La verdad sobre el Corán y Estados Unidos
RAYMOND IBRAHIM
|
"¡Ay de los que llaman al mal bien, y al bien
mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por
dulce, y dulce por amargo!" (Isaías 5,20). Así se lamentaba el profeta
hebreo hace milenios.
Entre las muchas cosas que hoy se ajustan a su lamento –y son cada vez
más numerosas– está la presentación del islam por parte de la corriente
dominante. Consideremos, solo como ejemplo, el corazón del islam, el
Corán, y cómo su introducción en Occidente ha sido totalmente
tergiversada como una forma de "dar oscuridad por luz".
Desde su primer contacto (o, mejor dicho, colisión) con los musulmanes,
los no musulmanes que querían entender las razones de los musulmanes
para atacarles se remitían con frecuencia al Corán. Pero hoy en día, es
más probable oír que el libro es tan valioso para los fundamentos de la
sociedad estadounidense como la Biblia.
Eso, como demostraré, es una grotesca mentira.
Un ‘librito de lo más inepto’
Empezando por Juan de Damasco (nacido en 675), que dijo:
"Hay muchas otras cosas extravagantes y completamente ridículas en este
libro de las que él [Mahoma] se jacta que Dios hizo descender sobre
él", y llegando hasta la era moderna, los no musulmanes, en particular
los cristianos y los europeos, llegaron a un consenso inquebrantable de
que el Corán, ese "librito tan lamentable y tan inepto del árabe
Mahoma", no sólo promovía el odio y la violencia, sino que estaba lleno
de "fea y vulgar inmundicia", entre otras cosas al describir el paraíso
como un "burdel sexual" para los que mueren haciendo la yihad (por
citar al bizantino Nicetas, del siglo VIII, que tenía una copia del
Corán y lo estudió a fondo.
Incluso la primera traducción inglesa del libro sagrado islámico
(basada en una francesa) se realizó en una época en la que los
musulmanes del norte de África –los piratas berberiscos– aterrorizaban
prácticamente todos los rincones de Europa, esclavizando al menos a
1,25 millones de europeos de lugares tan lejanos como Islandia. En este
contexto, el traductor del Corán a lengua inglesa (1648), Alexander
Ross, explicaba por qué los ingleses debían molestarse en leerlo:
"Si ves a tus enemigos de cuerpo entero, te prepararás mejor para
enfrentarte a ellos y, espero, vencerlos... Ha habido continuas guerras
y las seguirá habiendo entre nosotros. Todo cristiano que tome
conciencia de su manera de proceder tiene el deber de examinar la causa
y profuncizar en los fundamentos de esta guerra."
Luego, la era de la corrección política se nos echó encima, una era de
censura y engaños sin freno. El presidente de Estados Unidos, Barack
Obama, declaró que "el islam se ha entretejido en el tejido de nuestro país desde su fundación".
El Corán de Jefferson
Como "prueba" de esta dudosa afirmación, se nos dijo que uno de los
primeros casos de introducción del Corán en Estados Unidos se produjo
en circunstancias "progresistas". Hablando de su juramento en la Cámara
de Representantes sobre el mismo Corán que poseía Thomas Jefferson,
Keith Ellison exultaba:
"Esto demuestra que, desde el principio de nuestro país, hemos tenido
personas visionarias, religiosamente tolerantes, que creían que el
conocimiento y la sabiduría podían extraerse de cualquier fuente,
incluido el Corán."
Mucho más de una década después, en enero de 2019, Rashida Tlaib, otra
musulmana elegida para la Cámara de Representantes, dijo que ella
también juraría su cargo sobre el mismo Corán de Jefferson. "Es
importante para mí porque muchos estadounidenses tienen ese tipo de
sensación de que el islam es de alguna manera ajeno a la historia de
Estados Unidos", declaró.
"Los musulmanes estaban allí al principio... Algunos de nuestros padres
fundadores sabían más sobre el islam que algunos miembros del Congreso
ahora".
Varios académicos coinciden con esta opinión, entre ellos Denise Spellberg, autora de Thomas Jefferson's Qu'ran. Islam and the Founders.
"Al utilizar el Corán de Jefferson", dijo de los políticos musulmanes
antes mencionados, "están afirmando el hecho de que el islam tiene una
larga historia en Estados Unidos, y es de hecho una religión
estadounidense".
¿Cuánto de todo esto es verdad? Nada.
Conoce a tu enemigo
Para empezar, el Corán de Jefferson –que contenía la primera traducción
al inglés hecha directamente del original árabe y que vi cuando
trabajaba en el Edificio Jefferson de la Biblioteca del Congreso– se
elaboró para comprender y, por tanto, resistir o combatir mejor al
enemigo. Su traductor, George Sales, que señaló
"las calamidades que han llevado a tantas naciones las conquistas" del
islam, que además contribuyeron a "ocasionar todo el aborrecimiento que
recae sobre el nombre de Mahoma", imploraba además "a la Providencia
[que] se ha reservado la gloria del derrocamiento [del Corán]".
Incluso el instituto Smithsonian, en un artículo destinado a darle un giro positivo, admite
que "Jefferson compró este libro cuando era un joven estudiante de
derecho, y quizá lo leyera en parte para entender mejor la influencia
del islam en algunos sistemas jurídicos del mundo".
Y ciertamente necesitaba hacerlo, dado que los musulmanes
norteafricanos habían empezado a esclavizar a marineros
estadounidenses. En un esfuerzo por rescatarlos y establecer relaciones
pacíficas, Jefferson y John Adams, entonces embajadores en Francia e
Inglaterra respectivamente, se reunieron con el embajador de Trípoli en
Gran Bretaña, Abdul Rahman Adja. Tras este intercambio diplomático, los
estadounidenses dieron a conocer la fuente –o sea, el Corán– de
la hasta entonces inexplicable animadversión de Berbería, en una carta
al Congreso fechada el 28 de marzo de 1786:
"Nos tomamos la libertad de hacer algunas preguntas sobre los
fundamentos de sus determinaciones [de Berbería] para hacer la guerra a
naciones que no les habían hecho ningún daño, y le hicimos ver que
nosotros considerábamos amigos a todos los hombres que no nos habían
hecho ningún daño, ni nos habían provocado. El embajador nos respondió
que se basaba en las leyes de su profeta, que estaba escrito en su
Corán que todas las naciones que no hayan reconocido su autoridad eran
pecadoras, que ellos tienen el derecho y el deber de hacerles la guerra
dondequiera que se encuentren, y convertir en esclavos a todos los que
puedan capturar como prisioneros, y que todo musulmán que resulte
muerto en batalla está seguro de ir al Paraíso."
Aunque Estados Unidos intentó durante años comprar la paz, incluso pagando un tributo anual (yizia) que ascendía al 16% del presupuesto federal, la guerra fue inevitable.
Y así Estados Unidos tuvo su primera guerra como nación (las Guerras
Berberiscas [1801-1805 y 1815-1816]), y fue contra los musulmanes de
pensamiento yihadista.
Una ‘esencia de violencia y lujuria’
Incluso la nota del editor de la primera edición estadounidense del
Corán (1806) deja claro que su publicación no era para el
"enriquecimiento cultural" de los estadounidenses, sino para
informarles de por qué habían estado en guerra. "Te asombrarás –escribe
el editor– de que tales absurdos hayan infectado a la mayor parte del
mundo, y comprobarás que el conocimiento de lo que contiene este libro
hace despreciable esa ley [la saría]".
El propio hijo de John Adams confirmó que estaba muy extendida una
visión negativa del Corán en los primeros años de la historia
estadounidense. Tras el intercambio diplomático de su padre con Abdul
Rahman Adja, John Quincy Adams (1767-1848) estudió detenidamente el
Corán y a Mahoma y concluyó que,
"Adoptando de la nueva revelación de Jesús, la fe y la esperanza en la
vida inmortal y la retribución futura, él [Mahoma] la humilló hasta el
polvo adaptando todas las recompensas y sanciones de su religión a la
gratificación de la pasión sexual. Envenenó las fuentes de la felicidad
humana en su origen, degradando la condición del sexo femenino y
permitiendo la poligamia, y declaró la guerra indiscriminada y
exterminadora, como parte de su religión, contra el resto de la
humanidad. La esencia de su doctrina era la violencia y la lujuria:
exaltar lo bestial por encima de la parte espiritual de la naturaleza
humana... Entre estas dos religiones, así contrastadas en sus
caracteres, se ha librado ya una guerra de mil doscientos años. La guerra es aún flagrante.
Los hechos son sencillos: desde el nacimiento del islam hasta nuestros
días, los no musulmanes siempre recurrieron al Corán para entender por
qué sus seguidores eran tan hostiles hacia ellos. Al hacerlo,
simplemente hacían uso de la antigua sentencia de Sun Tzu: "Conoce a tu
enemigo". Y lo que encontraron en el Corán siempre les causó horror y
repugnancia.
Que toda la "corriente dominante" occidental se empeñe hoy en
tergiversar los hechos, hasta el punto de exaltar al islam,
presentándolo como parte del "tejido" estadounidense, es una
manera más de "dar oscuridad por luz."
|
|
|