Al reconocer el Estado palestino, España muestra amnesia histórica y legitima el terrorismo islámicoo islámico

RAYMOND IBRAHIM






En respuesta al reciente reconocimiento por parte de España de un Estado palestino, hace unas semanas el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Israel Katz, tuiteó:


"Si esta mujer ignorante y llena de odio [la vicepresidente del Gobierno español, Yolanda Díaz] quiere entender lo que realmente busca el islam radical, debería estudiar los 700 años de dominio islámico en Al-Ándalus, la actual España."


¿A qué podría referirse Katz? De hecho, la historia de Al-Ándalus se suele presentar como un ejemplo de tolerancia musulmana y coexistencia con judíos y cristianos.


Katz se refiere a la historia real de la España conquistada por los musulmanes, que habitualmente es ocultada. Recapitulemos:


En el año 711 d.C., hordas de musulmanes norteafricanos ("moros") "invadieron impíamente España para destruirla", por citar la Crónica mozárabe de 754. No pasaron por "un lugar sin reducirlo y apoderarse de sus riquezas", se jactaba Al-Hakam, un temprano cronista musulmán, "porque Alá Todopoderoso había golpeado con terror los corazones de los infieles".


Tal terrorismo se cultivó intencionadamente de acuerdo con el Corán (por ejemplo, los versículos 3,151 y 8,12). En una ocasión, los invasores sacrificaron, cocinaron y comieron, o fingieron comer, a sus cautivos cristianos, lo que provocó la histeria entre la población "porque los musulmanes se alimentan de carne humana" y, por tanto, "contribuyó en gran medida a aumentar el pánico de los infieles", escribió otro cronista musulmán.


Envalentonados por las victorias iniciales de sus correligionarios –algo que evoca lo que está ocurriendo hoy en día– enjambres de africanos "cruzaron el mar en todos los barcos o barcas a los que pudieron echar mano", escribió el cronista musulmán. Oprimieron tanto la península que "los cristianos se vieron obligados a encerrarse en sus castillos y fortalezas y, abandonando las mesetas, se refugiaron en las montañas".


Es importante que Estados Unidos entienda la historia, porque la naturaleza fundamental del islam no ha cambiado a lo largo de los siglos, y la administración Biden ha estado importando durante los últimos años radicales de todo el mundo y extendiéndolos por la nación a costa de los contribuyentes. Como resultado, ahora estamos preparados para sufrir un ataque al estilo del teatro de Moscú o de nuestra propia sorpresa del 7 de octubre.



Violación y saqueo


Un año después de la invasión islámica, los musulmanes, en palabras de la Crónica mozárabe de 754, habían "arruinado hermosas ciudades, incendiándolas; condenado a la cruz a señores y hombres poderosos; y descuartizado a jóvenes y niños con la espada". Otras fuentes tempranas corroboran la devastación y la persecución. El relato más antiguo, el Tempore belli, habla de cómo los musulmanes "saqueaban templos [iglesias] y hogares cristianos, incendiaban las ciudades de los que se resistían y capturaban a sus jóvenes como esclavas sexuales, todo ello creando un terror indescriptible".


Como de costumbre, la situación de las mujeres cristianas –las "infieles"– bajo control musulmán era obscena.


Desde el primer desembarco yihadista en España el año 711, Tárik ibn Ziyad había intentado atraer aún más a sus hombres a la guerra mencionando a las mujeres que encontrarían "esperando vuestra llegada, reclinadas en mullidos divanes en suntuosos palacios". Estas mujeres europeas eran, además, "tan hermosas como las huríes", decía el líder yihadista. (En el islam, las huríes son esclavas sexuales sobrenaturales, "de senos redondeados" y "ojos grandes ojos negros", dice el Corán [56,22; 78,33], creadas con el propósito expreso de complacer a perpetuidad a los favoritos de Alá).


Después de subyugar y saquear totalmente a España de sus riquezas, en 715, Tárik y su jefe supremo, Musa, viajaron a Damasco para entregar al califa omeya Al-Walid vastos tesoros en tributo, incluidos 30.000 esclavos españoles. El califa, según Al-Maqqari, quedó totalmente encantado con "los recursos de todo el pueblo de España", especialmente con "sus riquezas y la belleza de sus muchachas".


A partir de entonces, y debido a que "los omeyas valoraban especialmente a las mujeres rubias o pelirrojas francas o gallegas como esclavas sexuales", escribe el historiador Darío Fernández-Morera, "Al-Ándalus [la España controlada por los musulmanes] se convirtió en centro del comercio y la distribución de esclavos" (El mito del paraíso andalusí, p. 159). A veces incluso se exigía a los súbditos cristianos un tributo anual, "no de dinero, ni de caballos, ni de armas, sino de cien doncellas (todas debían distinguirse por su belleza) para ornamentar los harenes" (Mercer, España y Portugal, p. 132).



Antisemitismo islámico


Tampoco era mucho mejor la vida de los judíos bajo el dominio musulmán en España. Es cierto que, mientras pagaran el tributo de la yizia, aceptaran un estatus de segunda clase y sirvieran a sus señores musulmanes, los judíos eran tolerados, según los estándares medievales, no los modernos. Sin embargo, una vez que se encendía el fuego del islam (lo que ocurría a menudo), también eran perseguidos.


Cualquiera que dude de esto –y son muchos los que han criticado a Israel Katz por no apreciar que, "durante el dominio musulmán de Andalucía, los judíos vivieron en un período de gran seguridad"– debería consultar el libro del Dr. Andrew Bostom, El legado del antisemitismo islámico.


En un artículo dedicado a desacreditar el persistente "mito del ecumenismo cordobés", Bostom destaca varios ejemplos que desmienten la supuesta "edad de oro" que los judíos habrían disfrutado bajo el dominio musulmán en España.


Ibn Hazm (994-1064), un "poeta" musulmán celebrado en Occidente por sus opiniones supuestamente "progresistas", fue, para Bostom, "un teólogo musulmán viciosamente antisemita cuyos escritos incendiarios ayudaron a incitar el pogromo masivo contra los judíos de Granada que mató a 4.000, destruyendo toda la comunidad en 1066". Averroes, otro musulmán célebre como filósofo en Occidente, también "dictó firmes sentencias de la saría contra los infieles y respaldó el yihadismo clásico." Y Al-Kinani (m. 901), alumno del jurista cordobés Ibn Habib (m. 853), "conocido como el erudito de España por excelencia", advertía contra "el judío o cristiano que sea descubierto tratando de mezclarse con los musulmanes por no llevar el riqā [parche de tela con el emblema de un simio para identificar al portador como judío, o un cerdo para identificar al cristiano] o el zunnār [un cinturón distintivo]."



Confundir culturas


Por cierto, estas actitudes draconianas se articulaban y expresaban precisamente durante la llamada "edad de oro" de Al-Ándalus. A partir de ahí, y con la llegada de dos dinastías musulmanas similares al ISIS procedentes del norte de África, los almorávides y los almohades, las cosas empeoraron drásticamente. Así, "de lo que Maimónides escapó, en el siglo XII, disfrazado de musulmán, fue nada menos que de una Inquisición musulmana en toda regla bajo los almohades musulmanes." Bostom concluye:


"Las depredaciones de la yihad de los almohades (1130-1232) causaron una enorme destrucción en las poblaciones judías y cristianas de España y el norte de África. Esta devastación –masacres, cautiverios y conversiones forzosas– fue descrita por el cronista judío Abraham Ibn Daud y el poeta Abraham Ibn Ezra. Sospechando de la sinceridad de los judíos convertidos al islam, los "inquisidores" musulmanes arrebataban a los niños de esas familias y los ponían al cuidado de educadores musulmanes. [...]

La simple y verificable verdad histórica es que la España de los moros fue más a menudo una tierra de agitación que de tranquilidad... ¿Tolerancia? Pregunten a los judíos de Granada que fueron masacrados en 1066, o a los cristianos que fueron deportados por los almorávides a Marruecos en 1126."


Muchos de los que critican la interpretación de la historia que hace Katz también subrayan que fueron los cristianos, y no los musulmanes, los verdaderos perseguidores y destructores diabólicos de la España "multicultural". Esto también pasa por alto el hecho de que la hostilidad cristiana medieval hacia los judíos se vio ferozmente exacerbada por la confusión europea de los judíos con el principal enemigo, que eran los musulmanes. Como Daniel Pipes, autor del libro recién publicado Israel Victory: How Zionists Win Acceptance and Palestinians Get Liberated, escribió en su reseña de The Jew as Ally of the Muslim: Medieval Roots of Anti-Semitism (1986): "(1) Los cristianos medievales temían y odiaban a los musulmanes. (2) Los cristianos medievales veían a los judíos como aliados de los musulmanes. (3) Por lo tanto, los cristianos medievales temían y odiaban a los judíos... Este es un enfoque radicalmente nuevo" y "tiene mucho sentido; de hecho, añade toda una nueva dimensión a nuestra comprensión de la forma en que se desarrollaron las relaciones cristiano-judías".


En resumen, sí, España debería mirar a su propia historia con el islam para comprender mejor la lucha internacional contra la yihad, incluida su última iteración contra Israel. También debería mirar a su propio presente, mientras los inmigrantes musulmanes continúan "cruzando el mar en todos los barcos o barcas que pueden encontrar" –como escribió el cronista musulmán sobre sus antepasados yihadistas de antaño– e inundando el territorio español, especialmente las Islas Canarias, donde cometen el mismo tipo de crímenes, incluyendo el asesinato de clérigos cristianos, destrucción y profanación habitual de iglesias y, por supuesto, la violación en grupo.


España debería fijarse en esas cosas. Y nosotros también.



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