¿Por qué Canadá se ha convertido en epicentro de los incendios provocados en iglesias?

RAYMOND IBRAHIM






El domingo 9 de junio de 2024, la histórica iglesia anglicana de Santa Ana, en Toronto, y sus numerosos objetos y valiosos cuadros, quedaron "completamente destruidos" en un incendio, según palabras del subjefe de bomberos Jim Jessop.  El pastor de la iglesia incendiada, el reverendo Don Beyers, añadió que la congregación está "enormemente devastada":


"Estoy destrozado, lo siento por mi gente. No se pueden imaginar lo que supone para una comunidad eclesial llegar el domingo por la mañana y descubrir que todo por lo que han trabajado tan duro y por lo que han hecho tanto ha desaparecido en cuestión de una hora."


Las autoridades declararon que "el incendio aún no se ha considerado de naturaleza criminal", lo que implica que no hubo delito.


Puede parecer una conclusión razonable, al menos para quienes ignoran que Canadá –y no Egipto o Nigeria– se ha convertido rápidamente en el epicentro mundial de los incendios provocados en iglesias. En los últimos dos años y medio, más de 100 iglesias han sido vandalizadas, incendiadas o profanadas en el "Gran Norte" (véase el mapa y la lista aquí).


Este fenómeno recibió cierta atención mediática después de que se incendiaran unas 30 iglesias en el verano de 2021. Desde entonces, y de forma mucho más discreta –es decir, con la menor atención mediática posible–, la cifra ha seguido creciendo hasta superar el centenar, sin que las autoridades hayan hecho gran cosa, aparte de ofrecer su aprobación implícita a estos ataques terroristas anticristianos.


Antecedentes. Según los principales medios de comunicación canadienses, todos los cuales son de izquierdas, se habían descubierto unas tumbas de nativos sin marcar en unos internados, y se acusaba a la Iglesia católica de matar sádicamente a jóvenes alumnos y de intentar encubrirlo.


El problema, sin embargo, es que este relato ampliamente compartido es intrínsecamente falso (véase este enlace y este). Estas tumbas estuvieron marcadas en su día y, por tanto, eran conocidas, y la mayoría de los enterrados en ellas murieron por causas naturales. Además, las muertes se produjeron principalmente a principios del siglo XIX. Al parecer, algunas plagas (las epidemias fueron especialmente comunes en aquella época) se desataron en esos internados para nativos patrocinados por la Iglesia, en parte debido a la falta de higiene y de tratamiento médico adecuado (en comparación con las normas y la tecnología modernas). Como explica Jeff Fynn-Paul, autor del libro No robado. La verdad sobre el colonialismo europeo en el Nuevo Mundo:


"Las recientes afirmaciones de que se han encontrado 'cientos' de tumbas en las escuelas indígenas de Canadá, propagadas nada menos que por la junta de la Asociación Histórica Canadiense, han demostrado ser casi totalmente infundadas... La idea de que estas escuelas se crearon con fines maléficos está desacreditada rotundamente para cualquiera que se preocupe de investigarlo."


Pero, ¿desde cuándo los que odian el cristianismo se preocupan por examinar los hechos cuando tienen un buen pretexto a mano? Prefieren seguir afirmando que jóvenes nativos inocentes fueron torturados, asesinados y enterrados en secreto por clérigos malvados. Como afirma un informe: "Al difundirse estas noticias [de fosas comunes], los radicales de extrema izquierda han aprovechado la oportunidad como excusa para aterrorizar a la comunidad católica y a otras comunidades cristianas, atacando iglesias".


Si los "radicales de extrema izquierda" han sido los soldados de infantería, los políticos de extrema izquierda –es decir, la élite gobernante canadiense– les han proporcionado cobertura.


El 30 de junio de 2021, después de que se incendiaran las dos primeras docenas de iglesias, Harsha Walia, entonces directora de la Asociación de Libertades Civiles de la Columbia Británica –que afirma "promover, defender, sostener y ampliar las libertades civiles y los derechos humanos"– tuiteó en relación con las iglesias: "Quemadlas todas". (Por lo que parece, su defensa de las "libertades civiles y los derechos humanos" de los canadienses solo se aplica a algunas personas, no a otras).


Como panyabí nacida y criada en Bahréin, tenía sentido que la señora Walia respondiera de ese modo. La quema de iglesias no solo es habitual en el mundo musulmán, sino que Pakistán e India son tan anticristianos que actualmente ocupan el séptimo y el undécimo lugar entre los países que más persiguen a los cristianos en todo el mundo. Solo en India, 2.228 iglesias fueron atacadas o incendiadas en 2023 (y 160 cristianos masacrados).


Sin embargo, como de costumbre, el odio islámico/hindú al cristianismo encuentra un aliado en la "izquierda". La destacada abogada de Terranova, Caitlin Urquhart, se limitó a repetir lo que dijo Walia: "Quemadlas todas". Heidi Mathews, de la Facultad de Derecho de Harvard, describió la vandalización e incendio de iglesias como "el derecho de resistencia a la injusticia extrema y sistémica". Gerald Butts, hombre de confianza del Primer Ministro canadiense, dijo que los ataques eran "comprensibles".


En cuanto al propio intrépido dirigente de Canadá, Justin Trudeau, después de ofrecer la habitual palabrería y decir que los continuos ataques a iglesias son "inaceptables", añadió:


"Entiendo la rabia que hay ahí fuera... contra instituciones como la Iglesia católica. Es real y totalmente comprensible, dada la vergonzosa historia de la que todos somos cada vez más conscientes."


¿Se entiende? Los ataques a las iglesias cristianas son "inaceptables", pero también son "comprensibles". Teniendo en cuenta que estas dos palabras se anulan mutuamente, la de Trudeau fue una llamada a no actuar, de ahí que unas 60 iglesias más hayan sido atacadas desde que habló. Como expresó Ezra Levant el 7 de julio de 2021:


"Él [Trudeau] presentó un proyecto de ley contra los delitos de odio en el parlamento que se dirige a los tweets y los mensajes de Facebook, pero, literalmente, tienes una iglesia tras otra incendiadas por terroristas de estilo Antifa y él está prácticamente en silencio sobre el asunto, y su mano derecha [Gerald Butts] lo encuentra comprensible."


La negación de la realidad no ha hecho más que continuar. Después de afirmar que cuatro iglesias habían sido incendiadas en los días previos a esta última Navidad de 2023, un informe afirmaba que "resulta que la Real Policía Montada de Canadá tiene, hasta ahora, cero pruebas de que alguno de los incendios provocados en las iglesias tenga algún vínculo con la animadversión anticristiana". "Ninguno de los expedientes que hemos resuelto mostraba afinidad particular alguna en contra de las iglesias": así se cita al cabo Troy Savinkoff, portavoz de la Real Policía Montada de Canadá, antes de concluir que no hay pruebas de que los incendios tengan relación o formen parte de ningún "esfuerzo concertado" contra las iglesias.


Suena muy similar a la respuesta de las autoridades –es decir, la negación– al más reciente incendio de iglesias del 9 de junio de 2024, cuando dicen: "El incendio aún no se ha considerado de naturaleza delictiva".


Que todos estos ataques contra iglesias en Canadá están motivados, ante todo, por odio al cristianismo queda ampliamente demostrado por el hecho de que las iglesias no católicas –como la última incendiada, la iglesia anglicana de Santa Ana– se encuentran entre las muchas que han sido atacadas o destruidas, aunque el pretexto oficial sea la ira contra la Iglesia católica. De hecho, incluso una iglesia copta fue quemada hasta los cimientos en 2021 en Canadá, mientras las autoridades, una vez más, faltaban al cumplimiento de su deber.


La pregunta cae por su peso: ¿qué tienen que ver en este asunto los coptos no europeos, sino cristianos nativos de Egipto, que comenzaron a emigrar a Canadá más de un siglo después de que se cavaran aquellas tumbas, principalmente para escapar de la persecución religiosa? Nada. Resulta que son cristianos –su iglesia lucía un crucifijo en lo alto del campanario– y eso es todo lo que importa, todo lo que justifica los crímenes de odio y la indiferencia hacia ellos en el Canadá de izquierdas. El mal, después de todo, nunca necesita excusas para manifestarse, aunque un pretexto siempre ofrece una buena tapadera.


Y así, lo que antes era patrimonio del mundo islámico –la hostilidad hacia las iglesias y los ataques contra ellas– es ahora un rasgo habitual y aceptable de Canadá. Teniendo en cuenta que los izquierdistas radicales y los musulmanes radicales creen en cosas exactamente opuestas, cuando se trata de incendiar iglesias son, de forma bastante reveladora, estrechos aliados. Esto dice mucho de lo que realmente anima a ambos, y de lo que está –y siempre ha estado– en el núcleo de sus sistemas de creencias.


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