La
Conferencia Internacional sobre Renovación del pensamiento islámico
defiende el radicalismo
RAYMOND IBRAHIM
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Desconocida
y sin información en Occidente, se
celebró recientemente, del 27 al 28 de enero, una gran
conferencia de dos días organizada por la Universidad
Al-Azhar en Egipto, a la que asistieron los principales clérigos y
políticos
de 46 naciones. Bajo el título "Renovación del
pensamiento islámico", es hasta ahora la respuesta más significativa al
llamamiento por la reforma del presidente egipcio Sisi, realizado
el 1 de enero de 2015.
La conferencia se centró en los temas más apremiantes que afectan al
mundo islámico, y en algunos casos no islámico, incluidos los derechos
de las mujeres, el gobierno y la sociedad, y, por supuesto, la cuestión
de la "radicalización" y la aparición de grupos terroristas yihadistas
como Estado Islámico, etc.
He
mirado muchos de los paneles con gran interés, y en las próximas
semanas espero comentar algunos de ellos, pero por ahora quiero
discutir
lo que se puede aprender de los comentarios finales del Gran Imán de
Al-Azhar (y buen amigo del papa Francisco), el jeque Ahmed Al-Tayeb.
Primero, según el acuerdo consensuado con los demás clérigos presentes,
cerró
la puerta a la posibilidad de reforma en gran cantidad de
asuntos, anunciando: "La renovación no es posible de ninguna manera con
respecto a aquellos textos que son irrefutables en su certeza y
estabilidad; en cuanto a aquellos textos que no son del todo creíbles,
están sujetos a iytihad
[reinterpretación, especialmente basada en las circunstancias
cambiantes]".
Dicho claramente, las enseñanzas de esos textos islámicos que se
consideran completamente fiables, en primer lugar el Corán
y también ciertos hadices, como, según al sunismo mayoritario, los
nueve
volúmenes del Sahih Bujari,
no son susceptibles de ningún cambio. Solo algunos
textos islámicos secundarios, entre ellos muchos otros volúmenes de
hadices, la sira (biografía
de Mahoma) y otras obras de historia
están abiertos al debate.
El problema, claro está, es que algunas —muchas—de las peores
enseñanzas que afectan a los mundos islámico y no islámico derivan
directamente de esos textos que se consideran totalmente fiables. El
Corán, por ejemplo, permite claramente la esclavitud
sexual de mujeres no musulmanas, el pegar a la esposa y, por
supuesto, la poligamia; el Corán llama a los musulmanes a odiar a los
no musulmanes y, cuando sea conveniente, a la guerra contra ellos,
simplemente porque no son musulmanes.
La "tensión" resultante entre tratar de "renovar el pensamiento
islámico", al tiempo que no
se tocan ciertos textos y enseñanzas,
se puede ver en los comentarios finales de Al-Tayeb sobre la cuestión
de
la yihad:
"La yihad en el islam no es sinónimo de lucha; más bien, la lucha
practicada por el
profeta Mahoma y sus compañeros es uno de sus tipos; y es para rechazar
la agresión de los agresores contra los musulmanes, y no para matar a
quienes ofenden en [materia de] religión, como afirman los extremistas.
La ley de la saría
establecida en el islam prohíbe el antagonismo hacia
aquellos que se oponen a la religión. Está prohibido luchar contra
ellos, siempre y cuando ellos no luchen contra los musulmanes."
¡Ojalá eso fuera cierto! El mundo habría evolucionado de una manera
radicalmente diferente. Pero, por desgracia, las palabras de Al-Tayeb
contradicen no solo más de un milenio de teología islámica, incluida la
codificada en los textos "incuestionables", sino también la historia
islámica:
Comenzando por Mahoma, cuyas últimas guerras no fueron en absoluto
defensivas, sino más bien incursiones destinadas a fortalecerse y
engrandecerse a sí mismo y a sus secuaces frente a los no musulmanes,
y
siguiendo por los primeros califas "bien guiados" y prácticamente todos
los
sultanes y
gobernantes posteriores, la yihad consistió en "invitar" a los no
musulmanes vecinos a abrazar el islam, o como mínimo someterse a su
autoridad política (como dimmíes,
súbditos de segunda clase). Si los no
musulmanes se negaban, como hicieron casi siempre, si insistían en
mantener su propia identidad religiosa y su libertad ante el islam,
entonces se proclamaba la yihad, invadían las tierras de los no
musulmanes y las secuelas parecían un escenario del Estado Islámico,
con pirámides
de cabezas cortadas, iglesias y otros templos de culto incenciados, y
los mercados de
esclavos, de mujeres y niños, infestando el paisaje.
Esto continuó durante casi 14 siglos. Uno solo necesita mirar un mapa
del mundo musulmán hoy y darse cuenta de que la gran mayoría de los
países
—todo Oriente Medio, África del Norte, Turquía, Asia Central, hasta
Pakistán y más allá— fueron tomados mediante una conquista violenta en
nombre de la yihad. A todos los niños musulmanes se les enseña esto en
la
escuela primaria, y es motivo de un gran orgullo y valoración.
En resumen, algunos de esos textos
considerados demasiado sacrosantos
para ser objeto de "renovación" o reinterpretación son los que enseñan
las cosas problemáticas. Por eso, las renovaciones basadas en mentiras
—como la absurda afirmación de
que la yihad fue y es siempre defensiva y para la protección de los
musulmanes, nunca ofensiva y para la expansión del islam— nunca
echarán raíces ni crecerán.
En fin, este es el problema con la tan esperada conferencia
internacional organizada recientemente por la Universidad Al-Azhar, a
instancias del presidente egipcio Sisi. Aunque se pronunciaron
numerosas charlas
alentadoras y de aire progresista, lamentablemente la mayor parte de
ellas no pasan de ser eso: charlas.
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