Los académicos y la inteligencia artificial califican de ‘caballeroso’ y ‘magnánimo’ al asesino musulmán de cristianos
RAYMOND IBRAHIM
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Enorme monumento al sultán Alp Arslan (izquierda) y a su hijo Malik Shah, en Turkmenistán
Es hora de echar otro vistazo a las maquinaciones internas de la historia falsa.
Por ejemplo, hace algún tiempo examinamos la verdad sobre Saladino.
Aunque muy alabado en Occidente por su comportamiento magnánimo e
incluso «caballeroso», el sultán kurdo era lo que hoy llamaríamos un
musulmán «radical» que decapitó a cristianos por no abrazar el islam y
esclavizó a miles de mujeres y niños cristianos. Veamos ahora un
ejemplo similar, pero menos conocido, de este fenómeno de los
occidentales que ensalzan a musulmanes que, por lo demás, son
«radicales».
Me refiero a Muhammad ibn Dawud Chaghri. (Aunque hoy es más conocido
como «Alp Arslan», un título honorífico turco que significa «león
valiente», en lo que resta de este artículo me referiré a él por su
nombre de pila: Muhammad, o sea, Mahoma).
Otro Mahoma
Este Mahoma (n.1033) fue sultán de los turcos selyúcidas de 1063 a
1072. Los turcos selyúcidas fueron el grupo musulmán que cometió tantas
atrocidades en Asia Menor y Tierra Santa –masacrando y esclavizando a
decenas, si no cientos, de miles de cristianos y profanando e
incendiando miles de iglesias– que finalmente Europa se levantó y
contraatacó en la Primera Cruzada.
Según las fuentes musulmanas, este Mahoma era un musulmán fanático.
Nizam al-Mulk, su visir y hombre formidable él mismo, dijo del joven
sultán: «Era sumamente imperioso y... como era tan ferviente y fanático
en sus creencias y desaprobaba el rito shafií, viví temiendo miedo de
él constantemente».
El rito shafií es una de las cuatro escuelas aprobadas de la ley suní (madhhab).
Aun así, el visir dice que Mahoma, que seguía la madhhab hanafí, era
tan intolerante con cualquier escuela de pensamiento contraria, aunque
estuviera plenamente aprobada por el islam, que aterrorizaba a su
propio visir.
¿Qué habría pensado entonces Mahoma de los cristianos? Pronto lo veremos.
Como ejemplo de sus muchas hazañas, poco después de convertirse en
sultán, entre 1064 y 1065, Mahoma sitió Ani, la capital de Armenia. Una
vez dentro, sus guerreros musulmanes, según las fuentes, armados con un
cuchillo en cada mano y otro extra en la boca:
«empezaron a masacrar sin piedad a todos los habitantes de la ciudad...
y a amontonar sus cadáveres unos sobre otros... Innumerables e
incontables niños de tersa cara y niñas preciosas fueron capturados
junto con sus madres.»
Pero el trato más salvaje se reservaba siempre a los que proclamaban
visiblemente su cristianismo: clérigos y monjes fueron «quemados hasta
la muerte, mientras que otros fueron desollados vivos de la cabeza a
los pies», todo por orden del sultán Mahoma. Todos los monasterios e
iglesias de «la ciudad de las 1001 iglesias», como se conocía a Ani
hasta entonces, fueron saqueados, profanados e incendiados. Las cruces
se rompieron ritualmente, excepto una grande y dorada que Mahoma envió
al califa de Bagdad como trofeo de guerra.
Un único acto de ‘magnanimidad’...
No sólo varias fuentes cristianas documentan el saqueo de la capital de
Armenia (un contemporáneo señala sucintamente que Mahoma «convirtió Ani
en un desierto a base de masacres e incendios»), sino que también lo
hacen las fuentes musulmanas, a menudo en términos apocalípticos:
«Quería entrar en la ciudad y verla con mis propios ojos», explica un
árabe. «Intenté encontrar una calle sin tener que pasar por encima de
los cadáveres. Pero era imposible».
No es de extrañar que, para los cristianos de entonces, Mahoma fuera
«como una bestia enloquecida por su naturaleza sanguinaria», un
«bebedor de sangre», una «serpiente venenosa», un «animal feroz», por
citar al cronista Mateo de Edesa. Para Miguel Ataliates (n. 1022), un
escritor griego contemporáneo, el sultán era simplemente el
«Anticristo».
Ante la devastación del territorio cristiano por el sultán Mahoma, el
Imperio Romano de Oriente («Bizancio») no tardó en responder en la
persona del emperador Romano IV Diógenes. Este dirigió un gran ejército
contra las fuerzas de Mahoma cerca de Manzikert en 1071. Pero no solo
fue una derrota catastrófica para los cristianos, sino que Romano se
convirtió en el primer emperador romano en más de mil años en
experimentar la ignominia de ser capturado en el campo de batalla.
Y aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Mahoma terminó
liberando a Romano IV a cambio de un enorme rescate. Y debido a esto,
todo lo que se recuerda hoy del sultán Mahoma, este «bebedor de sangre
cristiana», esta «bestia enloquecida por la sangre» y «Anticristo», es
que era –esperen– magnánimo.
¿Nos suena familiar?
...Pero muchas citas
En lugar de peinar mis libros en busca de citas que afirmen la
magnanimidad de Mahoma –y son muchas, si la memoria no me falla–, he
decidido hacer una prueba con una inteligencia artificial (IA)
preguntándole: «¿Qué autores dicen que Alp Arslan fue magnánimo por
liberar a Romano?». Me dio varios ejemplos, algunos de los cuales copio
y pego a continuación textualmente:
«Steven Runciman. En su famosa obra La historia de las cruzadas,
Runciman se refiere a la liberación de Romano por Alp Arslan como un
acto de magnanimidad. Destaca que, a pesar de que el emperador
bizantino fue capturado tras una importante derrota, Alp Arslan mostró
piedad al perdonarle la vida en lugar de ejecutarlo, lo que era una
práctica común en tales situaciones en aquella época.
Alan Palmer. En El declive y caída del Imperio otomano,
Palmer se refiere a la liberación de Romano por Alp Arslan como un
ejemplo de caballerosidad y conducta noble en contraste con la
naturaleza a menudo brutal de la guerra medieval.
David Nicolle. En su libro Las cruzadas. Breve historia,
Nicolle analiza el acontecimiento y señala que la decisión de Alp
Arslan de liberar a Romano estuvo probablemente motivada por cálculos
políticos, pero también fue un acto de magnanimidad que contrastaba con
las normas más duras de la guerra en aquella época.
Bernard Lewis. El célebre historiador de Oriente Próximo, en su libro Oriente Próximo. Breve historia de los últimos 2.000 años,
toca brevemente la liberación de Romano y sugiere que el acto de Alp
Arslan demostró su generosidad y sabiduría, ya que buscaba evitar más
conflictos y asegurar su dominio sobre la región.»
También pregunté directamente a Chatgbt: «¿Fue Alp Arslan magnánimo con
Romano IV Diógenes después de Manzikert 1071?», a lo que respondió:
«Sí, Alp Arslan, el sultán selyúcida, demostró magnanimidad hacia
Romano IV Diógenes, el emperador bizantino, después de la batalla de
Manzikert en 1071. A pesar de la aplastante victoria de las fuerzas
selyúcidas, Alp Arslan actuó con relativa clemencia hacia el derrotado
Romano, lo que a menudo se cita como ejemplo de su magnanimidad... En
lugar de ejecutarlo o encarcelarlo de por vida, Alp Arslan habría
tratado a Romano con respeto y dignidad... Se dice que mantuvo una
respetuosa conversación con el emperador, interesándose por su
bienestar y ofreciéndole un trato generoso.
Sin embargo, después de que Romano fuera liberado y regresara a
Constantinopla, su propia corte se volvió contra él, y finalmente fue
depuesto, cegado y encarcelado. La misericordia de Alp Arslan, por
tanto, no condujo directamente a un resultado positivo para Romano,
pero sin duda fue un gesto magnánimo en contraste con las despiadadas
normas de la guerra medieval. El suceso refleja el carácter y el
planteamiento político de Alp Arslan, mostrando un nivel de compasión y
respeto hacia un enemigo, lo que destaca en la historia como ejemplo de
conducta caballeresca.»
Todas estas afirmaciones plantean dos problemas fundamentales.
Lo que nos dicen las fuentes musulmanas antiguas
En primer lugar, aunque los historiadores occidentales han hablado
mucho de la aparente magnanimidad del sultán Mahoma, Alp Arslan, esta
se ajustaba totalmente a la saría (la ley islámica), que recomienda que
los líderes musulmanes dispongan de los cautivos de cualquiera de las
tres maneras –ejecución, esclavitud o libertad (a menudo mediante
rescate)–, la que mejor sirva a los intereses del islam.
Teniendo en cuenta que los rivales chiíes fatimíes del sultán estaban
lanzando devastadoras incursiones en sus dominios del sur y que la
ejecución del emperador de los cristianos podría provocar una nueva
ofensiva romana, mientras que la clemencia hacia Romano podría aliviar
las hostilidades y llenar de dinero las arcas de los selyúcidas, Mahoma
optó astutamente por la liberación a cambio de un rescate. Incluso el
propio Romano había dicho sagazmente al sultán que «matarme no te será
útil para nada».
Así que, de por sí, no hubo nada magnánimo en la liberación de Romano
por parte de Mahoma a cambio de un rescate. Dadas las circunstancias,
era de lejos la mejor de las opciones para Alp Arslan, ya que le
permitía aliviar las tensiones con los cristianos a fin de que los
turcos pudieran centrarse en los fatimíes, a la vez que llenaba sus
arcas de oro, que tanto necesitaban.
El segundo problema es que, aunque los relatos musulmanes confirman que
Mahoma liberó al emperador, dejan muy claro que no hubo nada de
magnanimidad en ello.
«Eres demasiado insignificante desde mi punto de vista para que te
mate», se dice que declaró el sultán a Romano ante sus turcos.
«Llevadlo a quien más pague».
Cuando, según se cuenta, nadie quiso comprar al «Perro de los Romanos»,
Mahoma se burló de que eso era «¡porque el perro es mejor que él!».
Perro, por cierto, es uno de los principales epítetos del islam para los cristianos.
Las crónicas musulmanas también dicen que «le dio tres o cuatro golpes
con la mano y [cuando Romano se desplomó] le dio otras tantas patadas».
Mahoma también «lo encadenó y le ató la mano al cuello»; le tiró de los
pelos y le pegó la cara al suelo, mientras le decía: «tus tropas [son]
alimento para los musulmanes». Y así sucesivamente.
No sé a los lectores, pero a mí semejante comportamiento no me parece tan «magnánimo» y «caballeroso».
Mientras tanto, y si recordamos, ya Chatgbt decía esto:
«En lugar de ejecutarlo o encarcelarlo de por
vida, Alp Arslan habría tratado a Romano con respeto y dignidad... Se
dice que mantuvo
una respetuosa conversación con el emperador, interesándose por su
bienestar y ofreciéndole un trato generoso.»
Así que ahí está: otro ejemplo más de historia falsa; y, como en el
caso de la historia falsa de Saladino, también tiene la finalidad de
transformar a un dirigente musulmán yihadista en un dechado de
caballerosidad y magnanimidad, en marcado contraste con los cristianos
de su época (¿y de la nuestra?).
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