La deificación del odio y la violencia yihadista

RAYMOND IBRAHIM





Uno de los aspectos más pasados por alto de la yihad islámica es su naturaleza absolutamente despiadada y destructiva.


Consideremos la matanza y el terror actual contra los cristianos en la República Democrática del Congo. El domingo 15 de enero de 2023, yihadistas musulmanes bombardearon una iglesia protestante durante un bautismo: 14 cristianos volaron en pedazos y decenas resultaron gravemente heridos. Desde sus camas del hospital, los supervivientes recordaron ese funesto día:


"La gente voló por los aires y cayó sin vida. Fue un domingo doloroso, todos los que estaban dentro trataban de salir, pero algunos no podían porque se les habían amputado las piernas. La bomba mató a niños y a sus padres. Quedé traumatizado y sufría dolor en todo el cuerpo, pero gracias a Dios he sobrevivido.... Las biblias estaban hechas trizas y había sangre por todas partes, y cuando miré a mi alrededor estaba en un charco de sangre. Perdí el conocimiento. Recuperé mi conciencia en una cama del hospital... Vi a mis compañeros miembros de la iglesia cubiertos de sangre, mientras que otros lloraban y gemían de dolor… Esto lo han hecho para amenazar y reducir el número de cristianos, y también para infundir miedo en los corazones de los cristianos que asisten a los servicios de la iglesia en toda la provincia."


Durante otro ataque reciente en la República Democrática del Congo, los yihadistas torturaron y masacraron sádicamente a sus víctimas cristianas. Una monja, la hermana Marie-Sylvie Kavuke Vakatsuraki, y otro cristiano fueron quemados vivos.


Al tratar de describir todas estas atrocidades, el obispo Melchizedec Sikuli Paluku de la República Democrática del Congo concluía que "No hay palabras, es tal el horror que supera todos los límites tolerables".


No es la primera persona que se queda sin palabras al describir la naturaleza horrible de la yihad. Desde el nacimiento del islam en el siglo VII hasta el presente, la mayoría de los que vivieron o fueron testigos de las consecuencias de la "guerra santa" islámica también quedaron estupefactos.


Hablando de la conquista árabe del Egipto cristiano alrededor del año 641, Juan de Nikiu, un testigo presencial coetáneo, contó las atrocidades tras atrocidades cometidas por los musulmanes contra los cristianos del país (los coptos), simplemente porque los invasores consideraban a "los siervos de Cristo como enemigos de Alá". Su crónica está tan plagada de derramamiento de sangre que Juan de Nikiu simplemente concluye:


"Pero no digamos más, porque es imposible describir los horrores que cometieron los musulmanes."


Aproximadamente un siglo después, la Crónica mozárabe de 754 documenta cómo el gobernador musulmán del norte de África, Musa ibn Nusaír, "invadió España para destruirla. Arruinó hermosas ciudades, incendiándolas; condenó a señores y hombres poderosos a morir crucificados; y masacró a jóvenes y niños con la espada... Los aterrorizó a todos". Incapaz de dar cuenta cabal, la Crónica de 754 concluye también con resignada frustración:


"¿Quién puede relatar tales peligros? ¿Quién puede enumerar desastres tan graves? Aunque todos los miembros se transformaran en lenguas, estaría más allá de la naturaleza humana expresar la ruina de España y sus muchos y grandes males."


Tres siglos más tarde, después de relatar numerosos ejemplos de terrorismo islámico de Armenia, a manos de los turcos a partir del año 1040, que incluían la masacre o la esclavitud de cientos de miles de cristianos y la destrucción de miles de iglesias, el cronista Mateo de Edesa levantaba las manos desesperado:


"¡Cómo narrar aquí, con voz ahogada por las lágrimas, la muerte de nobles y clérigos cuyos cuerpos, dejados insepultos, se convirtieron en presa de las bestias carroñeras, el éxodo de mujeres... conducidas con sus hijos a la esclavitud persa y condenadas a una servidumbre perpetua! Este fue el comienzo de las desgracias de Armenia. Así, prestad atención a este melancólico relato."


¿Qué hacer con todo esto? ¿Por qué la yihad es más que despiadada? La respuesta es que el islam, gracias a su fundador, Mahoma, deifica la violencia y la sed de sangre de dos maneras principales.


En primer lugar, ensalza a lo más alto a quienes emprenden la yihad. De hecho, nadie es más grande que el "guerrero santo". Según el Corán 9,111: "Alá ha comprado a los creyentes sus vidas y bienes terrenales, y a cambio les ha prometido el paraíso. Lucharán en el camino de Alá, matarán y serán matados". O, en palabras de Mahoma: "Alinearse para la batalla en el camino de Alá [la yihad] vale más que 60 años de adoración". El más grande de todos es el musulmán que muere luchando por Alá. El profeta del islam continúa:


"El mártir es especial para Alá. Se le perdona desde la primera gota de sangre [que derrama]. Ve su trono en el paraíso... Sobre su cabeza habrá una corona de honor, un rubí que es más grande que el mundo y todo lo que contiene. Y copulará con setenta y dos huríes [esclavas sexuales sobrenaturales diseñadas para complacer a los favoritos de Alá a perpetuidad]" (Al Qaeda Reader, p. 143).


En segundo lugar, el islam demoniza y predica el odio contra los no musulmanes. El Corán los compara despectivamente con vacas, monos, cerdos, perros, en suma, "las peores criaturas" (Corán 2,221; 2,65; 5,60; 7,176; 8,55). Tan inflamados de odio y sed de sangre, una vez que los yihadistas tienen en sus manos a los "infieles" subhumanos, no extraña que cometan atrocidades tan sádicamente alucinantes.


En resumen, todo el mundo está predispuesto a odiar al "otro" y a ejercer violencia. Pero, mientras que la religión y la razón —piénsese en el sermón de la Montaña— han ayudado a moderar tales inclinaciones, el islam deifica el odio y la violencia.


Tal era el "genio" de Mahoma: en la sociedad árabe en la que vivía, los que no eran miembros de la tribu (los "otros") eran presa libre, podían ser saqueados, esclavizados o asesinados impunemente. Mahoma tomó esta idea y le infundió una razón piadosa. De entonces en adelante solo habría dos "tribus" en el mundo: la umma —formada por todos los musulmanes— y los "infieles", que merecen ser saqueados, esclavizados o asesinados impunemente por rechazar a Alá.


Esto explica por qué otras sociedades nómadas —turcos y tártaros, cuyo modo de vida consistía en depredar a todos los que no pertenecían a su tribu— también se convirtieron al islam y, bajo la bandera de la yihad, continuaron depredando a los demás, a los infieles, pero ahora como venerados "campeones de la fe".


Como dijo sobre los turcos Gregory Palamas, un clérigo ortodoxo que fue tomado cautivo en el siglo XIV:


"Viven del arco, la espada y el libertinaje. Se complacen en capturar esclavos, dedicándose a asesinar, saquear y llevarse el botín. Y no sólo cometen estos delitos, sino que incluso, ¡qué aberración!, ¡creen que Dios los aprueba!"


Poco ha cambiado. Volviendo a la actual matanza musulmana de cristianos en la República Democrática del Congo, un superviviente contaba: "Los escuché. Estaban gritando en árabe y suajili, diciendo que los kafirs [infieles, no musulmanes] deberían ser asesinados, todos ellos, para hacer del Congo un estado islámico. Dispárales a todos. Matadlos a todos y quemad sus casas, que esos son cristianos".



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