Dinamarca prohíbe el ‘sacrilegio’ (adivinen para qué religión)

RAYMOND IBRAHIM





Dinamarca ha capitulado recientemente, renunciando a las libertades que tanto le costó conseguir, en favor de quienes la odian. Según un informe reciente:


"El Parlamento de Dinamarca ha aprobado un proyecto de ley que ilegaliza la quema de ejemplares del Corán en lugares públicos... El proyecto, que prohíbe 'el tratamiento inadecuado de escritos con una importancia religiosa significativa para una comunidad religiosa reconocida', fue aprobado con 94 votos a favor y 77 en contra... En la práctica, estará prohibido quemar, romper o profanar de cualquier otro modo textos sagrados en público o en vídeos destinados a una amplia difusión. Quienes infrinjan la ley se arriesgan a una multa o hasta dos años de cárcel... El objetivo de la ley es contrarrestar 'la burla sistemática' que, entre otras cosas, ha contribuido a intensificar la amenaza del terrorismo [islámico] en Dinamarca, según el Ministerio de Justicia."


Aquí hay mucho que decir.


En primer lugar, es interesante observar que el nuevo proyecto de ley no señala al islam ni al Corán por su nombre, sino que pretende proteger de la profanación "los escritos con una importancia religiosa significativa para una comunidad religiosa reconocida". Al emplear una redacción tan genérica que se aplica y presumiblemente protege a todos los textos y comunidades religiosas –aunque todo el mundo sabe que la ley existe exclusivamente para proteger el credo mahometano–, los daneses parecen haber sacado una regla de un libro de juegos islámico.


Sucede que las leyes contra la blasfemia de muchas naciones musulmanas no protegen oficialmente solo al islam, sino que se extienden a otras religiones. (Egipto, por ejemplo, tipifica como delito la burla de las religiones "celestiales" –islamismo, cristianismo y judaísmo–, aunque la ley se utiliza casi exclusivamente para proteger al islam.) Las naciones musulmanas –y ahora Dinamarca– fingen proteger a todas las religiones para parecer neutrales, objetivas, que no están de parte de tal o cual fe. Las naciones musulmanas también lo hacen por cuestión de imagen: mejor parecer interesadas en proteger la santidad de todas las religiones que aparecer como fanáticas rabiosas que no pueden tolerar las críticas.


En segundo lugar, al adoptar lo que equivale a una ley sobre la "blasfemia", Dinamarca ha declarado de hecho que no es una nación de principios, sino más bien que está dispuesta a comprometer su ética para apaciguar a los matones. Hay que tener en cuenta que Dinamarca fue en su día un país puntero en la defensa de la libertad de expresión. Ahora la legislación danesa está dictada por no daneses. ¿Qué otros principios daneses tendrán que dejar paso a los conquistadores de Europa? Como dijo Inger Stojberg, líder del partido antiinmigración Demócratas de Dinamarca, en respuesta a esta nueva ley: "La historia nos juzgará duramente por esto y con razón... Todo se reduce a si una restricción de la libertad de expresión la determinamos nosotros o si viene dictada desde fuera [refiriéndose al mundo musulmán y sus cómplices globalistas]".


Los partidarios de la nueva ley danesa sobre la blasfemia insisten en que esta ley se ha promulgado por la seguridad de Dinamarca. Debido a la quema de coranes en Dinamarca (y Suecia), la violencia y las amenazas a las naciones nórdicas han aumentado. Esta postura no solo ignora por qué los europeos queman el Corán en primer lugar (porque aborrecen sus enseñanzas violentas) y por qué los musulmanes reaccionan con terrorismo (porque defienden sus enseñanzas violentas), sino que es un hecho que, si la cuestión se planteara al revés, Dinamarca no capitularía sus principios para apaciguar a sus enemigos.


Imaginemos por un momento que un ateo o un satanista quemara una Biblia en Dinamarca (y muchos lo han hecho), y que multitudes de cristianos respondieran con violencia y terrorismo. ¿Respondería Dinamarca prohibiendo la quema de la Biblia, o por el contrario pontificaría sobre la importancia de salvaguardar la libertad de expresión, defendería que ninguna religión puede ser objeto de un trato preferente, expresaría tolerancia cero y detendría hasta al último cristiano que protestara o se amotinara?


Algunos dirán que los cristianos no reaccionan así, pero ¿y si lo hicieran? ¿Respondería Dinamarca con el apaciguamiento o con la fuerza? La respuesta debería estar más clara que el agua.


En retrospectiva, en lugar de prohibir la quema del Corán, parece que Dinamarca se habría servido mejor a sí misma si hubiera prohibido el Corán por completo.


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