La batalla de
Kulikovo: liberación rusa de la Horda musulmana
RAYMOND IBRAHIM
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La rendición de Kulikovo, de Serguey Prisekin.
El día 8 de septiembre de 1380, Rusia inició su
larga marcha hacia la liberación del yugo tártaro, gracias a una
batalla que es tan importante para la historia rusa como las batallas
de Poitiers (732) y Viena (1683) lo son para Occidente.
Aunque eran paganos cuando conquistaron Rusia alrededor de 1240, hacia
1300 los mongoles tártaros fueron completamente islamizados. Adoptaron
el
árabe, "toda la organización religiosa musulmana de cadíes, muftíes y
similares se estableció en Sarai, la capital de la Horda de Oro en el
bajo
Volga", y "la saría, ley religiosa musulmana" era la norma suprema.
"Con esto, la sociedad conquistada ruso-tártara entró en la corriente
principal de la vida fronteriza cristiano-musulmana
medieval", es decir, entró en un conocido paradigma de enemistad y
guerra, contenida solamente por grandes sumas de oro y esclavos que
fluían de
Rusia a la Horda.
En 1327, Shevkal, primo de Uzbeg Kan —"el destructor del
cristianismo", según una crónica rusa—, pidió un favor a su kan:
"Permíteme ir a Rusia para destruir su fe cristiana, matar a sus
príncipes y traerte a sus esposas e hijos". Uzbeg consintió. A la
cabeza
de una vasta horda, Shevkal invadió Rusia "con gran altivez y
violencia. Desencadenó una gran persecución contra los cristianos,
[utilizando] la fuerza, el pillaje, la tortura y el abuso". Los rusos
no ignoraban la razón de sus (renovados) sufrimientos: en sus crónicas,
por doquier, "aparecen como defensores de la fe
luchando para salvar a la cristiandad de los infieles merodeadores
impulsados por la animosidad religiosa". Además, las "atrocidades de
los mongoles" se registran siempre "como incidentes en una continua
guerra
religiosa".
Cuando la infraestructura de la Horda de Oro comenzó a fracturarse
debido a la discordia interna, en 1359, el principado de Moscú (o
Moscovia) comenzó a desafiar a sus señores. Entonces el kan Mamai,
buscando
aplastar a los rebeldes e "imponer el islam a los rusos", se dirigió a
Moscú, según las fuentes, con unos 100.000 turcotártaros en 1380. Se
jactaban de que con sus espadas pondrían "a prueba la tierra rusa y
la fe cristiana" frente a "la coraza de los musulmanes". Los rusos
aceptaron el desafío.
Bajo el mando supremo del Gran Príncipe Dimitri Ivanovich de Moscú,
unos 50.000 rusos salieron y se encontraron con el kan en el Campo de
Kulikovo, cerca del río Don y otros afluentes. Los ejércitos
enfrentados
eran tan enormes que se extendían a lo largo de unos trece kilómetros.
Los
cristianos se situaron estratégicamente entre ríos y densos
bosques, limitando así la capacidad de maniobra y flanqueo de la
caballería tártara.
"No me protegeré la cara ni me esconderé en la retaguardia, sino
luchemos todos los hermanos juntos", dijo Dimitri en
respuesta a las súplicas de sus nobles de que se mantuviera fuera de
peligro: "Estoy dispuesto a morir por la cristiandad más que nadie, con
hechos
lo mismo que con palabras, para que otros que lo vean sean valientes".
(Más en concreto, explicó el gran príncipe, "es mejor caer
en la batalla que ser esclavos de estos infieles".)
Tan
pronto como se desencadenó la batalla, aquel 8 de septiembre de 1380
—hace 640
años—, "hubo una masacre tan grande y una guerra tan amarga y un
estruendo tan enorme como jamás había habido en los principados rusos",
escribe el cronista. "La
sangre fluía como una fuerte lluvia y hubo muchos muertos en ambos
lados". Aunque superados en número por dos a uno, los rusos, "buscando
la revancha por las ofensas tártaras", combatieron con furia salvaje.
Fiel a su palabra, Dimitri fue visto en el frente "dando mandobles a
izquierda y derecha, matando a muchos; él mismo fue rodeado por muchos
[tártaros] y recibió muchos golpes en la cabeza y el cuerpo".
Tras horas de feroces combates y pese a las numerosas bajas, los
rusos, con ayuda de la caballería escondida que cargó desde los
espesos bosques circundantes, consiguieron derrotar a los musulmanes. Y
así, el Gran Príncipe Dimitri —que, al enterarse de que los mongoles
habían huido, se derrumbó al instante por la gran pérdida de
sangre y medio muerto—, capitaneó la primera gran victoria rusa contra
sus
opresores tártaros, desde que comenzara su "yugo" 150 años antes. De
este modo, la
batalla de Kulikovo rompió el mito de la invencibilidad de los mongoles
y otorgó un gran honor a Moscú.
Aun así, todavía faltaba un siglo para la liberación completa. Porque
en
1382, los tártaros reagrupados y recuperados invadieron Moscú,
incendiando casi toda la ciudad y dejando unos 24.000 cadáveres a su
paso.
Pero el resistente ducado continuó siendo la principal espina rusa en
el
costado de la Horda. En 1409, el emir turco de la Horda Blanca, Edigu
advirtió al Gran Príncipe
Vasily Dimitrievich que dejara de retener el pago completo de la yizia:
"¡no
sea que el mal se abata sobre vuestros dominios y los cristianos
encuentren
su condenación final, y nuestra ira y la guerra caigan sobre vosotros!"
Como ignoraron la advertencia, Edigu llegó masacrando, saqueando e
incendiando, incluso en Moscú, aunque no logró tomarla.
Porque lo que se hizo en el Campo de Kulikovo ya no se puede deshacer.
Durante las décadas siguientes, Moscú continuó creciendo en fuerza y
prestigio, mientras que la Horda continuaba disminuyendo en ambos.
Finalmente, en octubre de 1480, exactamente cien años después de
Kulikovo, los dos ejércitos se enfrentaron junto al río Ugrá y "así se
puso fin a los zares de la Horda", por citar a un cronista. "Entonces,
en
nuestra tierra de Rusia, nos liberamos de la carga de la sumisión a los
musulmanes y empezamos a recuperarnos como si pasáramos del invierno a
una
esplendorosa primavera".
Nota. Todas
las citas del relato anterior fueron extraídas y documentadas en el
libro del autor, Sword and Scimitar.
Fourteen Centuries of War between islam and the West.
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