toque la
corneta.
Conocedor de lo secreto y de lo visible.»
Corán 6,115: «La palabra de
tu Señor se ha cumplido en verdad y en justicia. Nadie puede cambiar sus
palabras. Él es el que todo lo oye, el que todo lo sabe.»
Corán 31,27: «Aunque los árboles de
la tierra fueran cálamos y el mar se extendiera por otros siete mares
[de tinta
para escribir las palabras de Dios], sus palabras no se
agotarían. Dios
es noble y sabio.»
Corán 13,5: «Si te maravillas,
maravillosa es su palabra: ‘Cuando seamos tierra, ¿seremos una
nueva
creación?’ Esos son los que no creyeron en su Señor. Esos tendrán
grilletes en
el cuello. Y esos son los habitantes del fuego. Estarán allí
eternamente.»
Corán 9,40: «Entonces Dios hizo
descender su tranquilidad sobre él, lo fortaleció con soldados que
vosotros no
habéis visto e hizo que la palabra de los incrédulos fuera la más baja
y la palabra
de Dios la más elevada.»
■ La expresión
«palabra» como procedente de Dios designa explícitamente a la persona
de Jesús
el Mesías, si bien con un significado opuesto a los evangelios
cristianos:
Corán 3,45: «[Recuerda] cuando los
ángeles dijeron: ‘¡Oh, María! Dios te anuncia una palabra de su
parte,
cuyo nombre es el Mesías Jesús, hijo de María, honorable en esta vida y
en la
[morada] última’.»
Corán 4,171: «¡Oh, gente del Libro!
No exageréis en vuestra religión y no digáis sobre Dios más que la
verdad. El
Mesías Jesús, hijo de María, no es más que un mensajero de Dios, su palabra
que lanzó a María y un espíritu suyo. Creed, pues, en Dios y en sus
mensajeros.»
■ La expresión «una
palabra» hace referencia a una palabra anterior atribuida a Dios, muy
probablemente
la contenida en la Torá:
Corán 3,39: «Los ángeles lo llamaron
mientras estaba de pie orando en el santuario: ‘Dios te anuncia, Juan,
confirmando una palabra de Dios, un jefe, un casto y un profeta
de los
virtuosos’.»
Corán 10,19: «Los humanos no eran más
que una sola nación. Luego discreparon. Si no hubiera habido una palabra
previa de tu Señor, se habría decidido entre ellos sobre aquello en que
discrepan.»
Corán 11,110: «Le dimos a Moisés el
libro, pero discreparon sobre ella. Si no hubiera habido una palabra
previa de tu Señor, se habría decidido entre ellos. Pero están en una
sospechosa duda al respecto.» Repetido en Corán 41,45.
Corán 20,129: «Si no hubiera habido
una palabra previa de tu Señor hasta un plazo determinado, [su
castigo]
habría sido impuesto.»
Corán 42,14: «Solo se separaron
después de que les llegara el conocimiento, por rebelión entre ellos.
Si no
hubiera habido una palabra previa de tu Señor hasta un plazo
determinado, se habría decidido entre ellos. Aquellos a quienes se les
legó el
libro después de ellos están en una sospechosa duda al respecto.»
■ La expresión «sus
palabras» en plural tiene sentido genérico referido a unas incidentales
palabras de Dios, o quizá a las contenidas en la Escritura judía:
Corán 10,82: «Dios confirma la
verdad con sus palabras, aunque los criminales [la] detesten.»
Corán 42,24: «¿O acaso dicen: ‘Ha
inventado una mentira sobre Dios’? Si Dios quisiera, sellaría tu
corazón. Dios
borra lo falso y confirma la verdad con sus palabras. Él conoce
el
contenido de los pechos.»
Corán 8,7: «[Recordad] cuando Dios
os prometió que uno de los dos grupos sería vuestro, y deseabais que
fuera el inerme.
Pero Dios quiso confirmar la verdad con sus palabras, y
exterminar a los
incrédulos.»
■ La expresión
«palabra» a veces solo tiene el significado común del término:
Corán 56,26: «Allí no escucharán
frivolidad ni acusación de pecado, sino solo la palabra: ‘¡Paz!
¡Paz!’».
Este repertorio de citas tomadas del Corán recoge
las aleyas
pertinentes, que fueron escritas en distintos momentos (he seguido el
orden
cronológico según Al-Azhar en cada apartado) cuando evidentemente aún no existía el
Corán como
libro, por lo que este no puede ser el libro del que se habla o al que
se
refiere. Las citas coránicas son decisivamente más autoritativas y
significativas
que esas opiniones que reflejan las elucubraciones de los comentaristas
persas del
siglo IX. Estos eruditos fantasearon sobre la eternidad divina del
libro y la
convirtieron en nuevo dogma bajo los auspicios del poder califal. De
ahí que las
afirmaciones de los profesores actuales que siguen esa tradición tardía
no pasen
de ser especulaciones tan gratuitas como indefendibles.
Las posturas con respecto al problema islámico
suelen estar
muy polarizadas entre los musulmanes y también entre los no musulmanes.
Lo más
claro es que hoy no parecen darse circunstancias propicias para un
esclarecimiento
racional sobre el tema. Pero no resulta sensato empeñarse en rebuscar
sintonías y
concordancias del cristianismo con el mahometismo, en vez de hacer ver
a
quienes quieran escuchar lo que realmente ha habido en la historia y
lamentablemente
se complica en la actualidad.
Sobre todo, no acabo de entender la fatuidad de
tantos
clérigos y hasta obispos católicos que, a toda costa, buscan
congraciarse con
el islam, soñando en el diálogo con unos interlocutores que jamás les
han
prestado la menor atención, ni se la prestarán. Necedad de necedades.
¿Despertarán un día de ese engaño que, a todas luces, llena de taimada
alegría
a los enemigos de la fe cristiana?
NOTA
1. Jaime Flaquer García, «El
Corán musulmán increado y el
Logos cristiano eternamente engendrado», Carthaginensia. Revista
de
Estudios e Investigación, vol. XLI, núm. 79, enero-junio 2025: 345-371.
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