El asedio
cristiano de la Nicea musulmana
RAYMOND IBRAHIM
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El 14 de mayo de 1097, tuvo lugar el primer
enfrentamiento entre los cruzados occidentales y los musulmanes turcos:
el sitio de Nicea.
Contexto: En los años posteriores a la decisiva batalla de Manzikert
(1071), en la que los turcos selyúcidas derrotaron al Imperio Romano de
Oriente y conquistaron el antiguo bastión del cristianismo que era
Anatolia
(la actual Turquía), se cometieron atrocidades alucinantes. Así, un
cronista georgiano anónimo cuenta cómo "las iglesias santas sirvieron
como establos para sus caballos", los "sacerdotes fueron inmolados
durante la misma santa Eucaristía", las "vírgenes profanadas, los
jóvenes circuncidados y los niños raptados". Por su parte, Ana Comneno,
princesa de
Constantinopla, relata cómo "las ciudades fueron arrasadas, las tierras
saqueadas y toda Anatolia quedó manchada de sangre cristiana". Esta
escandalosa historia de aflicción llegó hasta Occidente.
Como resultado, se lanzó la que llegó a ser conocida históricamente
como la Primera
Cruzada. Parafraseando el famoso llamamiento del Papa Urbano
II en Clermont, en 1095, el historiador de las cruzadas Thomas Madden
escribe: "El mensaje era claro: Cristo estaba siendo crucificado de
nuevo en la
persecución de sus fieles y la profanación de sus santuarios". Ambos
necesitaban ser rescatados; ambos ofrecían la oportunidad de cumplir
uno de los dos mayores mandamientos de Cristo: "Amarás a Dios con todo
tu
corazón" y "a tu prójimo como a ti mismo" (Lucas 10,27).
Los cristianos de toda Europa escucharon el llamamiento y tomaron la
cruz. En 1097, los grandes señores y los caballeros habían llegado a
Constantinopla, de donde fueron transportados a la guarida de los
leones, Asia Menor dominada por los turcos. En mayo, avistaron
Nicea, el lugar del primer concilio ecuménico de la cristiandad (325),
donde se formuló el Credo de Nicea, que todavía profesan todas las
principales iglesias cristianas. Ahora era la capital del sultanato
selyúcida y estaba ocupada por los "enemigos de la cruz". Los cruzados
inmediatamente sitiaron Nicea, hace 924 años, en esta fecha del 14 de
mayo.
El asedio fue largo y brutal, pero los turcos se mantenían firmes.
Desde sus altas murallas, los musulmanes "vociferaban gritos de
guerra en los horribles tonos de su lengua" –el cronista contemporáneo,
Alberto de Aquisgrán, no podía descifrar los estridentes gritos de
"¡Alahú Akbar!"– y "disparaban flechas envenenadas que hacían que
incluso los heridos leves sufrieran una muerte horrorosa". Además, para
defender sus murallas de ser "golpeadas y sacudidas repetidamente por
el ariete, los turcos crearon una mezcla inflamable que vertían desde
la
muralla, prendiendo fuego al ariete". El humo y el fuego se elevaban a
medida que avanzaba el asedio.
El 20 de mayo, Kilij Arslan, el sultán selyúcida y jefe supremo de los
turcos, apareció con un enorme ejército musulmán para liberar Nicea, su
capital. Siguió una batalla salvaje. Alberto de Aquisgrán continúa
narrando:
"El duque Godofredo y Bohemundo no frenaron sus caballos, sino que los
dejaron lanzarse de cabeza y volaron en medio del enemigo, atravesando
a unos
con lanzas, descabalgando a otros, y todo el tiempo arengando a sus
aliados, animándolos con varoniles incitaciones a matar al enemigo. No
fue allí pequeño el choque de las lanzas, no se oyeron pequeños
chasquidos de las espadas y los cascos en aquel conflicto de guerra, no
fue pequeña la destrucción de los turcos."
Pero fue la mayor fuerza del ejército cruzado bajo el mando de Raimundo
de Tolosa, con la ayuda de Roberto de Flandes, la que dio al ejército
musulmán el golpe de muerte, derrotándolo.
Esta fue la batalla inaugural de la Primera Cruzada:
"Los árabes, los persas y los feroces turcos pronto huyeron; aquella
gente salvaje dio la espalda a los cristianos. Fue una derrota… La
matanza del ejército que huía fue prodigiosa... Desde la hora tercia
hasta la nona se prolongó la destrucción, o más bien la masacre árabe,
de esta batalla."
Esta descripción triunfal no es invención o exageración por parte de
Guiberto de Nogent, sino reflejo del hecho de que aquel vasto ejército
musulmán no estaba formado por soldados expertos, sino que
constaba mayormente de "campesinos, masa de escoria reclutada de
todas partes". Los ejércitos turcos posteriores serían más formidables.
Después de haber masacrado a incontables musulmanes,
los ensangrentados occidentales reanudaron el asedio de Nicea. Como
recordatorio duro
y material para sus habitantes de que no esperaran la liberación por
parte de sus
correligionarios, los cruzados "arrojaron las cabezas cortadas de los
turcos masacrados desde sus máquinas arrojadizas y catapultas hacia la
ciudad", escribe Roberto el Monje.
Había, claro está, una razón por la que los cruzados se comportaban tan
despiadadamente. Poco antes, al desembarcar por primera vez en
Anatolia, se toparon con una visión horripilante: "¡Oh, cuántas cabezas
cortadas y huesos de muertos tendidos en las llanuras encontramos más
allá de Nicomedia, cerca del mar!", escribió Fulquerio de Chartres.
"Movidos a compasión por esto, derramamos muchas lágrimas allí." Habían
encontrado los restos de todos aquellos campesinos europeos –hombres,
mujeres y niños– que, demasiado impacientes para
esperar a los caballeros experimentados que venían de Constantinopla,
cruzaron solos a
Asia. Poco después de avanzar tierra adentro hacia Nicea, en
1096,
"cayeron en la emboscada turca y fueron miserablemente masacrados",
recuerda la princesa Ana Comneno:
"Una multitud tan grande de celtas y normandos murió
por la espada ismaelita que, cuando recogieron los restos de los
caídos,
que yacían por doquier, amontonaron, no diré una gran cima o
colina o pico, sino una montaña de considerable altura y profundidad y
anchura, tan enorme era la masa de huesos."
Los capturados fueron sometidos a otro juicio: "Algunos de los
prisioneros fueron inquiridos acerca de su fe y se les ordenó que
renunciaran a Cristo, pero ellos proclamaron a Cristo con firmeza de
corazón
y de voz, y fueron decapitados”, escribe Guiberto. El destino de los
que mantuvieron con vida, como de costumbre los más jóvenes y
atractivos, fue aún peor:
"Los turcos se repartieron entre ellos a los cautivos, cuyas
vidas habían perdonado –o mejor dicho reservado para una muerte más
dolorosa– y los sometieron a lúgubre servidumbre en poder de amos
crueles. Algunos fueron expuestos en público, como diana, y fueron
atravesados por flechas; otros fueron dados como regalo, mientras que
otros fueron
vendidos directamente... [y llevados a Jorasán y Antioquía, donde]
sufrirían una miserable esclavitud bajo los peores amos imaginables.
Sufrieron una tortura mucho más larga que la que habían soportado
aquellos
cuyas cabezas fueron cortadas al instante por la espada."
¡Cómo debieron reírse entonces los señores islámicos de Asia
Menor! Después de haber aniquilado a la población cristiana nativa de
Anatolia, ahora los cristianos europeos iban a pasar exactamente por el
el mismo procedimiento.
Pero ahora ya no se reían. Además de las muchas cabezas musulmanas que
los
cruzados habían arrojado a Nicea, otras "mil de estas cabezas fueron
enviadas al emperador, un presente que ganó su favor de todo corazón",
como era de esperar, ya que aquellos eran los mismos hombres que habían
saqueado y tomado Nicea del emperador Alejo I en 1092. Este respondió
enviando más suministros, incluidos botes muy necesarios para que los
cruzados cortaran la única ruta de abastecimiento de Nicea. Los
cruzados, "durante el transcurso de una noche, mediante sogas colocadas
sobre los hombros y cuellos de hombres y caballos", los arrastraron
hasta Nicea, "una distancia de siete millas o más", dice Guillermo de
Tiro.
No mucho después, el 19 de junio
de 1097, los turcos, ya demasiado
traumatizados, aquellos que durante tanto tiempo habían sido azote de
la cristiandad oriental, rindieron Nicea, con la condición de
capitular, no ante los
recién llegados de Occidente fuertemente armados, que tanto los habían
aterrorizado, sino ante el emperador Alejo, que había seguido a los
cruzados con su
propio ejército.
De este modo, la Primera Cruzada comenzó con una victoria sobre los
musulmanes, tal como concluiría. Pero esta es otra historia.
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