Aprender de la historia. Por qué algunas naciones rechazan a los musulmanes

RAYMOND IBRAHIM





El conocimiento o la ignorancia de la historia suele tener un profundo impacto en el grado de conocimiento o ignorancia de lo que realmente sucede en el presente.


Consideremos la cuestión del islam en Europa. Las naciones europeas que tuvieron poca historia con el islam –la mayoría en el noroeste del continente– son precisamente las más abiertas al islam (y las que más lo sufren). Las naciones europeas que tuvieron mucha historia con el islam –la mayoría en el sureste del continente– le tienen aversión.


Después de observar que "los dirigentes de las masas musulmanas pueden ver claramente que la situación está madura para ocupar el continente apóstata [Europa]", en una entrevista reciente, el arzobispo emérito de Hungría, Gyula Márfi, explicó por qué su nación está tan decididamente en contra de la inmigración musulmana:


"Ellos [los musulmanes] estuvieron aquí en Hungría 150 años. Sabemos cuánta destrucción causaron. Hasta cierto punto, los húngaros todavía llevamos esa memoria en los genes".


El arzobispo se refiere a la conquista y ocupación de Hungría por el islam de 1541 a 1699.  Entonces, la yihad islámica, el terrorismo y la persecución contra los cristianos fueron desenfrenados (como se documenta ampliamente aquí y aquí).


Hungría no era la única. Gran parte del sudeste de Europa y partes de la actual Rusia fueron conquistadas, ocupadas y aterrorizadas por los turcos, a veces de formas que hacen que las atrocidades del Estado Islámico parezcan un juego de niños.  (Pensemos en las decapitaciones, crucifixiones, masacres, mercados de esclavos y violaciones que se convirtieron en marca registrada del Estado Islámico, pero a una escala mucho mayor y durante siglos).


Que estas depredaciones islámicas están tan grabadas en la mente de al menos algunos líderes de Europa del Este –es decir, los más conocedores de la historia– es evidente en el hecho de que el propio presidente de Hungría, Viktor Orbán, que se ha comprometido a asegurar su nación contra los musulmanes y preservar su identidad cristiana, ha hecho las mismas observaciones que el arzobispo. Ya en 2015, dijo de los inmigrantes:


"Los que llegan se han criado en otra religión y representan una cultura radicalmente distinta. La mayoría no son cristianos, sino musulmanes. Es una cuestión importante, porque Europa y la identidad europea tienen sus raíces en el cristianismo... No queremos criticar a Francia, Bélgica o cualquier otro país, pero creemos que todos los países tienen derecho a decidir si quieren tener un gran número de musulmanes en su país. Si quieren convivir con ellos, pueden hacerlo. Nosotros no queremos y creo que tenemos derecho a decidir que no queremos un gran número de musulmanes en nuestro país. No nos gustan las consecuencias de tener un gran número de comunidades musulmanas como vemos en otros países, y no veo ninguna razón para que nadie más nos obligue a crear formas de convivencia en Hungría que no queremos ver."


El Primer Ministro continuó evocando la historia, en la misma onda que el arzobispo húngaro:


"Tengo que decir que cuando se trata de convivir con comunidades musulmanas, somos los únicos que tenemos experiencia porque tuvimos la ocasión de pasar por esa experiencia durante 150 años."


En aquel momento, la clase dirigente occidental respondió con sorna a la evocación de la historia por parte de Orbán. El diario The Guardian se burlaba:


"Hungría tiene una historia con el imperio otomano, y Orbán está ocupado en conjurarla. El imperio otomano contraataca, advierte. Están tomando el poder. Hungría nunca volverá a ser la misma... De ahí la alambrada; de ahí el ejército; de ahí, a partir de hoy, el estado de emergencia; de ahí la feroz e implacable retórica del odio. Porque eso es lo que ha sido desde el principio: pura y crasa hostilidad y calumnia."


Los medios occidentales calificaron a Orbán de "xenófobo", "lleno de discursos de odio" y "dictador rastrero" de Europa. Pronunciándose como el jefe mafioso de la izquierda, The Guardian simplemente se refería a él como un "problema" que necesitaba ser "resuelto".


Sin embargo, la historia ha reivindicado a Orbán.  A diferencia de muchas naciones de Europa Occidental que se han visto inundadas de inmigrantes musulmanes –y cuyos niveles de delincuencia y violaciones se han disparado–, la integridad nacional de Hungría sigue estando a salvo.


Por cierto, mientras los medios de comunicación occidentales pretenden que el "racismo" y el "supremacismo blanco" son la verdadera razón por la que naciones como Hungría rechazan la inmigración, de hecho, varias naciones "amarillas" y "morenas" rechazan el islam por las mismas razones citadas por los húngaros.


En Myanmar (Birmania), la minoría musulmana no nativa del país está detrás del mismo tipo de caos, violencia y violaciones contra los "infieles" que se dan en otros lugares.  En consecuencia, el sentimiento antimusulmán ha crecido entre la mayoría budista.


Así, el popular dirigente líder budista Ashin Wirathu –al que los medios de comunicación se refieren como el "Bin Laden birmano", y que fue vetado por Facebook– se opone frontalmente a la presencia del islam en Myanmar: "Puedes estar lleno de bondad y amor, pero no puedes dormir junto a un perro rabioso", dice el monje en referencia a los musulmanes: "Los llamo alborotadores, porque son alborotadores".


Recordando la postura húngara, Wirathu también advierte de que: "Si somos débiles, nuestra tierra se volverá musulmana".  La canción principal de su partido habla de un pueblo que "vive en nuestra tierra, bebe nuestra agua y es desagradecido con nosotros" –en referencia a los musulmanes– y de cómo "construiremos una valla con nuestros huesos si es necesario" para mantenerlos fuera.


Los panfletos de Wirathu advierten de que "Myanmar se enfrenta ahttps://facingislam.blogspot.com/p/facing-islam-book.htmlctualmente a un veneno de lo más peligroso y temible, lo suficientemente grave como para erradicar toda civilización".


O consideremos las palabras de fray Daniel Byantoro, un musulmán convertido al cristianismo, hablando de las ramificaciones de la entrada incontrolada del islam en lo que una vez fue una nación no musulmana, pero que hoy es la mayor nación musulmana:


"Durante miles de años, mi país (Indonesia) fue un reino budista hindú. El último rey hindú tuvo la amabilidad de ceder una propiedad exenta de impuestos para que el primer misionero musulmán viviera y predicara su religión. Poco a poco los seguidores de la nueva religión fueron creciendo, y cuando se hicieron suficientemente fuertes atacaron el reino, los que se negaron a hacerse musulmanes tuvieron que huir para salvar su vida... Poco a poco del reino budista hindú, Indonesia. se convirtió en el mayor país islámico del mundo."

   Si hay alguna lección que deban aprender los estadounidenses, merece la pena reflexionar sobre la historia de mi país. No somos gente intolerante que incita al odio, sino que somos personas amantes de la libertad, amantes de la democracia y amantes de la humanidad. Simplemente no queremos que nuestra ignorancia, nuestra equivocada "corrección política" y nuestra pretensión de tolerancia nos arrebaten esa libertad y esa democracia" (Facing Islam, sección de apoyo).


Está claro. Naciones tan diversas como Hungría y Myanmar –y dirigentes tan distintos como el cristiano Orbán y el budista Wirathu– conocen bien el islam, incluyendo su historia con respecto a sus naciones. Por ello, en vez de juzgarlos y tacharlos de "racistas" y "xenófobos", los países occidentales harían bien en aprender de sus experiencias.


La alternativa será aprender solo por la propia experiencia, es decir, mal y tarde.



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