Ahora incluso
la ciencia demuestra la agresión islámica
RAYMOND IBRAHIM
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Junto con la doctrina y la historia islámicas, ahora se puede agregar
la ciencia a la lista de cosas que demuestran la agresión islámica.
Ancestry.com,
una empresa que opera una red de registros genealógicos e históricos y
proporciona informes de ADN de la ascendencia, afirmó recientemente
lo que la historia ya sabe: la mayoría de los habitantes de Turquía no
son turcos, sino descendientes de pueblos cristianos, en su mayoría
griegos, que vivieron en Anatolia mucho más de un milenio antes de que
los turcos la invadieran, pero que se convirtieron, debido a las tres
opciones que da el islam: conversión, sumisión/yizia, o muerte.
Como era de esperar, muchos turcos, que tienden a ser celosos de su
herencia, se indignan al descubrir que sus antepasados no fueron
turcos conquistadores, sino infieles conquistados. Este hallazgo
también subraya un círculo vicioso que he discutido ya: la mayoría de los musulmanes que hoy
persiguen a los cristianos nativos en su propia tierra, y los turcos se encuentran entre ellos, son descendientes de
cristianos que se convirtieron al islam para poner fin a su propia
persecución.
Uno se pregunta cuánto tiempo hará falta para que los estudios de ADN
revelen otro hecho aún menos halagador: la línea de sangre de los
musulmanes conquistadores, entre ellos los turcos, está aún más
adulterada con la sangre de las concubinas europeas, esclavas sexuales,
muchos millones
de las cuales fueron importadas a lo largo de los siglos por los
turcos, tártaros, corsarios de Berbería y otros pueblos musulmanes. El
registro histórico es claro sobre esto.
Como ejemplo, en 1438, Bartolomeo de Giano, un franciscano italiano,
fue testigo de las incursiones en busca de esclavos llevadas a cabo por
los turcos en los Balcanes. De Hungría, 300.000 fueron esclavizados y
"llevados en tan sólo unos días", escribió; de Serbia y Transilvania
100.000 fueron "llevados con grilletes de hierro atados a lomos de
caballos. ... las mujeres y los niños eran conducidos por perros, como
un rebaño, sin misericordia ni piedad alguna. Si una de ellas se
retrasaba, incapaz de caminar más por la sed o el dolor, ¡oh buen
Jesús!, inmediatamente terminaba allí su vida en el tormento, cortada
por la mitad".
Como observa un historiador, "La esclavización masiva de poblaciones
eslavas durante este período dio lugar, de hecho, a nuestra palabra
'esclavo': en la época de Bartolomeo, ser esclavo era lo mismo que ser
eslavo".
De manera similar, el historiador griego Doukas (1400-1462) escribe lo
siguiente sobre el palacio del sultán otomano Bayaceto:
"Allí se podían encontrar niños y niñas cuidadosamente seleccionados,
con rostros hermosos, niños y niñas dulces que brillaban más que el
sol. ¿A qué naciones pertenecían? Eran bizantinos [griegos], serbios,
valacos, albaneses, húngaros, sajones, búlgaros y latinos. ... Él mismo
[el sultán Bayaceto] se entregaba sin cesar al placer, hasta el
agotamiento, dándose al libertinaje con estos niños y niñas."
Según sugieren algunos de esos pasajes, los esclavos europeos no fueron
utilizados solamente por placer. Los musulmanes también procrearon
regularmente con ellos. Incluso el turco más celebrado por la Turquía de Erdogan,
el bisnieto de Bayaceto, Mehmet II, el conquistador de Constantinopla,
nació de una madre esclava cristiana. Esto no cambió el hecho de que se
convirtiera en un enemigo declarado de la cristiandad, el "precursor
del anticristo", como se lo describió.
Más aún, como explica Darío Fernández Morera, autor de El mito del paraíso
andaluz:
"Fue tal el impacto de los esclavos cristianos en tierras islámicas,
que muchos de los gobernantes omeyas de la España islámica, como hijos
de esclavas sexuales, tenían ojos azules y eran rubios o pelirrojos; y
el fundador de la dinastía 'árabe' nazarí de Granada se llamaba
al-Hamar, "el Rojo", por su pelo y barba rojizos. … La arabista Celia
del Moral observa que en los omeyas Al-Ándalus las esclavas sexuales
más codiciadas y por tanto caras eran las rubias y pelirrojas de las
regiones cristianas del norte."
De hecho, según los cálculos del arabista español Julián Ribera, debido
a las constantes relaciones sexuales con esclavas europeas, el
componente genético árabe de cada generación de gobernantes omeyas se
redujo a la mitad, de modo que el último omeya, Hisham II (976- 1013),
era aproximadamente solo un 0,09 por ciento árabe.
Este fenómeno tampoco se limitó a las élites musulmanas –califas,
sultanes, emires y similares– que podían permitirse el lujo de harenes
"bien dotados de personal". Naturalmente, son ellos los que se
registran, porque son ellos –los gobernantes, no el musulmán de a pie–
los que registran los cronistas. Aun así, la historia deja claro que
las esclavas sexuales europeas estaban, según el tiempo y el lugar,
abundantemente disponibles para el musulmán medio.
Así nos enteramos de que los mercados de esclavos de Adrianópolis
(actual Edirne), antigua capital otomana, estaban tan inundados de
carne europea que los niños se vendían por unos céntimos, "una esclava
muy hermosa fue cambiada por un par de botas y cuatro esclavos serbios
fueron cambiados para un caballo".
De manera semejante, si consideramos el siglo XVI, "Argel estaba
repleto de cautivos cristianos, y se convirtió en un tópico decir que
un esclavo cristiano, en un buen trueque, se cambiaba por una cebolla",
no es de extrañar a finales del siglo XVIII, los observadores europeos
notaran cómo "los habitantes de Argel tienen una tez más bien blanca".
Ancestry.com u organizaciones similares ¿demostrarán alguna vez este otro hecho poco halagador respecto
a los linajes musulmanes por medio del ADN? Es improbable.
El material citado en este artículo está documentado en el libro del
autor, Sword and Scimitar: Fourteen
Centuries of War between Islam and the West.
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